La ampliación del concepto de Estado y la consiguiente
reformulación del concepto de hegemonía producida por Gramsci es uno de los
aportes más significativos a la teoría del Estado contemporánea. Más allá de
contradicciones y debilidades ya muy bien señaladas por diversos autores, es
preciso destacar como, al indagar sobre el aspecto consensual de la
dominación, Gramsci realiza un invalorable aporte para desentrañar la
complejidad de la dominación burguesa en las sociedades de capitalismo
desarrollado. La relación entre coerción y consenso, entre dirección intelectual
y moral y dominio, entre hegemonía y dominación, indisolublemente ligadas a
las bases materiales de producción y reproducción de la vida social,
constituyen los
términos nodales de la reflexión gramsciana de mayor relevancia para entender nuestras sociedades.
términos nodales de la reflexión gramsciana de mayor relevancia para entender nuestras sociedades.
El presente trabajo se propone, a partir de analizar el
itinerario teórico de Gramsci sobre la cuestión del Estado desde la época de L’Ordine
Nuovo hasta sus reflexiones carcelarias.
En una de sus obras más conocidas, Notas sobre
Maquiavelo, Gramsci plantea: “Estado = sociedad política + sociedad civil,
es decir, hegemonía acorazada de coerción”. En esa presentación el Estado
va mas allá de lo que se considera jurídicamente como tal, e incorpora lo que Marx llamaba
“los medios de producción ideológica”, como la Iglesia, los partidos políticos,
los sindicatos, que expanden una visión del mundo y organizan a las masas.
Gramsci introduce así una noción ampliada del Estado, que
lleva como consecuencia a la idea de que el Estado en sentido jurídico-político
puede (y debería) ser absorbido por la sociedad civil, en cuanto es expresión
de dominio de clase:
[...] es preciso hacer constar que en la noción general del Estado entran elementos que deben ser referidos a la noción de sociedad civil (se podría señalar al respecto que Estado = sociedad política + sociedad civil, vale decir hegemonía revestida de coerción.) En una doctrina del Estado que conciba a éste como pasible de agotamiento parcial y de disolución en la sociedad regulada, el argumento es fundamental. El elemento Estado-coerción se puede considerar agotado a medida que se afirman elementos cada vez más conspicuos de sociedad regulada (o Estado ético o sociedad civil).
¿Por qué amplía la noción de Estado incluyendo a la sociedad
civil? Más allá de las contradicciones que aparecen a lo largo de todo el
trabajo carcelario de Gramsci -como muy bien advierte Perry Anderson (1)-
en torno a los conceptos de Estado, sociedad civil y hegemonía, es importante
destacar que Gramsci, ahondando en esta problemática, pretende advertir que el
fenómeno de la dominación en las sociedades capitalistas modernas es un proceso
complejo en el que además de los aparatos de coerción, que representan una
especie de “límite último” que garantiza la pervivencia del orden burgués,
interviene toda una serie de mecanismos de transmisión ideológica tendentes a
lograr un consenso que le otorga bases más sólidas a la dominación. Así, hace
un análisis profundo de las formas mediante las cuales las clases dominantes
conservan su supremacía en las sociedades de capitalismo desarrollado, que
resultan resistentes a la “irrupción inmediata del elemento económico”, a las
contradicciones estructurales. Es decir que, lejos de producirse
acomodamientos político-ideológicos (superestructurales) automáticos ante
crisis o transformaciones económicas, como creían las interpretaciones
economicistas y mecanicistas, las posibilidades de transformación radical de la
sociedad que estos movimientos económicos parecían brindar se encontraban
limitadas por la existencia de todo un entramado ideológico que afirmaba el
orden existente, más allá de los cimbronazos en la “base”. La “relativa
autonomía” de los fenómenos ideológico-culturales respecto a los vaivenes de
la economía, que ya había sido analizada por Marx, es abordada por Gramsci
en profundidad para entender cuáles son los mecanismos que determinan el “atraso”
de la dimensión política respecto a la economía, y especificar por qué los dos
momentos no se corresponden de manera directa sino que tienen una articulación
compleja. En esta indagación, justamente adquiere relevancia el análisis no
sólo del papel de la ideología en las sociedades modernas, sino de las formas
específicas que adopta.
A. Las
reflexiones sobre el estado antes de la cárcel
1. El Estado como lugar de constitución de la clase dominante
Tempranamente Gramsci concibe al Estado no como mero “instrumento”
de la clase dominante, que lo toma y usa como tal, sino como el lugar donde la
clase dominante se unifica y constituye para materializar su dominación no
solamente mediante la fuerza, sino por una complejidad de mecanismos que garantizan
el consentimiento de las clases subalternas.
“Las leyes de la historia estaban dictadas por la clase propietaria organizada en el Estado. El Estado fue siempre el protagonista de la historia, porque en sus organismos se concentra la potencia de la clase propietaria; en el estado la clase propietaria se disciplina y se unifica, por sobre las disidencias y los choques de la competencia, para mantener intacta la condición de privilegio en la faz suprema de la competencia misma: la lucha de clases por el poder, por la preeminencia en la dirección y ordenamiento de la sociedad” (2)
Gramsci advierte que, dado que la clase burguesa se divide
en una infinidad de capas con intereses eventualmente contradictorios, signadas
por la competencia que impone el capitalismo, necesita de un Estado unificador
que recomponga jurídica y políticamente su propia unidad. El Estado, lejos de
poder ser manipulado a voluntad por la clase dominante como una maquinaria
exterior a ella, juega un papel central en su unificación-constitución (3). Los
rasgos de una concepción más “estructural” del Estado están presentes en este
escrito, en el que más adelante dice:
“Las instituciones del estado capitalista están organizadas para los fines de la libre competencia: no basta cambiar el personal para orientar en otro sentido su actividad”.
De ahí que la cuestión central no esté sólo en identificar
la pertenencia de clase del personal del Estado, ni puedan cifrarse esperanzas
en su remoción para cambiar el carácter capitalista del mismo. Para Gramsci se
trata, entonces, de la destrucción del aparato de Estado y de las relaciones
sociales que le dan sustento.
[...] un sistema de principios que afirmen como fin del estado su propio fin, [...] su propio desaparecer, o sea, la reabsorción de la sociedad política en la sociedad civil.
[...] los hechos más importantes de la historia francesa desde 1870 hasta nuestros días no se han debido a iniciativas de organismos políticos derivados del sufragio universal sino a iniciativas de organismos privados [...] o de grandes funcionarios desconocidos por la gente del país, etc. Pero ¿qué significa esto sino que por “Estado” debe entenderse no sólo el aparato gubernamental sino también el aparato “privado” de hegemonía o sociedad civil? (4)
2. La Construcción de un Estado de “nuevo tipo“
El triunfo de la Revolución de Octubre y el ascenso de las
luchas revolucionarias y populares en Europa, con posterioridad a la 1ª Guerra
Mundial, hicieron pensar a los dirigentes de la III Internacional en el
derrumbe del capitalismo, y que se sucederían las revoluciones que afianzarían
el poder de la clase obrera internacional. La estrategia de Lenin para el
naciente estado socialista se basaba en esta convicción.
En este contexto, las reflexiones de Gramsci acerca del
Estado aparecen ligadas a la necesidad de crear las premisas para la
construcción de un estado de nuevo tipo, con instituciones esencialmente
distintas a las burguesas, que arraiguen en la clase obrera a la manera de los
“soviets”, pero con la particularidad italiana.
Gramsci está convencido de que sólo la destrucción del viejo
Estado burgués puede hacer nacer el nuevo Estado proletario, cuyas
características, por naturaleza incompatibles con las del precedente, se
definen así:
“el Estado proletario no es la seudodemocracia burguesa, forma hipócrita de la dominación oligárquica financiera, sino la democracia proletaria que emancipará a las masas trabajadoras; no el parlamentarismo sino el autogobierno de las masas a través de su propio sistema de representación (…) La forma concreta del Estado es el poder de los Consejos y de las organizaciones del mismo tipo” (6)
Por eso, en “La conquista del Estado” Gramsci dirá
que
“el estado socialista no puede encarnarse en las instituciones del estado capitalista, sino que es una creación fundamentalmente nueva con respecto a éstas y con respecto a la historia del proletariado”. De ahí que “la fórmula «conquista del Estado» debe ser entendida en este sentido creación de un nuevo tipo de estado, originado en la experiencia asociativa de la clase proletaria, y sustitución por éste del estado democrático-parlamentario” (7)
El germen del nuevo Estado se encuentra, en Italia, en la experiencia
de los Consejos de fábrica apuntalados por la revista L’Ordine Nuovo, de
la que Gramsci forma parte. Así, en “Sindicatos y Consejos” dirá que,
a diferencia de los sindicatos, donde florecen las tendencias burocráticas funcionales
al mantenimiento del sistema capitalista:
“el Consejo de fábrica es el modelo del estado proletario. Todos los problemas que son inherentes a la organización del estado proletario, son inherentes a la organización del Consejo”. (8)
El Estado socialista deberá resultar, entonces, de la articulación
de los diversos Consejos de fábrica en un Consejo Ejecutivo Central, al cual
deberán sumarse los Consejos de Campesinos. Y esta tarea debe ser efectuada
desde el presente, desde la realidad concreta en la que se actúa. Porque:
“el Estado socialista existe ya potencialmente en las instituciones de la vida social características de la clase obrera explotada. Relacionar esos institutos entre ellos, coordinarlos y subordinarlos en una jerarquía de competencias y de poderes, concentrarlos intensamente, aún respetando las necesarias autonomías y articulaciones, significa crear ya desde ahora una verdadera y propia democracia obrera en contraposición eficiente y activa con el Estado burgués, preparada ya desde ahora para sustituir al Estado burgués en todas sus funciones esenciales de gestión y de dominio del patrimonio nacional”. (9)
Es importante destacar como esta idea de crear “ya desde
ahora” una democracia obrera, de disputar en el seno mismo del orden burgués
la dirección de la sociedad, construyendo instituciones más aptas para el
desarrollo pleno de las fuerzas productivas, es retomado después, en la cárcel,
en la idea de que la clase obrera debe conquistar la hegemonía aún antes de la
toma del poder.
Por otra parte, la idea de encontrar y desarrollar en el
propio seno de la sociedad burguesa las instituciones que reemplazarán el orden
estatal dominante, refuerza la visión anti-instrumental del Estado y pone de
manifiesto la complejidad de relaciones que se expresan en todo fenómeno
estatal, y los límites materiales para la construcción de un nuevo orden.
En tal sentido, y siguiendo los conceptos fundamentales de “La
ideología alemana”, Gramsci sostiene que
“La historia es un continuo hacerse, por consiguiente es esencialmente imprevisible. Pero esto no significa que «todo» sea imprevisible en el hacerse de la historia, que la historia sea el campo del arbitrio y del capricho irresponsable. La historia es al mismo tiempo libertad y necesidad. Las instituciones, en cuyo desarrollo y actividad se encarna la historia, nacieron y perduran porque tienen un deber y una misión para realizar. Surgieron y se desarrollaron determinadas condiciones objetivas de producción de los bienes materiales y de conciencia espiritual de los hombres”. (10)
B. El análisis
del Estado en los Cuadernos de la Cárcel
1. Una nueva realidad
Gramsci, como Marx, Engels y Lenin, aborda la cuestión del
Estado partiendo de dos premisas fundamentales: su carácter de clase y la
necesidad de su destrucción/extinción, pero desde una perspectiva histórica
que ilumina otros aspectos que no fueron destacados anteriormente por los
clásicos.
En “El Estado y la revolución” Lenin dice que
“…en 1852 Marx no plantea todavía el problema concreto de CON QUE se sustituirá la máquina del Estado que ha de ser destruida. La experiencia no había suministrado todavía materiales para esta cuestión, que la historia puso al orden del día más tarde, en 1871″. (11)
Del mismo modo, la experiencia histórica del fracaso de la
revolución en Occidente y el ascenso al poder del fascismo, pusieron a Gramsci
ante la evidencia de elementos que no habían sido aprehendidos con
anterioridad y cuya comprensión se le aparecía imprescindible para encarar una
transformación revolucionaria. Así, decía que
“es necesario llamar violentamente la atención sobre el presente si lo queremos transformar. Pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad” (12)
Conocer la realidad presente para transformarla supone
conocer, además, sus orígenes lejanos, su génesis. Con esta perspectiva abordó
Gramsci el estudio del Estado italiano, desde su unificación hasta el régimen
fascista. En esta indagación, produce una relación de conservación/superación
con las aportaciones teóricas de los clásicos. Como señalaCoutinho (13),
Gramsci produce una “concretización” con respecto a los conceptos generales
sobre el Estado formulados por los clásicos marxistas. Se eleva de la idea de
que todo Estado es un Estado de clase, a la determinación de las formas que adquiere
el carácter clasista en las sociedades capitalistas de Occidente del Siglo XX.
Este paso de una formulación abstracta a otra concreta no es un movimiento tan
sólo gnoseológico que profundiza el conocimiento, sino que se trata de un
movimiento histórico-ontológico, ya que es al explicar la propia realidad que
se realiza tal paso.
Gramsci tiene ante sí una experiencia históricamente nueva y
sobre ella reflexiona a partir de los elementos de la teoría marxista y del
leninismo, produciendo nuevas aportaciones teóricas que permiten, además de
comprender la realidad -y por ello mismo- actuar sobre ella creadoramente para
transformarla.
En este proceso, Buci-Glucksmann y Macciocchi coinciden
en destacar que Gramsci retiene del leninismo tres componentes estratégicos:
una teoría de la revolución como creación de un Estado nuevo partiendo de las
masas, que ejerce la dictadura en vinculación con su poder hegemónico; una
teoría del imperialismo, como etapa superior del capitalismo, que crea
otras condiciones nacionales/ internacionales; y una teoría del partido como
fuerza dirigente (vanguardia) de la revolución (14).
2. La ampliación del concepto de estado
El fracaso de la revolución en Occidente hace reflexionar a
Gramsci sobre las causas profundas de la derrota y sobre la estrategia
revolucionaria encaminada a la destrucción de un poder capitalista enormemente
fuerte, resistente al colapso económico y a los períodos de crisis, que lograba
recuperarse y alcanzaba una estabilización consensual (15).
La confianza y el optimismo de los fundadores del
materialismo histórico y de sus sucesores en la inminencia del “derrumbe”
capitalista, dieron paso a una reflexión más aguda e intensa sobre las nuevas
condiciones en que se desarrollaría la lucha del proletariado para construir el
socialismo.
La cuestión del Estado aparece, entonces, ligada a la
necesidad de desentrañar la forma concreta que adquiere la supremacía burguesa,
pero no con un afán teórico-cognoscitivo abstracto, sino
como requisito para implementar una lucha exitosa, una praxis
política verdadera y eficazmente revolucionaria, en un contexto en el cual el
desarrollo capitalista de las fuerzas productivas está acompañado por un
desarrollo complejo de las superestructuras, que deviene en la conformación de
un sólido “bloque histórico”, que torna más compleja la lucha revolucionaria.
Precisamente las transformaciones operadas en el
capitalismo occidental, y la consecuente reformulación de la
relación sociedad/ Estado, llevan a Gramsci a realizar una serie de
reflexiones que constituyen búsquedas incesantes por encontrar las raíces de
aquellas transformaciones, su sentido último, y la definición de una
estrategia revolucionaria acertada. En esa búsqueda aparecen cambios,
oscilaciones y no pocas contradicciones (16), que pueden
ser atribuidos tanto a las condiciones en que fueron producidas las
notas -bajo la censura del carcelero fascista-, como al hecho mismo de que el
proceso de reflexión de Gramsci fue dado a conocer “en bruto”, sin que el autor
haya podido seleccionar y ordenar su producción en el sentido en que hubiera
deseado su publicación. No obstante, aún en la forma en que son conocidas
proveen un riquísimo material teórico para el análisis de la dominación en las
sociedades contemporáneas.
En las “Notas de Maquiavelo” Gramsci, utilizando
el lenguaje de la estrategia militar y produciendo un cambio en la concepción
marxista clásica sobre la sociedad civil, advierte que en los estados más
avanzados ésta
“se ha convertido en una superestructura muy compleja y resistente a las «irrupciones catastróficas» del elemento económico inmediato (crisis, depresiones, etc.); las superestructuras de la sociedad civil son como el sistema de trincheras de la guerra moderna” (17)
En esta nota Gramsci modifica el concepto de sociedad civil
concebido como el lugar de las relaciones económicas. La ubicación de la
sociedad civil (18) en el plano de las superestructuras constituye una singularidad
de su pensamiento, encaminada a elucidar otras cuestiones que el presente le
plantea. Gramsci formula estas reflexiones frente a las concepciones
economicistas que esperaban tranquilamente que las contradicciones de la
estructura desenvocaran en la revolución, ya que serían “entendidas” en forma
inmediata por las masas, en un proceso unidireccional y directo.
Por otra parte, también se planteó Gramsci, como ya lo
hiciera tempranamente, la necesidad de salir al cruce de la concepción del
Estado como simple instrumento en manos de una clase dotada de voluntad
preconstituida, concepción ligada a toda una tradición maximalista del
movimiento obrero italiano, “que hablaba siempre de la lucha de clases” -como
él decía- sin proceder a un análisis concreto de las relaciones de fuerzas que
se dan en el Estado, que simplificaba la cuestión del Estado en enunciados
generales, sin profundizar en su real dimensión y significado en la realidad
italiana concreta, ovnubilada por el rasgo represivo de los “aparatos de
dominación” como elemento excluyente y simplificado de la complejidad
conceptual y fáctica del Estado.
Frente a la concepción “instrumentalista” del Estado,
Gramsci, profundizando su perspectiva pre-carcelaria, opone una relación no
mecanicista entre estado y clase, dando lugar a la “concepción ampliada” del
Estado. Profundizando su concepción del Estado como lugar de constitución de
la clase dominante, Gramsci dirá que:
“La unidad histórica de las clases dirigentes se da en el Estado y su historia es esencialmente la historia de los Estados y de los grupos de Estados. Pero no se debe creer que esa unidad sea puramente jurídica y política, aun cuando esa forma de unidad también tiene su importancia y no solamente formal: la unidad histórica fundamental, por su concreción, es el resultado de las relaciones orgánicas entre Estado y sociedad política y «sociedad civil» (19)
Así, analiza que la supremacía de la burguesía en el
capitalismo desarrollado no se debe únicamente a la existencia de un aparato de
coerción (Estado en sentido restringido), sino que logra mantener su poder
mediante una compleja red de instituciones y organismos que en el seno de la
sociedad civil que, además de organizar/expresar su propia unidad como clase,
organizan el consenso de las clases subalternas, para la reproducción del
sistema de dominación. La existencia del sufragio universal, de partidos de
masas, de sindicatos obreros, de variadas instituciones intermedias, además de
la escuela y la iglesia, formas todas en que se expresa la complejidad de la
sociedad civil capitalista de Occidente, hablan del denso entramado de
relaciones sociales que el desarrollo de las fuerzas productivas ha permitido
construir. La supremacía, entonces, es algo más que la mera disposición de
los aparatos represivos del Estado, y se expresa en formas que exceden los
límites del Estado en sentido restringido, para abarcar al conjunto de la
sociedad civil.
En esta concepción está presente su percepción
anti-instrumentalista, en la medida en que la noción de Estado, como lugar de
constitución de la clase dominante, y por tanto intrínseca a ella, excluye cualquier
noción de “exterioridad” y pre-constitución de la clase, así como de
subordinación mecánica del aparato estatal. Para las visiones
instrumentalistas, en cambio, el Estado aparece como un conjunto de aparatos
que se encuentran por encima y al margen de la sociedad, que son utilizados
por la clase dominante a su antojo, para asegurar su predominio. La coerción
vehiculizada por estos aparatos, en este caso, es concebida como lo único que
garantiza tal supremacía, que de otro modo estaría cuestionada por la realidad
estructural de las contradicciones clasistas.
3. Las diferencias entre Oriente y Occidente
Gramsci desarrolla, especialmente en la cárcel, su
concepción ampliada del Estado a partir de la constatación que realiza -y otra
vez coincide con Lenin y lo profundiza- de las diferencias que se advierten
entre las sociedades de Oriente y de Occidente, con formaciones
económico-sociales muy distintas, lo que necesariamente debía redundar en
estrategias de lucha distintas.
Ya en 1924, en una carta que Gramsci envía desde Viena a sus
compañeros del Partido, sostiene que
“(…) en la Europa central y occidental el desarrollo del capitalismo no sólo ha determinado la formación de amplios estratos proletarios, sino también, y por lo mismo, la aristocracia obrera, con sus anexos de burocracia sindical y de grupos socialdemócratas. La determinación, que en Rusia era directa y lanzaba a las masas a la calle, al asalto revolucionario, en Europa central y occidental se complica con todas estas sobreestructuras políticas creadas por el superior desarrollo del capitalismo, hace más lenta y más prudente la acción de las masas y exige, por tanto, al partido revolucionario toda una estrategia y una táctica mucho más complicada y de más respiro que las que necesitaron los bolcheviques en el período comprendido entre marzo y noviembre de 1917 (20)
En agosto de 1926, poco antes de caer preso, en su informe
al CC del PCI, Gramsci decía:
“La observación de que la clase dominante posee en los países de capitalismo avanzado reservas políticas y organizativas que no poseía en Rusia, por ejemplo. Ello significa que aún las crisis económicas gravísimas no tienen repercusiones inmediatas en el campo político. La política está siempre en retardo, y en gran retardo respecto de la economía. El aparato estatal es mucho más resistente de lo que a menudo suele creerse y logra organizar, en los momentos de crisis, fuerzas fieles al régimen, y más de lo que podría hacer suponer la profundidad de la crisis”. (21)
Esta idea de la existencia de una diferencia estructural
entre las formaciones económico-sociales del Oriente y del Occidente
constituirá uno de los ejes en torno a los cuales girarán las notas de la
cárcel. Porque si al terminar la Primera Guerra Mundial Rusia e Italia parecían
encontrarse ante similares perspectivas revolucionarias, la derrota italiana
lleva a Gramsci a reflexionar sobre las causas que la determinaron. En esta
indagación encuentra una perspectiva para el análisis en las diferencias que
se evidencian entre ambos tipos de sociedades y en el rol del aparato estatal
en cada una de ellas.
“En Oriente, el Estadoera todo, la sociedad civil era primitiva y gelatinosa; en Occidente, entre Estado y sociedad civil existía una justa relación y bajo el temblor del Estado se evidenciaba una robusta estructura de la sociedad civil. El Estado sólo era una trinchera avanzada, detrás de la cual existía una robusta cadena de fortalezas y casamatas” (22)
4. La sociedad civil en la estrategia de occidente
Teniendo en cuenta las diferencias estructurales entre
Oriente y Occidente, Gramsci advierte que, para derrumbar al Estado capitalista
en Occidente, es preciso elaborar una estrategia distinta a la que se
utilizara en la Rusia zarista: la guerra de posiciones. Para hacer este
análisis compara los conceptos de guerra de maniobra y guerra de posiciones en
el arte militar, y los conceptos correspondientes al arte político. En primer
lugar, Gramsci advierte que
“la verdad es que no se puede escoger la forma de guerra que se desea, a menos de tener súbitamente una superioridad abrumadora sobre el enemigo”. (23)
La elección de la estrategia depende, entonces, de las condiciones
económicas, sociales y culturales de cada país. En Oriente, en tanto que las
masas populares estaban “distanciadas” social e ideológicamente de las clases
dominantes, con la “toma” del aparato de coerción se logró desarticular más o
menos rápidamente el sistema de dominación, que se basaba principalmente en la
represión y no en el consenso. De ahí que la aplicación de la estrategia de la
guerra de movimiento haya resultado exitosa frente a una sociedad civil en
donde la clase dominante no “arraigaba” su poder, y por ende la resistencia al
cambio revolucionario era mucho menor. La distancia entre las masas de
campesinos y obreros y las clases dominantes de la Rusia Zarista, se
patentizaba en la ausencia o extrema debilidad de las instituciones que
mediaran entre la sociedad civil y el Estado.
En Occidente, en cambio, las relaciones de poder no se
expresan únicamente en el momento de la coerción, sino que comprenden un enorme
tejido de pautas culturales, ideológicas y políticas, que al plasmar en
diversos niveles organizativos aseguran la permanencia del orden social
burgués, como un verdadero sistema de defensa. Ante esta situación, la
estrategia de la guerra de posiciones supone un gran despliegue organizativo y
de hombres, de largo aliento, con el fin de desarticular las “trincheras”
enemigas (sociedad civil), que son las que protegen a sus escuadrones de
vanguardia (sociedad política). Por ello, Gramsci resalta que
“se trata, por consiguiente, de estudiar en «profundidad» cuáles son los elementos de la sociedad civil que corresponden a los sistemas de defensa en la guerra de posición” (24)
Es decir, se trata de desentrañar los elementos que en el
seno de la sociedad civil operan como “cemento” de las relaciones sociales
vigentes, a partir de las prácticas cotidianas de las clases fundamentales.
5. Dirección y coerción: una relación compleja
Porque si se pretende comprender el funcionamiento real del
Estado y lograr sus transformación, el Estado como concepto teórico abstracto
debe concretizarse en una formación económico-social determinada. Aquí aparece
la cuestión de lo nacional en la elaboración de la estrategia
revolucionaria. Por eso, Gramsci estudia al Estado italiano desde su
conformación como unidad, destacando su naturaleza de clase. Pero no se queda
en esta definición teórico-global, sino que avanza en la comprensión de su
configuración histórica y sus características concretas.
Siguiendo a los clásicos, dice que el Estado es en esencia
coerción, dictadura, dominación: reafirma los elementos aportados por el
desarrollo de la teoría marxista hasta ese momento y da un paso más en la
comprensión de la cuestión al introducir el elemento del consenso, de la
dirección, de la hegemonía, que completa la forma de supremacía de las clases
dominantes en los capitalismos desarrollados.
“La supremacía de un grupo social se manifiesta de dos modos, como «dominio» y como «dirección intelectual y moral»” (25) dirá Gramsci en su análisis carcelario sobre elRisorgimiento italiano, estableciendo un “criterio metodológico” para el estudio de la hegemonía de la clase dominante.
La supremacía de una clase aparece como un momento sintético
que unifica la hegemonía y la dominación, el consenso y la coerción, la
dirección y la dictadura en el Estado. Ahora bien, estos dos momentos, estas
dos funciones, existen en cualquier forma de Estado, pero el hecho de que prime
uno u otro depende tanto de las características estructurales de cada
sociedad, como de la correlación de fuerzas entre las clases sociales fundamentales,
que se expresa en los niveles económico, político, ideológico y militar.
Ya dijimos antes que la percepción del aspecto represivo del
Estado como el principal de la dominación de clase corresponde, en gran
medida, a la naturaleza real de los Estados a los que se enfrentaron Marx,
Engels y Lenin (26). Gramsci, en cambio, reflexiona en una época
y en un ámbito geográfico en los cuales se generalizó una mayor complejidad del
fenómeno estatal, entendido como concepto global de dominación. El observa la
intensificación de los procesos de socialización de la participación política
voluntaria, a través de sindicatos, partidos políticos, parlamentos, que se
convierten en “aparatos privados de hegemonía”, relativamente autónomos tanto
del mundo económico como de los aparatos represivos (27).
Y es precisamente mediante la sociedad civil que las clases
dominantes logran consolidar su poder, como lugar donde se difunde su “visión
del mundo”. Esto no quiere decir que Gramsci diluya la especificidad e importancia
del aparato represivo del Estado, como se le ha criticado por la ambigüedad de
algunos de sus pasajes. Lo que sucede es que se detiene a analizar la forma en
que la fuerza se combina con el consenso ideológico para integrar a las masas
en el Estado. El Estado -en sentido restringido- se constituye en la
«trinchera avanzada» de un sistema único, mientras que la hegemonía, en las
sociedades desarrolladas, tiende a asegurase fundamentalmente en la sociedad
civil (28).
Ahora bien, esas funciones de “coerción” y “consenso”
diferenciadas teóricamente como características de los ámbitos de la sociedad
política y de la sociedad civil, aunque no pierden su especificidad, en la
práctica se interrelacionan, advirtiéndose, por ejemplo, que elementos de la
sociedad política, como el derecho, operan como factores de consenso que se
reproducen en la sociedad civil. Porque si bien las leyes tienen como función
coaccionar al cumplimiento de lo que no se obtiene por el consentimiento,
también imponen ciertos modos de comportamiento como “valores” de la sociedad.
De este modo, el derecho cumple una función integrativo/educadora, además de
la eminentemente represiva.
“El derecho no expresa toda la sociedad (para la cual los violadores del derecho serían seres antisociales por naturaleza o disminuidos psíquicos), sino la clase dirigente, que «impone» a toda la sociedad las normas de conducta que están más ligadas a su razón de ser y a su desarrollo. La función máxima del derecho es la de presuponer que todos los ciudadanos deben aceptar libremente el conformismo por él señalado, en cuanto todos pueden transformarse en elementos de la clase dirigente. (…) Este carácter educativo, creador, formativo del derecho, no fue suficientemente puesto de relieve por ciertas corrientes intelectuales” (29)
En esta nota Gramsci advierte la función de conformidad que
tiene el derecho burgués en la medida en que instituye ciudadanos formalmente
libres e iguales, institución que oculta, por su efecto “fetichizador”, las
diferencias profundas que obstaculizan que las clases subordinadas se
conviertan, bajo el capitalismo, en clase dirigente.
Por otra parte, en la sociedad civil también se desarrollan
funciones subalternas de dominación. Esto se verifica, por ejemplo, en el
nivel del control de los medios de producción ideológica. Como señalaba Marx en
“La ideología Alemana”, al dominar el aparato productivo la clase dominante
ejerce, por ese mismo hecho, un cuasi-monopolio sobre los organismos privados
de difusión. La libertad informativa se reduce a la libertad de empresa
informativa, con lo que se ejerce coacción respecto al tipo de mensajes
ideológicos que se difunden y los que son expulsados del sistema de circulación
de ideas, o directamente no llegan a conformarse. Sobre este punto de la
dominación ideológica volveremos más adelante.
Pero cabría todavía agregar otro elemento. En la perspectiva
teórica de Gramsci es posible la presencia del elemento eminentemente
coercitivo, aún en el seno de la sociedad civil. La existencia de grupos
paramilitares o parapoliciales, que tuvieron expresión en la Italia fascista,
pero que también pueden ser identificados en sociedades latinoamericanas como
Colombia o Brasil -por dar solo dos ejemplos-, aún bajo gobiernos formalmente
democráticos, habla de la complejidad del fenómeno descrito por Gramsci.
Notas
1. Perry Anderson (1977)
2. Gramsci, “La conquista del Estado”, en L’Ordine
Nuovo del 12/6/19, en ESCRITOS POLITICOS (1917-1933), p.93
3.
Conf.Cristhine Buci-Glucksmann (1975), p.171. Es interesante destacar
como esta concepción anti-instrumental del Estado es posteriormente
desarrollada por Poulantzas en varios de sus trabajos
4. Gramsci, ob.cit., p.95
6. L’Ordine Nuovo, 24/8/19, citado por Macciochi (1974),
p.158
7. L’Ordine Nuovo, 12/719, en ESCRITOS POLITICOS, p.95
8. L’Ordine Nuovo, 12/5/20, en ESCRITOS POLITICOS, p.113
9. “Democracia obrera”, en L’Ordine Nuovo, 21/6/19, en
ANTOLOGIA, p.59 y ESCRITOS POLITICOS, P.89
10. “La conquista del Estado”, L’Ordine Nuovo, en
ESCRITOS POLITICOS, p.94
11. Lenin, EL ESTADO Y LA REVOLUCIÓN, p.42
12. “Pasado y Presente”, citado por Buci-Glucksman
(1975), p.39
13.
Coutinho (1986)
14.
Buci-Glucksman (1975), p.157, y Macciocchi (1973), p.79
15. Conf.
Perry Anderson (1982), p.110/111
16. Perry Anderson, en su interesante trabajo LAS ANTINOMIAS
DE GRAMSCI (1977), señala que en los cuadernos de la cárcel aparecen tres
posiciones oscilantes respecto al Estado: *está en una “relación equilibrada”
con la sociedad civil, *es únicamente una “superficie exterior” de la sociedad
civil, *es la “estructura masiva” que can¬cela la autonomía de la sociedad
civil. De ahí que el Estado esté en contraste, la abarque o sea idéntico a la
sociedad civil, derivando de estas oscilaciones diferentes respuestas políticas
provocadas por la coyuntura.
17. Ob.cit., p.94
18. Sobre el concepto de sociedad civil en Gramsci puede
verse el trabajo de Norberto Bobbio “Gramsci y la concepción de la sociedad
civil” (1985)
19. En “Apuntes sobre la historia de las clases
subalternas”, en EL RISORGIMENTO, p.249
20. Carta a Togliatti, Terracini y otros del 9/2/24, en
ANTOLOGIA, p.146
21. Texto preliminar de un informe presentado en la reunión
del CD del PCI del 2-3 de agosto de 1926, ESCRITOS POLITICOS, P.286
22. NOTAS SOBRE MAQUIAVELO, p.95/96
23. NOTAS SOBRE MAQUIAVELO, p.93
24. NOTAS SOBRE MAQUIAVELO, p.94
25. “El problema de la dirección política en la formación y
el desarrollo de la nación y del Estado moderno en Italia”, en “ANTOLOGIA”,
p.486
26. Esto plantea la discusión en torno a la “historicidad”
de la producción teórica. Al respecto, Chantal Mouffe (1985) hace la
advertencia correcta de que “hay que distinguir entre lo que cambió en la
teoría marxista del estado y lo que cambió en la realidad misma del estado. En
este sentido es necesario atribuirle una cierta autonomía a la teoría ya que al
querer presentar su evolución como simple expresión de un cambio a nivel
histórico fácilmente acabaríamos justificando el economicismo como expresión
teórica adecuada de un período en el cual existía una separación real entre
economía y política debido a que nos privamos de la manera de criticar los
errores a nivel de la teoría”. No obstante, es preciso conjurar el peligro
contrario de sostener la validez de una lógica autónoma de las teorías, más
allá de todo contexto histórico-material de producción. Porque justamente las
críticas respecto a la validez explicativa de una teoría suelen fundarse en su
confrontación con la realidad de la que pretendieron dar cuenta.(p.140.)
27. Coutinho (1986), p.111/112.
28. Ob.cit., p.52, y Portantiero (1985), p.283
29. Ob.cit., p.52, y Portantiero (1985), p.283.