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Juan Carlos Portantiero |

Es sabido que en la articulación del pensamiento gramsciano
la categoría de nacional-popular juega un papel central y que lo cumple hasta
tal medida, que ella podría ser considerada como un punto de cruce en el que
confluyen muchos de sus conceptos fundamentales, como el de hegemonía. En los
apuntes trazados en los Quaderni, la categoría aparece directamente relacionada
con su percepción acerca de la forma desarticulada que asumiera el desarrollo histórico
italiano, una de cuyas manifestaciones seria la «función cosmopolita» cumplida
por los intelectuales a partir de la ausencia de un proceso colectivo de «reforma
intelectual y moral», capaz de superar el divorcio secular entre élites y pueblo-nación.
La traducción política de esa clave interpretativa para la
historia italiana remite a un problema metodológico y teórico más general: el
de las condiciones para un proceso de transformación social en situaciones de
capitalismo atrasado en las que la unificación nacional ha sido tardía e
incompleta y la constitución del estado liberal de derecho ha sido producto de
una revolución desde arriba, es decir, no de una voluntad revolucionaria o
reformista organizada desde abajo, sino de un proceso transformista. Como
recuerda con justicia Aricó en estas mismas páginas, quien por primera vez
aplicó ese esquema analítico para explicar el desarrollo argentino fue Hector
P.Agosti, en dos textos clásicos: Echeverría, de 1951 y Nación y Cultura, de
1959.