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Antonio Gramsci ✆ Andrea |
Néstor Kohan
Carlos Nelson era muy irónico. Lúcido, erudito, amable,
fraternal, tierno, divertido. Le gustaba conversar y beber en compañía. A pesar
de ser profundamente brasileño, no le gustaba bailar. Se sentía comunista y
mantuvo una coherencia en torno a los ideales comunistas, aunque fue cambiando
de organizaciones a medida que éstas se derechizaban. Comenzó militando en el PC brasileño, luego se incorporó al
PT y finalmente al PSOL. Apoyaba con entusiasmo al MST. Es muy conocido que
Coutinho introduce los Cuadernos de la Cárcel de Antonio Gramsci en Brasil.
Menos conocido es su rol como introductor de György Lukács.
En Brasil, los primeros libros de Lukács recién aparecerán
en idioma portugués a partir de 1965: Ensaios sobre literatura [1965];
Literatura e humanismo [1967]; Os marxistas e a arte [1967]; Introdução a uma
estética marxista; Marxismo e teoria da literatura y ¿Existencialismo ou
marxismo? (Debe destacarse que no se cuenta entre ellos el mejor de todos:
Historia y conciencia de clase).
Dos de los principales introductores de Lukács en Brasil son
Carlos Nelson Coutinho y Leandro Konder, por entonces militantes de la
corriente cultural del Partido Comunista. Ambos jóvenes mantenían en aquella
época fortísimas simpatías por Historia y conciencia de clase. No obstante, su
correspondencia con Lukács —donde le iban proponiendo nombres de libros suyos
para ir traduciendo y publicando en Brasil— los fue apartando de ese rumbo.
El filósofo de Hungría trataba de convencerlos de que “este libro está enteramente superado en sus
problemas fundamentales” (Carta de G.Lukács a L.Konder del 9 de junio de
1963) . En el mismo sentido, el pensador húngaro señalaba:
“Me gustaría sobre todo advertirle contra una lectura acrítica de Historia y conciencia de clase”: (Carta de G.Lukács a Carlos Nelson Coutinho del 31 de agosto de 1963).
Más tarde, una vez que el joven Coutinho le reconoce haber
seguido sus consejos y haber abandonado la concepción “historicista” del
marxismo propia de Lucien Goldmann, J.P.Sartre, Antonio Gramsci y el joven
Lukács, el mismo Lukács le responde lo siguiente: “Me alegro de lo que usted me cuenta, o sea, que superó el
historicismo abstracto-subjetivista sin caer en la gran moda actual del
estructuralismo”: (Carta de G.Lukács a C.N.Coutinho del 18 de octubre de
1967. Las 34 cartas intercambiadas entre los dos jóvenes intelectuales
brasileños y el filósofo marxista de Hungría están reproducidas en el volumen
colectivo Lukács e a atualidade do marxismo. São Paulo, Boitempo, 2002. pp.133-156).
De allí en más
Coutinho irá enhebrando una sutil síntesis entre la concepción política de
Gramsci y la concepción filosófica del Lukács maduro. Ambos resignificados de
acuerdo a la realidad política y social brasilera en la cual Coutinho militó
toda su vida.
En su recuerdo y a modo de homenaje al amigo, compañero y
entrañable comunista que tuvimos el honor de conocer, reproducimos a
continuación una síntesis de su obra y una entrevista que le hicimos a Carlos
Nelson en México en 1999 para el libro De Ingenieros al Che. Ensayos sobre el
marxismo argentino y latinoamericano.
“La
filosofía de la praxis en Brasil”
(Entrevista a Carlos
Nelson Coutinho)
Carlos Nelson Coutinho es uno de los principales
especialistas e investigadores brasileños sobre el pensamiento de György Lukács
y Antonio Gramsci, cuyas obras él introdujo en Brasil. De Lukács, con quien
mantuvo correspondencia (junto con su compañero Leandro Konder) durante la
última década de vida del filósofo húngaro, Coutinho tradujo Marxismo y crítica
literaria; Prolegómenos a una estética marxista; Ontología del ser social.
Hegel y Ontología del ser social. Marx.
No casualmente, su
primer libro de crítica literaria Literatura e humanismo. Ensaios de crítica
marxista (Rio, Paz e Terra, 1967) está fuertemente atravesado por un élan lukacsiano.
Pocos años después, utilizando ampliamente la
conceptualización lukacsiana madura de la ontología del ser social acerca de
“la razón dialéctica y la riqueza humanista de la praxis”, el pensador
brasileño publicó El estructuralismo y la miseria de la razón (1971). En esta
obra precursora de muchas críticas posteriores, Coutinho cuestionó duramente a
las distintas vertientes del pensamiento estructural —principalmente francés—
absolutamente en boga en esos años, personificadas en Claude Levi-Strauss,
Louis Althusser, Michel Foucault, entre otros. La suya fue una de las primeras
críticas sistemáticas de esta tradición realizadas en América Latina.
De todas esas críticas sobresale la que dirigió contra Althusser,
cuyo pensamiento caracterizó como “una posición de derecha, burocrática y
conservadora, expresión del racionalismo abstracto y la epistemología
neopositivista”. Cabe aclarar que en ese trabajo, Coutinho también criticaba,
siempre desde la perspectiva del último Lukács, al “subjetivismo irracionalista
del humanismo especulativo”.
Aun militando en esa época en el Partido Comunista brasileño
(organización con la que rompió a comienzos de los ‘80 tras haber publicado La
democracia como valor universal [São Paulo, Ciências Humanas, 1980]), Coutinho
arremetió fuertemente en El estructuralismo y la miseria de la razón contra “la manipulación burocrática de las
conciencias realizada por el estalinismo y también por el neoestalinismo”.
Allí además acusaba a estas corrientes de haber convertido al marxismo en “una ideología de la confianza y una
sociología vulgar positivista”.
Junto con la obra de Lukács, Coutinho también recibió la
influencia de Antonio Gramsci, de quien tradujo en 1966 El materialismo
histórico y la filosofía de Benedetto Croce (publicado con el título de
Concepção dialética da história, Civilização Brasileira, 1966); y en 1968 Los
intelectuales y la organización de la cultura y Literatura y vida nacional
(también por Civilização Brasileira).
Si durante el período 1961-1965 las obras del joven Lukács y
de Antonio Gramsci fueron el horizonte central en el pensamiento filosófico de
Coutinho, desde aproximadamente 1965 hasta 1975, ese lugar será ocupado por el
Lukács maduro (no el Lukács de Historia y conciencia de clase sino del de la
Estética y el de la Ontología del ser social).
En ese período, su lectura filosófica del marxismo
fuertemente lukacsiana sometía tangencialmente a discusión también a Antonio
Gramsci, cuya filosofía era caracterizada en El estructuralismo y la miseria de
la razón como “un historicismo subjetivista cuya raíz se remonta al joven
Benedetto Croce”. No obstante, Coutinho seguía subrayando en ese entonces como
propio el estrecho vínculo político entre Gramsci y Lenin.
Más tarde, probablemente a partir de 1975, en forma paralela
a la influencia política que recibió del Partido Comunista italiano
(principalmente de Palmiro Togliatti pero no sólo de él), Coutinho volverá
sobre esos juicios acerca de Gramsci. A partir de entonces lo revalorará no
sólo como filósofo sino principalmente como teórico de la política.
Publicará entonces la primera versión de su Introducción a
Gramsci (1981, luego ampliada y reeditada en varias ocasiones), donde destacará
en el autor de los Cuadernos de la cárcel “su ontología marxista de la praxis
política” y su operación de “conservación y superación dialéctica” de las
categorías leninistas. En esta obra, absolutamente celebratoria del pensamiento
gramsciano, se dejarán aun oír ecos de su período lukacsiano, como por ejemplo
cuando Coutinho insiste con la tesis de que existirían “residuos idealistas en
las reflexiones específicamente filosóficas de Gramsci”.
En los últimos años Coutinho ha intentado repensar el
conjunto de su obra anterior, explorando a fondo la posible articulación entre
sus dos grandes amores filosóficos: la obra de Gramsci y la del Lukács maduro,
entendiendo ambas como dos modalidades diferentes pero complementarias de la
filosofía de la praxis. Paralelamente, en términos políticos, ha tratado de
fundamentar la consigna de Rosa Luxemburg “No hay democracia sin socialismo, no
hay socialismo sin democracia”, pero valiéndose centralmente de las categorías
gramscianas de “sociedad civil” y “Estado ampliado”.
En la Argentina se han conocido algunos de sus trabajos
gracias a las traducciones al español de la editorial mexicana ERA.
Entre sus últimos libros publicados en Brasil se destacan
Cultura e sociedade no Brasil. Ensaios sobre idéias e formas (Belo Horizonte,
Oficina do Livro, 1990); Marxismo e política. A dualidade de poderes e outros
ensaios (São Paulo, Cortez, 1994 e 1996); Gramsci. Um estudo sobre seu
pensamento político (Rio de Janeiro, Civilização Brasileira, 1999) y Contra a
corrente. Ensaios sobre democracia e socialismo (São Paulo, Cortez, 2000).
Entre sus traducciones al portugués, deben mencionarse,
además de Gramsci y de Lukács, Las ideas estéticas de Marx de Adolfo Sánchez
Vázquez; Lógica formal, lógica dialéctica de Henri Lefebvre; Socialismo e
democracia. Escritos 1944-1964, una antología de Palmiro Togliatti y la
Historia del marxismo organizada por Eric J. Hobsbawm (publicada originalmente
en Italia por Einaudi). A ello habría que agregar la edición —todavía en curso
[referencia al año 2.000]— de los Cuadernos de la cárcel de Gramsci (también
por Civilização Brasileira), con los cuales Coutinho realizó una suerte de
síntesis entre la edición temática de Togliatti y la última edición crítica de
Valentino Gerratana.
Actualmente [referencia al año 2.000], Carlos Nelson
Coutinho es militante del Partido de los Trabajadores (PT) y profesor e
investigador del Centro de Filosofia y Ciencias Humanas de la Universidad
Federal de Rio de Janeiro.
La conversación
—En tu obra teórica dos autores han ocupado el centro de la escena: György Lukács y Antonio Gramsci. ¿Por qué los tomaste como paradigmas e interlocutores privilegiados?
—Creo que Lukács y Gramsci son los autores que mejor
desarrollaron las indicaciones metodológicas de Marx, adecuándolas al siglo XX
y garantizando así su perdurabilidad en el XXI.
“El último Lukács, al interpretar el legado filosófico de
Marx como una ‘ontología del ser social’ —que, a partir de la afirmación del
trabajo como ‘modelo de toda praxis social’, concibe el ser social, al
contrario del ser de la naturaleza, como una articulación orgánica de
causalidad y teleología, de determinación y de libertad—, me parece haber
propuesto la más lúcida lectura filosófica del marxismo.
“Gramsci, por su
parte, no sólo ha comprendido la esencia de la filosofía de Marx al definirla
como una filosofía de la praxis, sino que sobre todo ha promovido la más lúcida
y creadora renovación de la teoría política marxiana, al formular el concepto
de ‘sociedad civil’ y, de este modo, al elaborar su específica noción de Estado
ampliado.
“Además, pienso que,
no obstante algunas divergencias no esenciales, es perfectamente posible
conjugar las reflexiones de estos dos grandes pensadores: por ejemplo, es muy
significativa la función esencial que, en ambos, desempeña el concepto de
catarsis, que en Lukács tiene una dimensión ética y estética y que adopta, en
Gramsci, una dimensión específicamente política.
“Pero, en ambos, la catarsis aparece como el movimiento de
la praxis donde tiene lugar la elevación de la particularidad a la
universalidad, de la necesidad a la libertad. Pienso que sería un trabajo de
inestimable significación para el desarrollo del marxismo —se trata de una
tarea que me propongo intentar— profundizar el estudio de las semejanzas y de
las diferencias entre las reflexiones de Gramsci y de Lukács.
¿En el Partido Comunista brasileño (PCB), dentro del cual militaste durante veinte años, los textos de Lukács y Gramsci circulaban libremente o estaban de algún modo ‘proscriptos’ en función de los manuales soviéticos?
—Ingresé en el PCB en
1960, esto es, después de XX Congreso del Partido Comunista de la Unión
Soviética (PCUS), o sea, después de la denuncia de los crímenes de Stalin. La
atmósfera cultural era ya más abierta. El PCB (que, dicho sea del paso, no ha
sido jamás tan sectario y dogmático como el Partido Comunista argentino)
experimentaba en este momento el desafío de otros agrupamientos de izquierda,
sobre todo de los cristianos progresistas, y por eso aceptó que sus
intelectuales más jóvenes propusieran nuevos autores marxistas.
“En los años 60,
publicamos en Brasil no sólo a Gramsci y a Lukács, sino también importantes
pensadores de la Escuela de Frankfurt, como T.Adorno, W.Benjamin y H.Marcuse.
Ya en los años 60, en Brasil nadie tomaba en serio a los manuales soviéticos.
Pero tenía lugar una tácita ‘división del trabajo’: podíamos, los intelectuales
del Partido [PCB], presentar y defender a Gramsci y a Lukács como filósofos,
pero la definición de la línea política era algo reservado a la dirección de
Partido.
“Por eso, por ejemplo, ha sido muy unilateral la primera
recepción de Gramsci en Brasil: él era presentado por nosotros como el más
brillante filósofo y crítico literario marxista, pero ha quedado en silencio la
innegable dimensión política de su obra. Esto es: el camino estaba abierto para
defender a Gramsci como el promotor de una ‘filosofía de la praxis’, pero no
como el teórico de la ‘revolución en Occidente’, es decir, como una alternativa
a los paradigmas etapistas y rupturistas de la III Internacional, la Internacional
Comunista”.
El trabajo” que vos mencionás, con la recepción gramsciana de Agosti. ¿Vos conocías su obra? ¿Tuvo influencia en tu primer acercamiento a Gramsci?
—De Agosti me acuerdo
haber leído Defensa del realismo; Nación y cultura; Cuaderno de Bitácora; Para
una política de la cultura —todos en castellano— y su único libro publicado en
Brasil: Problemas atuais do humanismo. Por lo que me acuerdo —pues he leído a
Agosti en los años 60, hace tiempo ya— yo estaba en general de acuerdo con sus
posiciones, pero no diría que él me haya influido. Me interesé por él por haber
leído, en 1961, su prefacio a la vieja edición argentina de El materialismo
histórico y la filosofía de Benedetto Croce. Después, lo conocí brevemente
cuando él vino a Río de Janeiro”.
Vos tuviste junto con Leandro Konder un intercambio epistolar con Lukács, quizás el único en América Latina. ¿Cómo sucedió? ¿Cuáles fueron los temas sobre los que conversaron? De todas las cartas que Lukács te envió, ¿cuál sería la que a vos te resultó más interesante?
—Mi amigo Leandro
Konder le escribió a Lukács (utilizando la dirección del Movimiento de los
Partidarios de la Paz), creo que por primera vez en 1961, y el filósofo le
contestó com mucha simpatía y cordialidad. A partir de entonces y hasta la
muerte de Lukács, en 1971, hemos cambiado con él, Konder y yo, unas veinte o
treinta cartas.
“Ciertamente, la
mayoría de ellas no tiene mucho interés teórico, tratan por ejemplo de
ediciones brasileñas de sus obras, etc. Pero creo que algunas, sí, lo tienen.
“Por ejemplo,
contestándole a Konder, en 1962, Lukács le dijo que no conocía la obra de
Gramsci. Después, tanto en entrevistas como en el capítulo sobre ideología de
la Ontología del ser social, Lukács cita a Gramsci, siempre de modo crítico,
pero con innegable simpatía. Llegó a decir que él, Korsch y Gramsci, en los
años 20, habían intentado pero no tuvieran éxito en dar justas soluciones a la
cuestión del “renacimiento del marxismo”. Y concluía diciendo: “Gramsci era el
mejor de nosotros”. ¿Será que Konder ha llamado la atención de Lukács sobre la
importancia de Gramsci?
“Yo, por mi parte, estaba escribiendo en los años 60 un
ensayo sobre Kafka, adonde intentaba —contra la letra de Lukács, pero, creía
yo, en el espíritu de su método— demostrar que Kafka era un realista.
“Presenté en una carta a Lukács mis ideas centrales sobre
Kafka. Ahora bien, él me contestó, en 1968, haciendo una explícita autocrítica
de su libro La significación presente del realismo crítico, en el cual, como se
sabe, hay un capítulo absurdamente titulado ¿Franz Kafka o Thomas Mann?. En la
carta me decía con todas las letras que había escrito este libro en condiciones
desfavorables y que ciertamente era preciso reevaluar a Kafka.
“Se trata sin duda de una carta importante, tanto que
Nicolás Tertulián —uno de los principales lukascianos de hoy— la ha citado ya
algunas veces, registrando el hecho de que es la única carta adonde Lukács hace
una explícita autocrítica de aquel libro y de sus posiciones negativas sobre
Kafka.
“Una investigadora brasileña, Tania Tonezzer, ha publicado algunas de estas cartas en una revista italiana”. En tu trabajo El estructuralismo y la miseria de la razón (1971) saliste muy tempranamente al cruce de la corriente althusseriana, incluso cuando sus textos hacían furor y eran una moda indiscutida en América Latina. ¿A qué se debió esa decisión? ¿Fue una respuesta frente a la proliferación de los manuales de Marta Harnecker?
—Cuando escribí El estructuralismo y la miseria de la razón,
en 1971, no conocía todavía el manual de Marta Harnecker, que ciertamente no ha
sido un evento positivo en la divulgación del marxismo en América Latina.
Afortunadamente, este manual no ha tenido en Brasil la misma influencia que
tuvo en otros países latinoamericanos.
“Cuando mi libro fue publicado (simultáneamente en Brasil y
en México), yo era un lukasciano casi fanático, que además ya conocía muy bien
a Gramsci: no me podía satisfacer la lectura althusseriana de Marx, que se
contraponía a una línea de interpretación del marxismo —digamos, humanista e
historicista— con la cual estaba y estoy de acuerdo hasta hoy.
“Además, en aquel momento, cuando la dictadura militar había
asumido su rostro más represivo en Brasil, Althusser paradójicamente influía
entre nosotros a dos tendencias dispares, pero a ambas de las cuales yo me
oponía. Por un lado, por intermedio de Régis Debray, Althusser tenía fuerte
presencia en las corrientes de ultra-izquierda, que, en clara divergencia con
el PCB, proponían el camino de la lucha armada; y, por otro, también tenía
influencia en sectores de la intelectualidad que, sobre todo en la universidad,
en nombre de una superación de la “ideología” y del “humanismo”, buscaban
reducir el marxismo a una pura metodología de las ciencias, sin ninguna
dimensión práctica.
“Mi libro tenía así,
no obstante su dimensión teórico-filosófica, una clara finalidad de política
cultural. Era parte de una batalla político-ideológica, hecha (por causa de la
censura dictatorial) en una forma más o menos disimulada.
“No sé si todavía estoy de acuerdo con todo lo que escribí
allí hace casi treinta años. Pero me gusta mucho que vos, que recién habías
nacido cuando el libro fue publicado, todavía hables de él”.
¿Tuviste alguna relación con el grupo de marxistas ligados en los ’60 a J.Arthur Giannotti? ¿Qué rol jugó este grupo en el marxismo brasileño?
—No, no tuve en esa
época ninguna relación con este grupo. Muchos de sus integrantes son hoy mis
amigos personales, pero había entonces una clara diferencia (¡casi una
oposición!) entre los marxistas de Río de Janeiro (casi todos vinculados al
PCB) y los marxistas de São Paulo (casi todos profesores universitarios y sin
partido). El grupo que formó el “marxismo paulista” era ya entonces muy
diversificado y las divergencias entre ellos han crecido todavía más con el
tiempo.
“El grupo de São Paulo se estructuró en torno de un famoso
seminario sobre El Capital, del cual formaron parte —¡para que sea posible
evaluar las diferencias!— tanto mi amigo Michael Löwy cuanto el actual
presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso.
“Ahora bien, muchos de los integrantes de este grupo hoy ya
no son marxistas: este es el caso, para no hablar de Cardoso, también de
Gianotti. Es cierto que tuvieron una influencia en el marxismo brasileño,
incluso positiva, sobre todo porque han criticado las formulaciones erróneas
del PCB, por ejemplo la idea de que existiría una “burguesía nacional”
progresista y antiimperialista.
“Cardoso, por
ejemplo, en un brillante libro de los inicios de los años 70, ha mostrado muy
bien que la burguesía brasileña quería la asociación con el imperialismo.
Sostuvo entonces que la meta de nuestra burguesía era un ‘desarrollo
dependente-asociado’. Pero, ¿quién podía imaginar en esa época que él mismo se
convertiría más tarde en el ejecutante de esta política?
“En general, creo que algunos de los exponentes del llamado
“marxismo paulista” tuvieron en Brasil el mismo rol que tuvieran los “marxistas
legales” en Rusia: han leído El Capital para sostener que teníamos que
‘modernizarnos’, desarrollar las fuerzas productivas, pero en la prácitica
hicieron de la burguesía el actor de esta modernización. Por lo tanto, el
itinerario de Cardoso no es un rayo en un día de cielo claro.
Vos escribiste un ensayo sobre Caio Prado Júnior. ¿Qué repercusiones tuvo en la cultura de izquierda brasileña su obra historiográfica cuestionadora del relato canonizado por el estalinismo sobre el supuesto feudalismo latinoamericano?
—Caio Prado Júnior ha sido el primero en intentar seriamente
una interpretación del Brasil a partir de categorías marxistas. Su ensayo
Evolución política del Brasil, de 1933, constituye un marco en la cultura
brasileña. Todavía más decisivos son sus libros sobre la Formación del Brasil
Contemporáneo, Colonia, de 1943, y su Historia económica del Brasil, de 1945.
“Caio Prado Júnior —tal como Mariátegui— no conocía muy bien
al marxismo. Se puede ver fácilmente que era escasa su familiaridad no sólo con
las obras de Marx, sino también con las de los marxistas posteriores. Sin
embargo, tal como el Amauta, ha intuído muy bien los rasgos principales de la evolución
de nuestros países para el capitalismo, esto es, el hecho que esta evolución ha
seguido una vía no clásica, caracterizada por la permamencia de rasgos
precapitalistas, fuertemente autoritarios y excluyentes, basados en formas de
coerción extra-económica sobre los productores directos.
“Como Mariátegui, Caio Prado Júnior ‘inventó′ categorías muy
semejantes a las de ‘vía prusiana’ (Lenin) y de ‘revolución pasiva’ (Gramsci).
“Por eso, y en este caso también como el Amauta, Caio Prado
—si bien fue militante del PCB— siempre se opuso abiertamente a la lectura
tercer-internacionalista de Brasil. Su último libro significativo, de 1966,
titulado La revolución brasileña, es una crítica muy dura a los paradigmas de
la III Internacional utilizados por el PCB. Es indiscutible su importancia —al
lado de otros, como, por ejemplo, Florestan Fernandes, que jamás ha militado en
el PCB— para la construcción de una imagen marxista de Brasil.
La publicación de tu ensayo Introducción a Gramsci (1981) se produjo casi en la misma época del surgimiento del Partido de los Trabajadores (PT) del cual ahora sos militante. ¿Hubo alguna relación entre ambos hechos?
—Mi libro sobre Gramsci —que ha tenido ya varias ediciones,
incluyendo la mexicana que citás, la última de las cuales es de 1999, con el
título Gramsci. Um estudo sobre seu pensamento político , que incluye nuevos
textos— fue escrito en el momento de mi ruptura con el PCB. En esa época, era
ya más o menos consciente de que la propuesta gramsciana, que lleva a la
formulación de un vínculo orgánico entre socialismo y democracia, era
incompatible con la herencia teórica y política del PCB, o, más precisamente,
con la herencia política de la III Internacional a la cual el PCB se mantenía
vinculado.
“Pero, en aquel momento, no me parecía que tampoco el
neonato Partido de los Trabajadores (PT) fuera el legítimo heredero de la
lección gramsciana. El PT surgió marcado por un fuerte soreliano ‘espiritu de
escisión’: no hacía alianzas, parecía preferir al frentismo inconsecuente del
PCB un completo aislamiento político. Así, quedé sin partido hasta 1989, cuando
finalmente, después de muchas dudas, ingresé en el PT.
“Creo que, mientras
tanto, hemos cambiado los dos, yo y el PT. Y continuamos cambiando, quizás más
el PT que yo. Cuando ingresé en el PT, me decían que yo estaba a la derecha,
sobre todo porque creía, como creo hasta hoy, que sin democracia no hay
socialismo. Hoy, diez años después, en el interior del Partido, estoy a la
izquierda.
“¿Y sabés por qué? Porque también continúo convencido de
que, sin socialismo, no hay democracia. No creo que esta sea una situación
confortable, pero parece que mi destino es ser siempre heterodoxo en los
partidos de los cuales formo parte. Sin embargo, mi militancia resulta del hecho
que, en mi opinión, todavía no se ha inventado un modo mejor de hacer política
más allá de los partidos”.
Haciendo un balance retrospectivo de tu obra y tu actividad militante, ¿qué te aportó en el plano de la ética el haberte zambullido desde tan joven en el universo filosófico de Carlos Marx?
— ¡Una inolvidable
experiencia! Me acuerdo de haber leído Marx a los 15 años. Ha sido una muy
feliz casualidad para mí el hecho de que mi padre tenía en su biblioteca el
Manifiesto comunista. En mi generación, no creo que nadie haya leído el
Manifiesto sin consecuencias definitivas en su formación.
“Con Marx, no he aprendido solamente a ver mejor al mundo, a
comprenderlo de modo más adecuado. Estoy seguro de que también debo a la precoz
lectura de Marx lo mejor de mi formación ética. Más tarde, Gramsci me ha
revelado cual es la más lúcida norma de vida para un intelectual marxista:
‘pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad’.
“En esta difícil época de reflujo de los objetivos por los
cuales hemos siempre luchado, no hay mejor modo de mantenernos fieles a la
lección de Marx que aquella sugerida en esta indicación de Gramsci: un análisis
frío y sereno de la realidad, pero que se debe complementar por la conservación
de los motivos éticos y racionales que han iluminado y guiado nuestras vidas.
Néstor Kohan es académico, investigador, filósofo; se lo
caracteriza como de “tendencia
guevarista”.