
Traducción
del italiano por Omar Montilla

A partir de este hecho, un cúmulo de artículos de prensa,
centrados en sutilezas filológicas, sobre la caducidad de los argumentos, sobre
el hecho de que estos nada agregan a los que hasta entonces se ha conocido y
refutado abundantemente, naturalmente referidos a la historia del “terror estaliniano” (Eugenia habría
sido una ferviente stalinista) y que en definitiva se habría podido pensar en un
complot… contra Togliatti.
Pero nadie ha puesto en duda ni la autenticidad de la carta
ni que la misma respondiera al real sentir de las autoras, e inclusive, del
propio Gramsci. A nosotros nos interesa aquí hablar de la presunta traición, o
por decir lo menos, de las incorrecciones en contra de Gramsci prisionero, de
parte del supuesto autor de tales comportamientos (se puede también pensar de
sospechas y temores excesivos, de los porqué y de los cómo). Nos parece que el
grueso de los escritos aludidos, son en su conjunto fútiles y pobres, porque de
todo se ocupan –salvo las excepciones obvias y fugaces de Antonio Santucci y
Alberto Burgio– de la cuestión central: la relación de Gramsci con Stalin,
sobre el cual, la vulgata de los revisionistas (del marxismo-leninismo, no las de
la historia) ha construido la indigna leyenda del desconocimiento, es más, de la
aversión entre los dos. Todo basado en nada, dado que los pasajes de los ‘Cuadernos
de la cárcel’ que se refieren a Stalin, a Trotsky y al socialismo soviético,
son todos a favor de Stalin.
En un fragmento del 1930–32 (citamos siempre la edición
Gerratana, p. 801 s.), Gramsci critica a Bronstein (Trotsky) che “puede ser considerado el teórico político
del ataque frontal, en un período en el que tal actitud sólo conduce a la
derrota" y coloca la distinción esencial entre guerra de movimientos o
de maniobras y guerra de posición, que es aquella que entonces debía sostener
la Unión Soviética, y en la cual “es
necesaria una concentración inaudita de la hegemonía y por lo tanto una forma
de gobierno más intervencionista, que abiertamente tome la ofensiva contra los
opositores y que se organice permanentemente para hacer imposible la disgregación interna: controles de todo el
poder, políticos, organizativos, etc., reforzamiento de las posiciones
hegemónicas del grupo dominante, etc.”
La distinción entre los dos tipos de “guerra” es
profundizada (p. 865 s.) con la famosa distinción entre la situación del
Oriente, en la cual “el Estado era todo,
la Sociedad Civil era primordial y gelatinosa” y el Occidente, donde “entre el Estado y Sociedad Civil se había
llegado a una relación y en las oscilaciones del Estado se avizoraba una estructura
robusta de la sociedad civil", para rechazar una vez más las teorías
de Trotsky. Muy significativo (p. 1728 s.) es el pasaje referido concretamente
a Stalin (Giuseppe Bessarione) que se basa en una entrevista del mismo, fechada
en septiembre de 1927, para resaltar “cómo
de acuerdo a la filosofía de la praxis (es decir, el marxismo-leninismo: Nota
del autor), está en la formulación de su
fundador, pero especialmente en el señalamiento de su más grande teórico actual
(por lo tanto, se podría deducir que
es Stalin a quien se refriere el escrito: Nota del autor), la situación internacional deba ser considerada en su aspecto nacional”.
Se trata realmente de la relación dialéctica entre lo nacional y lo
internacional que en concepto de Stalin es fundamental: “Sobre este punto creo que está el desacuerdo fundamental entre Leon
Davidovich (Trotsky) y Bessarione como intérprete del movimiento mayoritario…”.
Por lo menos en dos ocasiones Gramsci explica y aprueba “la liquidación de Leon Davidovich” (p.
1744), como “liquidación hasta del
parlamento ‘negro’ que subsistía después
de la abolición del parlamento ‘legal’ en la Unión Soviética”; y sobre todo
cuando, analizando en términos sintéticos, pero profundos, las tendencias de
Trotsky, Gramsci resalta que la corriente que este último ha adversado ha
aplicado la fórmula jacobina no como “cosa
abstracta, de laboratorio científico” sino como “en una forma adherente a la
historia actual, concreta, viviente, adaptada al tiempo y al lugar, como emanando
de todos los poros de la sociedad determinada que era necesario transformar,
como alianza de dos grupos sociales, con la hegemonía del grupo urbano” (es
decir, el mismo que estaba llevando a la práctica Stalin). Finalmente (p.
2164), cuando Gramsci, siempre refiriéndose a la tendencia de Trotsky, sostiene
sin términos medios “la necesidad
inexorable de arrancarla” (el pasaje es atribuible en el 1934), de acuerdo
a lo que era sucedido en la Unión Soviética.
Que del pensamiento del último Gramsci resulte un
distanciamiento con relación a Stalin, es por lo tanto una mentira: Gramsci
estaba de acuerdo hasta con los tratos que hoy han sido calificados de “autoritarios”,
y peor aún, “dictatoriales”. Ni siquiera puede decirse, según el último refugio
de la vulgata revisionista, che “objetivamente” la posición gramsciana fuese antiética:
pueden surgir diferencias de los contextos tan diversos (occidente y oriente) y
de las diversas fases y niveles de lucha en la Unión Soviética, y en
particular, en la Italia fascista, en la cual Gramsci no podía dejar de pensar:
pero Gramsci habría sido el primero en dar una sonora carcajada si alguien le hubiese
aconsejado de aplicar a la Unión Soviética de Stalin las proposiciones que él
tenía en mente sobre todo para la Italia de entonces.
Para volver a comentar la carta de marras, si el ambiente
familiar de Gramsci se dirigía a Stalin solicitándole (con razón o sin ella, no
importa) protección contra la actuación de los italianos, por lo que las autoras
indican que Gramsci recomienda llevar a cabo las negociaciones para su
liberación a través del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), sin que
nada trascienda a los italianos, lo significa que el gran sardo tenía plena fe
en Stalin y su partido, como auténticas expresiones del comunismo mundial. Es
todo lo contrario de lo que durante muchos años ha sido venenosamente
propalado. Los falsarios del revisionismo moderno, con la carta que ahora ha
sido publicada, con las reacciones de vergüenza que han causado, de nada han
servido.
¿Cuál ha sido el sentido de la publicación de la carta por
Silvio Pons? Seguramente liquidar completamente el comunismo histórico
italiano: Palmiro Togliatti infiel y traidor; Gramsci no más el ‘ángel’ que
repudia el ‘demonio’ Stalin. Y así la jugada ha sido hecha. Pero todo esto
convalida nuestra posición: Stalin y Gramsci, dos líderes empeñados ambos hasta
el fin para la densa indefectible de nuestro gran ideal