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Retrato inconcluso de Mariátegui ✆ Emilio Pettoruti |
Wolfgang Fritz Haug
I
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W.F. Haug |
Pero el juego se repitió del lado invertido en una
perspectiva "útil" por parte de liberales sociales y nacionales. Para
poder honrar a Mariátegui creyeron que tenían que dejar de lado su marxismo
como una equivocación. En un texto de promoción académica
(Habilitationsschrift) de los años 80 se declara que Mariátegui desarrollaría
su originalidad "en oposición a [...] los pensamientos marxistas"
(Maihold 1988, 98). El autor pasa por alto de que Mariátegui hace esto en
divergencia pero dentro del marxismo. Él menciona sin duda de que Mariátegui
participó (194) en el congreso de Livorno (1921) pero omite de que tuviera
conocimiento del Ordine Nuovo dirigido por Gramsci y borra de esa manera la
afinidad gramsciana de Mariátegui, que también le era sospechosa al
Marxismo-leninismo.3
Luego de haber sido quitado de en medio de esta manera del
marxismo, el "primer marxista de América" (cf. Melis 1967), será
unívocamente definido en una combinación de motivo típica de las "élites
latinoamericanas": al mismo tiempo estar por la modernidad y parcialmente
en contra de ella. En estas circunstancias él respalda "el aprovechamiento
de la herencia incaica para una cualidad propia indoamericana" en el
proceso de un "giro hacia la nación" y en la perspectiva de un sondeo
de las oportunidades para un "desarrollo sostenido del Perú bajo
condiciones de dependencia" (Maihold 1988, 490 s.). Esta formula tiene que
formar la clave que nos proporcione el acceso tanto a Mariátegui como a Haya de
la Torre.
Una mirada hacia atrás sin prejuicios no ve de ninguna
manera a un nacionalista. La nación se articula desde abajo y contra el
racismo, de manera "marxista". El proyecto de formación de la nación
peruana de Mariátegui contiene una revolución social y antirracista.
II
Si se indaga sobre la "defensa del marxismo" por
Mariátegui se encuentra según el caso con dos clases de defensa. La primera,
explícita, se compone por los artículos reunidos bajo este título; la segunda,
implícita, representa su obra práctica y teórica completa. Ésta presenta las
pruebas por aquella. En este segundo sentido vemos a Mariátegui llevar la
defensa del marxismo contra debilidades inherentes del mismo, tanto contra la
esclerosis de un universalismo vacío como contra un evolucionismo economicista.
El marxismo de Mariátegui (cf. Prado Redondez 1982) es un pensamiento
interviniente concreto, no es un museo. Los ideólogos estalinistas reaccionaron
a esto interpretándolo fuera del marxismo. Los reproches se parecían a aquellas
dirigidas contra Gramsci. ¿No había Mariátegui asimilado a Sorel y a Croce?
A pesar de las condiciones tan diferentes de sus países se
puede reconocer la misma situación histórica y actualidad publicística que
abordan, Mariátegui en su Defensa y Gramsci en sus Cuadernos de la cárcel.
Ambos tienen a menudo los mismos puntos de referencia. Sus textos se acotan
entre sí. Si es así que en parte se trata de idéntico material con que los
autores elaboran, la forma de hacerlo, pero, difiere en mucho. Los artículos de
Mariátegui se pueden formalmente comparar con los del Ordine Nuovo de Gramsci;
tienen carácter periodístico y representan intervenciones de formación de
opinión. Los apuntes en los Cuadernos de la cárcel de Gramsci son más
fragmentarios y llevan antes de todo el carácter de informes de material de
trabajo conceptual experimental. De la misma manera que los Cuadernos de la
cárcel de Gramsci precisamente en su fragmentariedad producen incomparablemente
un efecto más duradero que sus propios artículos anteriores, así también en
comparación con los trabajos periodísticos de Mariátegui.
No es ninguna casualidad que el editor francés de los Siete
ensayos (Mariátegui 1986), y temprano investigador mariateguiano (1967, 1972,
1973), es el mismo Robert Paris que también ha editado en francés los Cuadernos
de la cárcel de Gramsci. La reflexión de Mariátegui como la de Gramsci fue en
primer lugar provocada por las catástrofes que representaron para el movimiento
obrero internacional la primera guerra mundial y el advenimiento al poder del
fascismo. Como también del polo opuesto, que en la revolución rusa representó,
apareciendo de manera fulminante, la posibilidad de una alternativa, en lo cual
Mariátegui sobre todo tiene presente la revolución mexicana que llegó a
triunfar el mismo año de 1917.
Pero lo que en nuestra mirada restrospectiva (cf. por
ejemplo Toti 1962) les acerca a Gramsci y a Mariátegui de manera sorprendente
no es en primer lugar su raigambre en los movimientos obreros de sus países,
sino en su desaparición prematura; en Gramsci en la forma paradójica que su
pensamiento político pudo desarrollarse de manera independiente en el
aislamiento de la prisión fascista, mientras que afuera la polarización del
fascismo y estalinismo absorbía las fuerzas o las ponía fuera de juego. El
pensamiento de ambos representa otro potencial de desarrollo del marxismo que
el que tomó forma en la Tercera internacional. En el curso del nuevo
descubrimiento del "marxismo antidogmático de los años 20 y 30"
(Sylvers 1981, 19) aparece de nuevo.
III
Los distintos capítulos que componen la Defensa del marxismo
de Mariátegui, y que llevan por subtítulo Polémica Revolucionaria, fueron
escritos, según los editores (hijos de Mariátegui), entre julio de 1928 y junio
de 1929. Mariátegui había planeado una segunda sección: "Teoría y práctica
de la reacción", pero que él mismo no llegó a ensamblar. - ¿Qué tiempos
eran aquellos en los que se escribieron estos textos reunidos bajo este título?
¿En qué situación intervinieron?
Se trata de los últimos "años de estabilización
capitalista" (111) antes de la crisis económica mundial. El
revolucionarismo juvenil de los años de posguerra había pasado. "[D]espués
que las ametralladoras de Noske restablecieron en Alemania el poder de la
burguesía, el mesianismo de la 'nueva generación' empezó a calmarse"
(113). En Italia el régimen fascista intensificaba en aquel entonces la
dictadura. El 8 de noviembre de 1926 había sido apresado Gramsci; el 4 de junio
de 1928 fue condenado a 20 años, 4 meses y 5 días de prisión. El texto de
Mariátegui tiene conocimiento de este destino del "equipo de intelectuales
del Ordine Nuovo de Turín" y nombra los nombres de Gramsci y Terracini.5
En enero de 1929 Gramsci obtiene el permiso de escribir en la celda; los
primeros párrafos de sus Cuadernos de la cárcel, que según Valentino Gerratana
"no han sido escritos antes de junio-julio de 1929" (cf.
Gefängnishefte, vol. 1, A9) y los últimos artículos de Defensa del marxismo de
Mariátegui caen en el mismo espacio de tiempo. Este era el tiempo en el que la
Internacional comunista abandonó la táctica del Frente único.
La Defensa de Mariátegui podría caracterizarse, de igual
manera que las notas de Gramsci, medidos frente a los movimientos de derecha e
izquierda imperantes, como unas consideraciones intempestivas, si es que se
tiene presente con Nietzsche que el espíritu de la época nunca está conforme
cuando se lo ignora. Los Cuadernos de la cárcel de Gramsci muestran en efecto
como un marxista trasciende los límites impuestos por los marxismos de la
Segunda y la Tercera internacional. La situación actual ha cambiado sin duda de
manera fundamental en más de un aspecto. En aquel entonces se centraban las
luchas de manera muy diferente, y Mariátegui podía todavía creer, a pesar de
todas las preocupaciones, en la "creación positiva de la U.R.S.S."
(116). El estalinismo se encontraba todavía en estado latente. La Union
Soviética proclamaba "el principio de la coexistencia legítima de Estados
de economía socialista con los Estados de economía capitalista" y se
mostraba con esta propuesta "más liberal que los Estados formalmente
liberales", lo que lleva a Mariátegui al comentario de que la función
progresista del liberalismo habría pasado en aquel momento histórico al socialismo
(77).
IV
El título principal Defensa muestra que la situación está
determinada por ataques al marxismo, renuncias a su letra, crisis de la misma.
Uno de aquellos que hasta declararon la caída del marxismo y que era lo que
pretendía provocar, era Hendryk de Man (1885-1953), hoy sólo recordado por
especialistas. De marxista se transformó en aquel entonces al antimarxismo
hasta llegar al fascismo. En 1926 se publicó en Alemania un libro suyo bajo el
título de Zur Psychologie des Sozialismus, "Sobre la psicología del
socialismo". En castellano existía de él: Más allá del Marxismo, o como se
hubiera dicho en los 90s: posmarxismo. Gramsci se ocupó en su celda de la
edición italiana Il superamento del marxismo , "la superación del
marxismo". - de Man trabajó como profesor en la Universidad de Fráncfort
del Meno de manera temporal y en la "Akademie der Arbeit", Academia
del trabajo. Él echa una mirada retrospectiva al proceso de transformación - y
Mariátegui lo observa al hacer esto -, en cuyo curso la zanja que lo separa de
los "correligionarios marxistas" que se han dirigido hacia el
bolchevismo, se ha vuelto cada vez más abismal.
El libro de de Man experimenta por el momento, como
Mariátegui registra, una resonancia parecida al de La decadencia de Occidente
de Spengler. Ya no se trata aquí como en el caso de Bernstein sólo de la
revisión sino de la, veinticinco años más tarde, liquidación del marxismo.
Claro que de Man no es de ninguna manera el primero que anuncia el fin del
marxismo. Ya Charles Andler había pronosticado en 1897, como Mariátegui
recuerda, la "disolución" del marxismo, y Masaryk pregonó en 1898 la
crisis del marxismo.
Georges Sorel en cambio, como les interesa a Gramsci y a
Mariátegui, representa de inmediato la vuelta revolucionaria hacia Marx de la
superficialidad evolucionista y del amansamiento parlamentario del marxismo. Él
asimila también la filosofía que viene después de Marx. Sorel se manifiesta
contra el positivismo y el racionalismo. Argumentos contra ambos encuentra él
en Bergson y los pragmatistas, cuyas ideas las refunda, acentuando el papel
histórico de la violencia contra el socialismo de derecho de los
socialdemócratas y contra las ilusiones democráticas del derecho al voto
universal. "La teoría de los mitos revolucionarios, que aplica al
movimiento socialista la experiencia de los movimientos religiosos, establece
las bases de una filosofía de la revolución, profundamente impregnada de
realismo psicológico y sociológico" (21).
"Realismo" no tiene que entenderse sin embargo, que
se suponga un homunculus politicus racionalista, sino que los seres humanos
sean aceptados con sus instintos y pasiones, sus miedos y esperanzas. De
emociones semejantes había sido sacudido el racionalismo seco y la
socialdemocracia había sido arrastrada a la guerra en 1914. Mientras que en la
situación revolucionaria después de la primera guerra mundial, los mejores de
la nueva generación, "los mejores espíritus, las mejores mentes" (114
s.), se vuelcan hacia la revolución, ve Mariátegui en cambio actuando a la
generación de anteguerra, de los Ebert, Kautsky, Bauer, Renner etc., como
saboteadores de la revolución (115). El mayor efecto de su socialdemocratismo
le parece a él, sin diferenciar mejor, la resistencia contra una revolución
exigida por las masas. Ahora bien, cuando de Man en contra de semejante
marxismo fundido propaga por un nuevo espiritualismo, que lleva hacia la
"derecha", usa Mariátegui a Sorel como a un anti-de-Man, que inyecta
nuevas energías a la izquierda.
Pero Mariátegui se da cuenta también que en la recepción de
Sorel se encuentran posiciones contrarias. Él anota: "Las reflexiones
sobre la Violencia [de Sorel] parecen haber influido decisivamente en la
formación mental de dos caudillos tan antagónicos como Lenin y Mussolini."
(21) Lenin le parece a Mariátegui como el más enérgico renovador del marxismo.
Su juicio del marxismo de Kautsky, pero, va más allá de la crítica de Lenin y
recuerda en algo a Lukács: Él hace una distinción tajante entre lo que está
vivo y lo que está muerto en el marxismo contemporáneo y critica, "...que
se quiera llamar marxismo a algo que había dejado de serlo casi desde su
origen". El "rector efectivo" de la socialdemocracia alemana, al
cual de Man se sentía tan ligado, "no fue Marx, sino Lassalle". Las
"refutaciones" actuales de de Man tienen por consiguiente muy poco
que ver con el "marxismo activo, viviente, de hoy" (23); lo que de
Man cree matar, ha muerto en realidad hace ya tiempo.
V
Una antípoda de Sorel es Croce. Como aquél cumple éste para
Gramsci y para Mariátegui una función importante. Sin exagerar se puede decir
que la apropiación crítica de Croce nos proporciona una clave para entender
tanto a Mariátegui como a Gramsci. A los detractores a la moda del pensamiento
marxista les recuerda Mariátegui como los neoidealistas Croce y Gentile se han
dedicado a aquel pensamiento. Éstos han comprendido: "La dialéctica
trascendental de Kant preludia, en la historia del pensamiento moderno, la
dialéctica marxista." (39)
Mariátegui practica un sabio trato con Croce, tomando para
sí las ideas recibidas de Antonio Labriola por éste:
Marx [...] no se propuso nunca la elaboración de un sistema filosófico de interpretación histórica, destinado a servir de instrumento a la actuación de su idea política y revolucionaria. Su obra, en parte, es filosofía, porque este género de especulaciones no se reduce a los sistemas propiamente dichos, en los cuales, como advierte Benedetto Croce - para quien es filosofía todo pensamiento que tenga carácter filosófico - no se encuentra a veces sino su exterioridad. La concepción materialista de Marx nace, dialécticamente, como antítesis de la concepción idealista de Hegel. (40)
Esta relación no estaba clara para Croce. Él considera
natural que el autoconocimiento siempre tiene lugar por medio de la rebelión
contra el primer amor en la filosofía. Por medio de esta reducción a la
psicología juvenil quita él la substancia de la crítica de Marx a Hegel.
Ahora bien, del mismo modo que para Gramsci y anteriormente
para Labriola, el materialismo histórico no es para Mariátegui, ni una
filosofía de la historia ni un materialismo filosófico (y eo ipso metafísico).
Marx ha creado un "método de interpretación histórica de la sociedad
actual".8 Croce ha confirmado esto refutando a Stammler, según él Marx no
habría aspirado a crear una filosofía de la historia sino una "concepción
histórica determinada por las condiciones presentes de la sociedad y del modo
como ésta ha llegado a ellas". (40)
La actualidad de este método de investigación se mide para
Mariátegui de acuerdo a la actualidad en su referencia al mundo real
específico: "La crítica marxista estudia concretamente la sociedad
capitalista. Mientras el capitalismo no haya trasmontado definitivamente, el
canon de Marx sigue siendo válido." (40 s.) La lucha política mantiene
viva esa crítica.
VI
El rechazo de Mariátegui contra un marxismo epigonal que se
agota en la interpretación de Marx es tajante. "[H]ay que desistir de
consultar, como si fueran las memorias de una pitonisa, los nutridos volúmenes
de crítica y teoría en que expuso [Marx] su método de interpretación"
(75). Lenin, Trotsky y Rosa Luxemburg son ejemplos de actualizaciones creativas
según Mariátegui. Contra el intento de hacer de los grandes nombres banderas
partidarias de la división y exclusión, como los comunistas en especial irían a
llevar hasta la autodestrucción, está Mariátegui inmunizado.
Se puede ser de la opinión, que las reflexiones de
Mariátegui sobre Teoría y práctica de la reacción podrían ser más actuales en
la época de la globalización neoliberal del capitalismo que su disputa con
refutaciones a Marx olvidadas hace ya mucho tiempo. Su defensa más fuerte del
marxismo es su arremetida marxista contra el liberalismo económico de su
tiempo. "Aquellas fases del proceso económico que Marx no previó [...] no
afectan mínimamente los fundamentos de la economía marxista; exactamente como
los hechos, mucho más graves y profundos, que han rectificado en el último
siglo la práctica del capitalismo, forzándolo a preferir según los casos el
proteccionismo al libre cambio y el intervencionismo a la libre concurrencia,
no destruyen los fundamentos de la economía liberal, en cuanto son las bases
teóricas del orden capitalista." (75) Son también válidas con ciertas
modificaciones en la actual "época de estadización mundial de servicios y
empresas" (ibid.).
En vista de este diagnóstico de la época que conceptúa al
mercado como metáfora para la marcha autónoma de una economía heredada,
advierte Mariátegui a los liberales, con Sorel y Croce, de despachar sin más al
marxismo como utopía. Su propio terreno, la economía liberal, dice Mariátegui con
Sorel, representa "uno de los mejores ejemplos de utopías que se pueda
citar": Se había imaginado una sociedad en la que bajo ley de completa
competencia libre, todo se reduciría a relaciones de cambio; "se reconoce
hoy que esta sociedad ideal sería tan difícil de realizar como la de
Platón" (Sorel, cit. 76). Con la misma advertencia hacia el reproche
barato de utopismo por parte de los liberales en contra del marxismo, aduce
Mariátegui al líder de los liberales, Croce: Éste tampoco tendría un mejor entendimiento
cuando los liberales tachan de utopistas a los marxistas; con mayor derecho
sería al contrario.
VII
Mariátegui cita ampliamente el manifiesto revisionista de
Croce, Materialismo storico ed economia marxistica, del que también se ocupa
Gramsci una y otra vez en sus Cuadernos de la cárcel, usándolo contra las
tergiversaciones posteriores en la posición de Croce. El que Mariátegui
concuerde con Gramsci (del que sin duda no tiene ninguna noticia certera a
estas alturas) en la apropiación crítica y modificación de los temas croceanos,
muestra la dirección común en el afán en la que ambos se encuentran inmersos en
contra de la corriente del marxismo-leninismo que se está formando. Mientras
que en éste el comunismo de guerra ha dejado secuelas imborrables, ejerciendo
lo político como estado de excepción permanente y bajo el signo de la primacía
de la violencia, conjuntamente con una reducción economística del marxismo,
dirige Mariátegui (al igual que Gramsci) su interés, sin dejar de lado el papel
de la violencia, a la cultura y a la política de lo cultural. Este aspecto de
la obra mariateguiana ha hecho que Antonio Melis, anteponga la cercanía de
Walter Benjamin con Mariátegui a la "afinidad" con Gramsci, y esto a
causa del interés en la industria cultural, en general en la "organización
material de la cultura" (Melis 1981, 138).
Mariátegui se da cuenta de que la violencia es incompetente
para la apropiación de la cultura. Pero la cultura es una de las fuentes más
importantes del poder, enseña él en las Universidades Populares en octubre de
1923: "La burguesía es fuerte y opresora, no sólo porque detenta el
capital sino también porque detenta la cultura. La cultura es uno de sus
principales, uno de sus sustantivos instrumentos de dominio. [...] La cultura
es el mejor gendarme del viejo régimen." La burguesía no se deja quitar el
instrumento de dominio cultural a la manera soviética. "El capital es
expropiable violentamente. La cultura, no." (1975, 23) Esto está pensado
enteramente a la manera gramsciana y además es compatible con las ideas de Karl
Korsch. De forma análoga tiene que verse a Mariátegui en su lucha por la
hegemonía cultural. La palabra hegemonía no tiene mucha importancia para él,
pero el concepto de hegemonía en los hechos juega un papel central. No se
entendería de otra manera su concepción del intelectual que él mismo practica.
La Defensa muestra sólo una mínima parte de la lucha de
Mariátegui por elementos de lo cultural. Los elementos particulares pueden
haber llegado a ser históricos. Pero la desenvoltura y la referencia a
problemas concretos con la que Mariátegui profesa el marxismo como apropiación
crítica, y como un pensamiento que interviene en las ideas de su tiempo, es
actual. Lo que le ayuda en esto, al igual que a Gramsci, es una epistemología
de la praxis siguiendo a Labriola, que de nuevo como Gramsci, es en parte
mediada por Croce. Ésta se limita también, al igual que Marx y Engels en La
ideología alemana (cf. MEW 3, 27), en ver a la teoría del materialismo
histórico como a una guía de investigación. A aquellos que proclaman la muerte
del marxismo, les dice Mariátegui allí, después de haberles sustraído sus pocas
fuerzas: Lo que vosotros habéis tomado como marxismo, ya estaba muerto. El
nuevo marxismo vive donde vosotros no lo esperabais.
Notas
1. Traducido del alemán por José F. Pacheco. [Revisado por
La Haine] Publicado por primera vez en J. Morales Saravia (ed.), José Carlos
Mariátegui: Gedenktagung zum 100. Geburtstag im Ibero-Amerikanischen Institut Preußischer Kulturbesitz am
10. November 1994 in Berlin, Fráncfort d.M. 1997. Reproducido más tarde
en W.F. Haug, Dreizehn Versuche marxistisches Denken zu erneuern, Berlin 2001.
2. Las indicaciones de páginas en el texto se remiten a esta
obra.
3. El mismo Manfred Kossok tiene que limitarse:
"Tampoco faltan intentos más flexibles de construir una contradicción, por
medio de comparaciones atinadas entre Antonio Gramsci y Mariátegui (que en la
investigación seria tienen enteramente su lugar), entre el uso intelectual y el
uso práctico del marxismo por el partido de la clase obrera." (1982)
4. "En este sentido, el interés por Mariátegui no es
diferente del mostrado por Lukács, Korsch y Gramsci." (Sylvers 1981, 19)
5. "El equipo de intelectuales del Ordine Nuevo de
Turín, asumió la empresa de dar vida en Italia al Partido Comunista, iniciando
el trabajo político que debía costar, bajo el fascismo, a Gramsci, Terracini,
ect., la condena a veinte o veinticinco años de prisión" (115).
6. Cf. Antonio Gramsci, Gefängnishefte, por ej. cuaderno 8,
167, incluido otra vez en cuaderno 11, 66; cf. además los comentarios
correspondientes.
7. Sobre Spengler cf. la entrevista estratégicamente
interviniente con Mariátegui de mayo de 1923 en Claridad sobre la restauración
en Europa, "El Ocaso de la civilización Europea", en: ibid. 1975, 17.
8. "Marx no tenía por qué crear más que un método de
interpretación histórica de la sociedad actual." (40)
9. Las Universidades Populares (Octubre 1923), en: 1975,
29.
Bibliografía
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Gramsci, Antonio, Gefängnishefte [Cuadernos de la cárcel]
edición crítica a partir de la edición italiana a cargo de Valentino Gerratana,
editada por Klaus Bochmann, Wolfgang Fritz Haug & Peter Jehle, 9 vols.,
Hamburg 1991-1999.
Kossok,
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Maihold,
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Podestá, Bruno, Giovanni Casetta, Antonio Melis, Robert
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Sylvers, Malcolm, "J. C. Mariátegui e l'Italia: la
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