
La primera vez que leí La enfermedad infantil del
izquierdismo yo era un adolescente. Por ello, hace unos días decidí
releerlo. Tal vez no lo entendí en su momento, tal vez me haga replantearme mis
posiciones, pensaba. Y vistas las citas que los revisionistas suelen esgrimir y
descontextualizar, había acabado por pensar que, probablemente, nada más
terminarlo me convertiría en una especie de “walking dead” e iría, sin poder
evitarlo, a afiliarme a CC OO, justificando de paso el vergonzoso pacto de
gobierno de IU con el PSOE en Andalucía. Pero, sorprendentemente, no ha sido
así.
Lenin escribió este interesante panfleto en 1920. En 1969,
un tal Danny Cohn-Bendit (que, por lo visto, se divirtió mucho en la
universidad) le respondió escribiendo un engendro titulado El
izquierdismo, remedio a la enfermedad senildel leninismo. El tiempo
dejaría a cada cual en su lugar: Cohn-Bendit es actualmente europarlamentario e
hizo campaña por el “Sí” a la Constitución Europea, es decir, por el “sí” a la
enfermedad (para todas las edades) del capitalismo.
Con todo, usaré la ocurrente expresión de este traidor,
porque la enfermedad senil del revisionismo resulta “extrañamente” selectiva a
la hora de citar a Lenin. “Casualmente”, sólo se citan aquellos pasajes pasados
que sirven para justificar las traiciones presentes. Se cita la página 44 de
este libro, donde Lenin habla de la necesidad de participar en los sindicatos
reaccionarios. También se cita la página 52, donde Lenin insta a sus
partidarios a participar en los parlamentos burgueses, o la 90, en la que Lenin
llama a los comunistas británicos a apoyar a los socialdemócratas ingleses de
la II Internacional (los laboristas). Y, naturalmente, como me dijo uno de la
UJCE, se considera que quienes no intentamos amoldar nuestra realidad política
a estas citas descontextualizadas no somos “verdaderos leninistas”. ¡Qué drama!
“Curiosamente” no se cita ni se intenta amoldar la realidad
a la página 12, en la que Lenin habla de “combinar las acciones legales e
ilegales”, de eliminar a los reformistas como “agentes burgueses” en el
interior del movimiento obrero y de negar “las ilusiones pacifistas”. Tampoco
se cita ni se intenta amoldar la realidad a la página 20, en la que Lenin
defiende la táctica aplicada en 1905 por los revolucionarios rusos: el boicot a
las elecciones parlamentarias burguesas. ¡Otra casualidad!
No vemos que citen ni intenten amoldar la realidad a la
página 43, donde Lenin habla de la necesidad de una “lucha implacable” para
expulsar de los partidos y sindicatos a los líderes oportunistas. Ni la página
52, en la que Lenin habla de que los bolcheviques no debían “rebajarse” al
nivel de conciencia de las masas, sino decirles “la amarga verdad”. Ni la
página 58, en la que Lenin dice explícitamente que la abstención electoral “no
siempre es un error”, pues “hay condiciones para el boicot”. Ni la página 62,
en la que Lenin pide una crítica “intransigente y violenta” contra los jefes de
la izquierda que no usen el parlamento de una manera revolucionaria, es decir,
con la intención de denunciar al propio parlamento y destruirlo, exigiendo
además la expulsión y sustitución de esos jefes. Ni la página 73, en la que
vuelve a hablar de establecer una lucha implacable contra la dirección
oportunista de los partidos obreros.
Por otro lado, ya que las páginas 44, 52 y 90 les resultan a
los revisionistas tan importantes, podrían explicarme por qué carece en cambio
de importancia la página 96, en la que Lenin propone la “transformación de la
huelga en insurrección armada” y habla de los soviets como “sepultureros del
parlamentarismo burgués”. Tampoco parecen considerar importante la página 97,
en la que Lenin explica cómo la III Internacional venció a la II, aunque ésta
última fuera en principio mucho más grande; o la página 106, en la que Lenin
explica por qué los comunistas ingleses deben apoyar la independencia de
Irlanda contra el imperialismo británico; o la página 109, en la que Lenin dice
que el hecho de que los periódicos burgueses criticaran al bolchevismo
benefició al bolchevismo; o la 123, en la que llega a dar la razón a Bordiga en
la idea de que hay que expulsar de los partidos de izquierda a todos los
“social-traidores” reformistas.
Por supuesto, está más allá de toda esperanza que ese
compañero de la UJCE, que me requisó el carné de “leninista” (hecho que, como
podrá imaginarse, me produjo una honda preocupación), lea también, aparte de la
cita descontextualizada de sus manuales formativos, los pasajes completos en
los que Lenin expone claramente qué es aquello que rechaza: no los sindicatos
alternativos, inexistentes en ese momento, sino los “consejos” o “uniones
obreras” que proponía crear la izquierda germano holandesa (pág. 40), las
“nuevas formas organizativas inventadas por ellos” (pág. 44). O aquellos
pasajes en los que Lenin explica a qué se refiere con “sindicatos
reaccionarios”: apoliticismo, estrechez corporativa, espíritu rutinario… (pág.
41). Es decir, no pretendo que el compañero asimile que Lenin no hablaba de
fenómenos como los liberados sindicales o la firma del “pensionazo, por el
sencillo motivo de que no llegó a conocerlos. Que habría que ver si CC OO sería
para Lenin un “sindicato reaccionario” (no por lo reaccionario, cosa en la que
no habría duda, sino por lo de “sindicato”), o sería más bien un auténtico
aparato del Estado burgués.
Tampoco puedo esperar que el compañero comprenda que Lenin
habla de participar en esos sindicatos porque en esos momentos eran “las
organizaciones en las que están las masas” (pág. 45), dando la cifra de nada
menos que 7 millones de afiliados en la Inglaterra de 1920, mientras que hoy
día las masas no están en CC OO, sino que odian a CC OO y la tasa de afiliación
es muy baja.
Tengo otros amigos, en este caso en el PCPE o Izquierda
Anticapitalista, a los que no estoy seguro de poder explicarles que, en efecto,
Lenin dice que hay que participar en el parlamento burgués (pág. 53), pero que
presentando candidaturas que obtienen 20 mil votos no se lleva a ningún
candidato al parlamento burgués, a no ser que vivas en un país de un millón de
habitantes…
Pero La enfermedad infantil no es el único libro
de Lenin. A todos mis amigos, y en particular a los revisionistas, tan fieles a
las páginas 44, 52 y 90 de un solo libro de Lenin, “casualmente” se les olvida
citar el artículo “Informe sobre la revolución de 1905”, en el que Lenin decía
que el desarrollo de la revolución “conduce inevitablemente hacia la lucha
armada”. O el artículo “Ejército revolucionario y gobierno revolucionario”
(julio de 1905), donde Lenin dice “el ejército revolucionario se necesita
porque los grandes problemas de la historia se revuelven únicamente por la
fuerza”.
Insisten obsesivamente en no radicalizar sus consignas para
no “asustar” a la gente y ganar militantes, pero al hacerlo olvidan, también
“casualmente”, el artículo “Una gran iniciativa” (junio de 1919), en el que
Lenin dice: “La movilización de los comunistas para la guerra ha venido a
ayudarnos: los cobardes y los miserables han huido del partido. ¡Mejor que
mejor!”.
Condenan la violencia y adoran los paseítos (también
llamados manifestaciones) folklóricos, olvidándose “casualmente” del artículo
“Los asustados por el fracaso de lo viejo”, publicado por Lenin en Pravda en
diciembre del 17 y el que el líder ruso se burlaba con sorna de los que “se
asustan de que la lucha de clases llegue a una exacerbación extrema y se transforme
en guerra civil, la única guerra legítima, la única justa, la única sagrada, no
en el sentido clerical de la palabra, sino en el sentido humano de guerra
sagrada de los oprimidos contra los opresores”, añadiendo la célebre cita de
Marx en la que el barbudo nos enseñó aquello de que “la violencia es siempre la
comadrona de la vieja sociedad”.
En fin, es mejor acabar porque todo esto no vale para nada.
Lo único que sirve es la creación de razonamientos y lemas nuevos partiendo de
nuestro contexto, y sería dogmático seguir desempolvando (y sesgando) citas de
Lenin para demostrar otra cosa que no fuera la incoherencia de quienes creen
ponerse a salvo desempolvando (y sesgando) citas de Lenin. El caso es que me
siento incapaz de cuatro cosas:
1. De conseguir que esta gente no sesgue citas, picoteando
aquí o allá según sus intereses dogmáticos o -en el caso de los revisionistas-
para justificar las traiciones políticas o sindicales más viles.
2. De conseguir que esta gente comprenda que el marco
contextual debe descodificarse junto al mensaje; que éste sólo puede analizarse
analizando también dicho marco; que pensar que Lenin diría lo mismo hace un
siglo que ahora es considerarlo un auténtico idiota.
3. De conseguir que esta gente comprenda que, incluso en su
contexto, Lenin, por aquello de no ser un dios, era falible y por tanto podía
equivocarse.
4. Y de ser tan ingenuo como quienes piensen que tras las
comillas de los “casualmente” de este artículo no se oculta la certeza de que
esto no es un combate ideológico, sino un combate contra quienes tratan de
pillar silloncitos y garantizar el sustento de enormes aparatos de liberados y
chorizos que trabajan bien en los sindicatos amarillos, bien en las
diputaciones.