
Conversaciones con Citlai Rovirosa-Madrazo / Traducción de Elisenda Julibert / Editorial Arcadia, Barcelona, 2010 / Páginas: 323
Luis Roca Jusmet
Especial
para Gramscimanía
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Ocho conversaciones, ocho temáticas, divididas en dos partes. En la primera parte: la crisis del crédito y el mortífero éxito del capitalismo; el Estado del Bienestar en los tiempos de la globalización; la función del Estado en el capitalismo. En la segunda parte: la modernidad y la postmodernidad, holocausto y genocidio ; política demográfica, el papel de la mujer en la reproducción en la era de la biotecnología, el fundamentalismo secular y el religioso en la lucha por el poder en el siglo XXI ; la inscripción del ADN y la aparición de la genetocracia ; la generación perdida nacida en plena sociedad líquida.

También considera Bauman que hay que eliminar la falsa
dicotomía entre el Capital y el Estado, que siempre han sido excelentes
aliados. La función del Estado en el capitalismo es la de movilizar los
recursos públicos al servicio de los ricos : la simbiosis Mercado/Estado
acostumbra a ser total. Lo que hace hoy el Estado respecto a los pobres es
básicamente vigilarlos y controlarlos, no protegerlos. Tampoco hay que olvidar
que el Estado nace vinculado a la nación, entendida como una delimitación
territorial soberana. La democracia se plantea en términos de autogobierno, en
el que los productores son ciudadanos. Pero en la sociedad de consumidores lo
que hay son clientes, no ciudadanos. Hay que preguntarse a partir de aquí cual
será el destino de la democracia bajo estos planteamientos. En el inicio del
capitalismo los negocios se separaron del hogar y hoy se separan de la
política. Ya no hay políticos con capacidad de decisión, sólo gestores de los
mercados y del dinero que fluye por el ciberespacio global. En este contexto
hay un progreso evidente del nacionalismo étnico y del tribalismo como reacción
al proceso anterior.
Interesante también la reflexión sobre las utopías en la
modernidad y de su carácter radical (en el sentido de ir a la raíz y de
destruir los fundamentos). La utopía aparece como sistematización de lo que nos
falta, dándole la forma acabada de un mundo perfecto, que en la práctica sólo
puede conducir a pesadillas, como la Historia nos ha mostrado. La
postmodernidad implica así una crisis de estas utopías que plantean un ideal de
sociedad acabada, sin conflictos ni fisuras, que busca la perfección. Bauman es
tajante en su diagnóstico: por muy terribles que sean los genocidios no tienen
parangón con el Holocausto. Éste respondía a una combinación de la utopía
totalizadora con la racionalidad burocrática y tecnológica.
Otra discusión interesante es la que gira alrededor de los
derechos humanos, con los que Citlali Rovirosa-Madrazo se muestra muy crítica
porque considera que se han utilizado como un arma contra las poblaciones
indígenas. Aunque Bauman es más prudente lo que sí nos señala es el problema de
quien los puede garantizar. Si es el Estado se necesita para hacerlo es
necesario el estatuto de ciudadano para reclamarlos y cada vez hay más seres
humanos excluidos, no reconocidos por ningún país.
La cuestión de la demografía y la reproducción tiene una
actualidad espeluznante. Las políticas demográficas se basan en un paradigma
que contrapone el crecimiento demográfico y el crecimiento económico. En
realidad son los países ricos, con su productividad y consumismo desmesurados,
el principal problema demográfico : ¡ los que sobran son los ricos !. Hay aquí
una transformación del papel de las mujeres, cuya función originaria en el
capitalismo era la reproducción de la fuerza de trabajo. Cada vez parece
convertirse más en una carga, ya que por una parte la ingeniería genética las
puede substituir ( en los países ricos) y por otra se presenta a las mujeres de
los países pobres y de los excluidos como generadoras de excedentes humanos que
sólo pueden calificarse de desperdicios. Bauman nos recuerda como todas las
distropías (utopías negativas) eliminan la maternidad ( el paradigma más claro
es "El mundo feliz" de Huxley). El sexo es entonces un
entretenimiento emancipado de la la reproducción. El sexo virtual, losa
contactos rápidos por internet, el sexo de usar y tirar son una muestra clara.
Se quiere eliminar lo imprevisible, lo espontáneo y lo emocional de nuestras
relaciones. Lo que implica un esfuerzo, una satisfacción aplazada se considera
inutil, igual que todo lo desagradable. La medicina estética y la farmacología
contra el dolor y todo tipo de malestar son las que abren un mercado más
apetecible a las multinacionales farmacéuticas. Entrando en el tema del
fundamentalismo Bauman nos advierte que el peligro no está sólo en la
politización de la religión sino también en la religionalización de la política
(paradigma: Bush presentándose como el defensor del Bien en su lucha contra el
Mal).Tanto la religión cómo el Estado son productos del miedo , El Estado, con
más precisión, gestiona, alimenta y recicla el miedo humano. Pero la ilusión es
también, como nos señalaba Freud, una ilusión. En la medida en que es un
producto de la incertidumbre humana, tanto natural como individual, la religión
morirá con el hombre, no antes.
En la última conversación Bauman nos plantea un tema
inquietante: ¿Qué será de esta generación Y, nacida a partir de los
años 80 del siglo pasado, en plena sociedad líquida? Han vivido esta cultura de
lo fácil, lo inmediato, lo efímero, lo virtual. Pero también en la distancia
física del otro. ¿Tendrán capacidad para evitar el desastre futuro a que nos
conducirá la lógica destructiva del capitalismo?
Como puede verse en todo este análisis el libro no tiene
desperdicio. Vale la pena leerlo y continuar con Bauman, que nos ofrece en cada
uno de sus ensayos un diagnóstico certero del mundo en el que (todavía)
vivimos.