
Primera
estación / Conociendo a un irreverente maestro de la lengua
Especial para Gramscimanía
|
El profesor Burgos, con su facundia intelectual y su
aplomada y proverbial sencillez, saltándose el programa oficial, seducía a sus
alumnos con la lectura de autores ignorados (¿o, tal vez, censurados?) por el
Ministerio de Educación, como Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Alfonsina
Storni, Walt Whitman, Sylvia Plath, Ernesto Cardenal, Cintio Vitier, Guillermo Cabrera Infante,
Adolfo Bioy Casares, Oliverio Girondo, Victoria Ocampo, Silvina Bulrich, Ida
Gramcko, José Antonio Ramos Sucre, Enriqueta Arvelo Larriva, Alberto Arvelo
Torrealba, Cruz Salmerón Acosta, Miguel Ramón Utrera, Alí Lameda, Adriano
González León, José Pepe Barroeta,
Víctor el chino Valera Mora, José Vicente Abreu, Ramón Palomares… cuyas
obras eran literalmente devoradas por nuestra inquieta cofradía de expectantes
discípulos, aquella banda de ávidos adolescentes, en la cual destacaban, entre otros
compañeros: Roger Capella, Claudio Romano, José Botello Wilson, Carlos Rojas
Malpica, quienes compartíamos regocijados los textos de aquellos autores, al
lado, por supuesto, de las obras de los clásicos: Homero, Horacio, Sófocles,
Virgilio, Garcilaso de la Vega, Jorge Manrique, Miguel de Cervantes, Rubén
Darío, Pablo Neruda, César Vallejo, Vicente Huidobro, Rómulo Gallegos, Miguel
Otero Silva, Arturo Úslar Pietri … todos ellos profundamente amados por el
poeta Burgos y siempre presentes en su muy abultada y generosa alforja de
alquimista.