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Gramsci "alla maniera di Andy Warhol" ✆ Alumnos de Escuela Media, Cerdeña |
Con la fundación de la revista L’Ordine Nuovo -que pasó por
fases diversas-, Gramsci intentó desarrollar una teoría y una práctica política
que tenía en el problema de la educación un elemento constitutivo esencial.
Desde entonces, en 1919, hasta el momento de su encarcelamiento, en 1926, atravesó
por tres diferentes momentos de elaboración y que serán objeto de esta
exposición.
Un primer momento en el cual Gramsci prioriza la escisión, el antagonismo y la auto-actividad de los trabajadores frente al capital en el propio proceso productivo capitalista en ciernes. Educación se confunde con auto-educación. El momento siguiente es el de la necesidad de educar al partido comunista, recién fundado, particularmente su dirección. El tercer momento es pensado como necesidad de educar al educador de las masas, reflexión que aparece en la acción de la resistencia antifascista, como una posible síntesis, pero que sería madurada en los Cuadernos de la Cárcel, tópico que ya no hace parte de este texto.
Un primer momento en el cual Gramsci prioriza la escisión, el antagonismo y la auto-actividad de los trabajadores frente al capital en el propio proceso productivo capitalista en ciernes. Educación se confunde con auto-educación. El momento siguiente es el de la necesidad de educar al partido comunista, recién fundado, particularmente su dirección. El tercer momento es pensado como necesidad de educar al educador de las masas, reflexión que aparece en la acción de la resistencia antifascista, como una posible síntesis, pero que sería madurada en los Cuadernos de la Cárcel, tópico que ya no hace parte de este texto.
Escisión, antagonismo
y auto-actividad de los trabajadores frente al capital
La fundación de la revista L’Ordine Nuovo se dio en un
turbulento cruce de aguas que agitaban a Europa y a Italia al fin de la guerra
imperialista de 1914 - 1918. Formados en el ambiente de una cultura humanística
y libresca, en el cual de destacaba el influjo de Benedetto Croce, los
fundadores de la revista -con Gramsci al frente- percibían al necesidad de
actuar en el proceso revolucionario que envolvía al continente. Esta nueva
coyuntura, inaugurada con la irrupción en Rusia de la revolución socialista
internacional, alteró, en la practica, las condiciones de pensar (y actuar)
sobre los problemas de organización, de educación y de la cultura. La revista
nacía, con todo, con el objetivo de "promover el nacimiento de grupos
libremente constituidos en el seno del movimiento socialista y proletario para
el estudio y la propaganda de los problemas de la revolución comunista" [1].
Hasta ese momento, la reflexión de Gramsci se centraba en la
practica del sistema escolar italiano, que enfatizaba en la enseñanza técnica
destinada a los trabajadores en busca de empleo o en la enseñanza humanística
destinada a la pequeño burguesía, cuyo objetivo era el de componer los diversos
escalones de la administración pública del Estado liberal - burgués. El desafío
era el de pensar una escuela socialista unitaria, que articulase la enseñanza
técnico-científica al saber humanístico. Esta sería la clave para que los
trabajadores pudiesen perseguir su autonomía y desarrollar una nueva cultura,
antagónica a aquella de la burguesía. La lucha de los trabajadores para
garantizar y profundizar la cultura, para apropiarse del conocimiento, traería
consigo el esfuerzo y el empeño para garantizar la autonomía en relación a los
intelectuales y su poder despótico.
Los intelectuales son elementos importantes en la
configuración de una jerarquía de dominio sobre los trabajadores, que sólo
puede ser quebrada a partir de una reflexión propia de los trabajadores sobre
la cultura. De allí el énfasis de Gramsci en la propuesta de creación de una
Asociación de Cultura. Así que "en Turín, dado el ambiente y la madurez
del proletariado, podría y debería surgir el primer núcleo de una organización
de cultura marcadamente socialista y de clase, que sería, junto con el partido
y la Confederación del Trabajo, el tercer órgano del movimiento de
reivindicación de la clase trabajadora italiana" [2].
Las clases dirigente y sus intelectuales son el enemigo a
identificar. Contra ellos deben ser creados una nueva cultura y un nuevo
proceso educativo. La influencia de Sorel es notable en la defensa de la
autonomía del mundo obrero y del antagonismo frente al capital, cuya
subjetividad se debe manifestar en forma material. La presencia del
"espíritu de escisión" se presenta desde luego en el rechazo de la
escuela del Estado y de la Iglesia. Gramsci se debatía, sin embargo, con la
impotencia de las instituciones de la clase obrera (el sindicato y el partido
antes que todo) para dirigir esa educación hacia la emancipación. O, mejor
dicho, para organizar la auto-educación de los trabajadores, puesto que para
Gramsci
"el proletariado es menos complicado de lo que puede parecer. Se formula una jerarquía espiritual e intelectual espontáneamente, y la educación intercambiable opera allí donde no puede llegar la actividad de los escritores y de los propagandistas. En los círculos, en los encuentros, en las conversaciones frente a los talleres se analiza y se propaga, tornada dúctil y plástica a todos los cerebros, a todas la culturas, la palabra de la crítica socialista." [3]
Incluso después de la irrupción de la revolución rusa y de
la enorme efervescencia cultural que inundó las fábricas y el espacio público,
con la formación de numerosos grupos de estudio y de pequeñas publicaciones, la
solución para el problema de la educación autónoma del trabajo no se dejaba
ver. Tanto que L’Ordine Nuovo comenzó sus actividades como una reseña de
cultura socialista, como un transmisor de cierta cultura ya acumulada, pero
subalterna.
El giro en dirección a la praxis ocurrió a fines de junio de
1919. Quedará claro que la auto-educación de los trabajadores, la educación
para la libertad, no dependía, o dependía menos del sindicato y del partido y
mucho más de los propios trabajadores. Insertados en el proceso productivo de
la riqueza social, los trabajadores fabriles estaban ya dotados de cierto
conocimiento profesional específico. Al trabajo técnicamente calificado y productivo
se debería vincular un conocimiento más amplio de la cultura científica y
humanística, no sólo para poder gerenciar el proceso productivo, sino también
la propia administración pública de un nuevo Estado obrero y socialista. Así es
que los trabajadores, en su propio proceso de auto-educación, generarían sus
intelectuales y sus educadores, educando así al sindicato y al partido.
El organismo fundamental de la democracia obrera -ya lo
demostraba la revolución socialista en Rusia y en Hungría- era el consejo. En
Italia, en Turín, el consejo de obreros y de soldados de Petrogrado podría ser
traducido en las comisiones internas de fábrica, que serían la escuela de
dirección y administración del proceso fabril, como así también de educación
político cultural de la clase obrera dotada de un "espíritu de
escisión". La gran ventaja de la democracia obrera de base y de la
institución de la comisión interna de fábrica era que ésta era dotada de un
esencial carácter público, en contraste con el sindicato y el partido,
instituciones del Estado burgués, conformadas en carácter privado.
La libertad del trabajador se debe dar a partir del espacio
de la fábrica, local en donde cumple su papel universal de productor de riqueza
social. La libertad debe irrumpir donde los grilletes del capital se hacen
sentir de manera más intensa. El partido y el sindicato son asociaciones
voluntarias de carácter contractual, dispuestas en el derecho burgués. Por lo
tanto, para Gramsci, la libertad del hombre encuentra su fundamento en
despedazar las amarras que sujetan su actividad de productor a los intereses
del capital. Particularmente de su actividad de productor dotado de
conocimiento técnico capaz de controlar el proceso productivo en la fábrica
moderna.
La libertad se encuentra en la difusión del espacio público
y si el sindicato y el partido no se sometieran al control del espacio público
generado por la actividad emancipadora de los trabajadores -sirviendo como
instituciones también de carácter educativo- pueden entonces transformarse en
aparatos burocráticos privados dentro del orden del capital y agentes de la
dominación burguesa. ¡Los intelectuales que la clase forma pueden en cualquier
momento volverse contra ella misma!
Pero, ¡atención! Este movimiento de auto-educación de las
masas, este dominio del espacio público es característico de un momento
revolucionario. De hecho, el movimiento de los consejos que irrumpía en Turín
era un frente de la revolución socialista internacional. Difícil, sino
imposible, imaginar a L’Ordine Nuovo como agente de organización y educación de
las masas obreras fuera de un contexto revolucionario. En otra situación, de
pacífica dominación burguesa, es más probable que continuase siendo una reseña
de cultura socialista. El giro en la orientación editorial y política de la
revista fue ella misma el producto de la educación subministrada por la clase
obrera a sus educadores. La virtud de éstos fue la inmediata asimilación de la
lección y su involucramiento completo en la tarea auto-designada.
En torno a L’Ordine Nuovo se formaron comisiones de cultura,
guiadas por la idea de un soviet de cultura obrera, cuyos entusiastas fueron,
en gran medida, los jóvenes socialistas. Pero el núcleo esencial de esta
actividad, perfilando la construcción del trabajo libre asociado, es el consejo
de fábrica, puesto que en el proceso productivo mismo es que se encuentra el
fundamento del proceso de auto-educación y auto-emancipación del trabajo. Tanto
el movimiento de la clase puede educar al educador que, dice Gramsci,
"hasta ahora los comunistas italianos anduvieron a tientas. Las masas proletarias italianas, como todas las masas proletarias del mundo, comprenderán que la "máquina" de la revolución es el sistema de los consejos, comprenderán que el proceso de desarrollo de la revolución es señalado por el surgimiento de los Consejos: comprenderán que el proceso de desarrollo de la revolución es señalado por el hecho de que las masas populares reconocen en el sistema de Consejos el órgano de gobierno de las masas, de los hombres y de la producción industrial y agrícola y determinarán con su indiferencia, con su pasaje de psicología política, a la atrofia de las formas políticas actuales, la muerte histórica de la democracia burguesa." [4]
El consejo debe ser entonces la base y el fundamento del
Estado obrero y socialista, de sus instituciones sociales. Así, la escuela en
el Estado de transición debe ser una escuela del trabajo que se emancipa, una
escuela que construye y organiza el trabajo libre y asociado. En esta escuela
la acción laboriosa disciplinada se articula con el conocimiento de la técnica,
de la ciencia y de la basta cultura humanística. El método y el principio
pedagógico se fundamentan en el proceso productivo fabril, colectivo y
solidario.
La escuela organizada por el L’Ordine Nuovo comenzó a
funcionar a fines de 1920, cuando el movimiento de los consejos de fábrica
comenzaba ya a declinar, víctima de los ataques convergentes del Estado, de los
nacientes grupos fascistas y de la indiferencia criminal de los reformistas del
sindicato (la CGL - Confederación General del Trabajo) y del partido (el PSI -
Partido Socialista Italiano). La escuela del trabajo de L’Ordine Nuovo no tenía
la intención de preparar a los trabajadores para un mundo extraño a ellos. Por
el contrario, la idea era reforzar el principio de solidaridad y el del
saber-hacer que era propio de su cotidianeidad de productores, de incorporar el
aprendizaje ya adquirido en el espacio público generado por la huelga, por el
comicio, por el debate. El primer paso es, por lo tanto, el de aceptar que el
educador se deje educar. El método, la disciplina y la solidaridad propios del
mundo de la fábrica deberían ser la base de la escuela del trabajo.
Aunque el objetivo de la escuela del trabajo era educar al
proletariado para la autogestión de la producción y para la administración
pública, entendida como autogobierno, en la escuela del trabajo también serían
cultivados los intelectuales generados por la propia clase obrera, en
condiciones de crear una nueva cultura, distinta y contrapuesta a la de la
intelectualidad burguesa y también reformista. Por lo tanto, la escuela del
trabajo encuentra su método y su fundamento en la acción de los productores,
pero su objetivo es contribuir en la construcción del hombre comunista, del
trabajador libre y asociado. Para eso es imprescindible el control de la
producción, y del instrumento de trabajo, lo que implica conocimiento técnico y
científico.
La construcción de un
nuevo instrumento político
La derrota del movimiento de los consejos de fábrica trajo
como consecuencia el fin de esa fase de L’Ordine Nuovo y de la experiencia del
grupo político que le daba aliento. El momento revolucionario de 1919 - 1920
fue un rico experimento de auto-educación y de educación del educador por parte
de los trabajadores. El rechazo del sindicato y del partido obrero mostró la
insuficiencia de esa acción política educativa. Se trataba ahora, consumada la
derrota, de hacer frente a la ofensiva del capital, siendo necesario para eso
la construcción de un nuevo instrumento político, que condujera la resistencia
y posibilitara la reorganización de las fuerzas para el eventual contra ataque.
El sindicato y el partido obrero habían desempeñado
fielmente su papel de instancias privadas y contractuales dentro del Estado
burgués. Habían negociado con la patronal y con el Estado a expensas de los
consejos de fábrica; habían trabajado por la estabilización del orden social y
político; habían salido en defensa de la democracia parlamentaria y se habían
opuesto a la democracia obrera de los consejos. Pero tuvieron que pagar su
precio, y alto. En enero de 1921 el PSI sufre su primera ruptura orgánica, que
sería el inicio de la fragmentación de las instituciones sociales de la clase
obrera en su retroceso frente al ataque concentrado del fascismo en ascenso.
Surge el Partido Comunista de Italia, ya que había una necesidad sentida y ya
demorada de fundación de un nuevo instrumento de lucha en defensa de la
autonomía obrera.
Con el fin de la época revolucionaria -a pesar de que no
fuera esa la lectura que hacían las vertientes que convergieron para la
formación del PCI- la asimilación de las enseñanzas por la espontaneidad obrera
se hacía mucho más difícil. La escuela del trabajo asociado pasaría ahora por
un proceso profundo de desmantelamiento, pues la ofensiva del capital, cuyo
instrumento era el fascismo, tendría consecuencias en el propio proceso
productivo fabril. El "americanismo", que Gramsci entendía como
escuela de la creatividad, de la laboriosidad y de la autodisciplina, fue
absorbido por el fascismo como rígido disciplinamiento del proceso de trabajo.
La derrota demostraba entre otras cosas que la clase obrera
no se encontraba preparada para hacerse Estado: faltaban los cuadros para la
administración del proceso productivo y para la administración pública. Pero la
clase, incluso derrotada, contaba con fuerzas y cuadros suficientes para
hacerse Partido revolucionario, completando la ruptura orgánica con los reformistas.
Mientras tanto, también representaba un problema grave la
composición del nuevo Partido Comunista. La mayoría de sus adherentes estaba
constituida por seguidores del grupo político que se había formado en torno del
periódico napolitano Il soviet, donde prevalecía la orientación de Amadeo
Bordiga, reforzada además por elementos que venían del sector
"maximalista" del PSI. La formación cientificista y naturalista de
Bordiga lo predisponía a concebir a la clase obrera como un organismo en desarrollo,
dotado de un órgano específico que concentraría la ciencia de la clase: el
partido revolucionario. Ese órgano debería organizar a la clase y difundir el
conocimiento científico. Aquí no hay lugar para la espontaneidad obrera, como
no hay lugar para las alianzas sociales con otras camadas de trabajadores de
extracción precapitalista, como los campesinos. Tanto es así, que esta fracción
tendía a ver con sospecha al movimiento de los consejos, identificando en ellos
un bies "sindicalista-revolucionario". La revolución se confunde con
un proceso de largo plazo, durante el cual la acción del capital proletariza
amplias masas mientras el partido organiza y educa a esas amplias masas para la
toma del poder político y la construcción de un nuevo Estado.
El trabajo del grupo de el L’Ordine Nuovo sería ahora el de
educar al educador. Al PCI debería ser transmitida la lección aprehendida de la
espontaneidad de las masas, de la experiencia concreta de los consejos de
fábrica como embrión de un Estado obrero. Decía Gramsci entonces que "la
constitución del Partido Comunista crea las condiciones para intensificar y
profundizar nuestra obra", puesto que "nos podremos dedicar
enteramente al trabajo positivo, a la expansión de nuestro programa de
renovación, de organización, de despertar de las conciencias y de las
voluntades". Destacaba además "que el programa de nuestro movimiento
no se preocupa por las mayorías sino en la medida que estas crean las
condiciones para organizar, para educar, para difundir convicciones, para coordinar
voluntades y acciones".[5]
Ocupando la instalaciones de Avanti en Turín (el periódico
del PSI), a partir de enero, L’ Ordine Nuovo pasa a ser diario. El trabajo
ahora es de resistencia frente a la ofensiva del capital, que instrumentaliza
el movimiento fascista. El surgimiento del PCI ocurre en medio de serias
dificultades, pues además de la necesidad de crear condiciones para resistir el
avance del fascismo -para lo que era necesario comprenderlo-, era preciso
también disputar la dirección del movimiento obrero, conseguir el soporte de la
mayoría de la clase. Eso implica una decidida acción educativa, una educación
política revolucionaria de largo alcance. Pero ¿estaría el partido educador
suficientemente preparado él mismo para tal tarea?
Gramsci y el grupo de L’ Ordine Nuovo eran francamente
minoritarios en el interior de la nueva formación política y los problemas eran
demasiados grandes. Comprender y enfrentar al fascismo no era una tarea fácil,
así como no era fácil conseguir la mayoría en la derrotada clase obrera. Además
el PSI mantenía vínculos estrechos con la Internacional Comunista, que
intentaba promover una fusión entre las dos organizaciones, dejando afuera sólo
al ala social-reformista. Con tantas amenazas y dificultades sobrevolando al
PCI, Gramsci prefirió someterse a la mayoría del partido, que seguía la
orientación de Bordiga, y enfatizar, una vez más, el problema de la ruptura
orgánica y político cultural con los socialistas, en vez de abrir otro campo de
lucha, por el control y dirección del partido. Ese trabajo sería más lento, de
más largo alcance, y sin mucho alarido.
Un momento crucial para la formación teórica e intelectual
de Gramsci comenzó cuando fue enviado a la URSS, en mayo de 1922, antes del
ascenso del fascismo al gobierno del Estado. Gramsci tuvo entonces la
oportunidad de observar los esfuerzos del Estado obrero en la construcción de
una escuela del trabajo, y acompañar debates acerca del
"americanismo" y sobre la organización del proceso de trabajo según
la experiencia taylorista y fordista. Asimismo fue fundamental el encuentro con
el bolchevismo y con Lenin, considerando que la traducción de la revolución
socialista internacional hacia las condiciones de Italia había sido hecha más
por los lentes de la cultura antagonista de la Europa occidental. Gramsci
volvía ahora al papel de educando, pues el impacto de la obra de Lenin y de
otros bolcheviques sería indeleble a partir de entonces en su obra
teórico-práctica. Pero la principal lección asimilada sería la marca de la
creatividad y de la crítica.
Armándose del instrumental teórico ofrecido por el
bolchevismo, Gramsci percibió la necesidad de madurar la perspectiva de abrir
la lucha por la conducción del comunismo italiano confrontándose con la
concepción de Bordita y también con la lectura de Tasca. Ambas arrastraban
aspectos de sumisión a la tradición socialista italiana, que deberían ser
superados y que podían sintetizarse en la concepción de la relación intelectual
y masa, y la separación entre las instancias del ser y del movimiento. En la
práctica política, Gramsci definió su posición resistiendo la embestida de
Bordiga, partidario de la formación de una corriente de izquierda internacional
que fuese contra la política de frente único defendida por la IC y también
contra la fusión o también alianza con los socialistas (Tasca era favorable a
una política de frente único que canonizaba la alianza y la fusión con los
socialistas).
Gramsci defendía el mantenimiento de los lazos con el grupo
dirigente de la IC y la incorporación al PCI de elementos de izquierda
socialista y era favorable a la política de frente único, pero no con los
socialistas, pues tanto el PSI, como la CGL, en verdad, eran instituciones
asimiladas al Estado burgués. Entendía además que la fórmula política de frente
único debía unificar a la clase obrera y sellar una alianza fundamental con el
proletariado agrícola y con el campesinado, a lo cual los intelectuales
meridionalistas liberales deberían contribuir decididamente.
El educador debe
seguir siendo educado por el educando
En todo caso, no se trataba de hacer predominar el antiguo
grupo de L’Ordine Nuovo en el PCI, sino de construir un nuevo grupo dirigente
capaz de crear un "sistema educativo" nuevo y adecuado a las
condiciones. Este grupo dirigente debería educarse a sí mismo en la medida que
se hacía, superando el espíritu de grupo, y al mismo tiempo debería ser capaz
de asimilar la mejor expresión de cultura y acción política generada en el seno
mismo de la propia clase trabajadora. Además de auto-educarse, el educador debe
seguir siendo educado por el educando. Así, y solamente así, los riesgos regresivos
desde el punto de vista cultural y político presentes en las posiciones de
Bordiga y Tasca, podrían ser superados en una nueva síntesis teórica.
La posición política defendida por Gramsci fue beneficiada
por la represión fascista, que afectó dramáticamente al grupo dirigente
original del PCI, y por la insistencia de Bordiga en oponerse a las directivas
de la IC, entregando la dirección partidaria a la fracción de Tasca. Por otro
lado, la derrota de los fusionistas del PSI acabó empujando solamente al ala
más a la izquierda de ese agrupamiento hacia el seno del PCI. Además, en Moscú
se adoptó la decisión de crear de un órgano de masas que llevaría el título de
L’Unità, dedicado a la difusión de la política de frente único y de la consigna
de gobierno obrero-campesino. El periódico, así como toda la política del
partido, según Gramsci, debería "dar importancia especialmente a la
cuestión meridional y es una cuestión en la cual el problema de las relaciones
entre obreros y campesinos se coloca no sólo como un problema de relación de
clase, sino también y especialmente como un problema territorial, y es a su
vez, uno de los aspectos de la cuestión nacional". [6]
Fue en Viena, ciudad a la que fuera enviado por la dirección
de la IC, donde Gramsci maduró sus ideas acerca de las relaciones educativas
entre intelectuales y masa, que se debe consustanciar en un progreso
intelectual de masas y que es un sustrato imprescindible para concebir la idea
de partido revolucionario y de revolución socialista. Además de L’Unità,
Gramsci se empeñó en dar vida a una revista quincenal que retomase el título de
L’Ordine Nuovo, en lo que sería una tercera serie. Esta publicación estaría, en
alguna medida, dedicada "a la educación de los compañeros más calificados
y responsables para fomentar un movimiento de simpatía por nuestro partido en
ciertos ambientes intelectuales".[7] Para la
presentación de la revista, la sugerencia de Gramsci era que se dijese que
"L’Ordine Nuovo se propone suscitar en las masas de obreros y campesinos
una vanguardia revolucionaria capaz de crear el Estado de los consejos de
obreros y campesinos y de fundar las condiciones para el advenimiento y la
estabilidad de la sociedad comunista". [8]
Además de L’Unità, un periódico dirigido a las masas y de
L’Ordine Nuovo, una revista dedicada a educar y seleccionar a la vanguardia
obrera, Gramsci sugirió también la elaboración de una anuario de la clase obrera
y la publicación de una biblioteca de textos fundamentales, que serían un
instrumento para una escuela del partido. Esta escuela, debido a las
condiciones difíciles impuestas por la reacción fascista, podría asumir el
formato de una escuela por correspondencia.
Gramsci pensó además en la creación de otra revista, que
tendría un perfil más estrictamente intelectual y que podría llevar el nombre
de Crítica Proletaria, la cual tendría el objetivo de establecer una crítica a
la cultura dominante. Es cierto que este amplio proyecto demandaba organización
y recursos y no pudo conseguir, sino parcialmente, alcanzar los objetivos
propuestos.
En el contexto político de disputa dentro del PCI, para
Gramsci L’Ordine Nuovo estaba llamado a cumplir un papel decisivo. Debería sólo
demostrar la necesidad del gobierno obrero y campesino en las condiciones
nacionales, sino también abordar los problemas ligados a la organización de la
fábrica. El mantenimiento de la revista debería estar estrechamente vinculada
con lograr los recursos para colocar poner en marcha "un curso por
correspondencia de organizadores y propagandistas del partido". En la
concepción de Gramsci, "el curso por correspondencia se debe transformar
en la primera fase de un movimiento por la creación de pequeñas escuelas del
partido, actuando para crear organizadores y propagandistas bolcheviques, no
maximalistas, que tengan cerebro, además de pulmones y garganta." [9]
Gramsci evitaba cualquier manifestación utópica y percibía
que el primer paso a ser dado para la emancipación espiritual de los
trabajadores sería la formación de esas pequeñas escuelas. Los militantes más
viejos y experimentados deberían pasar sus experiencias a pequeños grupos de
cerca de una decena de nuevos militantes. Cuadros políticos bien formados eran
indispensables para que se consiguiese una guía de la mayoría de la clase
obrera y para desorganizar al PSI - entendido siempre como institución
incorporada al orden burgués.
El material pedagógico de la escuela del partido debería ser
compuesto por opúsculos tratando de las cuestiones elementales del marxismo, la
explicación de la necesidad del gobierno obrero y campesino a partir de las
condiciones concretas de Italia, y un manual del propagandista conteniendo las
informaciones sobre la realidad económica y política de Italia. La idea era
también publicar una edición del Manifiesto Comunista, además de pasajes de otras
obras de Marx y Engels.
Este proyecto de educación conjunto de la vanguardia obrera
y de las masas comenzó a ser emprendido tan pronto Gramsci retornó a Italia,
ahora como diputado y principal dirigente del PCI. El periódico y la revista
tuvieron un suceso significativo, siempre considerando las inmensas
dificultades impuestas por la represión fascista. La escuela insumió más tiempo
hasta ser puesta en funcionamiento, pero no hay dudas de que ella constituiría
un elemento importante para preparar a la militancia hacia los debates del III
congreso del PCI, a ser realizado en los inicios de 1926.
Gramsci nota con precisión que otras experiencias de escuela
obrera nunca tuvieron resultado o salieron de iniciativas aisladas de pocos que
no consiguen "combatir y superar la aridez y la infecundidad de los
restrictos movimientos "culturales" burgueses". Y esto debido a
la "ausencia de vínculos entre las ‘escuelas’ proyectadas o iniciadas con
un movimiento de carácter objetivo." [10] Por el contrario, el relativo éxito de
L’Ordine Nuovo de 1920 se explica por el vínculo existente entre movimiento y
proceso educativo, cuya consecuencia más fuerte es la posibilidad del educador
de ser educado por el movimiento, en un movimiento conjunto de auto-educación
de las masas y de progreso intelectual colectivo. El límite de aquella
experiencia fue el involucramiento de pocos y no de todo el movimiento y del partido,
lo que debilitó la capacidad de elaboración teórica colectiva.
Es importante recordar que el nuevo emprendimiento de
Gramsci de forjar una escuela para militantes del proletariado se confrontó con
la iniciativa del fascismo, recién encaramado en el poder, en el campo de la
reforma de la educación y de la escuela. La reforma Gentile acentuaba y
explicitaba la dualidad del sistema educativo italiano al reservar una rama
clásico-humanística para las clases dirigentes - a la cual estaría vedado el acceso
de "los débiles e incapaces"- y otra rama de base profesionalizante,
dirigida a las masas, que acentuaba la especialización precoz de la fuerza de
trabajo.
El desafío cultural y educativo que Gramsci se proponía
enfrentar era enorme, pero sólo podría ser efectivamente resuelto cuando la
clase obrera forjase sus propios intelectuales. El desafío se hacía más grande
ahora por el hecho de no existir un movimiento obrero en condiciones favorables
para la creación y desarrollo de sus propias instituciones.
En oposición a la concepción burguesa de educación, Gramsci
indicaba que "ni un "estudio objetivo", ni una "cultura
desinteresada" puede tener lugar en nuestras filas…". Decía además
Gramsci, refiriéndose al partido,
somos una organización de lucha, y en nuestras filas se estudia para crecer, para afinar la capacidad de lucha de cada uno y de toda la organización, para comprender mejor cuales son las posiciones del enemigo y las nuestras, para poder adecuar mejor nuestras acciones de cada día. Estudio y cultura no son para nosotros otra cosa que la conciencia teórica de nuestros fines inmediatos y supremos, y del modo en que podemos traducirlos en acción.[11]
Era de suma importancia educar a un grupo dirigente de la
clase obrera en las condiciones de reflujo y de terror en que se vivía, pues
este grupo dirigente debería estar preparado para conducir el proceso
revolucionario, para administrar el Estado obrero y para educar masas
crecientes de trabadores en el sentido de la emancipación, sin que éstas
vuelvan a caer bajo la influencia de viejas ideologías. Así que la tarea de
preparación para dirigir la revolución y administrar el Estado obrero debería
ser enfrentada desde ahora. Un grupo dirigente capacitado era imprescindible
también porque "el reinicio del proceso revolucionario y especialmente su
victoria despejan un gran número de nuevos elementos para sus filas",
entonces surge el problema de "impedir que el núcleo central del partido
sea hundido y desagregado por el ímpetu de la nueva onda", que llega sin
la debida preparación. [12]
El drama concreto a ser enfrentado de inmediato era el de
educar a la vanguardia en condiciones tremendamente desfavorables de ilegalidad
y persecución. Un serio agravante a ser considerado era el hecho de que el
marxismo jamás había sido objeto de un estudio serio y sistemático por parte de
las direcciones del movimiento obrero, permaneciendo en la esfera de reflexión
de la intelectualidad burguesa, con la notable excepción de Antonio Labriola.
La solución práctica que pareció ser la única posible en aquellas
circunstancias fue la de forjar una escuela por correspondencia.
El curso, al fin implantado a partir de 1925, fue pensado
para desarrollarse en tres series de lecciones, la primera de las cuales giraba
sobre la teoría del materialismo histórico, teniendo como referencia el libro
de Bujarin, el Tratado sobre el materialismo histórico (nótese que ese libro
sería objeto de severa crítica por parte de Gramsci, años después, en sus
Cuadernos de la cárcel). La segunda parte del curso estaría centrada en temas
de política general, que pasarían por nociones de economía política, formación
y desarrollo del capitalismo, historia del movimiento obrero, la guerra y la
crisis capitalista, la revolución rusa, la transición, etcétera. La tercera parte
estaría dedicada a las cuestiones propias del PCI, como la doctrina, el
programa y la organización revolucionaria, de acuerdo con la orientación de la
Internacional Comunista. Como material de soporte y complemento serían
publicados fascículos mensuales sobre temas específicos, como la cuestión
sindical, la cuestión campesina y otros.
Una primera evaluación del curso indicó problemas en la
forma de exposición, que tendía a ser muy absoluta y enfática. El plano general
debería ser más limitado, con temas más específicos y tratamiento más
elemental. El riesgo era el de transmitir a los alumnos la idea de que las
nociones transmitidas fuesen verdades adquiridas e indiscutibles y no
"algo que debería ser aún elaborado, demostrado, objeto todavía de examen
y de discusión". [13]
Muchos de los problemas apuntados tenían fundamento en las
condiciones de existencia de la propia clase obrera y eran de difícil
resolución, agravados por el hecho de que la escuela era por correspondencia.
La escuela por correspondencia no podía atender debidamente la diversidad de
los alumnos en términos de edad, de origen, de formación anterior, de
experiencia social, lo que obliga a que se parta de un abstracto tipo medio de
alumno. El resultado es que las lecciones ganan un carácter mecánico y
absoluto. Por esto mismo decía Gramsci: "El mejor tipo de escuela es, sin
dudas, el de la escuela hablada, no el de la escuela por correspondencia".
En la escuela hablada el profesor puede medir el objetivo de "hacer vivir
colectivamente la escuela de modo que transcurra en un continuo desarrollo de
cada uno y que tal desarrollo sea continuo y sistemático."[14]
Pero la educación precede a la escuela. La más importante
iniciativa es la de la auto-educación, el auto-didactismo, puesto que "la
escuela acelera la formación, es el sistema Taylor de la educación, da un
método, enseña a estudiar, habitúa a una disciplina intelectual, {pero} no
puede sustituir el espíritu de iniciativa en el campo del saber". [15]
La relación entre la escuela y la experiencia de vida, sin
embargo, es muy diferente conforme a la clase social. Para los jóvenes de la
burguesía, por pertenecer a la clase dominante, la escuela sirve para
estrenarlos, para adecuarlos, para comportarse y verse como dominantes. La
escuela de clase de la burguesía, que en Italia se expresaba en la secuencia
gimnasio - liceo - universidad, debe funcionar para formar a la clase dirigente
y su eventual fracaso es el fracaso de esa clase. Por otro lado, "para la
clase obrera, el Estado burgués organizó un particular tipo de escuela: la
escuela popular y la escuela profesional que está dedicada a mantener la
división de clase, a hacer que el hijo de un obrero sea también él un
obrero". [16]
El conocimiento científico, en las condiciones instauradas
bajo el dominio burgués, está fuera del alcance de la clase obrera, que queda
sometida a un conocimiento fragmentario, derivado de la práctica profesional y
a una baja auto-estima, propia de los dominados. De allí la necesidad de esta
clase de crear instituciones propias que organicen el conocimiento. Puede ser
el sindicato o el partido o una escuela propiamente dicha, pero esta siempre
"completa y esclarece las experiencias concretas de la vida vivida, da una
dirección, habitúa a generalizar, a razonar mejor y rápidamente." [17] Se percibe entonces la enormidad del
desafío para llegar a una escuela orgánica del trabajo, a una escuela unitaria.
La escuela por correspondencia para la educación de la vanguardia obrera no
podía ser más que una pequeña semilla de dudosa germinación, cuyo empeño era el
de crear una intelectualidad orgánica de la clase obrera.
La urgencia mayor para el diseño estratégico que Gramsci
venía elaborando era el de forjar una sólida mayoría en el III congreso del
PCI, que se avecinaba. De hecho, la escuela por correspondencia y los viajes de
Gramsci para acompañar los encuentros partidarios locales y regionales hicieron
efecto. Con el respaldo de una gran mayoría, Gramsci y sus más próximos
colaboradores consiguen delinear una estrategia para la revolución socialista
en Italia, cuyo punto de arranque sería la unificación de la clase obrera y la
alianza con el proletariado agrícola y con el campesinado pobre. Este frente
único de las clases subalternas debería forjar una nueva sociabilidad y una
nueva cultura para oponerse al fascismo y al liberalismo, de modo tal que la
revolución antifascista fuese también una revolución anticapitalista.
Es en este contexto que aparece con toda claridad la
necesidad de educar y de preparar al educador de las masas, el partido
revolucionario. Con el fin de estructurar el frente único, el partido debería
sustraer la base de influencia de los socialistas en la clase obrera,
desorganizando esa agrupación, lo que demandaría capacidad orgánica en la
fábrica y en el sindicato, esto es, capacidad intelectual y organizativa. La
visión mecánica y positivista de la burguesía que impregnaba al obrero debería
ser combatida. Para esto sería necesaria una masa creciente de intelectuales
orgánicos de la clase obrera, que tuviesen el más estrecho vínculo con el
proceso de trabajo, pues correspondería a ella la conducción del necesario
control social de la producción, fundamento del objetivo revolucionario.
or otra parte, existía la necesidad de sellar la alianza con
el campesinado, sometido a la loza del latifundio y a la ideología religiosa.
La influencia del Partido Popular (católico) y de otras agrupaciones políticas
venía perdiendo influencia en el sur del país debido a la consolidación del
fascismo y de su vínculo con la Iglesia. Este era el problema que Gramsci venía
desarrollando en los meses que antecedieron a su encarcelamiento. En el esbozo
que fue conocido como Algunos temas de la cuestión meridional, Gramsci intentó
identificar las formas y los instrumentos que mantenían a los trabajadores
rurales bajo aquella brutal sumisión. La sólida sobrevivencia de
características feudales obligó a Gramsci a dedicarse al análisis de la dimensión
político-estatal e intelectual. Gramsci percibe que hay una autonomía relativa
de los grandes intelectuales, que trascienden las fronteras nacionales con su
cosmopolitismo, cuyo ejemplo mayor es Benedetto Croce. Lo fundamental, sin
embargo, es la existencia de una masa de pequeños intelectuales vinculados a la
burguesía rural y que compone la burocracia estatal y el clero. Es este tipo de
intelectual "que también localmente, en la villa y en el burgo rural,
ejercita la función de intermediario entre los campesinos y la administración
en general".[18]
Para alcanzar el objetivo del frente único de la clase
obrera con el campesinado la estrategia definida por Gramsci indicaba la
necesidad de una inserción importante del partido revolucionario entre el
proletariado agrícola y el campesinado, con la elevación cultural y la
incorporación a sus filas de militantes oriundos de esas fracciones sociales.
Pero lo más importante, por lo menos en un momento inicial, era sellar la
alianza con los intelectuales meridionales liberal-revolucionarios, que
percibían y reconocían la importancia nacional de la clase obrera y el papel
que podría desempeñar en la lucha por la emancipación de las masas campesinas
del Sur.
Se percibe entonces como la dialéctica entre el educando y
el educador en la reflexión de Gramsci, resguardando siempre el trabajo como
fundamento de la sociabilidad emancipada del hombre, gana siempre nuevas
dimensiones. Gramsci parte de la escuela del trabajo, en la cual prevalece la
auto-educación, pero que posibilita un largo aprendizaje a quien se pretende
educador, puesto que es aquí donde se localiza la vía para la emancipación del
trabajo. De cualquier modo esa vía es ya la revolución en acto.
Cuando la revolución se ve derrotada, es preciso encontrar
medios para la educación de la vanguardia obrera, particularmente en el caso en
que esa vanguardia se revestía de una discutible concepción del proceso
revolucionario. En ese momento la disposición a aprender con la experiencia de
los bolcheviques fue muy pertinente.
Una vez forjada, aunque todavía de manera muy embrionaria,
en esta vanguardia, la dialéctica del educador y de las masas, teniendo en
vista un progreso intelectual, no sólo enriquece y organiza a la clase obrera,
que forja a esos intelectuales. Esta vanguardia forjada como intelectualidad
orgánica se debe capacitar para gerenciar el proceso productivo y para
administrar el Estado obrero, pero también tiene que relacionarse con aliados,
sin lo cual no se compone el frente único de las clases subalternas en la lucha
antifascista y anticapitalista y no se crea una nueva cultura de organización
del trabajo libre y asociado.
Referencias
bibliográficas
GRAMSCI, Antonio. "Algunos temas sobre a cuestión
meridional", en Disgregazione sociale e rivoluzione (organizado por
Francesco Biscione). Napoles, Liguori, 1996.
GRAMSCI, Antonio. La costruzione del Partito Comunista
(1923-1926). Turin: Einaudi, 1978.
GRAMSCI, Antonio. Lettere (1908-1926) Turin: Einaudi, 1992.
GRAMSCI, Antonio. Scritti Politici (organizado por Paolo
Spriano). Roma: Einaudi, vol. II, 1973.
Bibliografía consultada.
AAVV. Antonio Gramsci e il "progresso intellettuale di
massa" (organizado por Giorgio Baratta e Andrea Catone). Milan: Unicopoli,
1995.
AAVV. Scuola, intellettuali e identità nazionale nel
pensiero di Antonio Gramsci (organizado por Lorenzo Capitani e Roberto Villa).
Roma: Gamberetti, 1999.
DEL ROIO, Marcos. Os prismas de Gramsci: a fórmula política
da frente única (1919-1926). San Pablo: Xamã / Fapesp / IAP, 2005.
NOSELLA, Paolo. A escola de Gramsci. San Pablo: Cortez, 3ª
edição, 2004.
SCHLESENER, Anita Helena. Revolução e cultura em Gramsci.
Curitiba: UFPR, 2002.
Notas
[1] Gramsci Antonio. Cultura y propaganda
socialista. -Scirtti politici (a cura de Paolo Spriano). Roma: Riuniti, v. II,
1973. pag. 19.
[2] Gramsci Antonio. Per un’ associazioine di
cultura In - Scritti politici (a cura de Paolo Spriano). Roma: Riuniti, vol. I,
1973, pag. 143.
[3] Gramsci Antonio. Cultura e lotta di classe.
In - . Idem, pag. 189.
[4] Gramsci Antonio. Il rivoluzionário
qualificato. - Idem, v. II, 1973, pag. 73
[5] Gramsci Antonio. Coordinare volontà e
azione. In - Idem, v. II, pag. 172
[6] Gramsci Antonio. Carta al comité ejecutivo
del PCI. Moscú, 23 de septiembre de 1923. In:- Lettere (1908-1926) Turín:
Einaudi, 1992, pag.130
[7] Gramsci Antonio. Carta al comité ejecutivo
del PCI. Viena, 20 de diciembre de 1923. In:- Lettere (1908-1926). Turín:
Einaudi, 1992, pag. 130
[8] Gramsci Antonio. Carta a Ruggero Grieco.
Viena, 5 de enero de 1924. In: - Lettere(1908-1926) Turín: Einaudi, 1992, pag.
169
[9] Gramsci Antonio. El programa de L’Ordine
Nuovo. In:- La construzione del Partido Comunista (1923-1926). Turín. Einaudi,
1978, pag.23.
[10] Gramsci Antonio. La escuela del partido.
In: - La construzione del Partido Comunista (1923-1926). Turín: Einaudi, 1978,
p. 49.
[11] Idem, ibidem, pag. 49-50.
[12] Gramsci Antonio. Introducción al primer
curso de la escuela interna del partido. In: - La construzione del Partido
Comunista (1923-1926). Turín: Einaudi, 1978, pag. 52.
[13] Gramsci Antonio. La vida de la escuela. In:
- La construzione del Partido Comunista (1923-1926). Turín: Einaudi, 1978, pag.
58
[14] Gramsci Antonio. Idem, pag. 58 (bis).
[15] Gramsci Antonio. Idem, pag. 59.
[16] Idem, ibidem, pag. 60.
[17] Idem, ibidem, pag.59.
[18] Gramsci Antonio. Algunos temas de la
cuestión merididonal. In: - Disgregazione sociale e rivoluzione (organizado por
Francesco Biscione). Napoli: Liguori, 1996, pag. 175.