
Immanuel Wallerstein (Traducción de Pilar López Mañez) Madrid, S.XXI, 2012
Segundo tiempo: Reseña de ‘Las incertidumbres del saber’
Immanuel Wallerstein (Traducción de Julieta Barba &
Silvia Jawerbaum) Barcelona, Gedisa, 2004.
Especial
para Gramscimanía
|
Luis Roca Jusmet
1. ‘El capitalismo
histórico’
Immanuel Wallerstein |
Immanuel Wallerstein es un analista clave para entender la
sociedad en que vivimos. Lo es desde la perspectiva rigurosa, clara y crítica
de un científico social que niega la división de las dos culturas, la
científica y la humanística. Y que plantea una concepción integrada de todas
las ciencias sociales: lo que él llama la sociología histórica. Esta sociología
no sólo no está separada de la historia sino que además rompe las barreras
entre la antropología, la sociología, la economía y la política. Porque
esta división lo que marca una concepción del saber que se corresponde con el
tipo de sociedad que emerge a partir del siglo XV y que ya está globalizada el
siglo XIX.
Esta sociedad es lo que Wallerstein llama un Sistema-Mundo. Con este
término se refiere a un tipo de sociedad que tiende a la máxima expansión, a un
dominio global. Hasta ahora estos sistemas eran los Imperios, que estaban
basados en un poder político absoluto.
Pero el Sistema-Mundo moderno es una Economía-Mundo. Esto quiere decir que su dominio no es político sino económico. Este dominio económico es impersonal, es la lógica que rige el funcionamiento del sistema, que es el de la acumulación de capital. Todo se ha ido ordenando alrededor de esta finalidad, que es totalmente irracional.
Pero el Sistema-Mundo moderno es una Economía-Mundo. Esto quiere decir que su dominio no es político sino económico. Este dominio económico es impersonal, es la lógica que rige el funcionamiento del sistema, que es el de la acumulación de capital. Todo se ha ido ordenando alrededor de esta finalidad, que es totalmente irracional.
En contra de otros planteamientos, Wallerstein no cree que
lo esencial del capitalismo sea su naturaleza de economía de mercado. En este
sentido sigue la línea del historiador Fernand Braudel y el economista Karl
Polanyi al considerar que el capitalismo es, en cierta forma, una economía
anti-mercado. Lo es en la medida en que la lógica del sistema tiende al
oligopolio o al monopolio y no a la libre competencia. Aunque lo que sí es
cierto es que esta acumulación de capital la realiza a partir de una mercantilización
progresiva de todos los elementos sociales. Otra cosa es lo que dice el
liberalismo, que es una ideología que oculta más que muestra el funcionamiento
real del capitalismo. Aquí es fundamental entender el papel del Estado, pieza
fundamental para garantizar este mecanismo. El Estado es ambivalente. Aunque
pueda recoger los frutos de los movimientos reivindicativos ( a los que él
llama antisistémicos) y ser así un elemento de redistribución de los recursos,
no hay que olvidar su papel fundamental. El Estado crea las infraestructuras (
de comunicación, de información, de energía..), las fronteras y la legalidad
que necesita el capitalismo. Tiene además el monopolio de la violencia, que le
permite garantizar el orden interno centrado en la propiedad privada ( policía)
como la competencia por los mercados ( ejército) . Pero también se dedica a
socializar las pérdidas de los oligopolios y los monopolios a través de
subvenciones, los beneficios fiscales o simplemente inyectandoles el dinero que
necesitan para seguir acumulando capital. Hoy más que nunca me parece que es
evidente esta última afirmación. Otro elemento fundamental en el planteamiento
de este gran sociólogo es la división entre países centrales y países
periféricos. No se trata de algo contingente o accidental sino de algo
sustancial. Hay un intercambio desigual que hace que las clases trabajadores de
los países centrales recojan una parte del beneficio del excedente de esta
relación de dominio de unos países sobre otros. Aunque aquí hay que decir que
no es justo atribuir a Wallerstein la sustitución de la lucha de clases por la
lucha entre países. Son dos aspectos del sistema que hay que entender de manera
entrelazada como manifestaciones de la lucha de clases. La realidad es
compleja, aunque sea más fácil verla de manera simplificada.
En este denso resumen que Immanuel Wallerstein hace en este
libro de sus propias teorías hay otros aspectos que vale la pena remarcar. En
primer lugar su noción de estructura dinámica, de crisis y de bifurcación.
Estos conceptos los extrae de un científico que es Ilya Prigogine. Como él
mismo este Premio Nobel de Química quiso trazar un puente entre las ciencias
naturales y las sociales. Una estructura dinámica es un sistema ordenado de una
determinada manera. Cada estructura tiene un inicio, una desarrollo, una crisis
y dos salidas posibles. Aplicado a la sociedad humana la historia es la
transformación de estructuras (larga duración) o lo que ocurre en cada
estructura ( corta duración). En este proceso no se contempla la idea de
revolución porque un sistema se acaba por sus propias contradicciones internas
y es en este momento cuando la acción humana decide cual será la salida. El
capitalismo no fue resultado de una revolución burguesa, que según Wallerstein
nunca existió, sino de una salida favorable a los grupos más poderosos del
feudalismo, que se transformaron en la nueva burguesía. Otra opción hubiera
sido la formación de comunidades más igualitarias de pequeños propietarios. El
capitalismo llegará pronto a su fin porque es incapaz de resolver sus
contradicciones internas. Será la lucha entre las élites económicas y los
movimientos antisistémicos la que decidirá lo que vendrá después, que puede ser
mejor o peor en función de quien gane la lucha. Sí se le puede criticar a
Wallerstein la poca precisión de este término, por lo menos tal como aparece en
el libro al situar en un mismo plano el nacionalismo y el socialismo ( que por
otra parte tiene un contenido muy poco matizado).
Desde el punto de vista ideológico el capitalismo es
paradójico porque vive la tensión entre el universalismo y el particularismo.
Su universalismo es el del mercado y el de la ciencia. Su particularismo es el
del nacionalismo, el racismo y el sexismo. Wallerstein es contundente: el
racismo es un invento del capitalismo para justificar las desigualdades
económicas. Antes del capitalismo existió xenofobia, no racismo. Respecto al
sexismo también sostiene que nunca fue tan claro como con el capitalismo, donde
se convierte a la mujer en un ser improductivo y se forma una familia nuclear
patriarcal. Aquí, evidentemente, habría mucho que discutir porque en lo que
respecta al sexismo lo cierto es que el capitalismo ha sobrevivido a la crisis
del patriarcado en los países centrales. Respecto al racismo habría aquí toda
una reflexión sobre si hay un racismo cultural que es herencia del racismo
genético.
Wallerstein no es marxista. Respeta a Marx pero considera
que tuvo sus aciertos y sus errores, como podemos comprobar por los comentarios
anteriores. Pero quizás la diferencia básica es que para Wallerstein el
capitalismo no tuvo un carácter progresivo. Es un sistema totalmente
irracional, sin ninguna función histórica y que ha empobrecido a la mayor parte
de los habitantes del planeta, que viven peor que antes. Tampoco es comunista,
ya que para él el llamado socialismo real no fue nunca una alternativa a la
Economía-Mundo capitalista. Esta es una de las contradicciones de los
movimientos antisistémicos : al tomar el poder del Estado se acaba convirtiendo
en una pieza más dentro del sistema global. Esta afirmación es, sin duda, un
escándalo para muchos sectores de la izquierda.
Quizás esta reseña sea un resumen del propio resumen que es
en sí mismo el libro, sobre todo de su monumental estudio El moderno sistema
mundial. Pero no puedo evitar dar a conocer en estas líneas la teoría del
quizás más importante analista crítico del capitalismo en el momento actual.
Nacido en Nueva York en 1930 Immanuel Wallernstein completa su inmenso trabajo
teórico ( con una indudable base empírica) con artículos y entrevistas sobre el
momento presente. Comprometido en una posición claramente de izquierdas nos
proporciona un material que es, bajo mi punto de vista, imprescindible para
cualquiera que quiera entender lo que estamos viviendo hoy a nivel mundial. No
es desde lo más simple como vamos entendiendo lo más complejo ( los ilusorios
“hechos” del positivismo) sino construyendo un marco global dinámico como
podemos ir situando y entendiendo lo más concreto.
El libro es una coherente recopilación de unas conferencias
relativamente recientes sobre unos aspectos epistemológicos clave que le ocupan
desde hace unos años.
![]() |
Más abajo: 3 videos sobre Wallerstein |
El texto está dividido en dos partes, tituladas “Las
estructuras del saber” y “Dilemas disciplinares”, que son respectivamente un
crítica del saber tal como lo entiende la sociedad capitalista y de la división
artificial de las ciencias sociales en diferentes departamentos. Wallerenstein
critica tres ejes fundamentales, a partir de los cuales muestra el problema y
el camino de su superación.
El primer eje es la defensa de la ciencia y la crítica del
cientificismo como herencia de Bacon, Descartes y Newton. Se trata de una
ideología que entiende la ciencia como un saber universal absoluto y objetivo
totalmente imparcial. Su aparición histórica hay que remontarla a la
reestructuración de la Universidad que se da en la Baja Edad Media. En esta
época existían cuatro Facultades : Teología ( la principal), Filosofía, Derecho
y Medicina. La primera no sólo va perdiendo su importancia sino también su
propia legitimidad, ocupando progresivamente un lugar marginal. Las dos últimas
pasan a considerarse carreras prácticas más que saberes teóricos, con lo cual
el lugar clave pasa a ocuparlo la Facultad de Filosofía. Pero lo hace a costa
de sufrir una división interna enCiencia y Humanidades. Fractura interna que
implicará una jerarquización, ya que se entiende que la primera se ocupa de la
Verdad y la segunda del Bien ( y la Belleza), Y la Verdad es ontología y
epistemológicamente más importante que el Bien ( y la Belleza) que pasan a ser
temas puramente especulativos.
Esto nos lleva al segundo eje, que es que el axioma del
saber en el capitalismo es la de las dos culturas, ciencia por un lado y filosofía
por el otro. El científico aparece como objetivo e imparcial mientras el
filósofo ( campo de las Humanidades) lo hace como subjetivo y parcial ( es
decir siempre discutible).
El último de los tres ejes es el que nos permite situar a
las ciencias sociales, cuyo estatuto es ambiguo porque oscila entre la ciencia
y la filosofía. Aunque la escuela positivista quiera situarse en la primera y
la hermenéutica parezca hacerlo en la segunda, en realidad ambas están
atrapadas por el modelo newtoniano de buscar leyes universales. Y la propia
estructura del Sistema-Mundo Capitalista es la que justifica las divisiones
internas en departamentos separados., que representan la división mundial que
despliega. Por una parte la diferencia entre países centrales/países
periféricos se refleja en la división de economía/política/sociología por un
lado y antropología/estudios culturales por otro. Las tres primeras
disciplinas, que corresponden a los países centrales, responde a los tres
registros en que consideramos que se mueven estos países : Mercado, Estado,
Sociedad. Pero como estos países se entienden a sí mismos en una línea de
Progreso entonces las tres disciplinas citadas corresponden al presente
mientras que la ciencia histórica al pasado, buscando en este caso una
objetividad imposible. Para querer ser imparcial sustituye los hechos por unos
supuestos documentos primarios a los que atribuye ilusoriamente una fidelidad
absoluta. Alrededor de estas disciplinas especializadas se han ido
constituyendo unas estructuras institucionales jerarquizadas llamadas
departamentos en torno a las cuales hay toda unas luchas por el prestigio y el
poder.
La propuesta de Immanuel Wallerstein no es una alternativa
acabada, porque como él mismo dice, difícilmente podemos escapar completamente
a las categorías de la sociedad que nos ha formado y en medida en que una
transformación social bien orientada sea un hecho se irán definiendo mejores
opciones en la práctica. Pero apunta sugerencias interesantes, la primera de
las cuales es la de luchar por una única ciencia social histórica en la línea
que preconizaba Fernand Baudel hace ya medio siglo. Otra es la de considerar la
aportación de los estudios culturales entendiendo la ciencia como una
construcción social y no algo puro e imparcial. La tercera es la de incorporar,
siguiendo a científicos como Illya Prigogine, la incertidumbre al planteamiento
científico, huyendo de enfoques deterministas de supuestas leyes universales.
Para ello hay que plantear lo que él llama “el medio no exluido”, que consiste
en buscar una alternativa entre el tiempo y la duración. El tiempo es el cambio
y la duración es la permanencia y lo que propone Wallerstein es tener en cuenta
los dos aspectos sin eliminar ninguna de ellas. Para ello hemos de entender la
realidad, tanto la natural como la social, como estructuras históricas de larga
duración pero finitas. Las ciencias físico-naturales, siguiendo el modelo
newtoniano han negado el tiempo planteando que las leyes naturales son
naturales e irreversibles, en contra de lo que han planteado posteriormente
científicos como Prigogine: la necesaria consideración de “la flecha del
tiempo”. Las ciencias sociales han caído contrariamente en lo contrario:
centrarse en el acontecimiento y la coyuntura y olvidarse de la duración , que
quiere decir de lo estructural. Pero tener en cuenta la permanencia estructural
quiere decir enmarcar históricamente lo que analizamos en un sistema de larga
duración. Y el modelo es que todo sistema tiene un origen, un desarrollo y una
crisis, donde aparece una bifurcación con más de una alternativa que es
imposible de determinar, tanto a nivel físico-químico como a nivel social. Es
lo que llama, siguiendo otra vez a Prigongine, el caos determinista o el
determinismo caótico.
En este debate hay muchos matices que considerar. Quizás
habría que volver a David Hume cuando en el siglo XVIII señala la diferencia
entre juicio lógico, juicio de hecho y juicio moral. Para él el juicio lógico
es una operación formal, el juicio de hecho procede exclusivamente de los
sentidos y el juicio moral del sentimiento, con lo cual sólo el segundo tiene
que ver con la verdad. El debate fue crucial pero la ciencia ( y no sólo ella)
ha seguido mayoritariamente la dogmática establecida por el positivismo de
considerar estas afirmaciones como incuestionables, aunque filósofos de la
propia tradición analítica como Quine la hayan cuestionado.
Finalmente quiero hacer referencia a un aspecto del estudio
que me ha parecido enormemente sugerente. Es cuando Wallerstein habla en su
artículo “La escritura de la historia” de los niveles de verdad que aparecen en
tipos diferentes de narración, desde el cuento hasta la historia, pasando por
el propagandista y el periodista. Wallerstein cita a La Comisión de la Verdad y
la Reconciliación creada en Sudáfrica n octubre de 1998, que estableció cuatro
tipos de verdad sobre la base de las cuatro categorías establecidas
anteriormente por el juez Albie Sachs, de la Corte Constitucional de Suráfrica,
que fue anteriormente una víctima del apartheid. Su división era entre la
verdad objetiva ( la que trata los hechos que se citan en la narración), la
verdad lógica ( la que deducimos o inducimos desde los hechos probados), la
verdad de la experiencia ( en función de cómo ha vivido el narrador estos hechos)
y la verdad dialógica ( la que surge en el debate entre los diversos narradores
que relatan su experiencia). A partir de esta primera división la Comisión
estableció cuatro categorías de verdad, inspiradas en las anteriores pero no
exactamente iguales.que ellas. A las dos primeras las incluye en una sola, a la
que llaman la verdad objetiva. Este planteamiento me parece muy ajustado porque
pone de manifiesto que la verdad lógica es una simple derivación de una verdad
anterior de hechos probados. Y también porque la única objetividad posible es
la que aparece en la percepción común de un hecho. Lo que a veces se llama
verdad por coherencia entra por lo tanto en esta misma categoría, aunque con un
estatuto de probabilidad. La segunda verdad de la que hablan es la de verdad
narrada que marcaría la dimensión interna del hecho, es decir, cómo lo viví
realmente. La tercera verdad es la verdad social, que sería una verdad
polifónica que recoge las diferentes verdades narradas por los protagonistas. Y
finalmente la verdad restaurada o terapéutica, que tiene relación con la
memoria de lo que pasó a las víctimas y en su testimonio para restaurar la
dignidad herida. Aquí entraría la verdad de la víctima, formulado por Alain
Badiou y recogida por Zizek.
No tenemos aquí una solución al problema,
extraordinariamente complejo, pero si unas valiosas reflexiones que nos
permiten ampliar el horizonte sobre cómo tratarlo.