
Víctor Flores Olea
Hay una buena mayoría de estadunidenses y personas de otras
partes que apuestan a la no reelección de Barack Obama como residente de la
Casa Blanca. Hasta cierto grado, no por él mismo, sino por el conjunto de
ultraconservadores que lo rodean desde el principio y que han condicionado su
gobierno. Una vez más se prueba que un presidente de la república, en todas
partes, vive prisionero de las fuerzas vivas que lo rodean, y que no es fácil
escapar de ellas. Como si hubiera un destino fraguado de antemano que se
impusiera inexorablemente.
No diría necesariamente que Barack Obama va a tejer los
embustes de George Bush ni se ha definido como un político de graves mentiras y
representante de la extrema derecha en Estados Unidos. Pero sí es obvio que su
programa de gobierno, expresado en sus diferentes discursos preelectorales,
anunciaba un gobierno mucho más liberal del que hemos presenciado. Pero esos
compromisos fueron echados por la borda con una prisa que resultó increíble y
que desilusionó a la mayoría de ilusionados que votaron por él.