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Che Guevara ✆ Hossein Safish |
Fernando Lizárraga
“El Che es inconcebible sin el socialismo. Pero a su vez, el
socialismo de Marx y Lenin es inconcebible sin el Che”: Adolfo Sánchez Vázquez
Dijo entonces el Che:
“Nuestra
fuerza de corazón ha de probarse aceptando el reto de la Esfinge y no
esquivando su interrogación formidable”. Había regresado del África y sus
pies hinchados pronto pisarían Bolivia. La Unión Soviética se obstinaba, por
aquellos días, en perpetuar la brutal degeneración stalinista. El Tercer Mundo
ardía en medio de luchas de liberación; muchas esperanzas se encendían. Los
obreros de los países centrales se conformaban con los módicos beneficios de la
prosperidad de posguerra; muchas esperanzas se esfumaban. El bloqueo yanqui
sobre Cuba se hacía cada vez más asfixiante.
Una Esfinge se había posado en un peñasco andino y devoraba a
quienes no acertaran a responder su acertijo. La bestia estéril amenazaba a los
pueblos. Era una Esfinge nunca vista. Como todas las esfinges tenía un origen
incestuoso. Había nacido de entidades abominables. Esta esfinge moderna tenía
cabeza soviética, alas de águilas calvas, cola de dragón chino, y cuerpo de
león colonialista.
Cierto día, el Che llegó a la encrucijada. El monstruo le
preguntó:
“¿Cuál es la criatura que nace de la entraña sangrienta del
capitalismo, trabaja sin descanso hasta transformar el mundo y transformarse a
sí misma, y luego goza de una utopía posible?” El Che respondió:
“El Hombre Nuevo”. La Esfinge se arrojó
al vacío. El Che siguió su camino. Hay quienes dicen que el Che ha regresado,
otros afirman que nunca se fue. Y el Hombre Nuevo sigue siendo una promesa, un proyecto
inacabado. Hay que hacerlo, con celeridad, apremiaba el Che. El Hombre Nuevo
era una visión para este siglo, el siglo XXI.