
Chávez señaló nuevos caminos para las viejas aspiraciones de
un mundo mejor de los latinoamericanos. Primero, hizo despertar a Venezuela del
letargo social, político y ético de 40 años de traición socialdemócrata (Acción
Democrática, AD) a los principios de la Junta Patriótica, alianza popular que
en 1958 logró expulsar al dictador militar Marcos Pérez Jiménez. Y en sólo 14
años de gobierno adquirió un liderazgo transnacional que sacó a América Latina
de la desesperanza en que la dejaron las dictaduras militares de los 60/70 y
sus herederos civiles neoliberales de diferente signo pro-Estados Unidos en los
‘80 y ‘90.
Sin ninguna
organización previa, el desconocido oficial de ejército de 37 años remeció, el
4 de febrero de 1992, a una Venezuela adormecida políticamente y sumergida en
una pobreza paradojal, con más de 80% de excluidos por la corrupción
bipartidista AD-Copey (partido Socialcristiano).
El teniente coronel -grado superior a mayor e inferior a coronel- trató de derribar al presidente AD Carlos Andrés Pérez (CAP) en el tercer año de un mandato que tampoco terminó porque en mayo 1993 fue destituido por el Congreso. Motivo: corrupción.
El teniente coronel -grado superior a mayor e inferior a coronel- trató de derribar al presidente AD Carlos Andrés Pérez (CAP) en el tercer año de un mandato que tampoco terminó porque en mayo 1993 fue destituido por el Congreso. Motivo: corrupción.
AD y Copey se
alternaron en el poder desde 1958-1998, 40 años de “democracia” con represión
selectiva y terrorismo de Estado encubierto. La enorme riqueza petrolera no
salpicaba a una población mayoritariamente condenada a la pobreza perpetua. El
27 de febrero de 1989, cuando CAP apenas asumía su segundo gobierno y regresaba
eufórico del foro da Davos con la receta de “sincerar” el precio de la
gasolina, estalló en todo el país la sublevación popular de dos días recordada
como el “Caracazo”. Allí comenzó todo.
Las dos jornadas
27-28F fueron un NO rotundo a la medidas neoliberales. Los saqueos de masas
excluidas se esparcieron a todo el país por combustión espontánea, sin ninguna
conducción ni orientación política. La izquierda prácticamente no existía en
esa Venezuela: el PC tenía una expresión mínima, pero abundaban pequeños grupos
de izquierda y extrema izquierda que hoy juegan en la oposición (MAS, Causa R,
Tercer Camino, Bandera Roja, etc.). El 27F comenzó en Guarenas, Caracas, pero
fueron los grandes medios (TV) quienes movilizaron al resto del país, sólo con
informar qué estaba ocurriendo en la capital. ¿Por qué nosotros no?, parecían
preguntarse en el interior. Y en todas las ciudades hicieron lo mismo.
Sin salir de su
sorpresa, el presidente asumido apenas el 2 de febrero, ordenó al ejército y a
las policías sofocar la rebelión con muerte. Nunca se supo exactamente cuántas
víctimas hubo el 28 y 29 de febrero. Aún se buscan cuerpos de personas
desaparecidas.
Con el preámbulo de
ese caldo de cultivo, emergió el fallido intento de golpe del teniente coronel
Chávez a la cabeza de “otros militares”. Pocos civiles sabían que desde 1982
Chávez era el fundador del Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR200),
constituido por oficiales de baja graduación aludiendo los dos siglos del
natalicio de Bolívar.
El fallido 4F de 1992
fue una respuesta a la desesperación popular de muchas décadas de absorción de
la renta del petróleo sólo por un pequeño sector de la sociedad. El único
político que, sin tratar de justificar a Chávez hizo un discurso parecido a una
autocrítica en el Senado -y desde el punto de vista de la falta de ética en la
clase política-, fue el ex presidente copeyano Rafael Caldera. Sólo por eso
logró ser elegido de nuevo presidente. Pero esta vez excluido del Copey como si
fuera “traidor”. Caldera indultó a Chávez en marzo 1994 y le terció la banda
presidencial el 2 de febrero de 1999.
La clase política
venezolana y los propios medios -que en 1998 ya se creían embriones de partidos
políticos-, pavimentaron la carrera al poder del teniente coronel surgido del
4F. Una vez que pagó su intento con 2 años de prisión, se postuló a la
presidencia en 1998. Los grandes diarios prácticamente destruyeron a los
partidos AD y Copey y algunos, como El Nacional, apoyaron a Chávez con la idea
de “controlar” el poder, pero el fracaso de esta movida los volvió en su
contra.
Estigmas: “militar y
“socialismo”
Chávez derrotó varios
estigmas. El principal fue demostrar que aún existen “otros militares”,
distintos a los del Cono Sur y Centroamérica, y reluctantes a someterse a la
concepción estratégica del Pentágono y el Comando Sur de Estados Unidos. Su
impronta de militar progresista evoca otras figuras que gobernaron en la
región, como el general Juan Velasco Alvarado (Perú, 1968-1975), general Juan
José Torres (Bolivia, 1970-1971), Francisco Caamaño Deño (R. Dominicana, 1965),
y otras más antiguas: Juan D. Perón (Argentina, 1946-1955), Jacobo Arbenz
(Guatemala, 1951-1954), coronel Marmaduque Grove (artífice militar de la
República Socialista en el Chile de 1932) y otros más lejanos como Gamal A.
Nasser (Egipto, 1956-1970). Chávez heredó la doctrina militar antiimperialista
y nacionalista formulada en Perú en la década de 1920, cuando el APRA era de
izquierda.
El otro estigma que
venció Chávez fue la rescatar el concepto “socialismo” y a pocos años de la
desintegración de la URSS y la caída del muro de Berlín. Pero el Socialismo
Bolivariano o Socialismo del Siglo 21 de Chávez no tiene que ver con el
adefesio estalinista del capitalismo de Estado que supervivió más de 7 décadas
en el este de Europa. Se parece más a las dos áreas de la economía que trató de
levantar Salvador Allende, una social y otra privada, coordinadas por el
Estado, que no fue permitida por las clases propietarias y su correlato en
derecha política, incluida la DC, quienes pidieron auxilio a los militares para
tumbarlo en 1973 con el triste resultado de la dictadura Pinochet (1973-1990).
Pero la Revolución
Bolivariana no es exportable, principalmente porque se financia con petróleo.
Por eso pudo sobrevivir a la huelga patronal que siguió al fallido golpe de
2002, mientras Allende no consiguió ayuda financiera de la URSS para poner
término al boicot y la escasez artificial orquestada por la burguesía, la clase
política derechista y Estados Unidos.
Sin embargo, la
irradiación de la Revolución Bolivariana de Chávez renovó las esperanzas de los
trabajadores, los pobres y los excluidos en la gran diversidad de países de la
región que tienen diferentes historias y fuentes de riqueza. Venezuela estimuló
la configuración de la actual América Latina y el Caribe, surgieron gobiernos
progresistas de diferente signo que se han fortalecido en Argentina, Bolivia,
Brasil, Ecuador, Nicaragua, la misma Cuba, y otros países. En febrero, Keith
Mitchell, del Nuevo Partido Nacional, de tendencia progresista, ganó las
elecciones en la pequeña Granada, la olvidada isla caribeña invadida por
Estados Unidos en 1983, tras el asesinato de Maurice Bishop.
II
Chávez irrumpió en la política cuando los partidos estaban
en total descrédito, tanto que los legisladores ya no usaban en sus vehículos
las placas-patente oficiales por temor a un exabrupto. Un pueblo enardecido por
primera vez tomaba conciencia de su exclusión del reparto del botín petrolero
monopolizado por AD-Copey con grandilocuentes discursos sobre “democracia”.
El pueblo desesperanzado poco se inscribía para votar,
convencido que, votos más votos menos, el juego seguirían ganándolo los mismos.
Los resultados electorales registraban altos guarismos de abstención. Tampoco
había segunda vuelta. Chávez pasó a la Historia porque emprendió la refundación
del país. Impulsó una nueva Constitución, más acorde con la realidad social,
surgida de un exhaustivo proceso electoral-popular-democrático. Sobre nuevas
bases legales, promovió el desarrollo político del sector excluido de su pueblo
con un nuevo diseño de distribución de la renta petrolera a través de decenas
de planes de salud, vivienda, alimentación, etc., llamados “misiones”. También
logró un gran avance en infraestructura, transporte, líneas de Metro y recuperó
los ferrocarriles. Ha mejorado notablemente la calidad de vida del venezolano
que antes fue excluido, de los trabajadores y de la propia clase media.
Numerosas empresas privadas mejoran sus números produciendo y vendiendo al área
social de la economía, por ejemplo el sector alimentario.
Se crítica a Chávez como “caudillo” y a su Revolución como
“populista” y “polarizadora”. Y esto se debe, básicamente, a la reorientación
del destino final de los fondos provenientes del petróleo, que ya no van al
bolsillo de la clase política, la clase media más acomodada y la elite del
país. Como en Venezuela no ha existido una burguesía industrial potente, como
en otros países sudamericanos, la clase obrera resulta escasa. La industria
petrolera emplea a 100.000 personas que resultan suficientes para generar el
voluminoso ingreso que financia al país desde más de un siglo. La importación
de alimentos y bienes de consumo continúa siendo un talón de Aquiles de esa
nación
Bajo el antiguo esquema de distribución de la renta
petrolera, en la llamada IV República (1958-1998) fluyó más dinero que en el
Plan Marshall (casi medio millón de millones de dólares a precio constante). El
reparto fue injusto, pero se le consideraba “normal”. Como hoy ha cambiado en
perjuicio de los beneficiarios de ayer, le llaman “populismo”. Antes era lo
contrario, elitista o egoísta. Hoy existe otro esquema pero “anómalo”. Y se
habla de “polarización”, fea palabra.
Pero no fue un ideólogo marxista quien aclaró que la
polarización social está siempre presente, querámoslo o no. Y en cierto modo,
en 2006 definió así la “normalidad” en la sociedad contemporánea: “Hay una
lucha de clases, por supuesto, pero es nuestra clase de los ricos quien dirige
la lucha. Y la estamos ganamos”. Warren Buffet, el más rico N° 4 del mundo, con
53,5 mil millones de dólares en 2013, ahora lideriza una corriente que aboga
por más impuestos para los ricos para financiar gasto social a favor de los
excluidos –“occupy” o “indignados”– y postergar el colapso inminente del
capitalismo. Pinochet prohibió por decreto la noción de “lucha de clase”, pero
no por eso se extinguió, ya que los amigos de Buffet la estuvieron ganando con
intensidad en los 17 años (1973-1990) de su dictadura… y todavía hoy.
La revolución de Chávez no es marxista, ni exportable. Es un
sincretismo inédito muy venezolano, con cristianismo, justicia social,
pensamiento de Bolívar, ideas marxistas, pensamiento de Fidel, legado de
Allende, etc. El líder poseía cualidades personales intransferibles: gran
carisma y cariño de su gente. Su pueblo y los pobres de esta región lo están
haciendo inmortal. Además de buen humor, ironía, desplantes histriónicos, manejo
de la TV y la comunicación, conocimientos prácticos de jugador de béisbol,
etc., poseía también el control militar (que revirtió el golpe de abril 2002) y
ofrecía muchas otras cualidades de su personalidad. Murió demasiado joven; 58
es poco hoy para el promedio. Fue un hombre orquesta de capacidades
intransferibles. Condujo un proceso revolucionario aún en marcha cuyo principal
factor de poder radica en unas Fuerzas Armadas atípicas en este planeta,
apoyadas por el PSUV y refrendadas por el voto popular en 14 elecciones, más la
15ª que según todos los pronósticos ungirá a Nicolás Maduro el 14 de abril,
para más rabia de Estados Unidos y sus detractores internos.
En cierto modo, la derecha venezolana, la reacción
internacional y Estados Unidos perdieron con Chávez una bandera contra la que
invirtieron más de una década de satanizadores estigmas mediáticos anti Chávez.
Con su lamentable pérdida, la oposición venezolana también parece haberse
quedado sin bandera política, ya que carece de programa. Tendrán, entonces que
crear una nueva hiper-realidad que convierta a Maduro en el malo universal. Por
eso no causa extrañeza la nueva oleada de mentiras mediáticas sobre su
investidura, además de las innegables imágenes y entrevistas sobre la gran
demostración funeraria de fervor popular, que revelaron a los propios enviados
especiales la profundidad de la Revolución y la vigencia de aquellos cambios
políticos y sociales que estigmatizan a diario pero conocieron y comprobaron in
situ.
La revolución aún tiene debilidades. Focalizada en los
pobres urbanos aspira a convertir al campesinado del interior en productores
organizados en Consejos Comunales y no termina de crear más clase obrera con
una política de desarrollo industrial sustentable, que algún día permitirá
reducir importaciones. Maduro, probablemente, golpeará con transparencia la
corrupción y regularizará la “boliburguesia” y “boliburocracia”, las nuevas
clases emergentes con la revolución. No toda la clase media es reaccionaria y y
siempre ha disfrutado su cuota del petróleo. Lo reflejan las ventas de
automóviles siempre in crescendo, los viajes de vacaciones al exterior, los
restaurantes siempre llenos, etc. La clase obrera de empresas públicas, como
Sidor y otras, parece más bien reivindicacionista, con una mirada corporativa y
estrecha, parecida a la aristocracia obrera del cobre que ayudó a derribar a
Allende.
El ejemplo bolivariano fortaleció la búsqueda de modelos
latinoamericanos propios, en el sentido de buscar un camino independiente de
los intereses oligárquicos locales y de Estados Unidos. No sirven las
comparaciones con las revoluciones marxistas ni con la revolución cubana. Se ha
dibujado un símil con el peronismo, movimiento poli-clasista de fuerte
contenido emocional de profundas raíces, donde Cristina no es lo mismo que
Menem siendo ambos peronistas. Tampoco sirven los cánones del marxismo
estalinizado de la experiencia URSS.
La Revolución Bolivariana no es exportable, pero muestra
gran capacidad de innovar en la diversidad. Ése es el aporte del modelo
bolivariano que se refleja en América Latina: Bolivia, Nicaragua, Ecuador,
Cuba, Brasil, Uruguay, Salvador, y otros, son experiencias de gobiernos
progresistas distintos y “en la medida de lo posible”, con contradicciones
propias de las etapas y momentos históricos de su propia lucha de clases local,
con ingredientes étnicos y de tipo cultural en varios países.
El bolivarianismo de Chávez es un nuevo discurso socialista,
con militares y riqueza petrolera, surgido en un clima curiosamente parecido al
Chile actual, donde el rechazo a la clase política y sus partidos supera lejos
más del 60% de una población cuyo voto final es un enigma por el fracaso de
participación en los comicios municipales de octubre (cuyos resultados finales
se dieron a conocer en febrero sin mayor publicidad y sin totalizar la
abstención a nivel nacional). El movimiento social reclama mejores condiciones
de vida, no sólo de la educación, que sólo pueden financiar el cobre y nuevos
impuestos, mientras el mayor temor de la clase política chilena, los dueños del
país y de los grandes medios es, precisamente, la aparición de un “caudillo” o
“caudilla”, con mayor vocación “populista” que la atribuida a Piñera.
ARGENPRESS