
Para especificar que se entiende por "crisis del
marxismo" y qué marxismo es el que está en crisis hay que empezar con el
importante cambio que ocurrió hacia finales de los setenta: el desplazamiento
del centro del marxismo académico hacia los países de habla inglesa. De hecho,
una parte importante del marxismo académico de los ochenta proviene del mundo
anglosajón. Inglaterra y Estados Unidos, este último en particular, han sido
productivos como también lo han sido los países nórdicos y los autores que han
adoptado el inglés como su expresión académica y científica. Este
desplazamiento pudo haber sido previsto por Louis Althusser y Lucio Coletti
quienes proclamaron la crisis general del marxismo en 1977.
De todas formas, es claro que a finales de los 70 la hegemonía del marxismo -si es posible hablar en estos términos- estaba pasando de Alemania y los países sureños de Europa hacia los Estados Unidos e Inglaterra, tal como Perry Anderson ha mostrado en detalle en un corto pero sugerente ensayo titulado “Tras la huella del materialismo histórico” (Siglo XXI, 1984). En forma simultanea al traslado del marxismo académico hacia los países de habla inglesa tiene lugar un debilitamiento progresivo del nexo entre movimientos que están agitando el mundo actual, movimientos que expresan “la ira del ciudadano humillado", en palabras de Claude Julien.
De todas formas, es claro que a finales de los 70 la hegemonía del marxismo -si es posible hablar en estos términos- estaba pasando de Alemania y los países sureños de Europa hacia los Estados Unidos e Inglaterra, tal como Perry Anderson ha mostrado en detalle en un corto pero sugerente ensayo titulado “Tras la huella del materialismo histórico” (Siglo XXI, 1984). En forma simultanea al traslado del marxismo académico hacia los países de habla inglesa tiene lugar un debilitamiento progresivo del nexo entre movimientos que están agitando el mundo actual, movimientos que expresan “la ira del ciudadano humillado", en palabras de Claude Julien.
El florecimiento del marxismo anglosajón, que ocurrió
simultaneamente al declinamiento del mismo en Europa, representó un cambio en
el método y en la focalización: las ciencias sociales en Inglaterra y los Estados
Unidos se caraterizan, de manera general, por una mayor atención a la
investigación empírica y a la reflexión histórica contextualizada. Este es un
agudo contraste con la pasión especulativa y, de manera especial, con los
estilos literarios francés y germano que habían predominado en la Europa
continental. La proclamación de la crisis del marxismo por Althusser y Coletti
fue interpretada en ese tiempo como el agotamiento del marxismo estructuralista
y cientificista que había predominado en años anteriores. Desde entonces ésto
también podría verse como una mayor demanda por los análisis empíricos de
problemas de presión social, la mayoría de analistas consideran el
desplazamiento del centro del marxismo hacia el mundo inglés-parlante como un
desarrollo lógico.
En la medida que el marxismo siempre ha estado estrechamente
relacionado con los movimientos populares que intentan transformar al mundo
capitalista de una manera radical e igualitaria, parece extraño que el
principal focus del marxismo académico haya tenido que moverse hacia estos
países donde pareciera que existen menos movimientos socialistas organizados.
En consecuencia, la generalización de la sensación de crisis general del
marxismo en los países con gobiernos y partidos comunistas y socialistas estuvo
asociada con un simultáneo florecimiento del marxismo en revistas,
organizaciones y universidades ingleses y norteamericanos. Más aún, es
sorprendente que este nuevo y floreciente marxismo se centre en la explotación,
las clases sociales o en las condiciones necesarias para una transición hacia
la sociedad socialista.
Así, en tanto el marxismo académico fue transformado o
afectado por esta inserción en los países angloparlantes, la historiografía
marxista (incluyendo la antropología y la arqueología) no sólo mantuvo su
caracter sino que profundizó su cobertura e influencia. Un marginal, aunque muy
significativo, desarrollo es el establecimiento del marxismo como un teoría de
campo en la sociología anglosajona y, en menor grado, en la salud pública. Más
aún, la inserción en el mundo anglosajón llevó, al menos, a dos desarrollos muy
importantes: el marxismo analítico y el marxismo sistema-mundo.
Desde que el ahora famoso artículo de 1977 de los sociólogos
Erick O. Wright (norteamericano) y Luca Perrone (italiano) sobre la estructura
de clase y determinación del ingreso, la respetabilidad y aceptación
de los investigadores marxistas ha estado creciendo en el campo (Ver Cappely
Gueterbock, American Sociological Review, abril 1992). El impacto del trabajo
de Wright no puede disociarse del producido por el actualmente conocido
Marxismo Analítico (Ver la sección sobre el Marxismo Analítico). Este grupo
está compuesto por varios cientistas sociales como el sociólogo Wright, los
economistas Roemer y Elster, entre otros para analizar este movimiento. El
énfasis en la adopción de métodos convencionales de prueba de teorías, el uso
de métodos hipotético-deductivos y las pruebas empíricas en diálogo cercano con
la tradición weberiana sobre la estructura de clases (ver "El Debate sobre
las Clases", Wright et al., Verso 1989) han otorgado un status de respeto
científico a Wright en las corrientes principales de la sociología e, incluso, en
otros campos relacionados como la historia, economía, ciencia política y salud
pública; un fenómeno sin paralelo para los marxistas anteriores en los Estados
Unidos.
Una segunda importante influencia entre los economistas
marxistas es Michael Burawoy, quien se especializa en el estudio del proceso de
trabajo y epistemología marxiana. Otros marxistas que han estudiado el proceso
de trabajo son Rick Fantasia y James Zetka. Su trabajo sobre las huelgas y la
solidaridad de los trabajadores es particularmente importante para los
investigadores marxianos porque sus métodos para el estudio de la conciencia de
clase se han diferenciado de las alternativas weberianas. Así, mientras Wright
aplicó métodos convencionales de la sociología de la "encuesta de opinión"
al estudio de la conciencia de clase, Fantasia en "Culturas de
solidaridad" observa la emergencia del comportamiento colectivo en el
momento de la producción.
Un tercer paradigma en la sociología marxiana es el
constituido por los macrosociólogos marxianos. Un ejemplo de este tipo de
trabajo es la prueba empírica de diferentes hipótesis alternativas sobre los
determinantes económicos del ingreso del trabajo (p.e.: la desaceleración
salarial de Sweezy, el "exprimir el beneficio" y las alternativas
neoclásicas (Ver Raffalovich et al., 1992). Estas contribuciones constituyen
una alternativa macro económica al énfasis sobre el individualismo metodológico
que ha caracterizado a casi todo el marxismo analítico de los ochenta con
quienes ellos comparten los métodos cuantitativos y el diálogo con las
tradiciones no-marxianas (p.e.: el keynesianismo).
Por último, los investigadores dedicados al estudio de la
"estructura global" desde una pespectiva marxiana (p.e.: Chase-Dumm)
también constituyen una influencia adicional a la macrosociología y a la
sociología histórica (Ver sección sobre el marxismo sistema-mundo).
Biología, medicina y salud
pública
La mercantilización del sistema de salud ha sido una
tendencia creciente durante los ochenta en los países más desarrollados
(sistema privado de salud, fabricación de equipo médico, gerencia, compañías
farmacéuticas, compañías de seguros). Por consiguiente, la academia biomédica
está dominada por el pensamiento y las prácticas conservadoras. 2
En la arena de la salud pública los investigadores marxistas
son una influyente pero minoritaria escuela (p.e.: Vicente Navarro, Howard
Waitzkin). Las presiones hacia la conformidad en este campo con frecuencia
obligan a los investigadores a dividir sus esfuerzos entre la producción
marxiana y no-marxiana para evitar una seria marginación. Por ejemplo, en
epidemiología el impacto explícito del marxismo es mínimo debido a que hay una
fuerte presión para adoptar conceptos convencionales weberianos. La sociología
médica sigue la misma pauta.
Entre los médicos, Steffie Woodhandler y Daniel U.
Himmelstein han criticado el reduccionismo de la medicina clínica y han
ilustrado como las relaciones sociales de producción determinan las
manifestaciones clínicas que constituyen las prácticas cotidianas de la
medicina.
Finalmente, los biólogos como R. Lewontin y R. Levins, entre
otros, han hecho una enorme contribución al analisis conceptual del sexismo,
racismo y determinismo biológico y han proporcionado puntos de vista
alternativos de la causalidad basada en la dialéctica. Es de alguna manera
paradójico que mientras los biólogos marxianos durante los ochenta han librado
una batalla en contra de las tambaleantes fundaciones científicas del
individualismo para comprender la realidad, los marxistas de la opción racional
hayan ido por el camino contrario (en vez de criticar los enfoques provenientes
de la economía neoclásica, hacen un enorme esfuerzo para adecuar algunos de los
elementos de la tradición marxiana a este modelo).3
Historia, antropología y aqueología
El desplazamiento de la problemática del marxismo que dominó
los setenta y que perduró en la siguiente década era ya evidente en el violento
ensayo antialtusseriano del historiador E. P. Thompson, La pobreza de la
Teoría. No obstante las exageraciones, el libro de Thompson indicó el
cambio de dirección que se produciría en el marxismo de los ochenta: mucha más
atención al análisis y a la historia; menos a laslecturas selectivas de
Marx y a sus pretensiones científicas.
Otros intérpretes marxistas tales como Valentino Gerratana,
los discípulos de Luckás (especialmente Márkus y Heller) y, entre los
españoles, Manuel Sacristán, también hicieron similares declaraciones
pragmáticas. Pero la lectura del ensayo de Thompson ofrece la mejor explicación
de por qué los historiadores han sido menos afectados por la presunta crisis
del marxismo. Pierre Vilar se refirió a esto en su discurso inaugural de 1983
en las Universidades de Madrid conmemorando la muerte de Karl Marx (Cien años
después de Marx, Akal, 1985). A la pregunta ¿Quién le teme hoy a Marx?, Vilar
responde en forma jocosa pero plausible: "todos excepto los
historiadores". Mientras los sociólogos, filósofos, economistas y
politólogos insistieron en explicar los efectos de la crisis del marxismo en
sus respectivas disciplinas, los historiadores continuaron descansando sobre
las tesis principales del materialismo histórico como su instrumento
metodológico principal.
Aunque las actuales tendencias conservadoras (no-marxistas) llegan
a desafiar o, incluso, a negar la existencia de las clases sociales en la
historia europea contemporanea, la historiografía marxista, con su tradicional
énfasis en las clases sociales, permanece fuerte. Revistas muy conocidas tales
como Past and Present, Radical Histonj Review o Studi
Storici, con años de merecido respeto, continúan siendo apreciadas en los
ambientes universitarios de todo el mundo. El grupo de historiadores marxistas
asociados con el Partido Comunista Británico en los cincuenta (C. Hill,
E. Howsbawn, E. P. Thompson, J. Saville, V. Kiernan, G. Williams, R. Hilton, R.
Williams) produjeron trabajos impresionantes que orientaron el Times
Literary Supplement en los ochenta. Esto fue hecho a pesar del Thatcherismo,
como observa Anderson en una revisión polémica, "Una Cultura a
Contra-corriente", publicada en "The New Left Review". Tres
publicaciones confirman esta persistencia de la historiografía marxista de
los ochenta: Prespectívas Críticas (un sumario de la
contribución histriográfica de E. P. Thompson) editada en el
mismo año por H. J. Haye y K. McClelland; Ecos de la Marsellesa:
Dos siglos revisan la Revolución francesa, (Verso, 1990), una contribución de
E. Howsbawn en conmemoración de la Revolución Francesa de 1789; y El
Anticristo en el siglo diecisiete, de C. Hill,también publicada por Verso.
Pero la vitalidad de la historiografía marxista de la década
pasada no se limitó a la contribución de los más conocidos historiadores
británicos. Una búsqueda rápida nos lleva a numerosos temas, ente ellos
"Estructura de clases agrarias y desarrollo económico en la Europa
Pre-industrial” y el subsecuente debate editado por T.H. Aston y C. H. E.
Philpin ("El debate Brenner". Cambridge Up, 1985); la
monumental contribución de G. E. M. Ste Croix, La lucha de clases en
el mundo de la Grecia Antigua, (Londres: Duckworth, 1981), que seguramente
permanecerá como uno de los más grandes estudios históricos desde la
perspectiva marxista; y, más recientemente, la discusión sobre la democracia y
la esclavitud en Grecia en el ensayo de Ellen Meiksins,Ciudadano-campesinos y
esclavos: los fundamentos de la democracia ateniense (Verso, 1990).
Las palabras con las cuales Ste. Croix finaliza la
introducción de su libro son representativas de las nuevas actitudes que se
formaban entre los historiadores marxistas: "Me gustaría enfatizar que no
reclamo estar produciendo la interpretación marxista de la historia
griega": ésta es una interpretación marxista. Después de leer la
mayor parte del trabajo publicado de Marx (mucho de él, debo admitirlo, en
traducción inglesa), creo que no hay nada en este libro que el mismo Marx
(¡después de una buena discusión, claro está!) estuviera en disposición de no
aceptar. Pero, por supuesto, habrían otros marxistas que no estarían de acuerdo
en varios puntos de mi posición teórica básica o con las interpretaciones que
he ofrecido sobre eventos específicos, instituciones e ideas; espero que los
errores o debilidades de este libro no sean tomados en forma tan directa como
consecuencia de la aproximación que he adoptado, a menos que se pueda demostrar
que ese es el caso".
Planteamientos como éste, que son cada vez más frecuentes,
corrigen una importante debilidad en los supuestos del marxismo especulativo y
cientificista de las anteriores décadas. Primero, que existen, hubieron y
probablemente habrán marxismos, lecturas diferentes del trabajo de Marx dentro
de la misma tradición cultural. Segundo, que puede hacerse una distinción entre
la filología, o el trabajo crítico-histórico, referente a la obra de Marx y la
investigación sustantiva (histórica, sociológica, económica, etc.), llevada a
cabo con las categorías marxistas.
La contribución de la historiografía marxista de los ochenta
no termina aquí, no obstante. Varias síntesis importantes ayudaron a clarificar
conceptos ambiguos o debilmente definidos que han dado pie a incomprensiones y
polémicas interminables en la historiografía y las ciencias sociales. Se
destacan las siguientes contribuciones: Ideología y protesta popular, de
George Rudé, un ejemplo concreto de como pueden resolverse las dificultades
asociadas con el uso de términos del marxismo y del gramscismo tales como ideología y conciencia;
Revolución en la historia, una antología compilada por Ropy Porter y
Mikulas Teich (con contribuciones de Hosbawn, Finley, Needham, Kiernan, Klima y
otros) que es especialmente instructiva para clarificar el concepto de
"revolución", cuyo significado ha variado en las últimas décadas; yClase
obrera e industrialización, una excelente síntesis de la revolución
industrial británica, que focaliza sobre la siempre presente tendencia a
interpretar el pasado con categorías desarrolladas a partir de la experiencia
presente.
Otra área en donde el marxismo ha mostrado ser
particularmente constructivo en los últimos años es el estudio comparado de las
revoluciones. Este es un campo de particular importancia para el
establecimiento de conceptos teóricos y para terminar con el uso abstracto en
exceso de los modelos revolucionarios - un uso con mucha frecuencia tan
reductivo que pareciera que los historiadores sólo fueran influenciados por los
eventos de y en torno a París entre 1789 y 1830. Una notable contribución a
esta ya necesaria revisión es el volumen Las revoluciones burguesas:
problemas teóricas (Barcelona, Crítica, 1988) de Joseph Fontana con
contribuciones de K. Kossok y A. Saboul, entre otros.
La historiografía marxista, que había estado por mucho
tiempo limitado al estudio de la historia moderna y contemporanea, se está
ahora consolidando en los campos de la historia medieval y antigua. Además de
los extraordinarios trabajos de Ste Croix y Ellen Woods antes mencionados,
sobresalen otros dos: Clases, conflicto y crisis del feudalismo de
Rodney Hilton, la bibliografía de R. A. Padgug incluida en el volumen
colectivo El marxismo y los estudios clásicos (Akal, 1981).
Al igual que la historiografía marxista, los campos
relacionados de la arqueología y la antropología han retenido su vigor y
caràcter tradicional. La publicación de los apuntes de Marx sobre libros de
etnólogos y antropólogos de su época (parte de los cuales sirvió a Engels para
escribir El origen de la familia), hecha porL. Krader (Siglo
XXI, 1987), ha renovado el interés en el desarrollo de las comunidades rurales
en Europa. Otros contribuyentes a la antropología y la arqueología marxista son
Godelier, Meillasoux, E. Terray, G. Dupré, Pierre-Philippe y el antropólogo
catalán J. R. Llobera. En los ochenta, Marvin Harris provocó una fructífera
controversia sobre las diferentes tesis del marxismo clásico con respecto a la
cuestión del método en la antropología. Todo esto confirma el desarrollo de una
tendencia continua. La Crítica de la Antropologíade José Ramón Llobera, a
mitad de los setenta, proporciona un excelente ejemplo de las opiniones de Marx
sobre estos problemas. Finalmente, Carolyn Fluehr-Lobban editó un útil resumen
de los estudios realizados en este campo en el International Perspectives
on marxist anthropology (UF Minnesota, 1990).
En el campo de la arqueología, el punto de vista marxista
está presente en los libros de Lewis R. Binford, enInterpretaciones
en Arqueología. Corrientes actuales, de Hodder, (Crítica: Barcelona,
1990) y en Perspectivas marxistas en Arqueología, editado por M.
Springss (Cambridge UF, 1984).
De manera reciente, la fuerza de la historiografía marxiana
ha adquirido un renovado entusiasmo con el punto de vista establecido por
Benedetto Croce hace casi un siglo, que puede decirse que el lado viviente del
marxismo está en ciertas hipótesis historiográficas; todo lo demás (el análisis
económico, la idea de la polarización social, las previsiones sobre la sociedad
socialista, etc.) ha colapsado con el paso del tiempo o es demasiado vago para
ser útil. L. Kolakowski llegó a la misma conclusión en su monumental
historia del marxismo. Más reciente, ésta ha sido también la conclusión de M.
Duverger en un notable ensayo cuyo título con seguridad confundió a más de un
lector: Los narajos del lago Balatón, (Ariel, 1983).
No obstante, reducir al marxismo sólo a hipótesis para
interpretar nuestro pasado sería una injusticia frente a las intenciones y
propósitos originales de Marx. Podría decirse, que al menos en dos elementos
todos los diferentes marxismos, pasados y presentes, estarían de acuerdo en que
son esenciales: comprender críticamente las presentes sociedades donde la
desigualdad y la explotación continúan existiendo y la intención de ir más allá
de la crítica del presente para construir una nueva sociedad, una sociedad de
iguales.
Dos desarrollos del marxismo en los ochenta -el marxismo
analítico y el marxismo sistema-mundo- han desafiado la idea que sólo la
historiografía marxiana es válida. Estas contribuciones se centran sobre el uso
de categorías marxistas no sólo para interpretar el pasado histórico sino para
intentar concentrarse sobre los problemas económicos, ecológicos, sociales y
culturales del mundo de hoy.
El marxismo analítico y el marxismo sistema-mundo
representan dos modificaciones del marxismo clásico que fueron introducidos por
Karl Korsch y Walter Benjamin, respectivamente. La primera modificación
consiste en abandonar la pretensiones de crear una concepción general del
mundo, un sólo sistema filosófico o una filosofía de la historia -pretensiones
que fueron muy importantes en ciertas áreas de la obra de Marx y Engels. En
este sentido, el marxismo de los ochenta ha asumido una posición mucho más
modesta: el marxismo es sólo una de las corrientes que se movilizan hacia la
emancipación. El segundo cambio tiene que ver con la actual crisis ecológica y
la consecuente radicalización forzada de la teoría de Marx sobre la alternativa
entre el socialismo y la barbarie. La crisis ecológica ha comenzado a afectar
la misma sostenibilidad humana. Así, la metáfora de la locomotora de Walter
Benjamin adquiere un significado más literal: la revolución no debe verse más
como la locomotora que jala el tren de la humanidad en una línea directa hacia
una nueva fase superior sino como el freno de seguridad del tren que puede
llevar al abismo si no es detenido.
Marxismo analítico
El marxismo analítico (o marxismo de la acción racional) se
caracteriza por el intento de reconstruir algunas de las principales tesis de
Marx. En este sentido, el marxismo analítico trata sobre (o, como usualmente se
dice, reconstruye) muchos de los temas económicos, sociológicos y éticos del
marxismo convencional o clásico usando los instrumentos conceptuales básicos de
la teoría de la acción racional y la teoría de los juegos.
Aunque hay diferencias notables entre los autores que con
frecuencia son clasificados como marxistas analíticos 4 (por ejemplo, en la aceptación
o rechazo de las explicaciones funcionales o en la defensa o ataque del
individualismo metodológico), en general es aceptado que los orígenes del
marxismo analítico proviene del libro de G. A. Cohen La teoría de la
historia de Karl Marx. Una defensa, publicado en 1978. La inspiración
inicial de Cohen para establecer una teoría de la historia marxiana analítica
fue seguida por el economista-matemático J. Roemer quien fue el primero en
insistir sobre la necesidad de tratar los problemas marxianos con los
instrumentos de la lógica, las matemáticas y la modelación contemporánea -en la
actualidad usada en las ciencias sociales avanzadas. Así, por ejemplo, en la
introducción al Marxismo analítico: estudios sobre la teoría
económica marxista (Cambridge, 1986), Roemer plantea que el marxismo
analítico difiere esencialmente del marxismo convencional al considerar la
búsqueda de micro-fundamentos para el conjunto de macro-problemas establecidos
por el marxismo clásico.
El aspecto más distintivo del marxismo analítico es una idea
que recuerda las intenciones del análisis filosófico clásico: eliminar las
ambiguedades e irrelevancias lingüísticas para mejorar la precisión de las
proposiciones y eliminar las contradicciones lógicas que se cuelan por las
metáforas. Tal programa había sido propuesto muchos años antes por John
Robinson y cumplido de manera parcial en Capital de M. Morishima,
pero el intento sistemático para limpiar y afilar la teoría marxista en los
ochenta emergió principalmente, de los ensayos de R. Roemer y J.
Elster.5
Una teoría general de la explotación y de la clase de
Roemer ha sido una fuente de inspiración para numerosos marxistas analíticos y
para autores que comparten sus metas pero no necesariamente sus métodos. Erik
Olin Wright, por ejemplo, fundamentó su revisión de la teoría macrosociológica
marxiana de las clases sociales (Clases, 1985 y 1990) en la
reconstrucción de la teoría de la explotación de Roemer. Los impulsores del
marxismo analítico citan, en lo regular, al menos a otros dos autores: J.
Elster y su Making sense of Marx, el objetivo de una larga e
interesante polémica en las revistas marxistas; y Adam Przworski, el autor de
una notable aplicación de la acción racional y de la teoría del juego al
estudio de la conducta política de las clases trabajadoras en las sociedades
avanzadas (Papel' stones: A History of Electoral Socialism, escrita
con John Sprague y publicada por la Chicago UP, 1986).
Muchas revistas norteamericanas e inglesas, tales como New
Left Review (NLR), Science and Society (SS) yTheory and Socíety (TS),
han dedicado bastante espacio en los últimos años a la discusión del marxismo
analítico y, de manera particular, a los planteamientos de Roemer y
Elster. Valiosas contribuciones a este debate incluyen: "El Marxismo
de elección racional" de A. Carling en NLR 177 (Oct.,
1988); "¿De la ilusión necesaria a la elección racional? Una crítica
de la teoría marxista neo-elección racional", en TS, 15 (1986); "¿Es
marxista el marxismo analítico? de T.F. Mayer, en SS 52.4 (1984);
"Marxismo y elección racional: es valioso el juego del candelero?" de
E. M. Wood, en NLR 177 (1988); "El marxismo y el individualismo
metodológico: una crítica" de J. Weldes, en TS 18 (1988).
A pesar de la buena aceptación general de los intentos de
los marxistas analíticos para usar los métodos de la ciencia social para
reconstruir las teorías de marxismo clásico, numerosas críticas han levantado
dudas con respecto a la aproximación analítica. Manuel Sacristán, al
final de los setentas, fue uno de los primeros en señalar los peligros del
marxismo analítico. Argumentó, muy fuertemente, en contra de la focalización en
el individuo del marxismo analítico y en favor de un comunismo marxista que
da prioridad a los factores políticos, morales y prácticos.
Al menos tres tipos de críticas específicas han aparecido en
los últimos años. La primera se refiere a lafetichización (Lebowitz y
Mayer) de las técnicas ampliamente usadas por la teoría económica neo-clásica,
tales como la teoría de la elección racional y la teoría de los juegos. En
ésta, la teoría individualista modela los intentos para resolver los problemas
sociales y políticos establecidos por Marx en términos macro-sociológicos. Esta
crítica plantea que la aplicación inapropiada de la teoría de la elección
racional y la teoría de los juegos conducen al cientificismo o incluso a
cuestiones peores.
La segunda crítica dirigida al marxismo analítico es sobre
su insensibilidad con respecto a la historia (Wood, Weldes, Lebowitz)
y al contexto de las ideas. En ésta, dice la crítica, el marxismo analítico de
la elección racional hereda o renueva los defectos principales del
estructuralismo de las décadas pasada: no se involucra lo suficiente con los
contextos históricos; está demasiado emparentado con modelos abstractos y
generalizaciones apresuradas; y no siempre llega a vencer la tendencia hacia la
especulación que se criticaba a la herencia hegeliana del marxismo. Para
algunos críticos, analizar no es más que una reconstrucción analítica del
estructuralismo más que un análisis concreto de situaciones concretas. (Una de
las críticas más duras de la teoría de la explotación de Roemer puede
encontrarse en Lebowitz, quien plantea que este modelo no distingue entre
capitalismo y precapitalismo).
Esta segunda crítica recuerda la prevención de Albert
Einstein sobre el riesgo del análisis filosófico en las formas iniciales del
neo-positivismo y atomismo lógico. La propuesta de Einstein valoriza el trabajo
analítico sobre la simplicidad y claridad de las proposiciones pero llama la
atención sobre los peligros de caer en un formalismo escolástico en la
determinación de evitar todo lo que suene a dialéctico, metafórico o moralista.
Al operar "fetichistamente" con la teoría de los juegos y la teoría
de la elección racional, se termina creando una imagen de un Marx
hiper-racional que nunca existió. ¿Cuáles son las ventajas, desde la perspectiva
marxista, de tratar a la gente como actores racionales, es decir, como
liberales benthamitas individualistas?
Esto lleva a la tercera crítica contra el marxismo
analítico. Aunque sus métodos y técnicas de investigación social puedan ser
neutrales, el sello del pensamiento de la economía neo-clásica está presente en
la selección de los problemas (p.e.: el papel de las diferencias individuales
en el "talento" y en la relevancia de la dominación en el proceso de
producción). Esta influencia neo-clásica es vista como un resultado directo del
contacto con el pensamiento reciente de liberales no marxistas (p.e.: James
Buchanan, Anthony Downs, Mancur Olson, Gary Becker y otros). Jutta Weldes ha
insistido correctamente en la compatibilidad entre el marxismo clásico y la
adopción del individualismo metodológico por exponentes del marxismo analítico.
Otros autores, tales como Russell Jacoby y Carl Boggs dicen que aceptar la
aproximación de la elección racional de Aaron, Becker, Olson y otros liberales
es el "pago de admisión" que el marxismo ha tenido que hacer para su
academización e institucionalización en las universidades norteamericanas. Esto
también puede ser cierto en relación al marxismo analítico que se comienza a
practicar en las universidades europeas.
Esta crítica al marxismo analítico no rechaza la posibilidad
de un marxismo liberal (aumentando la lista de marxismos de final del
siglo veinte, gracias a la influencia de Aaron sobre Elster, por ejemplo), ni
tampoco significa un desdén a los métodos o técnicas cuyo valor
académico-científico es independiente de las opciones práctico-políticas o de
la moralidad de sus practicantes. Esta crítica descansa unicamente sobre la
base del rechazo justificado a etiquetar como marxista un individualismo
metodológico que de manera muy evidente está en contra del caracter
colectivista de la visión del mundo de Karl Marx.
Algunos marxistas analíticos tratan de solucionar este
problema desde dos perspectivas. La primera consiste en plantear que los
modelos metodológicos marxistas de elección racional o de la teoría de los
juegos son simplemente adaptaciones de la investición marxista a una
metodología de la actual ciencia social – simplemente la sustituye por la
metodología marxista tradicional de la dialéctica. Pero esto no considera un
punto esencial: para Marx, la dialéctica no sólo fue un "método" sino
también una visión general, una aproximación o un programa filosófico (si no se
quiere mencionar la visión). Marx no habría planteado que la teoría de la
elección racional o la teoría de los juegos fuesen un "escándalo" y
una "atrocidad" para la burguesía - aunque sí lo dijo precisamente en
relación al materialismo dialéctico en el epílogo de la segunda edición de El
Capital.
No es nuestra intención aquí entrar en una interminable
discusión sobre lo que Marx entendería ni plantear que Marx estaría en contra
del marxismo analítico de hoy. Lo que quisiéramos decir -y así evitar un
monumental malentendido- es que el concepto marxiano y marxista de dialéctica incluye
un método, una aproximación general y una ontología: una concepción particular
de la relación entre el hombre y el mundo y entre los hombres y la sociedad.
Los marxistas analíticos hacen bien en sustituir los filosofismos dialécticos
de la crítica de la economía política con conceptos de mayor rigor y
elaboración, incluyendo técnicas formales de economía matemática. Tales
acciones son apropiadas para toda actividad científica donde la intención sea
mejorar una teoría ya formulada (o tomar ventaja de los remanentes pre-teóricos
para formular una teoría separada). Trabajando de esta manera, intentando
aplicar las mejores técnicas y métodos existentes en cualquier tiempo ayuda a
terminar con malentendidos antiguos que hace varias décadas atrás envenenaron
el debate entre "analíticos" y "dialécticos". Esta manera
de proceder lleva directamente a uno de los puntos de Karl Marx: usar la mejor
metodología científica disponible (que, en su tiempo, él consideró dialéctica "en
su forma racional" en comparación con otros métodos generales).
Esto, no obstante, sólo se refiere a un nivel del tema en
mención: "la metodología" en el sentido reducido de la palabra. Así
como Marx planteaba que había "algo más" en su concepto del método
que el proceso de comprensión de los datos y de interpretación de los
resultados, algunos marxistas analíticos plantean que también hay "algo
más" en su método. El "algo más" de Marx es una ontología que
oscila entre la crítica de la realidad social y el concepto de práctica
revolucionaria. Esta ontología tiene un propósito: la toma partido con los de
abajo, con los explotados y los oprimidos e intenta racionalizar su visión y su
pasión. Hubiese sido ideal para Marx pensar que se podría pasar de la ciencia a
la utopía, pero este intento de racionalizar los intereses, deseos y pasiones
del proletariado industrial de su tiempo era exactamente lo que Marx pensaba
sería un escándalo y una atrocidad para toda una clase social: la burguesía. Es
importante rescatar en esta frase del epílogo a la segunda edición de El
Capital porque ilustra la diferencia entre un análisis filosófico
"neutral" y abstracto y un análisis respetuoso de los contextos
históricos.
En realidad, si damos al método el significado limitante y
técnico que en la actualidad se le asigna en las ciencias generales, los
planteamientos de Marx acerca del escándalo y la atrocidad que su método
produciría en toda una clase social sería ridícula. Pero un analista que ríe de
lo ridículo y sugiere la sustitución de la dialéctica por el individualismo
metodológico y los métodos contemporáneos de las ciencias sociales sólo ha
entendido la mitad del sermón. Se ha perdido de la mejor parte. El mismo
planteamiento que parece ridículo en un plano estrictamente metodológico tiene
sentido al considerarse el conjunto de elementos aludidos en el método racional
dialéctico. Esto es, tiene sentido cuando tenemos en mente que la dialéctica
como metodología incluye lo que hemos llamado la racionalización de las
pasiones de los desheredados de la tierra más la decisión de actuar de una
manera revolucionaria de acuerdo con los resultados del análisis socio-económico
del capitalismo. En forma clara, la frase tuvo sentido historicamente: muchos
burgueses vivientes han temido durante años lo que ha sido llamado marxismo.
Hay mucho que discutir en relación a la manera en que Marx y
los marxistas a través de los años han relacionado la "teoría" y la
"decisión", el "método" y la "práctica", el
"análisis de la realidad social" y la "voluntad de
transformación". Para lo que aquí interesa, es suficiente enfatizar que no
hay duda con la intención político-moral y práctico de Marx. Eso es el
"algo más" encubierto por el concepto marxiano de método. Por otro
lado, los marxistas analíticos que han sustituido la dialectica por el
individualismo metodológico están implicando o suponiendo con su "algo más"
otra ontología o antropología cuyos aspectos esenciales son contrarios a los de
Marx.
Para abreviar: una cosa es buscar explicaciones
micro-fundamentales de los problemas macro-sociales y los conflictos que Marx
contemplaba, y otro intentar reducir todas las explicaciones de los problemas
sociales al campo de las acciones sociales individuales. Es importante
distinguir entre conceder mayor importancia a los deseos e intereses
individuales al mismo tiempo que se reconoce la emancipación de los humanos y
reducir la explicación de todo conflicto socio-económico a las preferencias
particulares de los individuos que constituyen la sociedad. Una manera de
subrayar las diferencias entre estas dos aproximaciones -que no son sólo
metodológicas sino sobre todo ontológicas y antropológicas- sería por medio de
su forma de ver la humanidad. Por una parte, Marx y la mayoría de marxismos
clásicos tienden a ver al hombre como un zoon politikon, esto es un animal
social que actúa como un sujeto de la historia (aunque él no escoja las
condiciones de su conversión en sujeto) y que es realizada por medio de las
relaciones con otros hombres en una vida colectiva, cívica y pública. Como tal,
adquiere la condición de ser un socialista al vivir y trabajar como un miembro
del grupo de Epicuro quien aspira a la emancipación y unificación general colectivas. Por
otra parte, los proponentes del marxismo de elección racional, proponentes del
individualismo metológico, tienen en mente una imagen de hombre que
se comporta como un miembro perdido del mismo grupo epicureano. Él calcula
individualmente los resultados de su acción de la misma manera que los
"tontos racionalistas" (expresión de Amartya Sen) de la teoría
económica neo-clásica hacen. Es decir, como si él aspirara al socialismo en un
juego de estrategias en el cual los mensajes del corazón fueran prohibidos
(debido a que pueden estar en contra de su estrategias individual).
Esta otra antropología/ontología del marxismo de elección
racional quizás se ha basado en una circunstancia real que es vitalmente
importante para la lucha por el socialismo. Esta circunstancia consiste en el
hecho de que la conducta solidaria y altruista en nuestra sociedad (y como
consecuencia de la mercantilización de todas las cosas humanas y divinas que
caracterizan al capitalismo) ha cesado de ser uno de los principios de conducta
del Hombre Socialista. Lo que domina en la ciudad de hoy es, en realidad, la
glorificación de la conducta arriba (y renuncia o aceptación connivente en el
medio o algunas veces incluso abajo) de la bestia desatada del rebaño epicúreo.
Esta dominación es tal que el Secretario de Estado español, José Borrel,
recientemente propuso una inusual pero muy interesante definición de
"socialista" que por muy buenas razonas ha sido ignorada. "Ser socialista
ahora en España", dice Borrel, "es ser capaz de volverse rico y de no
serlo del todo". Pero emancipación, en el sentido marxiano, es un objetivo
colectivo inalcanzable por medio del privilegio imdividual pero íntimamente
conectado a la conquista de la libertad por los condenados de la tierra. Y, si
uno hace esta distinción, es crucial prestar atención a la historia de las
instituciones, los hecho e ideas económicas, lo cual la elección racional
marxista no hace.
En todo caso la controversia no puede estar en favor o en
contra de los elementos hegelianos en Marx. La discusión del anàlisis y
dialéctica de finales de siglo en el marxismo no ha sido resuelta. Si el punto
de vista analítico es no caer en una declinación unilateral, se tendrá que
comparar y repensar sugerencias de otros autores, marxistas o no, acerca de
muchos temas: desde el uso de la metáfora en la ciencia, los límites de todos
los análisis reductivistas para comprender todos los aspectos cualitativos de
la realidad, los límites del formalismo en las ciencias sociales, los problemas
motivados por la fragmentación de aprender y la extensión del idioma de
superespecialistas y la búsqueda de una tercera cultura como un puente o nuevas
formulaciones de una ciencia unificada desde la perspectiva sistémica. Existe
una discusión en curso, abierta, de estos tópicos entre los filósofos de la
ciencia y de científicos que filosofan. Uno debe preguntar si no es demasiado
prematuro o pretencioso declarar el caso resuelto en la medida en que el
marxismo está interesado; que al final no es más que uno de muchos programas de
investigación o aproximaciones que compiten en este amplio campo, un campo que
incluye las humanidades, las ciencias sociales y todos los puntos de
intersección entre las ciencias naturales y las ciencias de la sociedad.
El marxismo del
sistema-mundo
Muchos de los más influyentes autores marxistas de los
ochenta seguramente admitirían que la relación entre el análisis, la
orientación sistémica, y una voluntad de generalizar es un asunto irresuelto.
Algunos de ellos añadirían, no obstante, que el futuro del marxismo no depende
de la resolución de estos problemas. Tales autores incluyen a E. P. Thompson,
R. Williams, G. Therborn, E. Fehner, J. OConor, V.
Gerratana, P. Sweezy,E. Mandel, S. Amín, N. Geras y muchos otros.
Representando un espectro de marxistas y del pensamiento marxista todos ellos
se han referido a la dialéctica histórica como un proceso real y han reiterado
su desafecto por el colapso de la comprensión cuando se hacen a un lado los
problemas más grandes de nuestro tiempo. Ellos se refieren en particular a la
crisis global ecológica, las crecientes desigualdades en el mundo, la nueva
dimensión tomada por la división internacional del trabajo o el uso de la
automatización y robots en el proceso productivo de las sociedad más
industrializadas. Todos estos autores también han manifestado, en una u otra
forma, la ansiedad producida por la academización de los marxismos y la
debilidad de los lazos entre estos marxismos y los movimientos sociales.6
La década de los ochenta ha presenciado un inusitado
crecimiento del marxismo académico en los países anglo-sajones mientras sus
lazos con los movimientos políticos se ha debilitado en Europa y también en las
Américas. Ganancias innegables en rigor formal y metodológico han acompañado a
esta tendencia (p.e: la teoría de la explotación y las clases de John Roemer).
No obstante, al abrazar los métodos más desarrollados en las ciencias sociales
(teoría de los juegos, análisis de encuestas individuales) los investigadores
han abrazado las teorías burguesas que soportan su desarrollo (p.e: elección
racional, diferencias individuales). Una más util aproximación al marxismo debe
originar métodos que no desafíen su ontología colectiva y el emergentismo
social y buscar las teorías de la conducta individual que desafían los
supuestos de la teoría liberal, cualquiera sea su nivel de desarrollo. En este
sentido, argumentamos que la noción de dialéctica ha sido
incomprendida y sacada de su contexto histórico. Idealmente, los
métodos y teorías marxistas deben permanecer como "escándalo" y como
"atrocidad" para la burguesía y no como un apéndice brillante del
dominante punto de vista liberal sobre la humanidad.
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Notas
1 Aunque las escuelas de
economistas marxistas que florecieron en décadas anteriores (p.e. Sweezy,
Resnick, Sherman, Hunt) continuaron desarrollando sus trabajos, creemos que la
década de los ochenta fue dominada por la emergencia del marxismo analítico al
cual dedicamos un sección entera.
2 Una excepción, en la historia
del activismo en la historia del sistema de salud, es la American Public Health
Association la más de "izquierda" de todas las organizaciones
profesionales que los autores encontraron en EVA. Lo atestiguan su
continua lucha por un programa nacional de salud y su rango de posiciones sobre
temas sociales relacionados a la salud que pueden ser leídos en el "The
Nation s Health" la publicación oficial de la asociación.
3 Esta situación ha llevado a
curiosas paradojas. Por ejemplo, el paradigma de la elección racional que
algunos marxistas analíticos han adoptado es considerado conservador entre los
psicólogos y sociólogos liberales de EVA, entre ellos, el grupo en
torno de E. Etzioni, también conocido como los "comunitarios" que es
cercano al PresidenteClinton.
Otra paradoja es que algunos exponentes de la escuela
weberiana en sociología han considerado inadecuada la información de las
encuestas individuales para la afirmación de la conciencia de clase (ver
Culturas de Solidaridad de Fantasia) mientras, de nuevo, algunos sociólogos
marxistas todavía utilizan la información de encuestas individuales para
responder cuestiones sobre la conciencia de clase.
4 Las diferencias siempre surgen
en el trabajo de un académico: por ejemplo el desarrollo en los 90 del
socialismo de mercado de Roemer tiene muy poca relación con sus trabajos de
elección racional de los setenta y ochenta.
5 El ataque de Elster sobre Marx
es particularmente relevante para nuestro señalamiento. Su libro "Making
sense of Marx" es, en lo fundamental, crítico al colectivismo metodológico
de Marx. Esto nos sorprende por ser injusto: los objetivos del ataque de Elster
deberían ser los actuales macroeconomistas corno Sherman o Raffalivich, !no el
trabajo de Marx del siglo XVIII! Atacar a Marx con sus perspectivas del siglo
XVIII no tiene ningún sentido. Sería corno / tearing apart/ las metáforas de la
"sobrevivencia de los más aptos" ignorando el contexto social de
Darwin o criticar a los experimentos de Pavlov desde los conocimientos actuales
sobre el aprendizaje asociativo. Elster está pronto a criticar el antroporfismo
utilizado por Marx en los Grundrisse pero es acrítico ante la teoría
de la conducta individual inherente en la elección racional, una teoría más
vieja y, con probabilidad, más empíricamente desacreditada que cualquier
especulación de Marx. Así, mientras Marx proporciona una visión general en la
ontología colectiva, el individualismo metodológico de la elección racional no
ha sido capaz de parar el escrutinio conductual y permanece popular entre los
economistas en gran parte por razones ideológicas.
Además, Elster es acrítico de conceptos psicológicos de base
tales corno "debilidad de voluntad" que usa sin restricciones (ver
p.e. "Tuercas y tornillos") y que son tan vagos corno teleológicos y
faltos de apoyo empírico y teorético corno cualquier sección de los Grudrisse. "Debilidad
de voluntad", sin ninguna sorpresa, es utilizado por psicolgistas de
derecha para justificar los cortes de beneficencia por medio de la noción de la
responsabilidad individual para la acción humana que contiene esta expresión.
Las especulaciones y antropomorfismos de Marx fueron propios
de ese tiempo. Lo mismo no puede ser dicho de la psicología conservadora actual
que es mucho más dificil de justificar después de un siglo de investigación
conductual.
6 Marxistas de elección racional
corno J. Roemer no son muy felices con esta tendencia. Más aún,
podría argumentarse que algunos de los autores de este grupo tienden a
especular de manera extensa y se benefician del rigor que caracteriza a los
marxistas analíticos.