
El carácter cíclico de las crisis en el capitalismo, la gran
crisis del 29 fueron temas principales en el desarrollo teórico de los
marxistas de segunda generación. Gramsci como tantos otros marxistas de la
época reflexionó acerca del carácter de las crisis. A simple vista Gramsci nos
da una definición de crisis que es muy simple y general, pero desde el punto de
vista metodológico, resulta muy operativa:
“Si la clase dominante ha perdido el consenso, entonces no es más “dirigente”, sino únicamente dominante, detentadora de la pura fuerza coercitiva, lo que significa que las clases dominantes se han separado de las ideologías tradicionales, no creen más en lo que creían antes. La crisis consiste justamente en que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer, y en este terreno se verifican los fenómenos morbosos más diversos” (Pasado y Presente, p. 56).
Pero lejos de simplicidades proponemos adentrarnos un poco
más en el significado de “la crisis” y para ello conviene que examinemos
aquellos textos de los Cuadernos en los que más directa y
explícitamente Gramsci analiza tal situación crítica y problemática.
Empecemos con el párrafo La crisis. En él Gramsci fija
algunos elementos fundamentales de una teoría de la “crisis orgánica”.
Primer elemento de la teoría de la crisis orgánica. Con el
concepto de “crisis” Gramsci identifica una fase histórica compleja, de larga
duración y de carácter mundial, y no uno o más acontecimientos que sean las
manifestaciones particulares de ella. El concepto de crisis define, en efecto,
aquello que habitualmente se denomina “período de transición”, es decir un
proceso crucial en el cual se manifiestan las contradicciones entre la
racionalidad histórico-política dominante y el surgimiento de nuevos sujetos
históricos portadores de inéditos comportamientos colectivos.
“Se trata de un proceso -escribe Gramsci- que tiene muchas manifestaciones y en el cual las causas y los efectos se complican y se superponen. [...] Se puede decir que la crisis como tal no tiene una fecha de comienzo sino sólo de algunas manifestaciones más clamorosas que suelen identificarse con la crisis, errónea y tendenciosamente. [...] Toda la postguerra es crisis, con intentos de obviarla que algunas veces tienen éxito en este u otro país, nada más. Para algunos, y tal vez no erróneamente, la guerra misma es una manifestación de la crisis, incluso la primera manifestación de la crisis. En efecto, la guerra fue la respuesta política y organizativa de los responsables” (Cuadernos, 1755-56)
En primer término debe notarse que la “gran guerra”, o sea
la primera guerra mundial, dadas sus dimensiones, manifiesta el carácter
mundial de la crisis misma, y con ello Gramsci corrobora su crítica a “aquellos
que en el americanismo quieren encontrar el origen y la causa de la
crisis” (Cuadernos, 1755). El carácter mundial de la crisis es destacado
por Gramsci en aquél paso en que se puede escapar de ella; ilusión que deriva
del hecho que “no se comprende que el mundo es una unidad, se quiera o no
se quiera, y que todos los países permaneciendo en ciertas condiciones
estructurales pasarán por alguna “crisis”. (Cuadernos, 1757). En qué
sentido la guerra haya sido la primera manifestación de la crisis y la primera
respuesta política y organizativa a ella, lo examinaremos más adelante.
El segundo elemento de la teoría de la crisis orgánica consiste
en la identificación de ella como proceso que involucra al conjunto de la vida
social, razón por la cual no puede ser reducida a sus aspectos particulares:
crisis financiera, crisis de autoridad, crisis comercial, crisis productiva,
etc. “Es difícil en los hechos separar la crisis económica de las crisis
políticas, ideológicas etc., si bien ello pueda hacerse científicamente, es
decir, mediante un trabajo de abstracción”. (Cuadernos, 1756)
Es con el concepto de crisis orgánica que Gramsci
define una crisis histórica global. Él contrapone el concepto de crisis
orgánica al concepto de crisis coyuntural. Una crisis coyuntural “no es de
amplia dimensión histórica [...] y se presenta como ocasional, inmediata,
casi accidental” (Cuadernos, 1759) y está determinada por factores “variables
y en desarrollo”. (Cuadernos, 1077). Una crisis de carácter orgánico, en
cambio, “afecta a los grandes agrupamientos más allá de las personas
inmediatamente responsables y más allá del personal dirigente” (Cuadernos,
1759); en este caso “se verifica una crisis, que a menudo se prolonga por
décadas. Esta duración excepcional significa que en la estructura se han
revelado (han madurado) contradicciones insanables, aunque las fuerzas
políticas que actúan en orden a la conservación y defensa de la misma
estructura se esfuerzan por sanar en ciertos límites y superar”. (Cuadernos,
1789-80).
Las crisis (coyunturales u orgánicas) se manifiestan en el terreno del mercado determinado; ahora bien, como hemos visto, Gramsci entiende por mercado determinado, “determinada relación de fuerzas sociales en una determinada estructura del aparato de producción, relación garantizada o sea hecha permanente, por una determinada superestructura política, moral jurídica”. (Cuadernos, 1977)
Las crisis (coyunturales u orgánicas) se manifiestan en el terreno del mercado determinado; ahora bien, como hemos visto, Gramsci entiende por mercado determinado, “determinada relación de fuerzas sociales en una determinada estructura del aparato de producción, relación garantizada o sea hecha permanente, por una determinada superestructura política, moral jurídica”. (Cuadernos, 1977)
“Pero ¿qué es el mercado determinado y por qué cosa está determinado? Está determinado por la estructura fundamental de la sociedad en referencia, y entonces será preciso analizar esta estructura e identificar en ella aquellos elementos (relativamente) constantes que determinan el mercado, etc., y aquellos otros “variables y en desarrollo” que determinan las crisis coyunturales, hasta que también los elementos (relativamente) constantes sean modificados produciéndose la crisis orgánica”. (Cuadernos, 1077)
Escribiendo específicamente sobre la “gran crisis”, Gramsci
señala que
“cada vez más la vida económica se ha venido concentrando en torno a una serie de grandes producciones masivas, y éstas son las que están en crisis: controlar esta crisis es imposible precisamente por su amplitud y profundidad, que han llegado a tener tales dimensiones que la cantidad se convierte en cualidad, o sea hay crisis orgánica y no sólo coyuntural”. (Cuadernos, 1077-78)
Cuando Gramsci subraya el carácter orgánico de la crisis, toma
distancia respecto a la asociación que se hace comúnmente entre el concepto de
crisis histórica global y las situaciones de estancación o depresión
económica.
“Otra cuestión vinculada con la anterior -escribe- es la de ver si las crisis históricas fundamentales estén determinadas inmediatamente por las crisis económicas. [...] Se puede excluir que, por sí mismas, las crisis económicas inmediatas produzcan acontecimientos fundamentales.” (Cuadernos, 1586-87)
A estas consideraciones hace seguir el ejemplo de la
gran crisis de 1789 en Francia: ella se desarrollaba en un período en el que
“la situación económica era más bien buena inmediatamente, por lo cual no se puede decir que la catástrofe del Estado absoluto se haya debido a una crisis de empobrecimiento. [...] La ruptura del equilibrio de fuerzas no sucede por causas mecánicas inmediatas de empobrecimiento del grupo social que tenía interés en romper el equilibrio y que de hecho lo rompe (la clase burguesa), sino que sucede en el contexto de conflictos superiores al mundo económico inmediato, conectados al “prestigio” de clase (intereses económicos futuros), a una exasperación del sentimiento de independencia, de autonomía y de poder. La cuestión particular del malestar o del bienestar económico como causa de nuevas realidades históricas es un aspecto parcial de la cuestión de las relaciones de fuerzas en sus diferentes grados”. (Cuadernos, 1587-88)
La crisis orgánica no es, pues, ni una crisis puramente
económica ni una crisis específicamente política: ella consiste precisamente en
la contradicción entre las relaciones económicas existentes y las relaciones
políticas emergentes, entre economía y política, entre “condiciones” e
“iniciativas”, entre estructura y superestructura.
En estrecha relación con este segundo elemento, se presenta
el tercer elemento de la teoría de la crisis orgánica:
“Una de las contradicciones fundamentales es ésta: que mientras la vida económica tiene como premisa necesaria el internacionalismo, o mejor, el cosmopolitismo, la vida estatal se ha desarrollado siempre más en el sentido del “nacionalismo”, “de la autosuficiencia”, etc. Uno de los rasgos más vistosos de la “actual crisis” es nada más que la exasperación del elemento nacionalista (estatal nacionalista) en la economía: racionamientos, clearing, restricciones al comercio de divisas, comercio balanceado entre dos países, etc.” (Cuadernos, 1756)
La crisis se presenta en el período en que el capitalismo
había formado un mercado de dimensiones mundiales, y por tanto se había creado
la posibilidad de que los grupos económicos dominantes en las naciones
particulares, obtuvieran ganancias sustrayéndolas a otras naciones
capitalistas; en estas condiciones el mercado económico internacional se
constituye como el lugar de competencia entre grupos económicos dominantes
nacionales. Siendo el mercado una “determinada relación de fuerzas
sociales en una determinada estructura del aparato de producción”, la
conformación del mercado mundial significa: a) que las fuerzas sociales
comienzan a actuar a escala mundial, en una estructura del aparato de
producción que presenta una interdependencia creciente entre las particulares
estructuras productivas nacionales; b) que las fuerzas sociales que
enfrentándose entre sí constituyen las relaciones de fuerza se torna mucho más
complicado por la sustancial multiplicación de los contenedores.
En estas condiciones, los grupos económicos dominantes,
respectivamente unificados en los diferentes Estados nacionales, se defienden
unos de los otros a través de políticas económicas nacionalistas,
proteccionistas
“Me parece -escribe Gramsci- que haciendo un análisis [de la crisis] se debería comenzar enumerando los impedimentos puestos por las políticas nacionales (o nacionalistas) a la circulación: 1) de las mercancías; 2) de los capitales; 3) de los hombres (trabajadores y fundadores de nuevas industrias y nuevas empresas comerciales) [...]. La premisa mayor en esta caso es el nacionalismo, que no consiste tanto en la intención de producir en el propio territorio todo lo que se consume (que significaría que todas las fuerzas son orientadas previéndose un estado de guerra), y que se expresa en el proteccionismo tradicional, sino en el tentativo de establecer las principales corrientes comerciales con determinados países, o porque son aliados (y por tanto se los quiere sostener y formar de una manera más apta para una situación de guerra) o porque se los quiere destruir ya desde antes de la guerra militar (y este nuevo tipo de política económica es el de los “racionamientos”, que parte del absurdo de que entre dos países deba haber un balance de intercambios pareja, y no que cada país pueda balancear en paridad sólo comerciando con todos los países indistintamente)” (Cuadernos, 1715-16).
Este nacionalismo de la vida estatal era, pues, resultado
directo del internacionalismo de la vida económica (internacionalismo
contradictorio y parcial, en cuanto expresión de la ampliación del radio de
acción de los grupos económicos que se unifican solamente a nivel nacional). He
aquí porqué la primera guerra mundial fue la “primera respuesta de los responsables”
de la crisis. Y la segunda guerra mundial mostrará después la insuficiencia de
esas respuestas a esta crisis.
La contradicción entre el cosmopolitismo de la vida
económica y el nacionalismo de la vida estatal está, pues, en el origen de la
guerra, en cuanto las relaciones de fuerza a nivel internacional (entre las
clases dominantes unificadas en los Estados nacionales particulares) no
encontraban un lugar de confrontación política, es decir un lugar de mediación
y de recomposición, como pudiera haber sido una institución estatal
supranacional. A falta de una dialéctica política de las relaciones de fuerza
internacionales, es el momento militar (de las relaciones de fuerza) el que se
impone. En este sentido la guerra constituyó un sustituto de un Estado multinacional,
o sea un complejo de actividades prácticas y teóricas militares (que
definen la guerra, el Estado como guerra) en lugar de aquel conjunto de
actividades prácticas y teóricas políticas
- que faltan a nivel internacional “que definen el Estado.
En este sentido debe entenderse la concepción de la guerra como continuación de
la política con otros medios. (“Continuación” en cuanto agudización de los
conflictos políticos internos de cada Estado” las guerras civiles – , pero
también como ampliación del campo de la lucha” las guerras entre Estados, las
guerras mundiales -, como internacionalización del conflicto).
En este sentido debe reexaminarse la explicación leninista
de la guerra, que Gramsci asume en parte en el párrafo Sobre el origen de
la guerra (Cuadernos, 1631), según la cual la guerra es la lucha
interimperislista por el dominio de los mercados coloniales, “para la
subdivisión y nueva repartición de las colonias”. (Lenin, Obras Escogidas,Ediciones
Progreso, Moscú, pág. 168). La “gran guerra” fue más bien lucha por la
reestructuración de los mercados en los países industrializados.
El cuarto elemento de la teoría de la crisis orgánica está
implícito en los tres elementos ya expuestos, y consiste en la identificación
del origen de la crisis en un cambio global de las relaciones de fuerza entre
las clases y entre los Estados.
“La crisis” tiene su origen en relaciones técnicas, o sea en
las posiciones de clases correspondientes, o en otros hechos” ¿Legislaciones,
subversiones, etc.? Cierto, parece demostrable que la crisis tiene orígenes
“técnicos”, o sea en las respectivas relaciones de clases, pero en sus inicios,
las primeras manifestaciones o previsiones dieron lugar a conflictos de diferentes
tipos y a intervenciones legislativas que pusieron en evidencia la crisis misma
pero no la determinaron, o sólo le incrementaron algunos factores”.(Cuadernos,
1786). Esta no es la simple reafirmación del criterio teórico-metodológico
general según el cual todos los procesos históricos son producidos por “y
pueden ser explicados como- conflictos entre las clases; ella más bien resumen
un análisis histórico específico de la “gran crisis” y de sus manifestaciones
particulares. En particular, Gramsci proporciona una explicación original de
los fenómenos de inflación y deflación, de la “perturbación del equilibrio
dinámico entre la cuota consumida y la cuota ahorrada del ingreso nacional y el
ritmo de la producción” (Cuadernos, 793) como expresión de cambios en las
relaciones de fuerza entre las clases y entre los Estados.
Sobre los fenómenos “monetarios de la crisis”:
“Cuando en un Estado la moneda cambia (inflación o deflación) se produce una nueva estratificación de clases en el mismo país; pero cuando cambia una moneda internacional (ejemplo la esterlina y, menos, el dólar, etc.) ocurre una nueva jerarquía entre los Estados, lo que es más complejo y lleva a reducciones en el comercio, y a menudo a guerras, es decir, hay un paso “gratuito” de mercaderías y servicios de un país a otro, y no solamente de una clase a otra de la población. La estabilidad de las monedas es una reivindicación, en lo interno, de algunas clases, y en lo externo (para las monedas internacionales en las que se han tomado compromisos) de todos los comerciantes; pero ¿por qué ellas varían? Las razones son muchas, ciertamente: 1. porque el Estado gasta demasiado, o sea no quiere hacer pagar sus gastos a ciertas clases directamente, sino indirectamente a otras y, si le es posible, a países extranjeros; 2. porque no se quiere disminuir un costo “directamente· (ejemplo el salario) sino sólo indirectamente y en un tiempo prolongado, evitando conflictos peligrosos, etc. En todo caso, también los efectos monetarios son debidos a la oposición entre los grupos sociales, que es preciso entender no siempre al interior del mismo país en que sucede sino en relación con un país antagonista” ( Cuadernos, 1758).
Sobre el problema del desequilibrio entre el consumo, el
ahorro y la producción en la “gran crisis”, Gramsci comprende además que, en
sus raíces, más que de un desequilibrio en las relaciones entre salarios y
ganancias se trata del hecho que “ha
ocurrido en la distribución del ingreso nacional a través del comercio y de la
bolsa especialmente, que se ha introducido en la postguerra (o ha aumentado en
comparación con el período precedente) una categoría de exactores que no
representa ninguna función productiva necesaria e indispensable, mientras
absorbe una cuota imponente del ingreso” (Cuadernos, 793). Se trata,
pues, de la formación (o de la ampliación más allá de ciertos límites) de un
grupo social “parasitario”, que implica la estructuración de una composición
demográfica irracional. Surge una crisis cuando crecen las fuerzas del consumo
en comparación con las de la producción; pero no se trata solamente de una
cuestión cuantitativa. La crisis existe cuando “una función intrínsecamente parasitaria se demuestra necesaria dadas
las condiciones existentes: ello hace que tal parasitismo sea aún más grave.
Precisamente cuando un parasitismo es “necesario” el sistema que crea tal
necesidad está condenado en sí mismo” (Cuadernos, 1343).
Estos procesos no dependen naturalmente del desenvolvimiento
de los mecanismos económicos, sino que son el resultado de proyectos políticos
que tienen en su base el problema de las relaciones de fuerza entre las clases: “La tasa de ahorro o de capitalización era
baja porque los capitalistas habían querido mantener toda la herencia de
parasitismo del período precedente, con el fin de que no se debilitase la
fuerza política de su clase y de sus aliados”. (Cuadernos, 1994)
Aún más:
“Que no se quiera (o no se pueda) cambiar las relaciones internas (y tampoco rectificarlas racionalmente) aparece en la política de la deuda pública, que aumenta continuamente el peso de la pasividad “demográfica·, precisamente cuando la parte activa nacional, aumentan los parásitos, el ahorro se restringe y es desinvertido del proceso productivo y desviado hacia el ingreso público, o sea, convertido en la causa de un nuevo parasitismo absoluto y relativo.” (Cuadernos, 1991)
El quinto elemento de la teoría de la crisis orgánica consiste
en la identificación de la ruptura de los automatismos dados y en el
surgimiento de nuevos comportamientos colectivos, los cuales sin embargo no
alcanzan a expandirse hasta el punto de sustituir a los precedentes. Esta es
una “situación de contraste entre “representantes y representados”, [cuyo]
contenido es la crisis de hegemonía de la clase dirigente, que sucede o porque
la clase dirigente ha fallado en alguna gran empresa suya para la cual haya
exigido o impuesto por la fuerza el consenso de las grandes masas (como la
guerra), o porque vastas masas (especialmente de campesinos y de pequeño
burgueses intelectuales) han pasado de golpe de la pasividad política a una
cierta actividad y plantean reivindicaciones que en su conjunto inorgánico
constituyen una revolución. Se habla de “crisis
de autoridad” y ella es precisamente una crisis de hegemonía o una crisis del
Estado en su conjunto”. (Cuadernos, 1603)
Es una crisis del Estado en su conjunto, en el que la clase
dirigente ve puesta en tela de juicio su “autoridad” sea por un fracaso propio
en una empresa política de envergadura, sea por la movilización activa y
consciente de amplias capas sociales antes inactivas (Notas sobre Maquiavelo…,
p. 76-77). Estas crisis de hegemonía son
una lucha entre “dos conformismos”. Los viejos dirigentes intelectuales y morales de la sociedad sienten que se les hunde el terreno bajo los pies, se dan cuenta de que sus “prédicas” se han convertido precisamente en “prédicas”, es decir, en algo ajeno a la realidad, en pura forma sin contenido, en larva sin espíritu; de aquí su desesperación y sus tendencias reaccionarias y conservadoras: la forma particular de civilización, de cultura, de moralidad que ellos han representado, se descompone y por esto proclaman la muerte de toda civilización, de toda cultura, de toda moralidad y piden al Estado que adopte medidas represivas, y se constituyen en un grupo de resistencia apartado del proceso histórico real, aumentando de este modo la duración de la crisis, porque el ocaso de un modo de vivir y de pensar no puede producirse sin crisis” (Notas sobre Maquiavelo…, p. 185-186)
Este es el elemento decisivo de la teoría gramsciana de la
crisis orgánica. El que permite identificar el rol de la crisis económica al
interior de la crisis orgánica: “Se puede
excluir que, por sí mismas, las crisis económicas inmediatas produzcan
acontecimientos fundamentales; solamente pueden crear un terreno más favorable
para la difusión de ciertos modos de pensar, de plantear y de resolver las
cuestiones que implican todo el desarrollo posterior de la vida estatal”.
(Cuadernos, 1587)
Una crisis económica consiste en efecto, en un desequilibrio
en las relaciones de fuerzas del mercado determinado tal que debilita los
automatismos dominantes en los comportamientos colectivos, es decir, tal que
hace surgir comportamientos deteriorados, anómalos (especulaciones,
acaparamientos, atesoramientos, etc.). Estos comportamientos son de naturaleza
regresiva; sin embargo, el debilitamiento de los “automatismos dados” es
aquello que hace posible que nuevos comportamientos colectivos se elaboren y
difundan, es decir, que frente a los nuevos problemas maduren nuevas respuestas
teóricas y prácticas al interior de ciertos grupos y organicen su actividad.
Más en concreto, se trata de procesos de movilización y de
activación política de determinadas clases, las cuales pasan de la pasividad a
la actividad, del consenso pasivo a la autonomía política, de la fase
económico-corporativa a la organización en partidos, y que en fin, se ponen el
objetivo de la “conquista” del Estado con el fin de que los nuevos
comportamientos de los que son portadores se generalicen en toda la sociedad.
La crisis orgánica está, pues, en el hecho de que
determinadas clases no se reconocen más en la vida estatal, se separan de los
grupos dirigentes dados, pero al mismo tiempo todavía no logran imponerse como
nuevas clases hegemónicas. Es el sacudimiento del “bloque histórico”
completo, la crisis que abarca tanto la pérdida de hegemonía como de la
posibilidad de los dominantes de hacer avanzar la economía, afectando a la
estructura y a la hegemonía creada.