
En la guerra militar, logrado el fin estratégico de la
destrucción del ejército enemigo y de la ocupación de su territorio, se da la
paz. Es preciso señalar, por otro lado, que para que concluya la guerra basta
con que el fin estratégico sea alcanzado sólo potencialmente; o sea basta con
que no exista duda de que un ejército no puede combatir más y que el ejército
victorioso "puede" ocupar el territorio enemigo. La lucha política es
enormemente más compleja. En cierto sentido puede ser parangonada con las guerras
coloniales o con las viejas guerras de conquista, cuando el ejército victorioso
ocupa o se propone ocupar en forma estable todo o una parte del territorio
conquistado. Entonces, el ejército vencido es desarmado v dispersado, pero la
lucha continúa en el terreno político y en el de la "preparación"
militar. Así, la lucha política de la India contra los ingleses (y en cierta
medida de
Alemania contra Francia o de Hungría contra la Pequeña Entente) [1] conoce tres formas de guerras: de movimiento, de posición y subterránea. La resistencia pasiva de Gandhi es una guerra de posición, que en algunos momentos se convierte en guerra de movimiento y en otros en guerra subterránea; el boicot es guerra de posición, las huelgas son guerra de movimiento, la preparación clandestina de armas y de elementos combativos de asalto es guerra subterránea. Hay una forma de "arditismo", pero es empleada con mucha ponderación. Si los ingleses tuviesen la convicción de que se prepara un gran movimiento insurreccional destinado a destruir su actual superioridad estratégica (que consiste, en cierto sentido, en su posibilidad de maniobrar a través de líneas interiores y de concentrar sus fuerzas en el punto "esporádicamente" más peligroso) con el ahogamiento de masa (es decir, constriñéndolos a diluir sus fuerzas en un teatro bélico generalizado en forma simultánea), les convendría provocar la salida prematura de las fuerzas combatientes indias para identificarlas y decapitar el movimiento general. Así, a Francia le convendría que la derecha nacionalista alemana fuese envuelta en un golpe de estado aventurado que impulsara a la presunta organización militar ilegal a manifestarse prematuramente, permitiendo una intervención afortunada desde el punto de vista francés. He aquí por qué en estas formas mixtas de lucha, cuyo carácter militar es fundamental y el carácter político preponderante (toda lucha política tiene siempre un sustrato militar), el empleo de los "arditi" demanda un desarrollo táctico original, para cuya concepción la experiencia de guerra sólo puede dar un estímulo y no un modelo.
Alemania contra Francia o de Hungría contra la Pequeña Entente) [1] conoce tres formas de guerras: de movimiento, de posición y subterránea. La resistencia pasiva de Gandhi es una guerra de posición, que en algunos momentos se convierte en guerra de movimiento y en otros en guerra subterránea; el boicot es guerra de posición, las huelgas son guerra de movimiento, la preparación clandestina de armas y de elementos combativos de asalto es guerra subterránea. Hay una forma de "arditismo", pero es empleada con mucha ponderación. Si los ingleses tuviesen la convicción de que se prepara un gran movimiento insurreccional destinado a destruir su actual superioridad estratégica (que consiste, en cierto sentido, en su posibilidad de maniobrar a través de líneas interiores y de concentrar sus fuerzas en el punto "esporádicamente" más peligroso) con el ahogamiento de masa (es decir, constriñéndolos a diluir sus fuerzas en un teatro bélico generalizado en forma simultánea), les convendría provocar la salida prematura de las fuerzas combatientes indias para identificarlas y decapitar el movimiento general. Así, a Francia le convendría que la derecha nacionalista alemana fuese envuelta en un golpe de estado aventurado que impulsara a la presunta organización militar ilegal a manifestarse prematuramente, permitiendo una intervención afortunada desde el punto de vista francés. He aquí por qué en estas formas mixtas de lucha, cuyo carácter militar es fundamental y el carácter político preponderante (toda lucha política tiene siempre un sustrato militar), el empleo de los "arditi" demanda un desarrollo táctico original, para cuya concepción la experiencia de guerra sólo puede dar un estímulo y no un modelo.
El problema de los comitadjis [2] balcánicos
merece un tratamiento aparte, ya que están ligados a condiciones particulares
del ambiente físico-geográfico regional, a la formación de las clases rurales e
igualmente a la eficiencia real de los gobiernos. Lo mismo para el caso de las
bandas irlandesas, cuya [forma] de guerra y de organización estaba ligada a la
estructura social de ese país. Los comitadjis, los irlandeses y las otras
formas de guerra de guerrillas deben ser separadas de la cuestión del
arditismo, si bien parecen tener puntos de contacto con ella. Estas formas de
lucha son propias de minorías débiles pero exasperadas, contra mayorías bien
organizadas, mientras que el arditismo moderno presupone una gran reserva,
inmovilizada por diversas razones pero potencialmente eficiente, que lo
sostiene y lo alimenta con aportes individuales.
Arte militar y arte político. Una vez más sobre los
"arditi". La relación existente en 1917-1918 entre las formaciones de
"arditi" y el ejército en su conjunto puede conducir y condujo ya a
los dirigentes políticos a erróneas formulaciones en sus planes de lucha. Se
olvida: 1] que los "arditi" son simples formaciones tácticas que
presuponen un ejército poco eficiente, mas no inerte por completo, puesto que
si la disciplina y el espíritu militar se reflejaron hasta aconsejar una nueva
disposición táctica, a pesar de todo existen en cierta medida, y en
correspondencia con ella, se da justamente la nueva formación táctica; de otra
manera se produciría inevitablemente la derrota y la fuga; 2] que es preciso no
considerar al "arditismo" como un signo de la combatividad general de
la masa militar, sino, por el contrario, como un signo de su pasividad y de su
relativa desmoralización.
Esto sea dicho manteniendo implícito el criterio general de
que los parangones entre el arte militar y la política deben ser establecidos
siempre cum grano salis, es decir, sólo como estímulos para el pensamiento
y como términos de simplificación ad absurdum. En efecto, en la militancia
política falta la sanción penal implacable para quien yerra o no obedece
exactamente, falta la ley marcial, sin contar con el hecho de que la
disposición de las fuerzas políticas no es ni de lejos comparable al
encuadramiento militar. En la lucha política, además de la guerra de movimiento
y de la guerra de asedio o de posición, existen otras formas. El verdadero
"arditismo", o sea el "arditismo" moderno, es propio de la
guerra de posición, tal como se reveló en 1914-1918. La guerra de movimiento y
la de asedio de los períodos precedentes tenían también, en cierto sentido, sus
"arditi". La caballería ligera y pesada, los bersaglieri, etc.,
las tropas veloces en general, cumplían en parte una función de
"arditi"; así, por ejemplo, en el arte de organizar las patrullas
estaba contenido el germen del arditismo moderno. En la guerra de asedio dicho
germen existía más que en la guerra de movimiento: servicio de patrullas más extendido
y, sobre todo, el arte de organizar salidas y asaltos imprevistos por medio de
elementos escogidos.
Otro elemento digno de tenerse presente es el siguiente: en
la lucha política es preciso no imitar los métodos de lucha de las clases
dominantes, para no caer en fáciles emboscadas. En las luchas actuales este
fenómeno se verifica con mucha frecuencia. Una organización estatal debilitada
es como un ejército que ha perdido todo su vigor; entran en el campo los
"arditi", o sea, las organizaciones armadas privadas que tienen dos
objetivos: hacer uso de la ilegalidad, mientras el estado parece permanecer en
la legalidad, como medio de reorganizar al mismo estado. Creer que a la
actividad privada ilegal se le puede contraponer otra actividad similar, es decir,
combatir el arditismo con el arditismo es algo estúpido; significa creer que el
estado permanecerá siempre inerte, lo cual no ocurre jamás, al margen de las
otras condiciones diferentes. El carácter de clase lleva a una diferencia
fundamental: una clase que debe trabajar todos los días con horario fijo no
puede tener organizaciones de asalto permanentes y especializadas como una
clase que tiene amplias posibilidades financieras y no está ligada, con todos
sus miembros, a un horario fijo. A cualquier hora del día y de la noche, estas
organizaciones convertidas en profesionales pueden descargar golpes decisivos y
utilizar la sorpresa. La táctica de los "arditi" no puede tener, por
lo tanto, la misma importancia para una clase que para otra. Para ciertas clases
es necesaria, porque le es propia, la guerra de movimiento y de maniobra que,
en el caso de la lucha política, puede combinarse con un útil y hasta
indispensable uso de la táctica de los "arditi". Pero fijarse en un
modelo militar es una tontería: la política debe ser, también aquí, superior a
la parte militar. Sólo la política crea la posibilidad de la maniobra y del
movimiento.
De todo lo dicho se advierte que en el fenómeno del
arditismo militar es preciso distinguir entre función técnica de arma especial
ligada a la moderna guerra de posición y función político-militar: como función
de arma especial el arditismo existió en todos los ejércitos que participaron
en la guerra mundial; como función político-militar existió en los países
políticamente no homogéneos y debilitados, los que, por consiguiente, tenían
como expresión un ejército nacional poco combativo y un Estado Mayor
burocratizado y fosilizado en la carrera.
A propósito de la comparación entre los conceptos de guerra
de maniobra y guerra de posición en el arte militar y los conceptos
correspondientes en el arte político, debe recordarse el folleto de Rosa
Luxemburg, traducido del francés al italiano en 1919 por C. Alessandri.* En el
folleto se teorizan un poco apresuradamente y en forma superficial las
experiencias históricas de 1905. En efecto, Rosa descuidó los elementos
"voluntarios" y organizativos que en aquellos acontecimientos eran
mucho más eficientes y numerosos de lo que ella creía, víctima de un cierto
prejuicio "economista" y espontaneista. Sin embargo este folleto (y
otros escritos de la misma autora) es uno de los documentos más significativos
de la teorización de la guerra de maniobra aplicada al arte político. El
elemento económico inmediato (crisis, etc.) es considerado como la artillería
de campaña que, en la guerra, abre una brecha en la defensa enemiga, brecha
suficiente como para que las tropas propias irrumpan y obtengan un éxito
definitivo (estratégico) o al menos importante en la dirección de la línea
estratégica. Naturalmente, en la ciencia histórica la eficacia del elemento
económico inmediato es considerado como mucho más complejo que el de la
artillería pesada en la guerra de maniobra, ya que este elemento era concebido
como causante de un triple efecto: 1] abrir una brecha en la defensa enemiga
luego de haber llevado la confusión a los cuadros adversarios, abatida su
confianza en sí mismos, en sus fuerzas y en su porvenir; 2] organizar con una
rapidez fulminante las propias tropas, crear sus cuadros, o al menos ubicar con
una celeridad fulminante los cuadros existentes (elaborados hasta entonces por
el proceso histórico general) en su puesto de encuadre de las tropas
diseminadas; 3] crear en forma instantánea la concentración ideológica de la
identidad de los fines a alcanzar. Era una forma de férreo determinismo
economista, con el agravante de que los efectos eran concebidos como inmediatos
en el tiempo y en el espacio; se trataba por ello de un verdadero misticismo
histórico, de la espera de ruta especie de destello milagroso.
La observación del general Krasnov (en su novela) de que la
Entente (que no quería una victoria de la Rusia imperial para que no fuese
resuelta definitivamente a favor del zarismo la cuestión oriental) impuso al
estado mayor ruso la guerra de trinchera (absurda dado el enorme desarrollo del
frente del Báltico al mar Negro, con grandes zonas palúdicas y boscosas)
mientras que la única posible era la guerra de maniobra, es una tontería. El
ejército ruso en realidad intentó la guerra de maniobra y de profundización
especialmente en el sector austriaco (pero también en la Prusia Oriental) y
obtuvo éxitos brillantísimos aunque efímeros. La verdad es que no se puede
escoger la forma de guerra que se desea, a menos de tener súbitamente una
superioridad abrumadora sobre el enemigo, y sabido es cuántas pérdidas costó la
obstinación de los estados mayores en no querer reconocer que la guerra de
posición era "impuesta" por las relaciones generales de las fuerzas
que se enfrentaban. La guerra de posición, en efecto, no está constituida sólo
por las trincheras propiamente dichas, sino por todo el sistema organizativo e
industrial del territorio que está ubicado a espaldas del ejército: y ella es
impuesta sobre todo por el tiro rápido de los cañones, por las ametralladoras,
los fusiles, la concentración de las armas en un determinado punto y además por
la abundancia del reabastecimiento que permite sustituir en forma rápida el
material perdido luego de un avance o de un retroceso. Otro elemento es la gran
masa de hombres que constituyen las fuerzas desplegadas, de valor muy desigual
y que justamente sólo pueden operar como masa. Se ve cómo en el frente oriental
una cosa era irrumpir en el sector alemán y otra diferente en el sector
austriaco y cómo también en el sector austriaco, reforzado por tropas escogidas
alemanas y comandadas por alemanes, el ataque de choque como táctica termina en
un desastre.[3] Algo análogo se observa en la guerra polaca [4] de 1920, cuando
el avance que parecía irresistible fue detenido delante de Varsovia por el
general Weygand en la línea comandada por los oficiales franceses. Los mismos
técnicos militares que ahora se atienen fijamente a la guerra de posición como
aretes se atenían a la guerra de maniobra, no sostienen por cierto que el tipo
precedente debe ser suprimido de la ciencia; sino que en las guerras entre los
estados más avanzados industrial y civilmente se debe considerar a ese tipo
como reducido a una función más táctica que estratégica, se lo debe considerar
en la misma posición en que se encontraban en una época anterior la guerra de
asedio con respecto a la de maniobra. La misma reducción debe ser realizada en
el arte y la ciencia política, al menos en lo que respecta a los estados más
avanzados, donde la "sociedad civil" se ha convertido en una
estructura muy compleja y resistente a las "irrupciones"
catastróficas del elemento económico inmediato (crisis, depresiones, etc.): las
superestructuras de la sociedad civil son como el sistema de trincheras en la
guerra moderna. Así como en éste ocurría que un encarnizado ataque de la
artillería parecía destruir todo el sistema defensivo adversario, cuando en
realidad sólo había destruido la superficie exterior y en el momento del ataque
y del avance los asaltantes se encontraron frente a una línea defensiva todavía
eficiente, lo mismo ocurre en la política durante las grandes crisis
económicas. Ni las tropas asaltantes, por efecto de las crisis, se organizan en
forma fulminante en el tiempo y el espacio, ni, tanto menos, adquieren un
espíritu agresivo; recíprocamente, los asaltados no se desmoralizan ni
abandonan la defensa, aun entre los escombros, ni pierden la confianza en las
propias fuerzas ni en su porvenir. Las cosas, por cierto, no permanecen tal
cual eran, pero es verdad que llegan a faltar los elementos de rapidez, de
ritmo acelerado, de marcha progresiva definitiva que esperaban encontrar los
estrategas del cadornismo político. El último hecho de este tipo en la historia
de la política son los acontecimientos de 1917. Ellos señalaron un cambio
decisivo en la historia del arte y de la ciencia de la política. Se trata, por
consiguiente, de estudiar con "profundidad" cuáles son los elementos
de la sociedad civil que corresponden a los sistemas de defensa en la guerra de
posición. Se dice con "profundidad" intencionadamente, ya que fueron
estudiados, pero desde puntos de vista superficiales y triviales, tal como
ciertos historiadores de costumbres estudian las rarezas de la moda femenina
desde un punto de vista "racionalista", es decir, persuadidos de que
a ciertos fenómenos se los destruye tan sólo con explicarlos en forma
"realista", como si fuesen supersticiones populares (que por otro
lado tampoco se destruyen con el hecho de explicarlas).
[Los párrafos siguientes del cuaderno 13 no figuran en Escritos
Políticos, ni en las Obras Escogidas de Ed. Lautaro (Antología,
de Manuel Sacristán omitió todo el tema), a diferencia de la Edición
Crítica de Valentino Gerratana; fueron aportados por J.C.A. de Cañada de
Gómez, quien confrontó esta página con esa versión, leída por el profesor de
filosofía política Néstor Kohan durante el seminario Materialismo histórico
y filosofía de la praxis, realizado en la Escuela de Filosofía, de la Facultad
de Humanidades y Artes de Rosario]
A este conjunto de problemas, debe vincularse la cuestión
del escaso éxito obtenido por nuevas corrientes en el movimiento sindical.
Un intento de iniciar una revisión de los métodos tácticos,
habría debido ser el expuesto por León Davidovich Bronstein [Trotsky] en
la cuarta reunión [4to congreso de la Internacional Comunista --III
Internacional--] cuando hizo una comparación entre el frente Oriental y el
Occidental. Aquél cayó de inmediato pero fue seguido por luchas inauditas [el
frente oriental], en éste [frente occidental] las luchas ocurrieron
antes de la caída; o sea que se trataría sobre si ¿la ‘Sociedad Civil’ resiste
antes o después del asalto?, ¿dónde sucede esto?, etc.
La cuestión, sin embargo, fue expuesta sólo en forma
literaria brillante, pero sin indicaciones de carácter práctico:
[continúa Trotzky] “...A menudo se ha dicho que derribamos a
nuestras clases propietarias. Es verdad en cierto sentido. Políticamente el
país acababa apenas de salir de la barbarie zarista. Los campesinos no tenían
casi ninguna experiencia política, los pequeños propietarios del campo tenían
bien poca, la burguesía media tenía algo más gracias a las Dumas (el
parlamento), etc. Los aristócratas tenían cierta organización bajo la forma de
los zemstvos [asambleas de distritos] [ver nota 21, página 534, Lenin,
Obras Escogidas, Tomo II, Edit. Cartago [JCA], etc.]
Por lo tanto, las grandes reservas de la contrarrevolución:
los campesinos ricos en ciertos períodos y los campesinos medios, la burguesía
mediana, los intelectuales y toda la pequeña burguesía, todas esas reservas
estaban por así decirlo, todavía intactas, casi inutilizadas; y sólo cuando la
burguesía empezó a comprender lo que perdía al perder el poder, buscó por todos
los medios, cediendo naturalmente el primer lugar a la aristocracia, a los
funcionarios aristócratas, etc., poner en movimiento las reservas potenciales
de la contrarrevolución.
Así esa guerra civil prolongada (de Rusia) fue la revancha
de la historia por la facilidad con que habíamos obtenido el poder. ¡Pero bien
está lo que bien acaba!; en el curso de esos cinco años hemos mantenido nuestro
poder.
Para los partidos occidentales por el contrario, y en
general para el movimiento obrero de todo el mundo, se puede afirmar ahora con
certidumbre que, en vuestro caso, la tarea será mucho más difícil antes de la
conquista del poder, y mucho más fácil después (por ej. para Alemania e
Italia)”.] [Trotsky].
Notas
[1] La Pequeña
Entente es la alianza defensiva que el 14 de agosto de 1920 unió a Yugoslavia y
Checoslovaquia, a las que muy pronto se agregó Rumania, y que estaba destinada
a impedir toda tentativa de Hungría de reconquistar total o parcialmente lo que
había perdido la monarquía austro-húngara en el tratado de paz. Los
contratantes declaran oponerse a toda reconstrucción de la antigua monarquía y
a toda nueva federación, y se comprometen a un apoyo recíproco en caso de
ataque húngaro. Contra la Pequeña Entente, patrocinada por Francia, Hungría se
vio llevada a inclinarse cada vez más, después del surgimiento de los regímenes
fascistas, hacia Alemania e Italia. [E.]
[2] Nombre dado a las
bandas de combatientes irregulares que operaban en la península balcánica y
preparaban la lucha contra los turcos. [E.]
[3] Rosa Luxemburg, Huelga
de masa, partido y sindicatos, en Cuadernos de Pasado y Presente, Córdoba
(Arg.). I970, nro. 13. [E.]
[4] Alusión a las
ofensivas rusas de los años 1914-1915; mientras que en la parte norte del
frente oriental, en manos de los alemanes, los rusos habían sufrido reveses
desde el comienzo de la campaña, su superioridad numérica, explotada en
particular en el ataque precipitado del verano de 1914 les había permitido
aplastar inicialmente a las tropas austro-húngaras y ocupar Galitzia. Durante
el verano de 1915, esos resultados quedaron anulados por un contraataque de las
tropas austro-húngaras encuadradas y reforzadas por los cuerpos alemanes del
general Mackensen. [E.]
[5] Pilsudski, en abril de 1920, lanzó a Polonia a una
ofensiva contra la Rusia soviética, esperando aprovechar su debilidad y las
luchas contrarrevolucionarias. Pero su ofensiva fue detenida en Ucrania desde
el mes de mayo (contraofensiva de Tujachevski). La ofensiva rusa condujo a
Budienny hasta las inmediaciones de Varsovia. Pilsudski se salvó por el apoyo
de Francia, que le envió municiones y oficiales, entre éstos el general
Weygand. [E.]
[Nota del Editor] Gramsci
recuerda aquí el discurso pronunciado por Trotsky el 14 de noviembre de 1922 en
el cuarto congreso de la Internacional Comunista. Véase el siguiente pasaje
reproducido en el suplemento Nº 35 de la Correspondencia Internacional (Revista
de aquella época el 21/12/1922), que dice así:
“¿Porqué la guerra civil sólo empezó entre nosotros (Rusia) con todo su
ardor después del 7 de noviembre (Insurrección de Octubre y toma del Palacio de
Invierno en Petrogrado)?; ¿porqué después tuvimos que seguir, durante casi
cinco años sin interrupción, la guerra civil al Norte, al Sur, al Oeste y al
Este?. Es la consecuencia de que hayamos conquistado el poder demasiado
fácilmente...”]
[Nota de Néstor Kohan:
Una hipótesis que aparece en Gramsci relativo a que en el Oriente fue fácil
porque --como dijimos antes en esta clase-- no había toda esta serie de
casamatas y de trincheras, y por eso --Gramsci-- toma la analogía de
Nicolás Maquiavelo quien, también en El Príncipe, distingue el Oriente de
Occidente; el Oriente era Turquía, donde el Estado era todo, era fácil tomar el
poder, pero después era difícil mantenerse y el Occidente era Francia, dónde
era muy difícil tomar el poder, pero una vez que lo tomabas te quedabas.] [Allí
--en Oriente (Rusia)-- era fácil, dice Trotsky antes que Gramsci].
[Nota de Néstor Kohan: esto también está en Lenin. Se puede leer
en “El Izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo”(1920), un año antes del
discurso de Trotsky: “¡ojo que en occidente es distinto...!”].