
La cuestión de la difusión de la obra de Antonio Gramsci en
América Latina ya fue objeto de múltiples estudios. El tema mereció un
seminario internacional en Italia (Ferrara, 1985) organizado por el Instituto
Gramsci bajo en nombre de “Transformaciones políticas en América Latina: la
presencia de Gramsci en la cultura latinoamericana”2. Este hecho es de por sí
indicativo de la importancia que tuvo la difusión de este pensamiento en estas
regiones. Sobre este proceso nos interesa adelantar algunas observaciones. En
primer lugar, una observación cronológica: podemos dividir la historia de la
relacion del pensamiento de Gramsci con América Latina en dos períodos más o
menos diferenciados: el primero de ellos desde el comienzo de los años 50 hasta
el primer lustro de los 70;
el segundo, desde mediados de los años 70 en adelante. En la primera etapa los principales centros de edición de la obra de Gramsci en América Latina fueron Argentina (en un primer con las ediciones de la Editorial Lautaro, vinculada al Partido Comunista de la Argentina (PCA), que realizó la primer difusión a nivel continental de la obra gramsciana y a partir de 1963 con las ediciones del grupo de Pasado y Presente); y Brasil a través de las ediciones de la editorial Civilização Brasileira. Sobre la segunda fase de la difusión gramsciana, José Aricó extiende para América Latina la expresión que Marco Aurélio Nogueira había acuñado para el mismo período en Brasil, señalando que las ideas de Gramsci “explotaron como un volcán” (Aricó, 1988: 12).
el segundo, desde mediados de los años 70 en adelante. En la primera etapa los principales centros de edición de la obra de Gramsci en América Latina fueron Argentina (en un primer con las ediciones de la Editorial Lautaro, vinculada al Partido Comunista de la Argentina (PCA), que realizó la primer difusión a nivel continental de la obra gramsciana y a partir de 1963 con las ediciones del grupo de Pasado y Presente); y Brasil a través de las ediciones de la editorial Civilização Brasileira. Sobre la segunda fase de la difusión gramsciana, José Aricó extiende para América Latina la expresión que Marco Aurélio Nogueira había acuñado para el mismo período en Brasil, señalando que las ideas de Gramsci “explotaron como un volcán” (Aricó, 1988: 12).
En segundo lugar, una observación teórico-política: en la
primera etapa la difusión del pensamiento gramsciano se realiza en una relación
no conflictiva con el paradigma clásico de revolución que tiene origen en la
Revolución Rusa. En el caso argentino, en el período comprendido entre 1950 y
1963, Gramsci aparece vinculado y limitado a los sectores del PCA que militaban
en el trabajo cultural. En este momento Gramsci era leído, básicamente, como un
teórico de la cultura. En el segundo momento de esta primer etapa argentina, ya
fuera de la estructura del PCA, en manos de los expulsados de sus filas,
Gramsci se difunde vinculado a otras corrientes políticas de la época críticas
de la política y la teoría del PCA pero continuadoras de la tradición
leninista. Aricó nos dice sobre el tipo de difusión de esta etapa:
La revista [Pasado y Presente], cuya primera serie concluye en
septiembre de 1965, pretendía organizar una labor de recuperación de la
capacidad hegemónica de la teoría marxista sometiéndola a la prueba de las demandas
del presente. Desde esta preocupación, y aunque ello no fuera muchas veces
expuesto de manera rotunda en sus contribuciones, cuestionábamos el llamado
"marxismo-leninismo" como patrimonio teórico y político fundante de
una cultura de transformación. Lenin era, para nosotros, la demostración
práctica de la vitalidad de un método y no una suma de principios abstractos e
inmutables; su filosofía no debía buscarse allí donde se creía poder encontrarla
sino en su acción práctica y en las reflexiones vinculadas a ésta. No en Materialismo
y empiriocriticismo , sino en las Tesis de Abril... (Aricó, 1988: 62-63).
[…] Éramos una rara mezcla de guevaristas togliattianos. Si alguna vez
esta rara combinación fue posible, nosotros la expresamos (Aricó, 1988: 75).
Mas adelante agrega el lugar que ocupaban en las
concepciones del grupo “...las matrices
leninistas y gramscianas” que constituíam el fundamento teórico de las
reflexiones del grupo. “Gramsci no nos liberó de Lenin -señala Aricó, resumiendo
lo que nos parece una característica bastante general de la Nueva Izquierda de
la época- simplemente nos permitió tener de sus ideas una concepción más
compleja, más abierta...“ (Aricó, 1988: 79).
Por su parte Juan Carlos Portantiero expresa sobre el mismo
punto:
[…] Es que no se trataba sólo de Gramsci. Nosotros hacíamos una especie
de cóctel, donde Gramsci convivía con Guevara y la Revolución China. En ese
conjunto nosotros veíamos posibilidades de articulación, con un discurso
historicista y voluntarista frente a otro que nos parecía especulativo y
cientificista. Cualquiera de esas tres entradas (el culturalismo, Gramsci, o
Guevara) nos ayudaba a pensar las cosas de esa manera. Aunque utilizábamos más
a Gramsci, por sus análisis sobre la cultura y las clases subalternas
(Portantiero, 1991: 8)
En tercer lugar, una observación sobre el terreno de la
difusión. En el primer ciclo, Gramsci no consigue un lugar destacado en la
universidad. En los años 50 la difusión era incipiente y reducida a pequeños
círculos. En los 60, el debate en la universidad latino-americana está marcado
por los temas traídos por la Revolución Cubana lo que lleva a Aricó a denominar
el período como “los años de Cuba”, expresando un estado de ánimo y una
predisposición de espíritu para un tipo de lectura en la cual Gramsci entraba
tangencialmente, como parte de un movimiento renovador dentro del marxismo pero
sin una relevancia particular. Será sólo en el final de este primer ciclo que
Gramsci comenzará a ocupar un espacio mayor en la vida académica. En el segundo
ciclo, por el contraio, Gramsci está ya instalado en la universidad y ésta se
transforma en un lugar privilegiado de su difusión y discusión5. Arnaldo
Córdova se refiere al ingreso de Gramsci en la universidad mexicana, todavía en
la década del 60, señalando una modificación en la dirección de difusión
anterior:
Fuera de la izquierda militante algo positivo sucedió en aquellos años.
Gramsci entró en algunos ambientes académicos. Jóvenes profesores marxistas sin
militancia política, muchos de los cuales habían estudiado en Europa e
inclusive en Italia, trajeron, junto con las obras juveniles de Marx recién
descubiertas, una nueva visión del marxismo en la cual era común y necesaria la
referencia a Gramsci (...) Ahora un mayor número de personas pasaba a conocer a
Gramsci, y directamente en italiano, pues las traducciones argentinas de sus obras
estaban agotadas y ya no circulaban en la mitad de los años 60 (Córdova,
1988: 98).
También es claro que el hecho de que ese “mayor número de personas [que] pasaba a
conocer a Gramsci” lo hiciera “directamente
en italiano” es indicativo del tipo restricto de difusión. El propio
Córdova reconoce el hecho observando que “a
pesar de todo, el número de conocedores de Gramsci continuo siendo
extremadamente reducido” (ibid). Córdova señala al mismo tiempo como
Gramsci pasa a ser masivamente conocido através de los textos de Althusser, con
todos los problemas que esta mediación acarreaba. Es válido pensar que el modo
de ingreso de Gramsci en la universidad en América Latina haya tenido esa forma
“molecular” y difusa que se expresa en el texto de Córdova.
A mediados de la década de 70, México, país de una
configuración política interna controvertida, a través de su política exterior
sirvió de abrigo generoso para diversas tendencias de exiliados políticos. En
particular militantes e intelectuales de izquierda de distintos países
latinoamericanos afectados por la trágica etapa de las dictaduras militares encontraron
en México una acogida amable hecho que convirtió a este país, a partir del
segundo lustro de los años 70, en punto neurálgico de la vida política latinoamericana.
En una América del Sur sumergida en dictaduras militares sanguinarias, con la
democracia política imperando en unos pocos países y con una América Central
incendiándose en movimientos revolucionarios, México (fundamentalmente, pero no
sólo: también Venezuela, Cuba, Costa Rica, jugaron un papel similar, aunque de
menor envergadura) fue caja de resonancia y lugar privilegiado para la
observación, estudio y discusión de los procesos en marcha en las sociedades
latinoamericanas, y sus universidades e institutos de pesquisa espacios
frecuentados por una pléyade de intelectuales vinculados a la izquierda de las
varias tendencias que crecieron en esos años turbulentos. México fue al mismo
tiempo un lugar importante en la publicación de textos vinculados a la cultura
socialista y al marxismo en particular. Ese “caldo cultural” será entonces,
escenario destacado de una extensa experiencia de reflexión de la
intelectualidad de izquierda latinoamericana sobre los motivos del fracaso de
los proyectos transformadores encarados tanto por la vieja generación de
izquierda como por la nueva generación, la llamada “izquierda revolucionaria”,
la izquierda surgida en los años 60.
Vale la pena destacar ciertas características
“institucionales” de la discusión y difusión de las ideas de la izquierda en
estas circunstancias. Varios importantes encuentros de intelectuales jugaron un
papel relevante. Son conocidos el Coloquio de Mérida (Yucatán), en 1973, cuyas
ponencias y debates fueron publicados en el libro ‘Las clases sociales en
América latina’, Siglo XXI, México; el Seminario de Oaxaca que resultó en el
libro, Clases sociales y crisis política en América Latina, Siglo XXI, México,
1977; el Seminario de Puebla ,en octubre de 1978, sobre el tema “El Estado de
transición en América Latina” publicado como Movimientos populares y
alternativas de poder en Latinoamérica, Universidad autónoma de Puebla, 1980;
el Coloquio de Culiacán (Sinaloa), en 1980, sobre Mariátegui; el Seminario de
Morelia (Michoacán), también en 1980, dedicado a la discusión de la
funcionalidad metodológica y política del concepto de hegemonia, -cuyas
comunicaciones fueron publicadas en el libro Hegemonía y alternativas políticas
en América Latina, México, 1985, etc. En particular ese último seminario fue
concebido en esa intersección problemática de política y teoría, y no por acaso
la elaboración gramsciana de la hegemonía fue el elemento aglutinante. En el Prólogo
al libro que resultó del seminario, cinco años después reflexionaba José Aricó:
El objetivo del seminario era romper esta suerte de brecha abierta
entre análisis de la realidad y propuestas teóricas y políticas de
transformación. Para ello era preciso tender a buscar una aproximación a la política
que, sin desvirtuar la naturaleza de un seminario de cientistas sociales donde
se discute sobre teoría política, pugnara por encontrar un nivel de mediación
con la realidad en la que las fronteras demasiado rígidas entre lo “académico”
y lo “político” se desdibujaran... (Aricó, 1985: 12)
...El seminario, (...) no se propuso analizar cómo y a través de qué
caminos se impuso históricamente la hegemonía de las clases dominantes en las
naciones latinoamericanas, sino, más bien, cómo y a través de qué procesos y
recomposiciones teóricas y prácticas puede construirse una hegemonía
proletaria, o popular (...) capaz de provocar una transformación radical acorde
con las aspiraciones democráticas de las clases trabajadoras del continente. Es
precisamente esta perspectiva de las clases populares la que se deseaba subrayar...
(Aricó, 1985: 11)