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Foto: Carlos Nelson Coutinho |
Entre 1966 y 1968, en el periodo en que las contradicciones
internas del régimen dictatorial brasileño, instaurado en 1964, todavía
permitían un margen relativo de libertad en el terreno cultural, tuvo lugar una
valiente iniciativa editorial: en tres años se publicaron cinco de las más importantes
obras de Antonio Gramsci, inédito hasta entonces en lengua portuguesa1 Se ponía
así a disposición del lector brasileño un corpus de escritos gramscianos que,
dada su amplitud, todavía no era accesible ni aun al lector de lengua francesa,
inglesa o alemana.
En un primer momento las consecuencias de esta iniciativa
editorial fueron bastante modestas. Las primeras ediciones de los textos de
Gramsci se agotaron muy lentamente y con dificultades:
su influencia en la producción intelectual brasileña fue prácticamente inexistente o, en ciertos cados, subterránea. No había duda de que la publicación de las obras de Gramsci en Brasil caía bajo condena por la emanación, en diciembre de 1968, del Acta institucional N° 5, un instrumento legal de excepción con el que prácticamente se llevaba a cabo un nuevo golpe de Estado, que cerraba casi completamente los espacios legales de discusión y de reflexión teórica. Pero las condiciones políticas e institucionales desfavorables explican solo en parte las razones de que Gramsci fuera eclipsado temporalmente. Otra razón, al menos de igual importancia, se puede detectar en la misma cultura que dominaba entonces en los ambientes brasileños de izquierda: una cultura fuertemente influida por los modelos interpretativos de lo que convencionalmente se llama "marxismo de la Tercera Internacional", o bien, más sintéticamente, "marxismo-leninismo".
su influencia en la producción intelectual brasileña fue prácticamente inexistente o, en ciertos cados, subterránea. No había duda de que la publicación de las obras de Gramsci en Brasil caía bajo condena por la emanación, en diciembre de 1968, del Acta institucional N° 5, un instrumento legal de excepción con el que prácticamente se llevaba a cabo un nuevo golpe de Estado, que cerraba casi completamente los espacios legales de discusión y de reflexión teórica. Pero las condiciones políticas e institucionales desfavorables explican solo en parte las razones de que Gramsci fuera eclipsado temporalmente. Otra razón, al menos de igual importancia, se puede detectar en la misma cultura que dominaba entonces en los ambientes brasileños de izquierda: una cultura fuertemente influida por los modelos interpretativos de lo que convencionalmente se llama "marxismo de la Tercera Internacional", o bien, más sintéticamente, "marxismo-leninismo".
Este predominio de la tradición de la Tercera International
no se manifestaba solamente en la concepción general del marxismo, fuertemente
economicista, sino también en el modo de interpretar la misma realidad
brasileña. Brasil se veía como una formación social "atrasada", semicolonial
y semifeudal, que tendría necesidad —para superar sus contradicciones y
encontrar el camino del progreso social— de una revolución
"democrático-burguesa" o de "liberación nacional". Esta
era, al menos desde los años treinta, la posición del Partido Comunista
Brasileño. Pero también los grupos que, a partir de 1964, se habían separado de
la política del Partido Comunista Brasileño, y habían escogido el camino de la lucha
armada bajo la influencia ideológica y política del maoísmo y/o de las
concepciones foquistas de Régis
Debray, seguían vinculados a este planteamiento general. La reagrupación creada
y encabezada por Carlos Marighela, por ejemplo, se llamaba Alianza de
Liberación Nacional y se proponía llevar a cabo inmediatamente una revolución
antifeudal y antimperialista.
A pesar de las sustanciales divergencias tácticas y
estratégicas, había algo en común entre el "gradualismo" del Partido
Comunista Brasileño y el "militarismo" de los grupos de
ultraizquierda: la convicción de que Brasil, en cuanto país atrasado, tenía que
adoptar los modelos revolucionarios del bolchevismo, del maoísmo o del
castrismo. En aquel momento no eran muchos los intelectuales brasileños que se
daban cuenta del hecho de que e1 país —precisamente debido a la política
económica del régimen militar tecnocrático— había llegado a un nivel de desarrollo
capitalista en sentido pleno, e incluso de capitalismo monopólico de Estado.
La extraña más no paradójica complementariedad entre las
posiciones más retrógradas de la dictadura y la orientación
tercerinternacionalista del marxismo brasileño explica las dificultades registradas
en un primer momento en la aceptación de la obra de Gramsci. No resulta casual
que la decadencia de aquellas posiciones y la crisis de esta última orientación
posibiliten el espectacular crecimiento de la influencia gramsciana en el transcurso
del último decenio: desde mediados de los años setenta, simultáneamente con el
inicio (todavía tímido) del proceso de apertura política y con la crisis cada
vez mas explicita de las organizaciones marxistas tradicionales, los escritos
de Gramsci empezaron a ser ampliamente estudiados y discutidos. Los volúmenes
ya publicados en el periodo 1966-1968 se reeditaron varias veces después de
1976; y nuevos títulos de Gramsci y sobre el fueron apareciendo sucesivamente.3
La difusión del autor de los Cuadernos supero en gran manera las fronteras de
las universidades: algunos de los conceptos gramscianos fundamentales,
especialmente el de "sociedad civil", son cada vez mas utilizados en la
mayoría de los análisis políticos e historiográficos publicados recientemente
en Brasil por parte de autores comunistas, socialdemócratas,
cristiano-progresistas e incluso liberales. Se puede decir pues que Gramsci ha
conquistado actualmente un espacio propio en la vida intelectual brasileña, convirtiéndose
en una fuerza viva y un punto obligado de referencia en el laborioso proceso de
renovación teórica y política presente en la izquierda brasileña.
¿Cómo se puede explicar esta "adopción" brasileña
de Gramsci, un autor que en las dos mil páginas de sus Cuadernos solo una vez
hace referencia a Brasil? Evidentemente es en el método y en los conceptos
básicos, no en el plano de las afirmaciones literales, donde se puede encontrar
una respuesta a tal pregunta: o sea, a través de su profunda universalidad Gramsci
es capaz de iluminar algunos aspectos decisivos de nuestra peculiaridad nacional.
Me referiré aquí a dos de estos conceptos: el de "revolución pasiva",
capaz de aportar importantes indicaciones al análisis de los procesos de
"modernización conservadora",5 que marcan la historia brasileña; y el
de "Estado ampliado", a través del cual podemos detectar algunas características
esenciales de nuestra situación actual —o sea, el hecho de que Brasil sea hoy
una formación social de tipo "occidental" y, por consiguiente, captar
al mismo tiempo elementos para la construcción de una estrategia democrática hacia
el socialismo en Brasil.