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Juan Vicente Gómez y Cipriano Castro |
La
revolución liberal restauradora también pasó por Tinaquillo
Especial para Gramscimanía |
La leve frontera entre el moribundo siglo 19 y
el siglo 20, problemático y febril, está signada por el advenimiento de los
andinos al poder. En la borrascosa madrugada del 23 de mayo de 1899, desde su
destierro, en algún lugar de la frontera colombiana, Cipriano Castro se lanzó
con apenas sesenta incondicionales (entre los cuales venía su compadre, el
taciturno Juan Vicente Gómez) a la conquista de un país convulsionado por las
guerras intestinas, la corrupción y la miseria. Cruzaron sigilosamente el río
Táchira y el 22 de octubre (después de 153 días de marcha, decenas de combates,
3.500 muertos y más de 1.000 kilómetros recorridos) fue proclamado Jefe del
Estado, en la Casa Amarilla de Caracas, iluminada y entusiasta como nunca lo
había estado desde los lejanos días del Ilustre Americano. Así, lo que el mismo
Castro denominaba la Revolución Liberal Restauradora, en armas contra el
gobierno de Ignacio Andrade, lo instaura en el poder, en donde permanecerá durante los siguientes
nueve años, cuando su socio y compadre, el nunca bien ponderado “bagre” lo
reemplazará en el mando, tal y como lo refleja Mariano Picón Salas en su obra Odisea
de tierra firme (1931):