Renato Ortiz
No es mi intención en este breve artículo elaborar una
interpretación amplia y exhaustiva de la obra de Antonio Gramsci. Varios
autores ya la han realizado; creo entonces que mi contribución dentro de este
contexto sería de poca utilidad. Mi punto de partida es otro, y surge a partir
de una interrogante: ¿qué es lo que, actualmente, un científico social puede
aprender de su obra? Se trata, por lo tanto, de una mirada unilateral e
interesada, que deja por fuera un análisis cuidadoso de los conceptos para
privilegiar la relación del autor con el campo de las Ciencias Sociales.
¿Era
Gramsci un sociólogo?, ¿acaso un politólogo? Considero que este tipo de preguntas
formula una serie de falsos problemas, ya que las preocupaciones del teórico italiano,
en tanto marxista y militante, traspasaron las fronteras disciplinarias y,
además, tuvieron como referencia directa la praxis política. Con todo, la
indagación que orienta este ensayo tiene una razón de ser: siempre tuve una
fascinación por sus escritos. Al final de los años setenta estudié
sistemáticamente los Cuadernos de la cárcel, lo que me estimuló a escribir
algunos estudios publicados en mi libro ‘A
consciência fragmentada’ (1980).