
1. Otro reduccionismo
Examiné en un trabajo anterior otro reduccionismo, distinto
del económico, al que ha sido propensa la literatura marxista y tan pernicioso
como aquél para la elaboración de una teoría de la política. Tal reduccionismo
trasciende el análisis de la determinación misma de las estructuras o de los
comportamientos para afectar el modo en que son interpretadas las prácticas
sociales, esto es, por referencia a una racionalidad única que les daría
sentido. (1) Sus huellas vienen de lejos: si es verdad, como afirma
Mondolfo,(2) que el problema del conocimiento fue el centro de las
preocupaciones filosóficas de Marx, no
lo es menos que su epistemología estuvo indisolublemente ligada a su fe
en la razón y, por último, a su utopía
social.(3) Conforme a ésta, el comunismo sería el encargado de consumar, a la
vez, el ideal iluminista de la autonomía absoluta del sujeto y el ideal
romántico dela armonía integral del desarrollo humano, la unión del humanismo y
del naturalismo en un mundo de la libertad que resultaría plenamente racional y
donde la opacidad, la división y el desorden de la vida colectiva habrían sido
definitivamente superados. Esta idea-fuerza de la transparencia posible de lo
real (en que resuena la visión renacentista del hombre como microcosmos) me
parece decisiva porque no se trataba para Marx de una invención sino del
relevamiento de una tendencia histórica concreta cuyas condiciones ya habían
comenzado a darse. Por eso, desde la IIIª Tesis sobre Feuerbach en adelante, la
conciencia de clase proletaria va a ser conceptualizada no sólo como
cuestionamiento radical del orden burgués sino como una síntesis en curso entre
la teoría y la práctica, entre doxa y
episteme, entre la ciencia y la vida
cotidiana. Claro que una ciencia impregnada de historia -el wissenschaft hegeliano, como
desciframiento del movimiento social producido por el pueblo mismo-; y una vida
cotidiana que, desde el siglo XVII, se habría ido alejando cada vez más de la
cultura folk para volverse escenario de una lucha sin cuartel contra las
incumplidas promesas racionales del capitalismo. lo es menos que su epistemología estuvo indisolublemente ligada a su fe
Lo que no se duda es que la primera pueda conseguir
interpretar enteramente a la segunda y que ésta se halle potencialmente en
condiciones de hacerse cargo de tal interpretación. "La razón ha existido
siempre, sólo que no siempre en forma razonable", le dice Marx a Ruge;
pero ahora, por fin, la razón no tendrá que valerse de astucias y será posible
"clarificar la conciencia del mundo" y "explicarle el sentido de
sus propios actos". Sujeto universal y autodidacta por excelencia, la
misión emancipadora del proletariado podrá requerir animadores pero no guías
externos; y las trabas al desarrollo de su conciencia revolucionaria serán
atribuidas básicamente a error o a ignorancia, es decir, a fallas de la razón.
Asumida apriorísticamente, esta reducción racionalista de la
dialéctica de la historia -tan anclada, por último, en la visión del progreso
que dominó la cultura europea del siglo XIX· se transformará después en el otro
reduccionismo a que aludo. Por cierto, el "marxismo automático" de la
Segunda Internacional lo prueba abundantemente. Pero este otro reduccionismo es
también la premisa del voluntarismo radical que inaugura el ¿Qué hacer? de
Lenin: que el partido de vanguardia sea aqui el encargado de introducir la
conciencia revolucionaria en un proletariado que no puede acceder a ella por sí
mismo, no quiere decir que éste no vaya finalmente a recibirla en el modo de la
transparencia, como identidad homogénea capaz de atravesar cualquier mediación
organizativa. Más aún, el único discurso racional adquiere de esta manera un
portador consagrado y una expresión canónica -junto con la garantía última del
no elitismo que le extienden las leyes de la historia-. ¿Y no subyace acaso
este mismo reduccionismo en el difícil intento de Lukács por compatibilizar a
Rosa Luxemburg y a Lenin en 'Historia y conciencia de clase', pese al soplo
romántico y anticientificista que recorre sus páginas? Porque sí en los
primeros ensayos la conciencia de clase se funda precisa y diáfanamente en esa
identidad sujeto-objeto de la historia que, después, el mismo Lukács
considerarla "una construcción puramente metafisica", en el capítulo
final la separación entre el partido y las masas es presentada "sólo como
un aspecto del proceso de desarrollo -homogéneo pero dialéctico - del conjunto
de la clase y de su conciencia."