
De la Crisis Capitalista como fetiche, sobrevaloración del
momento estructural para la izquierda marxista es fundamental el saber ubicar,
definir y entender un momento de crisis capitalista para que en la praxis
revolucionaria un error teórico no conlleve un retroceso grave en el proceso de
constituirse como clase fundamental y en el de empoderamiento de los de abajo.
Lamentablemente en el desarrollo histórico de la clase
subalterna, la izquierda ha perdido filo al aplicar un marxismo cerrado y
fundamentalista que contrasta con el mundo real donde el análisis de coyuntura
no profundiza en los momentos del bloque histórico, y su fuerza o debilidad, y
se
limita a intentar repetir experiencias pasadas, cánones economicistas y deterministas con la intención (sea buena o mal intencionada) de detonar un proceso revolucionario pero dejando de lado el proceso dialectico, en el que se recuperan las viejas tesis para ser superadas.
limita a intentar repetir experiencias pasadas, cánones economicistas y deterministas con la intención (sea buena o mal intencionada) de detonar un proceso revolucionario pero dejando de lado el proceso dialectico, en el que se recuperan las viejas tesis para ser superadas.
La crisis capitalista actual es un hecho que no pretendemos
negar, pero su alcance y profundidad es algo que debemos tener bien entendido
para la lucha, pues en ello nos va el caminar hacia adelante en el proyecto
socialista del siglo XXI, o perder una oportunidad para el desarrollo
hegemónico de los de abajo, es así que representa una tarea ineludible.
Para nosotros que como agrupación político-estudiantil hemos
encontrado en Antonio Gramsci el arsenal teórico que puede penetrar el duro
caparazón hegemónico de los estados contemporáneos, nos es usual enfrentarnos
con grupos que portan la bandera de la “crisis del capitalismo” entendida esta
como un fetiche, para Marx un fetiche es un objeto (en realidad una relación
social) al que se le atribuyen poderes y cualidades que en realidad no tienen.
Bajo esta perspectiva anuncian que el capitalismo camina en muletas y que sólo
hace falta ponerle el pie para derrumbarlo. Esta interpretación, parte de una
sobrevaloración del elemento económico (la crisis) como única condición para que
el proletariado haga la transición de clase en sí a clase para sí; esta premisa
desde luego se produce para evitar profundizar el análisis completo de la
estructura socio-económica y la superestructura político-ideológica.
Para sostener y argumentar este análisis incompleto estos
grupos se remiten a las convulsiones que a nivel mundial se presencian
actualmente: De la caída de Mubarak a los edificios en llamas en Atenas recitan
sus carteles para llamar a la insurrección, pensando que la pauperización de
los trabajadores en nuestros respectivos países, mas una dirección
revolucionaria de acero bastarían para reproducir insurrecciones a diestra y
siniestra. Sin embargo, no se detienen a pensar que tras las combativas escenas
de Grecia y Medio Oriente que ven por televisión, existe un componente que no
se ve, pero que es condición sine qua non para que existan: largos y
planificados procesos para fracturar y deconstruir hegemonías al tiempo de ir
construyendo nuevas. Obviamente, para esto han sido mucho más aptos los
partidos musulmanes que las organizaciones de izquierda que han luchado a su
lado; y los resultados saltan a la vista sobre todo en el caso de Egipto, donde
a pesar del heroísmo de la vanguardia proletaria y las fuerzas socialistas, son
finalmente los hermanos musulmanes, quienes, nos guste o no, se han sentado con
la cúpula militar para frenar el proceso insurreccional y decidir el destino de
Egipto ¿cómo lo consiguieron? Décadas de trabajo a nivel de los aparatos
privados de hegemonía. Evidentemente, no sólo controlan mezquitas sino
instituciones educativas, culturales, medios de comunicación, etc. Vemos así
que la insurrección no es el inicio, sino la coronación de un proceso de
disputa hegemónica ¿entenderemos las izquierdas laicas y socialistas la
lección?
Al plantear un análisis de relaciones de fuerza como el
anteriormente descrito, los fetichistas de la insurrección nos acusarían de ser
“Los bomberos del capitalismo” pues no miramos en estos acontecimientos
los síntomas del “inminente” fin del sistema. Argumentamos en contra que
alentar sobre los viejos esquemas y esperar de manera determinista que el
factor económico sea el pilar que derribe todos los otros para detonar procesos
revolucionarios, no es solamente un error teórico, puesto que a pesar de
presentarse con diferentes dinámicas, la debacle del sistema económico en el
capitalismo es parte del ciclo de sanación artificial de un sistema infértil
que subsiste sintéticamente, sino también una responsabilidad ética, pues
implica evadir mediante “atajos” y salidas fáciles un proceso de más largo
aliento que implicaría un táctica de Guerra de Posiciones y una Guerra Popular
Prolongada donde damos la batalla hegemónica por copar las instituciones, tanto
políticas como civiles del momento superestructural, lo cual resulta más
complicado y laborioso que llamar a la insurrección ante cualquier declive del
sistema.
El problema ahora se encuentra en entender la relación entre
los dos momentos del bloque histórico (estructura y superestructura) para
comprender mejor, delimitar y aprovechar una crisis en el capitalismo.
De la relación dialéctica y orgánica entre estructura y
superestructura El concepto de bloque histórico es caracterizado por Gramsci
por dos momentos fundamentales:
El momento Estructural, que comprende la base
socio-económica donde se gesta, en los métodos de producción, las
contradicciones de clase y un segundo momento, la Superestructura, que sin
estar subordinada al primero es su producto reflejo que, sin embargo, se
relaciona de manera dinámica y, por tanto, para su estudio es imposible
separarlos pues su relación se determina dialéctica y orgánicamente.
Gramsci subraya lo imprescindible de tomar en cuenta estos
dos momentos para el análisis del bloque histórico, de manera que argumentar
una crisis estructural aisladamente de su expresión superestructural es
depreciar el terreno donde se crean las condiciones subjetivas que radicalizan,
no sólo en el terreno material, las contradicciones. Es entonces, según
Gramsci, imprescindible moverse en dos ámbitos para en análisis del bloque
histórico:
1- Ninguna sociedad se propone
tareas para cuya solución no existan ya las condiciones necesarias y
suficientes o no estén, al menos, en vías de aparición y desarrollo;
2- Ninguna sociedad desaparece y
puede ser sustituida si antes no desarrolló todas las formas de vida que están
implícitas en sus relaciones.[1]
Entender entonces este vínculo y saber aprovecharlo nos
ayuda a evitar errores en la categorización de la crisis, al respecto Antonio
Gramsci explica:
El error en que se cae frecuentemente en el análisis histórico-político consiste en no saber encontrar la relación justa entre lo orgánico y lo ocasional. Se llega así a exponer como inmediatamente activas, causas que operan en cambio de una manera mediata, o por el contrario a afirmar que las causas inmediatas son las únicas eficientes. En un caso se tiene un exceso de “economicismo” o de doctrinarismo pedante; en el otro, un exceso de “ideologismo”; en un caso se sobreestiman las causas mecánicas, en el otro se exalta el elemento voluntarista e individual.[2]
Otro error en que se puede incurrir al abordar estos dos
momentos es principalmente el de concebirlos y analizarlos independientemente
dando primacía a uno u otro. Hugues Portelli anota en su estudio sobre Gramsci
y el bloque histórico que este último concepto (bloque histórico) tiene como
objeto precisamente evitar este error; citando a Gramsci:
El análisis de estas afirmaciones, creo, lleva a reforzar la concepción de bloque histórico, en cuanto las fuerzas materiales son el contenido y las ideologías la forma, siendo esta distinción de contenido y de forma puramente dialéctica, puesto que las fuerzas materiales no serían concebibles históricamente sin forma y las ideologías serían caprichos individuales sin la fuerza material.[3]
De lo cual Portelli explica:
El carácter dialéctico y orgánico de la relación entre la
estructura y la superestructura del bloque histórico tiene dos consecuencias:
-
la naturaleza orgánica de esta relación permite delimitar un bloque histórico
concreto;
-
la subvaloración de este carácter orgánico acarrea graves errores
políticos”.[4]
Haciendo entonces verdadero uso de estas herramientas
teóricas podemos desarrollar una estrategia revolucionaria que nos permita
conocer mejor al enemigo, la correlación de fuerzas y actuar en consecuencia.
¿Cómo aprovechar la
crisis como izquierda socialista?
En el contexto de la crisis global del capitalismo en la
estructura socio-económica debemos preguntarnos ¿cómo aprovecharla en las
respectivas coyunturas continentales y nacionales? Para el caso de México
vislumbramos un punto decisivo en el proceso electoral a celebrarse en julio
del presente año, pues en él se decide el futuro y las condiciones no solo
nacionales durante los próximos seis años, sino también el de las condiciones
de lucha para la izquierda socialista en México.
La articulación de los gobiernos antiimperialistas en
América Latina inmersos en el proceso bolivariano que tan dignamente encabeza y
promueve la República Bolivariana de Venezuela, le ha permitido a las naciones
que buscan conformar la Patria Grande el sobrellevar sin grandes dificultades
la crisis del sistema capitalista, es por ello que vemos la necesidad de que
México deje de estar agachado hacia el norte y se incorpore con la cabeza en
alto mire a los hermanos del sur y rompa con la dependencia económica, política
y cultural con EE. UU.
Es importante, no convertir las ansias de completar el sueño
socialista en la impaciencia de lanzarse a la batalla sin antes haber
construido las mejores condiciones de lucha posibles, trascender de un esquema
apolítico del blanco y negro donde todos los políticos (en esta coyuntura los
candidatos) son iguales, es ignorar los matices que nos brindan el verdadero y
completo análisis. Esto significa poder discutir si a los trabajadores y demás
clases populares, y a todos los que ya están luchando contra el imperialismo y
el Estado mexicano, nos conviene o no que una elite política de izquierda (AMLO)
que, es cierto, dista mucho aun de lo que nosotros como socialistas
quisiéramos, fusionada con una capitalista partidaria del Estado de
bienestar,[5] desplace a la neoliberal que actualmente gobierna el país. En el
marco del capitalismo ningún gobierno, por más democrático que sea, nos va a
regalar el socialismo, siempre opondrá una mayor o menor resistencia. La
pregunta es: ¿si bajo las condiciones de un gobierno así, los trabajadores y
todos los que luchamos por instaurar el socialismo tendríamos un escenario
peor, igual o mejor para seguir peleando?
¿Nos consideramos tan ineptos, como izquierda marxista, que
no creemos poder combatir el capitalismo en condiciones donde las masas
populares no estuvieran pauperizadas económicamente al extremo, donde la
descomposición social y violencia disminuyeran?
Así, en México nos urge un escenario donde se puedan tomar
calles, fábricas y carreteras, sin que esto cueste tantos desaparecidos, largas
sentencias o la muerte. Donde el derecho de reunión, asociación y expresión no
siga suprimido por los cárteles y el ejército, como ocurre en casi todo el
golfo, todo el norte, noroeste, sur, sureste y occidente del país; y en zonas
de la periferia del Valle de México. Un contexto donde la violencia sea la
menor posible.
Pero el escenario favorable para la lucha de los de abajo
que traería un régimen igualmente capitalista, pero en su versión pro mercado
interno y Estado de bienestar, no se reduce a menos miseria y más seguridad:
Como los intereses de la burguesía local no son simétricos, pero sí muchas
veces opuestos a los de las transnacionales foráneas, dicho gobierno
necesitaría una relativa independencia política del imperialismo. Esto no
significa que vayamos a romper de tajo con la situación de dependencia estructural
respecto a este, pero este “pequeño” detalle significa para los socialistas
mucho, pues tal gobierno necesitaría preservar la independencia política
nacional (hoy en peligro por una intervención militar directa). Hay una gran
diferencia entre luchar por el socialismo con los marines en territorio
nacional o sin ellos.
Los campesinos pauperizados, trabajadores, subempleados y
desempleados (así como los estudiantes que pronto estaremos en alguna de las
anteriores condiciones) necesitamos un contexto más favorable para construir
nuestra hegemonía, pues sólo cuando una clase ya es dirigente y expresa la
voluntad nacional popular, hegemonizando, así, a las demás clases subalternas,
y dispuesta a dar una Guerra Popular Prolongada. Entonces, y sólo entonces, estaremos
en perspectiva del asalto revolucionario. Por eso, la presente coyuntura es tan
importante para los socialistas.
Nos sumamos a esta estrategia e invitamos a sumarse a la
izquierda nacional, nosotros los socialistas estamos con AMLO no sólo para ayudar
a llevar el proyecto alternativo de nación a los pinos, sino para que una vez
ahí lo empujemos más a la izquierda y generar las bases para la verdadera
independencia de México fundamento inaplazable para la Revolución Socialista.
Notas
[1]
Citado de C. Marx, prefacio a la Contribución a la Crítica a la Economía
Política, en: Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo, sobre Política y sobre
el Estado Moderno, Ed. Lautaro, Buenos Aires, 1962, p. 67.
[2] A. Gramsci, Notas sobre Maquiavelo, sobre
Política y sobre el Estado Moderno, Ed. Lautaro, Buenos Aires, 1962, p. 68.
[3] A. Gramsci, El Materialismo Histórico y la
filosofía de Benedetto Croce, Ed. Lautaro, Buenos Aires, 1961, p. 57.
[4] Hugues Portelli, Gramsci y el Bloque
histórico, Ed. Siglo Veintiuno, México, 1987, pp. 59-60.
[5] ¿Qué es el PRD, sino una alianza que devino
en fusión del reformismo y una élite partidaria de un capitalismo administrado
por un Estado de bienestar? (Los chuchos y Cárdenas, respectivamente, por
ejemplo). Aunque hay que reconocer que dentro de la alianza se sostuvieron
núcleos con una clara política popular y hasta socialista, pero que nunca
pudieron orientar en ese sentido al resto del partido. Dentro del obradorismo
sucede algo similar (aunque no idéntico). Por eso seríamos muy ingenuos, siendo
marxistas, si nos trazáramos el objetivo de que AMLO enarbole principios y
estrategias socialistas; necesitamos que llegue a la presidencia para tener
condiciones menos represivas y continuar con la lucha de clases, pero con menos
muertos, desaparecidos y encarcelados. Y porque su proyecto económico
(sustitución de importaciones, mercado interno) y político (nacionalista) nos
daría un marco favorable a las fuerzas populares, para ir más allá, para
construir un poderoso movimiento antiimperialista en el país.