
Antes que por la economía política del marxismo, la crítica
propia de Foucault se haya atravesada por los signos de la genealogía
nietzscheana. El ya famoso texto editado por Deleuze en 1967, que dio un fuerte
impulso a la investigación de la obra de Nietzsche en Francia, constituye una
de las primeras aproximaciones al concepto de genealogía.
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En dicho estudio,
Deleuze establece una serie de rasgos en la obra nietzscheana que permiten
realizar una filosofía crítica, enfocada principalmente al problema moral. En
ella define la genealogía como la cuestión dedicada a la determinación del
nacimiento de los valores por medio del diagnóstico de las valoraciones que les
dan origen. Esto es, revelar la medida en que todo valor nace de una valoración
que le precede y en que ella, a su vez, se haya atravesada por valores
determinados.
Por ello no hay en absoluto la intención de relativizar la
cuestión de los valores atribuyendo su creación a individuos con finalidades
específicas. Precisamente, en la genealogía es que se debe llevar a cabo el
diagnóstico preciso del surgimiento de la subjetividad de la cual emergen
determinadas valoraciones. Y ello se logra examinando las fuerzas que la atraviesan
y no el grado de legitimidad con que se procede a crearla. “La subjetividad no es jamás para Foucault sujeto trascendental.
Foucault proporciona las condiciones para pensar la subjetividad a la luz de su
positividad manifiesta en el discurso donde el sujeto aparece como una
declinación dentro de las otras posibles que permite el lenguaje”. Es,
pues, el establecimiento del sentido, y la diferencia o jerarquía de fuerzas que
le da origen, desde el cual se pueden trazar las líneas de surgimiento de los
valores en la historia del hombre, objeto primero de la obra que Deleuze
consagra a Nietzsche.