
El presente ensayo es una invitación a un diálogo, a una
conversación comenzada desde hace tiempo por historiadores y que trata sobre
los modos y métodos de la historia. Para lograr que abarque diferentes
continentes intento bosquejar una breve introducción al nacimiento de los
Estudios Subalternos en el Sur de Asia: una corriente crítica dentro de la
disciplina histórica en general y de la historiografía del Sur de Asia en
particular. En el transcurso de la última década los trabajos del colectivo
Estudios Subalternos han adquirido una creciente relevancia en América Latina
gracias a sus innovaciones epistémicas; su afán de romper con el paradigma
ilustrado, colonial, permite nuevas y mayores concepciones de lo político y
cuestiona de manera crítica tanto el nacionalismo como la
modernidad, proveyendo de una nueva agenda a las historias post coloniales y haciéndolas de un especial atractivo para académicos latinoamericanos.
modernidad, proveyendo de una nueva agenda a las historias post coloniales y haciéndolas de un especial atractivo para académicos latinoamericanos.
La historia como disciplina es un proceso constante de autoreflexión.
Esto porque habita en una tensión constitutiva –aquella entre el evento y su narración, en otros términos, entre el “qué
ocurrió” y el “qué se dice ocurrió”–. En voz de Michel Rolph Trouillot: “En
términos vernáculos, la historia significa tanto los hechos ocurridos como la
narrativa de esos hechos… El primer significado poniendo mayor énfasis en el
proceso socio-histórico, y el segundo en nuestro conocimiento de ese proceso o
en la historia (story) de ese proceso” (Trouillot, 1995: 2). Esta tensión se
encuentra articulada en las tradiciones principales de la historiografía occidental,
vigente desde el siglo XVIII, la analítica (científica) y la hermenéutica
(interpretativa) (Kelley, 1998: 262).
El siglo XX fue testigo de la creciente popularidad de la
tradición interpretativa entre aquellos que practican la disciplina. En
palabras de un celebrado historiador estadounidense, la historia “nunca es, en
todo sentido de la palabra, la cruda inmediatez de lo ‘ocurrido’, sino la
complejidad más detallada de lo que desentrañamos ocurrió, así como todo
aquello que conectamos con los mismo”. Esto hace que los historiadores operen
en “ciclos de interpretaciones históricas” que tienen como producto final una
interpretación más sofisticada del pasado (Henry James citado en Levine, 1993:
4). Sin embargo, este saludable acuerdo sobre el significado del método no resolvió
el desacuerdo sobre cuál debía de ser el contenido de la historia. Este
problema destacó en los años sesenta y setenta del siglo XX, cuando varios
grupos buscaron superar los límites de la historia al añadir nuevas dimensiones
a la forma de su contenido y método. La “historia desde abajo” en Inglaterra y
Francia, la Alltagsgeschichte en Alemania y la Microhistoria en Italia son
algunos ejemplos de esta búsqueda de nuevos enfoques y líneas metodológicas en
la investigación histórica. Los Estudios Subalternos formaron parte de esta
indagación.
El proyecto o “escuela” de Estudios Subalternos, como se ha
llegado a conocer, tuvo su inicio a principios de la década de los ochenta como
una búsqueda de nuevos criterios metodológicos para la escritura de la
historia: una historia teóricamente consciente, combativa pero autoreflexiva.
Se proponía, pues, una nueva forma de pensar la disciplina histórica misma.