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El banquete de Platón [Fragmento] ✆ Giambattista Gigola, ca. 1790 |
Especial para Gramscimanía |
Diótima, en el Banquete de Platón, dice que el deseo es hijo
de la abundancia y de la carencia.
Esto quiere decir que no queremos nunca lo que tenemos sino
lo que no tenemos. El hombre satisfecho sería un hombre sin deseo. Pero la
abundancia estaría en el empuje vital del deseo, que nos impulsa a vivir y a
querer.
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El deseo nos desborda, nos arranca de la apatía. Esto mismo decía
Aristóteles, que consideraba que era la imagen la que impulsa el deseo, la
imagen de un placer por venir. Epicuro defiende un deseo natural frente al
artificial y un deseo que no nos haga depender del otro. la amistad contra el
amor. Su placer es un placer homoestático, tranquilo. Los estoicos plantean
eliminar el deseo y el placer en nombre del deber, de la ley moral.
Para Spinoza el deseo es la razón del impulso, es decir, que es nuestro
impulso vital, nuestro conatus el que se expresa a través del deseo. El deseo
es alegre porque desarrolla nuestra potencia vital. Nos hace sentir vivos
porque es la vida misma la que se manifiesta a través de él. Son las pasiones
de la impotencia las que son tristes. Es cuando no entendemos ni seguimos el
deseo.
Kant sigue la tradición estoica al negar el deseo y el
placer como expresiones de la ley natural y el deber y la ley moral como lo que
nos hace libres.
Schopenhauer está de acuerdo en la primera parte pero no en
la segunda. El movimiento del deseo es una compulsión ciega que nos conduce a
la decepción. La imagen es siempre ilusoria, es un señuelo, un engaño. El
placer es tan efímero cuando existe que se transforma en aburrimiento. la vida
oscila entonces entre la tensión desagradable del deseo y el estado
desagradable del aburrimiento, cuando no es el dolor el que nos domina.
Jon Stuart Mill intentó un utilitarismo matizado en el
que reivindicaba el deseo de superarse frente al conformismo de la
satisfacción. En el que intentaba recuperar el término placer de sus
versiones más grosera.
Lacan y Castoriadis discutieron sobre el tema. Castoriadis mantenía una posición similar a la de Spinoza, el deseo es un movimiento hacia la alegría, que nos conduce hacia lo que no tenemos o a permanecer en lo que nos proporciona placer. Para Lacan el placer y el deseo no tienen que ver. El placer es homoestático. En los animales es la tensión física de la carencia la que empuja a conseguir el acto satisfactorio, que proporciona placer en la medida que desparece la tensión. Ya lo dijo Freud. Pero Lacan teoriza el goce, que desarrollaría algo implícito y todavía ambiguo en el fundador del psicoanálisis cuando constata que buscamos la excitación, no solo su eliminación. El goce es el producto de la pulsión, algo más oscuro que el instinto, porque no es natural, porque no tiene un objeto natural. El objeto está perdido cuando nos separamos y queda un vacío que se manifiesta a través de la falta cuando lo ligamos a un significante, a algo que tiene un significado para nosotros. Con el extraño término de objeto a se refería a este vacío capaz de producir una falta ligada a un deseo. Para Lacan, como para Freud, la felicidad es un ideal imposible. Pero tampoco son tan pesimistas como Schopenhauer, aunque están en su línea, no en la de Spinoza.
Deleuze quiere enfantizar el deseo spinoziano y considera el
placer como un obstáculo para esta emergencia vital que nos mueve a la acción.
No soporto la palabra placer dice Deleuze. Pero su amigo Foucault lo
que no soporta es la palabra deseo. No la soporta porque le remite,
bajo influencia lacaniana, a la falta. Nietzsche, fuente de inspiración para
ambos, digo algo muy sabio, tanto del placer como del deseo. "El placer es
más profundo que el dolor, porque quiere permanecer". "El hombre
desea desear".
¿Donde nos llevaría la ausencia de deseo? ¿Al punto cero de la depresión o al punto cero de la serenidad? La falta de deseo lleva a la depresión. Otra cosa es que a partir de una transformación radical se pueda acceder a un estado interno en la que el deseo como movimiento emocional sea suprimido. Es posible. La mejor formulación no es la del estoicismo, que me parece muy triste. Es la del taoísmo y el budismo influenciado por él (chan chino, zen japonés). Pero no está claro que aquí no perviva un deseo en el sentido spinoziano, no schopenhaueriano. El deseo se dice de muchas maneras.
¿Y el placer? Foucault reivindica el placer de los cuerpos
como algo no separado de la espiritualidad antigua. Otro gran debate. Pero
aquí, como en el deseo, se impone lo cualitativo y los matices. Los placeres
son cuantitativos porque varían en intensidad, pero también cualitativos. Ya lo
enseño Epicuro.
La discusión sobre el deseo y el placer, si no quiere ser un
puro ejercicio retórico, debe concretarse y matizarse. En abstracto no es ni
bueno ni malo. Depende del placer, depende del deseo. Pero en todo caso son lo
que mantienen las ganas de vivir en los que, como yo, somos materialistas.
Ahora bien, como dice Žižek, este deseo y este placer no deben responder a un
mandato de la sociedad de consumo porque éste sí conduce necesariamente al
desastre.
Emily Loizeau / La Complainte des Filles de Joie
Žižek / El mandato a la diversión