
Este trabajo surge desde dos intenciones convergentes. La
primera se refiere a la indudable acentuación y emergencia de movimientos políticos
de resistencia contra los efectos de la globalización y el poder dominante de
la sociedad en la Argentina y en general en América Latina, en el último
lustro. La segunda es la de intentar desarrollar el debate y la discusión sobre
una propuesta epistemológica y política que se está comenzando a llevar a cabo
en la Universidad de Buenos Aires, para explicar e intervenir críticamente
sobre el proceso de construcción de la sociedad civil en la Argentina y en
América Latina.
Reflexiones teóricas
sobre las problemáticas planteadas
América Latina, en la que la porosidad de la sociedad civil,
victimizada por el colonialismo, el imperialismo y la incapacidad autonómica y
servilismo de los respectivos estados, sufre también el impacto desintegrante y
fragmentador del neoliberalismo en los últimos veinte años. Decíamos en un
texto anterior, refiriéndonos al vaciamiento de la capacidad productiva y su
impacto desintegrador sobre el trabajo en los países latinoamericanos:
Pero el destino de los sectores desproletarizados, a diferencia de los
que pasa con la mayoría de ellos en los países dominantes en la globalización,
no será el de ser reciclados a otras dimensiones del trabajo o mantenidos
mediante seguros de desempleo, sino el ser arrojados a la cada vez extensa y
oscura zona de la exclusión. Los excluidos se van convirtiendo en una masa de
gran extensión y densidad dentro de la clase subalterna. Así se unen los que
siempre convivieron en piso de penuria y necesidad de la sociedad con aquellos
que fueron expulsados de la relativa seguridad del pequeño y mediano
consumidor. Así en la gran base de la clase subalterna, podemos encontrar
franjas que se miden, por su distancia con el extremo inferior de la sociedad,
marginalidad, pobreza crítica, pobreza.
Si sumamos a eso las otras dimensiones de la subalternidad, compuesta
por una variedad de niveles de todos aquellos que están lejos de una real
participación en el poder y la riqueza, podemos darnos una idea de los niveles
de complejidad social global sobre los cuales opera permanentemente el discurso
político hegemónico.
Si bien sería exagerado afirmar que el "discurso gobierna",
es evidente que es una instancia imprescindible para el ejercicio del poder
imperial en el mundo global.
El discurso disemina un mensaje que persuade a las masas que pueden
"alcanzar lo inalcanzable". El hombre-masa es desterrado de su
realidad, en tanto se lo empuja a la creencia y a la ilusión que le impide la
toma de conciencia de los límites reales del espacio, al cual ha sido condenando
a sobrevivir y en el cual, casi inevitablemente, deberá morir. Este habitante
irá desarrollando formas de violencia contra el "otro", cada vez más
extensas y profundas, de acuerdo con su distancia de aquellos sectores de la
sociedad que son su referente de consumo. El mensaje diseminado por el discurso
lo ha "informado" de que existen formas de vida y de placer de las
cuales están proscriptos los perdedores, los tímidos, los débiles. El mensaje
lo informa del éxito de los grandes corruptos, lo inunda con la crónica
amarilla de la violencia cotidiana. La violencia se generaliza en el espacio
degradado, los fragmentos de sociedad se re-fragmentan y se excluyen como
diversos y enemigos, se revierte el uno contra el otro. En la totalidad de la
sociedad masificada el discurso seduce, en tanto inmoviliza. La industria
cultural ha producido la "nueva clave de la hegemonía", la
instauración sutil del miedo, odio al otro incognoscible, el fantasma del
terror cuya presencia enferma y paraliza el tejido social.[1]
Sin embargo, la presión cada vez más asfixiante del avance
de la recolonización sobre los Estados sometidos, hace que su función
intermediaria levante cada vez mayor resistencia social y muchas veces, como en
el caso argentino en diciembre de 2001, produzca grandes movimientos de
protesta que sirven de apoyo para derribar un gobierno, aunque no acaba con la clase
política, la que responde con un "desdoblamiento" que le permite
restaurar progresivamente una precaria gobernabilidad.
El "americanismo" va generando frentes
conflictivos, producto de la avidez irreprimible del capitalismo que hoy
desnuda su verdadero rostro Un semblante que se distancia del salvajismo
originario, en tanto se aproxima más a un frío y despiadado fundamentalismo
darwinista. Para darle continuidad a su dominación, el poder hegemónico deberá
intentar la domesticación de ciertos frentes sociales, territoriales, laborales
y culturales de resistencia.
En esta dimensión es necesario tener claro el alcance y la
proyección de los movimientos de resistencia que emergen tanto en la Argentina
como en América Latina. Vamos a resumir algunas ideas en torno a los más
importantes.
Aparecen en la Argentina, así como en otros países
latinoamericanos, las formas arquetípicas de los movimientos mundiales
contraglobalizadores. Estas, en América Latina, son víctimas de las
limitaciones de aquello que aparece como su fuerza la "masificación
multitudinaria". Un tema ya discutido en trabajos anteriores es el
verdadero poder decodificante frente al discurso hegemónico de la
"globalofobia". Citamos:
Las manifestaciones "masivas", en una sociedad de masas, mas
allá del "progresismo" de las consignas, no pueden generar formas
participativas orgánicas a largo plazo. A pesar de las versiones
pos-modernistas, no es cierto el"poder de cambio" de la
"multitud", en tanto esta es sólo contigüidad momentánea, sin
vincularidad capaz de generar una voluntad colectiva [2].
Solo un movimiento orgánico puede hacer que el despliegue y
la concentración humana produzcan verdaderos avances para romper el aislamiento
y la subordinación de la sociedad civil a la sociedad política y por lo tanto
del uso del Estado, por ésta, como medio cada vez más coercitivo. La consigna
"que se vayan todos," coreada multitudinariamente y utilizada hasta
el cansancio, es un ejemplo de esta agresión catártica a la clase política que
impide transitar por las calles de la ciudad a sus representantes, pero les
permite a estos seguir ejercitando el poder, e intentar perdurarse a través de
una nueva convocatoria electoral. Los verdaderos movimientos de resistencia son
aquellos que históricamente van creando condiciones para generar nuevos
espacios democráticos en la lucha contra la hegemonía del imperialismo
globalizador.
La reapropiación territorial es la recuperación del espacio
desde la autoafirmación de formas de diversidad (Zapatismo, piqueteros, MST,
MTD). Su aproximación o alejamiento a una reconstrucción real de la hegemonía
desde la civilidad depende de su poder de ruptura con las dicotomías
discriminatorias o a las entropías autorreferentes, o sea de su capacidad para
desarrollar nuevas células orgánicas igualitarias y democráticas.
La reapropiación desalienante del trabajo sólo puede
concretarse en la medida en que se separa de la lucha del desocupado por la
sola recuperación de su trabajo en la sociedad capitalista. Es la diferencia
entre el incipiente proceso de recreación del poder de decidir en la sociedad
civil o la sumisión al poder político capitalista.
Esta reapropiación del trabajo es la reapropiación del ser
social en las distintas formas en que se da, a través de los nucleamientos
obreros de fábricas tomadas, pero para convertirse en contrahegemónicos, éstos deben
extenderse a otros sectores y clases, sometidos a la desigualdad y la
explotación a través de la articulación, desde la conciencia de la unidad de la
clase subalterna.
Frente a los "movimientos de resistencia", el
poder hegemónico debe operar para mantenerlos en la atonía de una sociedad
civil atravesada por la inseguridad y la represión.
Debe mantenerlos fragmentados, disolver los intentos de
voluntad colectiva, deshistorizar a los sujetos y convertirlos en actores
mutantes que navegan erráticamente en medio de acontecimientos que los
atraviesan, sorprenden y sobrepasan. Un ejemplo típico son las prácticas y
mensajes que multiplican la violencia, y promueven sumisión a los sistemas de
representación diseminados por los medios de comunicación, destinados a
descalificar (por ejemplo) "lo argentino" como lo sustancialmente
negativo, lo irreversiblemente corrupto y antiético, desde la extensión a toda
la sociedad de los "atributos" de su clase política gobernante.
El "americanismo" imperialista, desde la caída de
su antigua máscara liberal protectiva, debe promover a toda costa el
vaciamiento de una cultura contrahegemónica en gestación que puede concretarse,
a través una verdadera y fuerte articulación regional; no desde los gobiernos,
sino desde los movimientos de resistencia existentes tanto en el Brasil, como
en la Argentina y Uruguay, México, Perú, Ecuador y en menor grado, en otros
países latinoamericanos.
Estamos asistiendo a la reactivación de estos movimientos
ante un "americanismo" que (impulsado negativamente por su propio
momento recesivo) promueve la crisis permanente en la cual, en distintos grados
de avance, viven los países del sur. Estos movimientos son fuertemente
reproductivos, sobre todo en la Argentina. Instalan nuevas formas de cultura y
del trabajo en rebeldía. Deben liberarse sin embargo, de ataduras al
espontaneísmo irracionalista y sobre todo al activismo pragmático y su retórica
de "las palabras vacías".
A diferencia de otros países latinoamericanos (en los cuales
la violencia, la pobreza crítica y la marginalidad se han naturalizado) las
formas restitutivas para la reconstrucción de la sociedad civil pueden
refundarse desde la recuperación de una historicidad que hoy se expresa en los
movimientos de resistencia que ya hemos analizado. Movimientos de resistencia y
de reapropiación del trabajo que tienen que ver con la perduración de ideas-fuerza
de democracia, de igualdad y de transformación, que surgieron de ciertos
intelectuales fugaces pero perdurables (Moreno, Echeverría, Ingenieros,
Martínez Estrada) por un lado, y que además fueron incorporadas en la propia
conformación de la sociedad argentina por emigrantes políticos, luchadores
contra la opresión y el fascismo expulsados de los países europeos.
Ideas-fuerza que se expresaron en movimientos solidarios, en
confrontaciones de clase que constituyen fuertes marcas en la memoria histórica
y aun organizaciones políticas que lucharon por la democracia y la dignidad,
contra la continuidad del autoritarismo caudillista. Ideas-fuerza que se
expresaron en la lucha permanente por la educación pública, que aun en este
momento de crisis permanente siguen incorporando jóvenes con capacidad de
convertirse en masa crítica. Se ven operar también en las universidades
públicas, resistiendo la extorsión presupuestaria y el ataque frontal contra
los espacios públicos donde se intenta reconstruir un saber para la
transformación, y en muchos de sus sectores de estudiantes y profesores más
avanzados que están proyectados hacia la investigación como intervención
crítica y trabajo en los movimientos de resistencia, sobre todo en los sectores
territoriales más problemáticos
Si aun con el PT en Brasil el desplazamiento de la clase
hegemónica será un largo y riesgoso proceso, la ausencia de una organización
política de ese tipo en la Argentina, permite un nuevo desdoblamiento de su
clase política y su continuidad en el futuro inmediato y tal vez mediato. Pero
esta clase política ha dilapidado su poder económico, y está fragmentada y
dividida. Su tronco unificante, un populismo neoliberal, corrupto, conservador
y autoritario, no ha logrado aglutinarse tras el dominio de un solo caudillo y
expresa su podredumbre, la lucha abierta por el poder de los múltiples pequeños
y mediocres caudillos, que difícilmente podrán asegurar un gobierno estable a corto
o a mediano plazo. Como es natural, ante este potencial vacío de
gobernabilidad, el americanismo imperial tratará de imponer su poder ordenador,
mantener la separación subordinante entre sociedad política y sociedad civil.
Atravesar esa separación será el desafío que los movimientos de resistencia
tendrán que aceptar para articularse en un movimiento emancipador que pueda
luchar por crear una nueva hegemonía.
El Estado es ejecutor y a la vez encubridor de esta
hegemonía. Con esto queremos decir que se debe disolver en tanto clase
dominante, o sea como sociedad política en el ejercicio del poder global, en un
"imaginario" capaz de "contener" a todos los habitantes del
planeta. Esta disolución supone una dialéctica que se configura en la
bipolaridad expresada en el hecho de que todos deben estar
"informados", de que el ejercicio de la violencia es una necesidad de
los que lo dominan, pero también un camino al alcance de todos los que se
atrevan, para poder realizarse en la consumación de su deseo de relativa
seguridad, que en el mundo de lo incierto dan el poder y la riqueza.
Estamos ante un nuevo tipo de hegemonía engendrada por el
americanismo imperial. La sociedad latinoamericana, a diferencia de la europea
y la norteamericana, no ha experimentado lo que Gramsci ha llamado "el
proceso de expansión de la sociedad política" que genera la aparente
disolución del poder coercitivo del Estado, al lograr el consenso desde la
relativa legitimidad de la ciudadanía. La sociedad latinoamericana, en cambio,
ha sufrido todo el rigor coercitivo del Estado, aun en los mejores momentos de
ejercicio formal de la democracia. Desde la constitución de los estados
nacionales, en su etapa de modernización bajo el colonialismo imperial y en la
actualidad bajo el imperialismo difuminado a través de la globalización, el
núcleo del poder ha sido el ejercicio de una violencia permanente. No solo
desde los Estados, sino en los intersticios de la sociabilidad donde se
construye la hegemonía para lograr un consenso rutinario llamado
eufemísticamente "gobernabilidad". En aquellos períodos en los cuales
el verticalismo autoritario militar es sustituido por una apertura formal hacia
la "democracia", la violencia se moleculariza y genera formas de
exclusión, desigualdad y degradación.
Fundamentos para un
programa de investigación como intervención crítica
Si bien la sociedad latinoamericana vive por su condición en
una suerte de crisis y conflicto permanente, es importante intentar confrontar
ésta desde sus múltiples perfiles. Estamos convencidos de que, como afirma
Gramsci, no hay espacios reducidos para el ejercicio de una praxis que sea
capaz de motorizar el proceso de la reforma intelectual y moral que puede
llevar a los sujetos históricos de las limitaciones del "momento
productivo" al "momento ético-político".
En las universidades públicas, aun resistiendo la extorsión
presupuestaria y el ataque frontal contra los espacios públicos donde se
intenta reconstruir un saber para la transformación, estudiantes y profesores
están proyectados hacia la investigación como intervención critica y trabajo en
los movimientos de resistencia, sobre todo en los sectores territoriales más problemáticos;
sin embargo esta potencialidad histórica de las universidades, está siendo
corroída, en muchas de ellas con la complicidad de sus autoridades (como es el
caso actual de la UBA) por un proyecto de elitización, al tiempo que imponen un
pragmatismo productivista.
Es necesario tomar conciencia de que se está luchando contra
la perversidad de una globalización que desde el abortado mayo francés (desde
1968), hasta el actual fundamentalismo depredador de Bush, tiene una estrategia
con respecto a las universidades: reducirlas a meros centros de inscripción y
exámenes, desintegrarlas en cuanto espacios públicos de concentración
permanente de estudiantes, convertirlas en cartografías deshabitadas,
territorios virtuales, en los cuales el estudiante -sometido a la masificación
mediática, desvinculado del otro- no puede construirse socialmente como masa
crítica y se somete el individualismo pragmatista y tecnocrático.
Por otra parte, la universidad autónoma, gratuita y estatal,
es tal vez hoy el espacio público fundamental para construir la democracia. Su
vinculación militante con la sociedad debe reemplazar la retórica vacía y el
aislamiento cultural y científico mediante el desarrollo de una política
cultural de entrelazamiento con los núcleos más problemáticos y conflictivos de
la sociedad argentina. La tecnología de las soluciones de los
"especialistas" los profesores, investigadores y estudiantes de la
universidad, debe ir mas allá del logro puntual. La investigación debe ser una
actividad permanente. Entendemos que es la estrategia adecuada a fin de que la
Universidad genere la masa crítica para que la sociedad argentina comience a
transitar el verdadero camino hacia la transformación democrática. Desde esta
perspectiva es que encaramos la experiencia de un seminario de investigación
abierto en la carrera de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la
UBA denominado Seminario-Taller de Investigación. Gramsci: discurso hegemónico
y reconstrucción de la sociedad civil en América Latina.
En la crisis,
recobrar la palabra gramsciana
A partir de diciembre de 2001, junto con la ilusión de
consumismo se resquebrajó también la confiabilidad en el sistema democrático y
en la representabilidad de los gobernantes. El papel del Estado como sociedad
política (aparato jurídico y político), ya jaqueado con la idea del Estado
Mínimo del neoliberalismo económico, demostró no sólo no estar ausente de las
decisiones económicas y de seguridad, sino ser manejado por la clase política,
que se turna en el poder representando los mismos intereses en el ámbito
internacional.
El Estado como concepción ampliada de sociedad política y
sociedad civil, como equilibrio entre fuerza y consenso desde la hegemonía de
un grupo social sobre otro, entró en crisis orgánica, esto es, hubo una puesta
en cuestión de la dirección ideológica y cultural, crisis de autoridad del
grupo social dirigente (Gramsci, 1936).
Esto implica actualmente una desvinculación de los
gobernantes respecto de los gobernados; una crisis, no de coyuntura, sino orgánica,
porque afecta los consensos y por lo tanto la hegemonía. Esta crisis, si bien
parte de lo económico, va mucho más allá de ello cuando entran en crisis los
valores, las creencias y las formas de vida prevalecientes hasta el momento.
Pueden conducir a una revolución, cambio estructural, como pueden ser la
ocasión de volver a dejar el poder en manos de los que ya estaban. Sin embargo,
al perder el consenso activo que la sostenía, generan luchas sociales que
parten inicialmente de la problemática económica.
Si esta fase de la lucha no es superada, este "momento
productivo" no va a dar lugar al "momento político", donde lo
que es cuestionado y tema de lucha es la problemática del Estado y la
construcción de una nueva hegemonía acorde con intereses sociales más genuinos.
Se torna claro que la resolución de la problemática económica pasa por la del
poder.
En un tercer momento, que supera a los dos anteriores, es
necesario plantearse la "reformulación ético política" como foco
central de la lucha social, y lo que interesa es la concepción de una nueva
hegemonía, superadora y a la vez abarcativa de las dos anteriores, ya que el
limitarse a las luchas por la supervivencia o el logro de mejores salarios, no
permite una reformulación de los valores y principios que sostienen un estado
de cosas. No habría mutación en la subjetividad social del "sentido
común", sostenedor del antiguo consenso, al pensamiento reflexivo y
critico que favorece la elaboración de nuevos proyectos.
En los movimientos sociales juegan las identidades y las
diferencias. En las reivindicaciones económicas prevalecen las diferencias de
intereses en la sociedad, y las identidades se dan por intereses económicos
comunes a los diferentes grupos sociales, que acentúan las diferencias entre
grupos. En las luchas políticas, donde se juega la problemática del Estado,
prima la identidad sobre la diferencia, en tanto lo que se discute es el tema
de la hegemonía cultural y política: es el tema del poder.
En el momento ético-político se da una toma de conciencia de
la condición de grupo subalterno en un sentido social más amplio, que abarca
más sectores, más allá de las diferencias, y que permite unificar la lucha en
torno a una nueva hegemonía intelectual y moral. Se busca un nuevo consenso
sobre otra base ético-social.
Es importante ver cómo juega el elemento temporal en este
planteamiento, tanto para entender cómo se fue gestando la situación actual,
como para apreciar que son necesarias diversas etapas de acción para conseguir
una transformación. Ciertos intelectuales de orientación postestructuralista y
deconstructivista, con influencia relativa en los medios filosóficos y
psicoanalíticos, han realizado formulaciones nihilistas al respecto. Siguiendo
uno de los planteos catastróficos, "la catástrofe vino para quedarse [...]
produce un desmantelamiento sin armar otra lógica" (Lewcowicz, 2002).
Vemos en esta afirmación una propuesta fijista, ahistórica, presentista ad
eternum, que no considera la historicidad, niega la dinámica tanto de la
realidad social, como del cambio psíquico y la subjetividad social. La historia
en este caso es sólo huella que permanece inmutable. Además, objetamos, la así
llamada catástrofe no "vino" sola, sino de la mano de la
globalización; es, aún más, una condición del ejercicio hegemónico de la
globalización. Considerarla así no hace sino confirmar la intención paralizante
del discurso prevaleciente.
La crisis, que es permanente en América Latina, ha sido
develada en su crudeza real. Se hicieron visibles, entonces, los lados oscuros
de esa fantasía globalizante, sostenida a través de la renegación de buena
parte de los aspectos de la realidad por parte de los distintos sectores
sociales. La misma idea de catástrofe lleva implícita la de una destrucción
total e irreversible (sus sinónimos son hecatombe, castigo, cataclismo,
calamidad, desastre, devastación; esta última significando, a su vez, arrasamiento,
exterminio y aniquilación). También se crea una nueva y falaz antinomia:
estabilidad, prosperidad o bienestar vs. desastre.
Y son ahora "profetas de la aniquilación" aquellos
que llamaban "apocalípticos" o "profetas del desastre" a
quienes atinaban a tener un pensamiento crítico frente a lo que iba sucediendo.
Lo que aparece ahora no son fenómenos nuevos: la paulatina
desigualdad e injusticia, el hambre, no son emergentes inéditos. Tampoco es una
catástrofe, porque el derrumbamiento de lo que estaba no implica la ruptura
súbita de una plataforma estable, ni que no quede piedra sobre piedra.
Significa el desenmascaramiento de un estilo de vida basado en la
naturalización de la injusticia y en la desestabilización permanente, en la
exportación de la violencia y la pobreza de los países ricos, que lo son a
costa de haber convertido a los países de menos recursos en exportadores de
talentos, materia prima y mano de obra baratas, receptores de la pobreza y la
violencia del mundo.
Los medios de comunicación de masas, que recién hoy se
afanan en señalar y exaltar los casos de violencia individual y de muertes por
desnutrición, no señalan las causas, exhiben los resultados como trofeo
negativo y autodenigratorio que induce a la población calificada a buscar
destinos idealizados en el exterior.
En ese enfoque catastrófico, toda esperanza como afecto
incitador individual o colectivo, es desalentada como tiempo de postergación,
de ingenua creencia en la restitución de lo perdido (R. Forster, Jornadas de
investigación de la Facultad de Arquitectura, UBA, 2002). Esperanza es también
tiempo de espera, pero en tanto espera pasiva, convierte en objeto o en sujeto
contemplativo de lo que adviene al sujeto histórico, aguardando el hiato por el
cual se colará el "acontecimiento" que todo lo cambie, en medio del
caos azaroso en que transcurre lo real inabarcable y ajeno.
Pero espera, creemos, es tiempo también de resistencia y de
reconstrucción sobre otras bases diferentes. En la dialéctica
construcción-deconstrucción-reconstrucción que planteamos, la tercera instancia
implica la superación crítica de lo anterior, la eliminación de los puntos
ciegos de la memoria censurada y la ejercitación del pensamiento crítico que
permita dilucidar el reduccionismo individualista para la creación de un
pensamiento colectivo.
Es en este sentido que pensamos que, dentro de una filosofía
no nihilista, sino negativa (esto es, una reflexión que considera los aspectos
contradictorios, negativos y que mantiene una visión crítica del estado de
cosas) hay un aspecto de la subjetividad, como elemento en constante
reformulación y rehistorización, que representa una reserva simbólica potencialmente
transformadora. Esta reserva tiene su razón de ser en la historia de los
movimientos sociales en la Argentina. La capacidad de reconstrucción, de
sublimación y de lucha en momentos de crisis se ve hoy en los movimientos
sociales, culturales, económicos y políticos y en la búsqueda activa de nuevas
formas de autorrepresentación, tanto en lo político como en lo laboral.
La visión catastrófica desalienta la acción transformadora y
conduce a una actitud nihilista donde nada es reconstruible. Como enfermos
terminales, como víctimas convalecientes, los sujetos sociales devienen pálidas
criaturas desvalidas, hojas en la tormenta, candidatas a ser rescatadas por
alguna entidad benéfica o salvadas por un revés del azar.
No es lo que vemos actualmente en nuestro golpeado país. El
espacio público, que había sido progresivamente invadido y privatizado hasta
cambiar la concepción de la relación entre lo público y lo privado, las
asambleas, los piquetes; un ejército de "cartoneros", nuevo sector
social organizado, recorre las calles y se asienta en las plazas. Se crean
comedores públicos, apoyados en la solidaridad como valor rescatado proyectado
hacia una ética colectiva en construcción, se busca reactivar la economía desde
ángulos insospechados: desde la iniciativa familiar hasta la toma de fábricas
abandonadas, se afirma el derecho al trabajo a la vez que este es redefinido
desde su condición de actividad alienante.
Todo esto habla de una capacidad de simbolizar, de cambiar y
proyectar a futuro que contrarresta el paulatino vaciamiento de memoria
histórica y significaciones colectivas que bombardeó, saqueó, mas no logró
arrasar la reserva simbólica históricamente construida. Es cierto que el
terrorismo psicológico y material puede acabar con estos proyectos, como
también lo es que los aparatos del poder están en el mismo lugar y el modelo
económico sigue operando a escala mundial. Todo dependerá de la organicidad de
las luchas sociales que se puedan seguir llevando adelante.
La masificación en nuestra sociedad tiene una esencial
condición en la cual el desarraigo es una clave básica. Esto, unido a la
errática y diferenciada movilidad social, a la debilidad endémica y originaria
del proletariado, hace que la lucha política esté sometida a un patrón
compulsivo y repetitivo de relaciones autoritarias. La continuidad de la
autocracia en el poder es también la ruta del pensamiento filosófico político,
dirigido a lograr la hegemonía de la dominación política. El "intelectual
orgánico" que es para Gramsci el protagonista de los múltiples niveles de
creación y acción de la "filosofía de la praxis", sólo aparece en
momentos fugaces en la historia de nuestra vida política. Por el contrario,
muchos de los que aspiraron a cumplir este cometido adscrito al proyecto de
"reforma intelectual y moral", se convirtieron en eficaces ideólogos
y "funcionarios de consenso".
Así, recobrar la palabra gramsciana es poner al descubierto
un gigantesco lugar vacío en la región latinoamericana: el lugar de la sociedad
civil no nacida. Y denunciar la vigencia de una pasión a pesar de la debilidad,
de la incapacidad de aquellos que debieron ser catalizadores de la conmoción y
la transformación radical del "sentido común" rutinario: los
intelectuales orgánicos como sujetos de una sociedad civil capaces desde un
"nuevo príncipe" de participar en la gestación una "nueva
hegemonía", en un proyecto de "reforma intelectual y moral",
Gramsci, desde "Americanismo y fordismo", define con pincelada sutil
lo que sería las características más oculta y fantasmal de la sociedad
capitalista avanzada, su escamoteo de la propuesta básica de la modernidad: la
universalidad de la libertad en la societas hominum. El desarrollo de la
sociedad exige la progresiva sumisión del hombre al "momento
productivo" como práctica y horizonte de vida. Gramsci no vive la
revolución tecnológica, pero es evidente que la presiente al intuir la mecánica
futura de un mundo dominado por ella. La ausencia de un momento histórico como
el de la revolución francesa, marcará a fuego el futuro desarrollo de las masas
en su relación con el poder en la región en la cual el capitalismo se
desarrolla con la máxima potencialidad industrial, preparado ya para su
formidable expansión multinacional.
Objetivos y algunos
resultados significativos
Este seminario tiene el objetivo de dar al estudiante las
bases de una formación en el marxismo gramsciano, desde la discusión de sus
categorías teóricas básicas, y al mismo tiempo el de ofrecerle la posibilidad
de desarrollar prácticas de investigación sobre la realidad actual de la
Argentina y América Latina a través de una concepción de la investigación como
intervención crítica, desde la metodología gramsciana. Se desarrolla un
programa de formación e investigación que se extiende en cada semestre en tres
etapas:
1) Discusión sobre las categorías fundamentales del
pensamiento gramsciano y su significación para la historicidad de problemática
latinoamericana y argentina.
2) Trabajo sobre la cuestión de la hegemonía dentro del
bloque histórico dominado por el imaginario neoliberal, por la palabra vacía,
eje de la discursividad del poder en la globalización o "americanismo
imperialista".
3) Discusión acerca de los movimientos de resistencia del
presente en su historicidad, tratando de que el estudiante investigador se vaya
formando desde la perspectiva de una intervención crítica sobre las prácticas
discursivas, como praxis generadora de un potencial discurso contrahegemónico.
En nuestra experiencia reciente, la primera fase de la
investigación fue llevada a cabo en la fábrica tomada "Grissinopoli",
manejada desde hace un año por los obreros como cooperativa, y en el
asentamiento territorial barrio "María Elena" en Gregorio de
Laferrere, partido de La Matanza. Un asentamiento con más de veinte años de
historia que ha desarrollado sorprendentes avances en la recreación de la
vincularidad de la vida comunitaria. Los investigadores estamos procesando
estas experiencias, que serán ampliadas, profundizadas y expandidas en las
próximos etapas del seminario taller. Pero para culminar con este trabajo,
vamos a puntualizar algunos aspectos estratégicos, que aparecen como resultados
de singular interés en esta primera experiencia. Para los estudiantes que
optaron por este seminario como práctica de investigación, hubo un primer logro
importante. Desde la perspectiva gramsciana y desde la teoría crítica, el
investigador establece un compromiso con su objeto de estudio que rompe con una
doble polaridad: a) la de la tradicional investigación funcionalista
positivista que objetualiza a los sujetos de la investigación y los reduce a un
catálogo de datos, rebajando también al investigador a la condición de un
descriptor de situaciones y b) la del estudiante que se convierte al
fundamentalismo ritualista del burgués arrepentido que, frente al obrero
fetichizado, sacralizado, se entrega a un accionalismo sin ninguna reflexión
crítica. Para los obreros de la fábrica tomada y para los habitantes del asentamiento
comunitario, el estudiante investigador no fue un extraño que los acribillaba a
preguntas para clasificarlos, ni un poseedor del discurso de la verdad, sino un
sujeto que se acercaba a compartir experiencias y reflexionar sobre los
problemas del trabajo y del poder en pie de igualdad, tratando de establecer un
intercambio de saberes y experiencias en el cual investigador e investigando
construían una experiencia que los enriquecía mutuamente.[3]
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Documentos de los Nuevos Desarrollos Comunitarios
Territoriales.
Documentos del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra
(Brasil)
Bibliografía general
AAVV. Gramsci, memoria y vigencia de una pasión Política.
Venezuela, Ed. ULA, 1967.
Adorno, Th.W. Dialéctica negativa. Madrid, Taurus, 1983.
Gramsci, A. Quaderni del carcere. Roma, Einaudi, 1975.
Fromm, E. Marx y su concepto del hombre. México, FCE, 1978.
Horkheimer, M., Teoría tradicional y teoría crítica.
Caracas, Monte Avila, 1981.
Marx, C. Escritos de juventud , EBUCV, 1976.
Freud, S. Obras Completas. Buenos Aires, Amorrortu, 1983.
Notas
[1] Calello, H. Gramsci del Americanismo al
Talibán. Buenos Aires, Grupo Editor Altamira, 2003, pág. 38
[2] Ver H. Calello, "El Imperio
contraataca", Topía, Buenos Aires, septiembre de 2002.
[3] Los lectores interesados, pueden solicitar
los Anexos que detallan la actividad y programa del seminario a los autores,
en: hugocal@interar.com.ar
Hugo Calello es doctor en
filosofía, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de
Buenos Aires y de la Universidad Central de Venezuela. Ha publicado numerosos
trabajos y libros, entre los que cabe destacar "Método y Antimétodo",
Editorial Colihue, 1999, de autoría compartida con Susana Neuhaus. Más
recientemente se pueden mencionar "H. Gramsci del Americanismo al
Talibán". Buenos Aires, Grupo Editor Altamira, 2003 y Hegemonía y
emancipación. Fabricas recuperadas, movimientos sociales y poder bolivariano.
Junto a Susana Neuhaus y colaboradores. Ediciones Herramienta, 2006.
Susana Neuhaus es psicoanalista, Profesora de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad Tecnológica de Venezuela. Ha publicado numerosos trabajos y libros, entre los que cabe destacar Método y Antimétodo, junto a Hugo Calello, Editorial Colihue, 1999. Más recientemente se puede mencionar Discurso Hegemónico y des-construcción del Espacio Publico y la subjetividad. Buenos Aires, G. E. Altamira, 2002 y Hegemonía y emancipación. Fabricas recuperadas, movimientos sociales y poder bolivariano, junto a Hugo Calello y colaboradores, Buenos Aires, Ediciones Herramienta, 2006.
Susana Neuhaus es psicoanalista, Profesora de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad Tecnológica de Venezuela. Ha publicado numerosos trabajos y libros, entre los que cabe destacar Método y Antimétodo, junto a Hugo Calello, Editorial Colihue, 1999. Más recientemente se puede mencionar Discurso Hegemónico y des-construcción del Espacio Publico y la subjetividad. Buenos Aires, G. E. Altamira, 2002 y Hegemonía y emancipación. Fabricas recuperadas, movimientos sociales y poder bolivariano, junto a Hugo Calello y colaboradores, Buenos Aires, Ediciones Herramienta, 2006.