![]() |
Che Guevara ✆ Gonzalo Rodríguez |
Marcello Musto
Una fría y estrellada noche me lleva a Vallagrande. Voy en
un viejo y destartalado autobús, como todos los destinados a estos remotos
trayectos, y comparto el largo viaje iniciado en Santa Cruz, por una carretera
de montaña a ratos sin pavimentar, con lugareños que vuelven a casa después de
un fatigoso domingo de mercado. A mi alrededor los rostros curiosos de niños
envueltos en coloreados sayos y los rostros de adultos marcados por el
cansancio.
![]() |
PDF [Italiano] |
![]() |
PDF
[Español] |
Nunca más ha abandonado la “opción preferencial por los pobres” de la
Teología de la Liberación y, desde hace algunos años, coordina las iniciativas
de la Fundación Che Guevara en Vallagrande. Quien conoce América Latina bien
sabe que esto no es una contradicción.
Con anterioridad, en Santa Cruz, me he encontrado con un
hombre luchador y de gran simpatía. Debido a su baja estatura, desde siempre lo
llaman el chato (el pequeño). Es un doctor que ha hecho de revolucionario y en
su casa los libros de medicina se alternan con los de marxismo. Algunos de
ellos, por ejemplo Un hombre de Oriana Fallaci, Senior Service de Carlo
Feltrinelli o La Mujer que vengó al Che Guevara de Jürgen Schreiber, cuentan la
historia de su familia. Osvaldo Peredo es, en efecto, el hermano de Inti y
Coco, los revolucionarios que acompañaron al Che en su campaña de Bolivia
(Inti, uno de los combatientes más cercanos a Guevara, era el lugarteniente de
las operaciones militares) y, desde hace años, el presidente de la Fundación
Che Guevara de Bolivia.
Juntos, Anastasio y Osvaldo, me conducen a la lavandería del
hospital Nuestro Señor de Malta, donde el cuerpo del Che se expuso al público
por última vez y fue fotografiado, ya sin vida, pero con los ojos aun abiertos.
Aquí, como en otros lugares de la zona, trabajan grupos de médicos cubanos
llegados en los últimos años, gracias a un proyecto solidario impulsado por
Fidel Castro, con el objetivo de crear nuevos y avanzados centros sanitarios
que han mejorado notablemente los estándares de asistencia en la región.
En las afueras del
núcleo habitado se encuentra la fosa común – transformada en museo – donde el
Che, a quien fueron amputadas las manos como prueba definitiva de su muerte,
fue sepultado en secreto, junto con otros guerrilleros de su columna, la noche
del 10 al 11 de Octubre de 1967. El lugar se encuentra a poca distancia del
puesto de mando militar y del pequeño aeropuerto desde donde rangers bolivianos
y agentes de la CIA dirigieron las operaciones de rastreo por todo el
territorio para capturarlo. Los restos han reaparecido treinta años después
gracias a las investigaciones efectuadas por un grupo de antropólogos cubanos y
argentinos en el lugar exacto de la inhumación. Hoy se conservan, en un
mausoleo dedicado al Che, en Santa Clara, la ciudad cubana donde, en Diciembre
de 1958, él dirigió la batalla decisiva que marcó la victoria de la revolución
y el fin del régimen de Fulgencio Batista. En torno a la hipotética
recuperación de estos lugares, hace algunas semanas, se han reunido
representantes de los gobiernos argentino, boliviano y cubano con el ambicioso
objetivo de realizar un itinerario con las etapas más significativas de la vida
de Ernesto Guevara: esto es, La ruta del Che. Es de esperar que el proyecto, ya
iniciado en Argentina, prosiga ahora en Bolivia, para rescatar la memoria del
Che del monopolio mercantil de las agencias de viajes.
Por la montañas de América
Latina
Para llegar a la Higuera se necesitan cerca de tres horas.
Se accede solo con jeep ya que la carretera que conduce a este minúsculo
pueblo, de apenas 50 casas y a más de 2000 metros de altitud, está totalmente
sin asfaltar y llena de curvas. Es un sitio desolado, aislado del mundo. A lo
largo del trayecto encuentro algunos campesinos1. Cruzan la carretera
interrumpida, caminando a paso lento. Melancólicos, con sus aperos de trabajo
en la espalda. No parece que haya cambiado mucho desde que el Che, que entró
en el país a principios de Noviembre de 1966, durante la dictadura militar de
general René Barrientos, atravesó estos valles. Él escogió Bolivia no porque
estuviera guiado, como ingenuamente se le atribuyó, por la idea de aplicar de
manera mecánica, en un contexto distinto, la estrategia política y militar
operada en Cuba. Aún menos por perseguir un objetivo meramente nacional, sino
porque estaba convencido de la necesidad de emprender un proceso revolucionario
que abarcase todo el Cono Sur. Un proyecto supranacional, que de Bolivia se
debería haber extendido rápidamente a Perú y Argentina, como única posibilidad
de impedir a los Estados Unidos de intervenir golpeando a muerte los aislados y
débiles núcleos de resistencia local. Este era su proyecto: “Crear dos, tres …
muchos Vietnam” como había escrito en su artículo entregado a la Tricontinental
algunos meses antes de su muerte. Por esta razón, Bolivia, en el centro del
continente y colindante con cinco países, le pareció el lugar más adecuado para
iniciar la formación de un grupo de cuadros a quien confiar, una vez
adiestrados, la tarea de organizar varios frentes de lucha en toda América
latina.
Junto a él 46 guerrilleros participaron en la creación del
Ejército de Liberación Nacional de Bolivia (ELN). Por ello Fidel Castro
escribió, en la Introducción que acompañó la publicación del Diario en Bolivia “Nunca en la historia se ha visto un número
tan reducido de hombres emprender un tarea tan gigantesca”.
La muerte llegó inesperadamente, 11 meses después del inicio
de la guerrilla. El 8 de Octubre de 1967 el Che, sorprendido junto a 16
compañeros más en una garganta llamada la quebrada del Yuro, fue herido en la
pierna izquierda y capturado después de tres horas de combate. Trasladado a la
cercana La Higuera, fue asesinado al día siguiente, por orden de Barrientos y
de la CIA, por el militar Mario Terán, el mismo que, en el 2006, será operado
gratuitamente, recuperando la vista, por uno de los médicos cubanos llegados a
Bolivia, con el proyecto solidario Operación Milagro, tras la elección de Evo
Morales. El periódico Granma de La Habana escribió a propósito:
“Cuatro decenios después de que Terán intentara destruir un sueño y una idea, el Che ha vuelto a vencer otra batalla. Ahora Terán puede apreciar de nuevo el color del cielo y del bosque y disfrutar de la sonrisa de sus nietos”.
Un icono imperecedero
La noticia de la
muerte del Che dejó a todos perplejos, pero sus ideas se difundieron con una
rapidez que en la historia del siglo XX hay pocos ejemplos que se le puedan
comparar. A sus hijos les dejó sólo una carta, en la que, haciéndoles la
recomendación de no olvidar que “cada uno
de nosotros, solo, no vale nada”, les exhortó a ser “siempre capaces de sentir en lo más profundo cualquier injusticia
cometida, contra quien fuese, en cualquier parte del mundo”. Un mensaje que
apareció en las banderas del movimiento obrero internacional y que, aun hoy,
habla a las generaciones jóvenes del planeta entero.
En Diciembre de 1964, El Che intervino en la Asamblea
general de la ONU. Habló de América Latina y de la lucha de liberación de sus
pueblos, exponiendo la convicción de que esta no llegaría solo con la
contribución de sujetos, aunque importantísimos, como partidos políticos e
intelectuales progresistas. Junto “a los obreros explotados – dijo – esta
epopeya que tenemos delante la escribirán las masas de indios y campesinos sin
tierra”. A la mayoría les pareció el enunciado de un nuevo Quijote, a otros,
incluso en la izquierda, las palabras de un visionario. Sin embargo, hoy, tras
la derrota de las dictaduras militares que han martirizado un continente entero
y con el avance, en aquellos mismos lugares, de una participación social – desde
las organizaciones indígenas de Ecuador y Bolivia al Movimento dei Sem Terra 2
en Brasil – impensable hasta hace pocos años, la herencia de su pensamiento se
representa más actual que nunca.
Notas
1 En castellano en el original
2 En portugués en el original
Traducción
para MARXISMO CRÍTICO de Carlos
Soriano