- Pretenden explicar a Gramsci, pero sin las ideas de Gramsci. Reclaman el concepto hegemonía, pero rechazan el concepto de guerra de clases.
- Hablan de política para los dominados, pero sin un partido político revolucionario. Anuncian una reacción violenta de parte de los dominadores, pero se niegan a preparar una estrategia y táctica que signifique usar la violencia de los dominados y explotados contra sus opresores.
- Describen el tremendo poder ideológico inyectado permanentemente a las venas de los explotados, pero rechazan la convicción de crear una plataforma ideológica contestataria a la hegemonía imperante.

Marcelo D. Cornejo Vilches
¿Qué nos dicen las ciencias sociales sobre el Estado? Una primera cuestión que es enrostrada es que tal como Marx, nunca terminó su estudio sobre “El Capital”, tampoco elaboró o terminó teoría alguna sobre el Estado.
Este hecho dota de libertad a toda calaña de oportunistas para engañar y estafar al incauto llevándolo a un espacio vacío que se llena afirmando que, si bien es cierto que el Estado tiene una naturaleza de clases, en su configuración interna, en sus niveles decisorios, en sus núcleos claves, en los centros de poder estratégicos y en sus funciones, el Estado seria un terreno en disputa entre las distintas clases sociales. Y sería así porque el Estado tiene un conjunto de recursos y bases materiales e ideológicas que le es propio y que no depende de dominación política clasista alguna.
¿Qué nos dicen las ciencias sociales sobre el Estado? Una primera cuestión que es enrostrada es que tal como Marx, nunca terminó su estudio sobre “El Capital”, tampoco elaboró o terminó teoría alguna sobre el Estado.
Este hecho dota de libertad a toda calaña de oportunistas para engañar y estafar al incauto llevándolo a un espacio vacío que se llena afirmando que, si bien es cierto que el Estado tiene una naturaleza de clases, en su configuración interna, en sus niveles decisorios, en sus núcleos claves, en los centros de poder estratégicos y en sus funciones, el Estado seria un terreno en disputa entre las distintas clases sociales. Y sería así porque el Estado tiene un conjunto de recursos y bases materiales e ideológicas que le es propio y que no depende de dominación política clasista alguna.
Por consiguiente, el Estado ve cómo su origen de clases va
quedando atrás para, a medida que se fortalece su aparato burocrático, ir
adquiriendo cada vez y con mayor fuerza un carácter mediador en el conflicto
social. En consecuencia, el poder del Estado es una cosa muy distinta al poder
de clases. Dicho esto, se debe combatir la reducción del Estado a un simple
instrumento de dominación de clases. Con esto la tarea fundamental a acometer
seria concentrarse en el modo de organización interna del Estado, toda vez que
si se llegan a controlar algunos centros o núcleos de poder, es posible que el
Estado beneficie directamente las aspiraciones económicas de intereses de
clasediversos. En este sentido, el Estado es un territorio político en disputa
y mantiene una autonomía relativa respecto de las clases sociales. Y esto sería
así porque en el seno del aparato del Estado solamente algunas áreas o núcleos
específicos detentan el poder efectivo o la capacidad de control, iniciativa y
decisión real. Estos núcleos pueden ser ocupados, controlados o influidos
directamente por diferentes clases sociales. De este modo, “el poder relativo”
de cada clase social se puede medir por la distancia o lejanía en relación al
centro decisorio estatal más importante. Esto no puede ser de otro modo si se
considera al Estado como un acervo de distintos niveles, tanto inferiores como
superiores, cuya complejidad depende del nivel de subordinación a determinado
núcleo de control y poder efectivo. En conclusión, “el carácter del Estado” es
distinto al “aparato del Estado” y la forma en que se organiza y realiza sus
funciones también es diferente al control de tal o cual clase social. Estado y
clases serían dos polos distintos y autónomos de una misma relación histórica.
A estas ideas se la reviste de un grado mayor de complejidad
al asociarle como contenido imágenes supuestamente planteadas por Antonio Gramsci(1).
De este modo, se afirma que el célebre comunista italiano habría entendido al
Estado en un sentido orgánico y más amplio que el de mero instrumento de
clases, definiéndolo como el conjunto formado por la sociedad política
(productora de la fuerza y coerción) y la sociedad civil (generadora del
consenso y hegemonía –dominación político ideológica-). Este sería el
"Estado integral", donde el Estado es apenas una muralla externa;
detrás de ella hay una compleja y poderosa estructura de represas, pesas y
contra pesas, y sofisticadas fortificaciones que resguardan la estructura de
dominación. El Estado es tan sólo una zanja exterior, detrás de la cual se
levanta un poderoso sistema de fortificaciones. Por ello la estrategia política
en lugar de ser el enfrentamiento directo, debe ser el avance político gradual
por medio de la construcción de una contra-hegemonía ideológica. Así, la diferencia
entre los sistemas políticos de cada región o país dependería del grado de
desarrollo de capitalismo. Por consiguiente, en una sociedad de gran desarrollo
el Estado es un mero cascaron, mientras que en una sociedad de desarrollo
capitalista precario el Estado viene a representar un todo compacto con la
estructura económica. Dicho esto, la lucha política se representa mejor como
una guerra de posiciones al interior de ese gran terreno que es el Estado. En
esa guerra de posiciones hay que ir venciendo y conquistando casamatas y
trincheras de las áreas vitales del mismo Estado para, de este modo, hacerse
del control estatal.
No obstante, afirmar que el Estado es un entrelazamiento de
casamatas, y puntos de decisiones autónomas, significa afirmar que entre ellos
no existe una lógica, una ideología, una ligazón que los vincule. ¿Cómo se
amarran entre sí estos compartimentos?, ¿es posible que existan niveles
estatales neutros que medien en la lucha de clases o que sirvan de
"premio" para una u otra clase o fracción de clase en lucha?. ¿Que
papel juega el Estado en la economía? Los ciudadanistas tampoco se refieren a
este problema. ¿Acaso el Estado actúa en forma independiente o neutra respecto
al plano económico?
Llegado a este nivel del análisis podemos cuestionar también
el criterio básico con que se plantean los ciudadanistas, a saber, la
separación entre función de Estado y organización estatal. Pero, ¿de dónde nace
la función del Estado?, ¿la organización no es resultado de la función?. Este
método analítico propio del ciudadanismo hace que este nunca rebase los límites
del mero formalismo cognoscitivo toda vez que cae en cierto fetichismo
ideológico institucionalista al atribuirle vida propia a sectores del aparato
del Estado, como si sus partes se comportaran como una clase social real. Es
como imaginar a un ser vivo con brazos y piernas con vida y conciencia propia
distinta a la existente en el resto de los miembros del mismo cuerpo. Esto da
indicios de que el ciudadanismo es puro formalismo.
Por consiguiente, el problema no es si operan o no las
determinantes de la sociedad de clases en el Estado, sino cómo operan las leyes
de la sociedad de clases en el proceso de construcción, organización y función
del Estado. Negar esta problemática por medio de la relegación y exclusión del
materialismo histórico sustituyéndolo por el estudio específico de casos
particulares y locales, tal como lo hace el ciudadanismo, es caer en cierta
vulgarización del historicismo. Porque aunque se diga que Marx no terminó El Capital,
el capital nace de la explotación asalariada. Análogamente aunque se diga que
Marx no acabó una teoría del Estado, el funda su naturaleza, lógica,
funcionamiento y aparato en la lucha de clases y la sociedad de clases.
En este marco creemos necesario recordar lo que Marx
apuntaba en “La Contribución A La Crítica De La Economía Política”: “El
resultado general al que llegué y que una vez obtenido sirvió de hilo conductor
a mis estudios puede resumirse así: en la producción social de su vida los hombres
establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad,
relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo
de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de
producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la
que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden
determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida
material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en
general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el
contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. Al llegar a una
fase determinada de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad
entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que
no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad
dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de
las fuerzas productivas. Estas relaciones se convierten en trabas suyas, y se
abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica se
transforma, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida
sobre ella.
Cuando se estudian esas transformaciones hay que distinguir
siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de
producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias
naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o
filosóficas. En una expresión, las formas ideológicas en que los hombres
adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo
modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí, no
podemos juzgar tampoco a estas épocas de transformación por su conciencia, sino
que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las
contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las
fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción. Ninguna formación
social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que
caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más elevadasrelaciones de producción
antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado dentro
de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre
únicamente los objetivos que puede alcanzar, porque, mirando mejor, se
encontrará siempre que estos objetivos sólo surgen cuando ya se dan o, por lo
menos, se están gestando las condiciones materiales para su realización. A
grandes rasgos, podemos designar como otras tantas épocas de progreso en la
formación económica de la sociedad el modo de producción asiático, el antiguo,
el feudal y el moderno burgués. Las relaciones burguesas de producción son la
última forma antagónica del proceso social de producción; antagónica, no en el
sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que proviene de
las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas
que se desarrollan en la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las
condiciones materiales para la solución de ese antagonismo. Con esta formación
social se cierra, por lo tanto, la prehistoria de la sociedad humana.”(2)
Por consiguiente, creemos necesario recordar que la única
forma en que se puede caracterizar la acción política y evaluarla, la única
forma de conocer al Estado, es por los resultados de sus acciones. ¿Cuáles han
sido los resultados políticos e ideológicos del Estado burgués en la historia?,
¿existen casos de estados burgueses en que en la práctica hayan significado la
liberación de los explotados y dominados?
Si el Estado es la súper estructura del capitalismo,
entonces tiene una sustancia ideológica inyectada a cada momento y lugar en las
venas de la sociedad por medio de los sistemas educativos, comunicacionales,
publicitarios, etc.; en todas las dimensiones del Estado: poderes, estructuras,
organismos, medios, jerarquías. Simplemente porque la base económica de la que
dependen los individuos descansa en la propiedad privada y la explotación al
trabajo asalariado. El ciudadanismo subraya y sobre enfatiza la fracción, la
separación, ¿Pero qué une a todas las fracciones de clase hegemónicas?, ¿cómo
se organizan esos pensamientos e intereses? Sólo es posible sustentar la
hegemonía en algunos pilares ideológicos fundamentales, cierta homogeneidad
ideológica compartida por todas las facciones de clase dominante y aceptada por
las clases subalternas. Por ejemplo, ¿Qué permite que los intereses de los
bancos y los intereses materiales de las PYMES, pese a ser intereses económicos
contradictorios, permanezcan acoplados y unidos en la historia? La articulación
e imbricación entre distintos intereses de clase dominante sólo puede provenir
del respeto a la propiedad privada y a las leyes económicas del capitalismo.
Esta es la base sobre la cual se pueden ensamblar distintos intereses
económicos.
En el ciudadanismo todo lo referido a la guerra, la
hegemonía, las clases, el partido, la propiedad privada y la esencia del
capitalismo desaparecen como por arte de magia. Se olvida que en todos los
análisis hechos sobre Gramsci los conceptos “hegemonía”, “Estado”, “partido”,
“política” y “filosofía” se explican y adquieren contenido en el marco de la
lucha de clases, o de la guerra civil de clases. En este sentido, Gramsci nunca
olvido que la guerra es el sometimiento del enemigo venciendo su voluntad y
capacidad de luchar o resistir. El propósito es que el enemigo haga suya las
ideas, principios, teorías, filosofía, ideología del vencedor. Es a este
proceso de sometimiento que Gramsci le asigna una importancia superlativa,
conceptualizándolo como Hegemonía. Si no se entiende el esfuerzo de Gramsci en
perspectiva de lucha de clases y de explicar el desarrollo de la guerra de
clases en la sociedad, toda interpretación es errada, máxime que Gramsci no se
cansa de señalar que en la sociedad capitalista son las relaciones sociales
materiales de explotación y dominación las que explican un tipo determinado de
hegemonía. En este sentido, su preocupación primaria será entender la
prolongación del control burgués y la subordinación o sometimiento de los
explotados sin obligar a los dominadores a desgastarse permanentemente
empleando métodos y técnicas coercitivas, materiales y físicas. Tampoco debe
olvidarse el énfasis e importancia puestas en el origen social e histórico de
los conceptos. Estos se explican en función de las relaciones sociales de
producción. Su contenido en una sociedad capitalista es llenado con la sustancia
provista por la fuente social e histórica que en el capitalismo no es otra más
que la explotación asalariada de la burguesía sobre los trabajadores. Este
antecedente es vital porque Gramsci al explicar la dominación de clases
incorpora como sostén a la Hegemonía, aquel sometimiento, consentimiento,
legitimidad y reproducción que los explotados, los dominados, los productores
del valor y la riqueza en la sociedad realizan con el aparato legal,
ideológico, cultural, identitario de la clase dominante y explotadora.
Sabemos que las cosas más elementales tienden a olvidarse.
Por eso es preciso que nos preguntemos ¿qué hace suponer a los apologistas del
ciudadanismo la no producción de sus conceptos bajo la hegemonía burguesa si lo
primero que hacen es disociar el análisis social de las fuerzas en que se funda
la realidad histórica?, ¿sigue teniendo validez teórica el concepto hegemonía
si este es desprovisto de su cuna, la lucha de clases?, ¿Para qué se ha
perfeccionado y complejizado el sistema educativo, ideológico, publicitario y
comunicacional de la sociedad?, ¿Es posible que el refinado concepto heredado
por la burguesía (que hoy se funde en el ciudadanismo) pueda educar a los
dominados y explotados con miras a su revolución y liberación?.
A continuación el rompecabezas se extiende pues ¿Cómo
construir contra hegemonía sin poder político real, sin cambiar radicalmente
las relaciones sociales?, ¿Qué rol ocupa la política en el ciudadanismo?, ¿Cómo
se hace política en el ciudadanismo?, ¿qué sentido tiene discutir o deliberar
sin la posibilidad de aplicar, concretar y materializar la acción y el
discurso?, ¿se puede disputar la hegemonía burguesa sin la acción política real
y concreta de los explotados?, ¿Cómo se hace para que las clases hegemónicas
pierdan su preeminencia y obedezcan o se sometan a la contra hegemonía?
En este sentido creemos que el ciudadanismo promueve una
política de fachada, de apariencia, de participar sin decidir, de discutir sin
convertir la voluntad en acción, en proceso y contenido político real.
El asambleísmo sin conciencia de clases, sin política, sin
proyecto de liberación, no es acción política real, es sólo un cúmulo de
discursos castrados de su potencial revolucionario. Si la crítica une teoría y
práctica, la única forma de dotar de efectividad la acción política propia de
un lógica de asamblea es criticando sus presupuestos ciudadanistas.
El papel unificador desempeñado en algún momento de la
historia por parte de la Iglesia, la nación, el Estado, el pueblo, hoy es
asumido por la “asamblea de ciudadanos”. Dotar de mayores niveles de cohesión
entre “los de arriba” y “los de abajo”, ese es el cometido del ciudadanismo sin
conciencia de clases, sin política revolucionaria, sin vocación de poder, sin
acción, sin armadura, sin partido revolucionario.
Es sólo la palabra desarmada e inerme frente a sus verdugos.
Por esta razón el ciudadanismo es puro eclecticismo pues se convierte en
amalgama que unifica y es funcional a la hegemonía burguesa.
Ahora bien, Gramsci subraya que la única forma que tienen
los explotados para desafiar, desmontar y destruir la hegemonía es el partido
revolucionario. Este “Moderno Príncipe”, ¿qué rol y función tiene en el
entramado discusivo del ciudadanismo? Dicho de otro modo, ¿Qué importancia le
asigna el ciudadanismo al partido revolucionario?, ¿Podemos construir hegemonía
o desmontar la hegemonía burguesa sin un partido político revolucionario?, ¿se
puede aspirar a desconstruir el Estado burgués sin construir previamente el
partido político revolucionario? Es menester recordar que para Gramsci la
síntesis entre teoría y práctica es el partido revolucionario, fuente a su vez
de la nueva legitimidad y de la nueva cohesión social. El partido es clave en
la cristalización de la conciencia de clases, de esa “voluntad colectiva” a la
que recurren para justificarse ante la historia las distintas clases sociales
cuando han hecho su revolución.
El partido político revolucionario es ese nuevo “Espíritu
Universal”, ese nuevo Estado en ciernes que corta los tentáculos del poder que
se derriba. A este respecto es conveniente recalcar que las crisis de hegemonía
hunden sus raíces en la crisis material del capitalismo, la que siempre obedece
a factores objetivos. Empero, hasta el momento el capitalismo ha logrado
superar sus crisis recurriendo a sus propios arsenales. Sólo la iniciativa
política revolucionaria de los explotados es capaz de sellar la puerta a las
eventuales salidas del capitalismo.
La problemática es central toda vez que Gramsci sostiene que
el partido revolucionario es la estructura y plataforma básica para crear ese
nuevo proyecto histórico que hace brotar la férrea convicción y voluntad de
resolver el problema de los explotados y dominados destruyendo y superando la
súper estructura burguesa.
Dicho esto, los ciudadanistas nunca aclaran cómo ejercer el
poder efectivo. Por ejemplo, ¿qué papel tienen la violencia y la ideología en
el proceso político?. Sólo se puede cavilar cierta propensión al pacifismo y al
legalismo, mas no una definición clara respecto de cómo hacer de la política
una actividad con resultados sustantivos.
En el plano epistemológico, los ciudadanistas se
caracterizan por la incapacidad de lograr una síntesis entre teoría y práctica.
Ven como cosas separadas la hegemonía y la lucha de clases, la dominación y la
guerra, el discurso de la acción política, la capacidad de reunirse a deliberar
y la forma en que debe imponérsele a los explotadores las decisiones de los explotados
en dichas deliberaciones. En definitiva, separan lo social de lo polític,o y lo
político lo definen institucionalmente. En este sentido generan un conocimiento
meramente formal. Se refugian en Gramsci pero lo vacían de su contenido al
pretender disociar la hegemonía de la guerra de clases, o el carácter de clases
de la sociedad respecto del aparato estatal. Olvidan que para Gramsci el
momento cúlmine de la realización de la política es la revolución, la creación
de un nuevo Estado, de un nuevo poder y de una nueva sociedad. Pretenden
explicar a Gramsci, pero sin las ideas de Gramsci. Reclaman el concepto
hegemonía pero rechazan el concepto de guerra de clases. Hablan de política
para los dominados, pero sin un partido político revolucionario. Anuncian una
reacción violenta de parte de los dominadores, pero se niegan a preparar una
estrategia y táctica que signifique usar la violencia de los dominados y
explotados contra sus opresores. Describen el tremendo poder ideológico
inyectado permanentemente a las venas de los explotados, pero rechazan la
convicción de crear una plataforma ideológica contestataria a la hegemonía
imperante. Describen cómo el bloque hegemónico pese a presentar distintas
fisuras y contradicciones se mantiene cohesionado, pero rebaten la idea de
crear una plataforma ideológica homogénea entre los dominados para enfrentar la
hegemonía de los dominadores.
Algunos incluso se declaran enemigos acérrimos de todo tipo
de Estado y luchan contra el actual Estado Nacional, pero alegremente se
reclutan en la lucha por la construcción de un Estado nacional aparte,
siéndoles absolutamente indiferentes la existencia de contradicciones de clases
entre los mismos nacionales.
En definitiva, clausuran los efectos y resultados de la
acción política de los explotados y dominados, la que no puede ser otra más que
la construcción de una nueva hegemonía mediante la revolución.
Fuentes
(1) “Cuadernos de la Cárcel”, Edición Crítica del Instituto
Gramsci, Biblioteca ERA, México 1985.
(2) Prólogo a “Contribución a la Crítica de la Economía
Política”, Carlos Marx.