
Breve excurso
histórico
El crédito es el aceite en el motor de la economía
capitalista. Todo el proceso de producción se hace a crédito: los bancos o los
inversores financieros conceden crédito a las empresas para adquirir los bienes
de capital necesarios para la producción; los trabajadores le conceden crédito
al empresario, que no les paga sino al final de periodo laboral, normalmente un
mes. Esos mismos trabajadores adquieren a crédito los bienes de consumo de
larga duración, e incluso los productos más básicos. Los procesos de
centralización del capital, genéticamente inscritos en la acumulación
capitalista, también se financian a crédito.
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A medida que aumenta la complejidad del proceso productivo,
las innovaciones financieras se convierten por tanto en una necesidad para
realizar operaciones de crédito que cada vez requieren un volumen unitario más
grande, acorde con la dimensión de los procesos (de producción, de
centralización) a financiar. De esta forma, las sociedades por acciones, las
tarjetas de crédito o el sistema de préstamos interbancarios han surgido como
innovaciones estratégicas dirigidas a facilitar la expansión de la economía de
crédito.