
Subalterno nos refiere, como atributo general de
subordinación, a lo que es de rango inferior, ya sea en términos de autoridad o
poder, a partir de nociones de clase, casta, edad, género, raza, cultura,
lengua, ocupación o cualquier otra forma de gradación en una escala de
jerarquías. En su sentido teórico más difundido el concepto fue
desarrollado por Antonio Gramsci (1891-1937), pensador italiano que en sus
Cuadernos de la cárcel, consistente en 32 libretas no destinadas a ser
publicadas, escritas entre 1929 y 1935, durante su estancia en prisión -tras
una breve referencia a un texto de Lucien Herr-, esquematiza lo “subalterno”
oponiéndolo a “dominante” a partir de una noción de estructura socio-económica
diferencial, en sus “notas sobre la historia Italiana”.
En la definición gramsciana, los grupos subalternos son
enunciados como disgregados y discontinuos, “siempre sujetos a la iniciativa de
los grupos que gobiernan, incluso cuando se rebelan y sublevan”, como el sector
marginado de la historia o de la sociedad, en oposición al grupo dirigencial
formado por las élites que detentan el poder político, económico, ideológico y
cultural. Donde el análisis de la “hegemonía”, lleva a Gramsci, a distinguir
claramente tres grupos sociales en el interior del bloque histórico: clase
dominante, que dirige el sistema hegemónico; clase auxiliar, ubicada en
posición intermedia, como base social y lugar donde los sectores hegemónicos
encuentran su personal -en el que hallamos a los intelectuales-; y la clase
subalterna, que ocupa el lugar subordinado, y que al ser la fuerza de trabajo
del bloque histórico –subproletariado, el proletariado urbano, el rural y hasta
la pequeña burguesía-, depende económica, política, ideológica y culturalmente.
Estas categorías fueron asumidas luego por Eric Hobsbawm,
Lombardi Satriani o E.P. Thompson, a partir de una oposición binaria
simplificada que tuvo cierta resonancia en América Latina, visible en
aproximaciones de base gramsciana a la cultura –con el folclore considerado
cultura de las clases subalternas-, a la política –con la democracia entendida
como la praxis de los subalternos- o los abordajes históricos al movimiento
obrero, en estudios como los de Aziz Nassif, Rhina Roux o Melgar Bao, en
México, tendencia que no condice con la poca atención brindada al concepto
subalterno por notables estudiosos de Gramsci, como los argentinos José Aricó y
Juan Portantiero, o Carlos Coutinho, en Brasil, pese al arraigo que otras
categorías suyas, como “hegemonía”, “bloque histórico” e “intelectual
orgánico”, alcanzaron en el aparato conceptual intelectual y político del
continente, lo que quizá explique el por qué ha sido precisamente en América
Latina, donde se tradujeran por primera vez los Cuadernos de la cárcel.
Lo cierto es que -como escribiera Aricó-, el
redescubrimiento de las clases subalternas no solo estimuló la expansión de una
nueva corriente de investigación historiográfica, sino que salió al encuentro
de la crisis por la que atravesaba el marxismo en América Latina, crisis derivada
de sus limitaciones para expandirse en las clases populares, permitiéndole
plantear de un nuevo modo el viejo y complejo problema del populismo
latinoamericano. Algo que puede verse en las tesis de Ernesto Laclau, más
afecto a la categoría hegemonía que al término subalterno.
No obstante ello, el actual auge conceptual y metodológico
del subalternismo en América Latina, que Mabel Moraña llamara “el boom del
subalterno” -aunque se refiriese a los estudios sobre Latinoamérica
desarrollados en los Estados Unidos-, no proviene directamente de las lecturas
gramscianas hechas en este continente, sino de las lecturas realizadas por un
grupo de historiadores de la India, marcados por la experiencia de la diáspora
y el paso por instituciones académicas del norte, que a fines de los años
setentas, concentrados en Inglaterra, constituyeron el proyecto Subaltern studies,
grupo integrado por su inspirador Ranajit Guha, Gyan Pandey, Shahid Amin,
Partha Chatterjee, Dipesh Chakrabarty, entre otros, que dispersos entre Inglaterra,
la India y Australia, se reunieron con la intención de promover un examen
sistemático de los temas subalternos en el campo de estudios sudasiáticos.
Influidos por el “subalternismo” de Gramsci, el
deconstruccionismo de Derrida y las teorías posestructuralistas y posmodernas,
el grupo surgió como un colectivo editorial para la elaboración de Subaltern
Studies. Writings on South Asian History and Society, publicación periódica
cuyo primer número salió en 1982, bajo el estímulo de desmantelar, a partir de
una indagación textual y discursiva, la razón ilustrada de la dominación
colonial que produce a los sujetos subalternos. El hecho de que la corriente
subalternista cuestionara las interpretaciones coloniales y eurocéntricas,
denunciando que éstas han expropiado la iniciativa histórica (agencia) o
condición enunciatoria de la gente común, hizo que fuera asociada a la “teoría
crítica poscolonial”, procedente del ámbito de los estudios literarios y
culturales, a partir de la obra fundadora del palestino Edward Said,
Orientalismo (1978), a la que le seguirán los textos de Homi Bhaba y Gayatri
Spivak. La buena fortuna del término poscolonial, como una etiqueta asociada al
boom posmoderno, hizo que al poco tiempo la totalidad del proyecto de Subaltern
studies quedara incluido dentro de la producción poscolonial.
En 1992, debido al rápido auge que alcanzaron los Subaltern
studies de la India en los Estados Unidos, aunado a la idea de una experiencia
colonial compartida con América Latina, se formó el Grupo de Estudios
Subalternos Latinoamericanos, integrado por John Beverley, Walter Mignolo,
Javier Sanjinés, Patricia Seed, Ileana Rodríguez y otros, que reaccionaron,
siguiendo al grupo sudasiático, contra el reduccionismo burocrático en el que
había caído los Estudios Culturales Latinoamericanos, que operaban como
discursos inscritos en una racionalidad académica imperial, ocultando las
diferencias de las sociedades latinoamericanas, donde el concepto
“Latinoamericanismo”, análogo al de Orientalismo, funcionaba como un conjunto
de representaciones teóricas sobre América Latina, identificado con un
mecanismo disciplinario colonial que opera vía representaciones literarias,
filosóficas y sociológicas.
En los últimos años, Mignolo que a diferencia de otros miembros
del grupo, pensaba que el modelo indio no debería ser utilizado para el
análisis de situaciones coloniales Latinoamericanas por corresponder a un locus
específico, ya distante de las ideas poscoloniales y radicalizando los
principios de autonomía epistemológica de los Subaltern studies, viene
defendiendo la idea de un viraje descolonial, inspirado en las prácticas
políticas emergentes de Latinoamérica, planteando el pensamiento descolonial,
como una práctica de recuperación de tradiciones subalternas, encubiertas por
los saberes occidentales, reconstruyendo el pensar descolonial a partir de
textos fundacionales de Guaman Poma, Ottabah Cugoano, Frantz Fanon y otros. En
tanto, Boaventura de Sousa usa el termino "cosmopolitanismo
subalterno" para referirse a prácticas contra-hegemónicas y luchas
globales, donde lo subalterno nos refiere a gente marginalizada y oprimida pero
concretamente luchando contra la globalización neoliberal.
Fuentes
– A.Gramsci, Quaderni dal carcere, Torino, Einaudi, 1975
– E.Hobsbawm, Para un estudio de las clases subalternas,
Pasado y Presente, n° 2-3, Córdoba, 1963, pp. 158-167
– L. Satriani, Apropiación y destrucción de la cultura de
las clases subalternas, México, Nueva Imagen, 1978
– J. Aricó, La cola del diablo. Itinerario de Gramsci en
América Latina, Buenos Aires, Siglo XXI, 2005
– S. Cusicanqui y R. Barragán (comp). Debates Post
Coloniales, La Paz, Historias, 1997
– S. Dube (coord.), Pasados poscoloniales, México, Colegio
de México, 1999 - A. de Toro y F. de Toro (eds.), El debate de la
poscolonialidad en Latinoamérica, Madrid, Iberoamericana, 1999
– J. Beverley, Subalternidad y representación, Madrid,
Iberoamericana, 2004
– W. Mignolo, Historias locales/ diseños globales, Madrid,
Akal, 2003
– R. Ojeda, Walter Mignolo. Pensamiento descolonial,
Variedades. n° 64, Lima, 2008, pp.16-17.