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Antonio Gramsci ✆ Marco Tonus |
Se puede decir que el cesarismo expresa una situación en la
cual las fuerzas en lucha se equilibran de una manera catastrófica, o sea de
una manera tal que la continuación de la lucha no puede menos que concluir con
la destrucción recíproca. Cuando la fuerza progresiva A lucha con la fuerza
regresiva B, puede ocurrir no sólo que A venza a B o viceversa, puede ocurrir
también que no venzan ninguna de las dos, que se debiliten recíprocamente y que
una tercera fuerza C intervenga desde el exterior dominando a lo que resta de A
y de B. En Italia, luego de la muerte de Lorenzo el Magnífico,*1 ha ocurrido
precisamente esto.
Pero si bien el cesarismo expresa siempre la solución
"arbitraria", confiada a una gran personalidad, de una situación
histórico-política caracterizada por un equilibrio de fuerzas de perspectiva
catastrófica, no siempre tiene el mismo significado histórico. Puede existir un
cesarismo progresista y uno regresivo; y el significado exacto de cada forma de
cesarismo puede ser reconstruido en última instancia por medio de la historia
concreta y no a través de un esquema sociológico.
El cesarismo es progresista cuando su intervención ayuda a las fuerzas progresivas a triunfar aunque sea con ciertos compromisos y temperamentos limitativos de la victoria, es regresivo cuando su intervención ayuda a triunfar a las fuerzas regresivas, también en este caso con ciertos compromisos y limitaciones, los cuales, sin embargo, tienen un valor, una importancia y un significado diferentes que en el caso anterior. César y Napoleón I son ejemplos de cesarismo progresivo. Napoleón III y Bismarck de cesarismo regresivo.
El cesarismo es progresista cuando su intervención ayuda a las fuerzas progresivas a triunfar aunque sea con ciertos compromisos y temperamentos limitativos de la victoria, es regresivo cuando su intervención ayuda a triunfar a las fuerzas regresivas, también en este caso con ciertos compromisos y limitaciones, los cuales, sin embargo, tienen un valor, una importancia y un significado diferentes que en el caso anterior. César y Napoleón I son ejemplos de cesarismo progresivo. Napoleón III y Bismarck de cesarismo regresivo.
Se trata de ver si en la dialéctica
"revolución-restauración" es el elemento revolución o el elemento
restauración el que prevalece, ya que es cierto que en el movimiento histórico
jamás se vuelve atrás y no existen restauraciones in toto. Por otro lado el
cesarismo es una fórmula polémico-ideológica y no un canon de interpretación
histórica. Pueden darse soluciones cesaristas aun sin un César, sin una gran
personalidad "heroica" y representativa. El sistema parlamentario dio
también un mecanismo para tales soluciones de compromiso. Los gobiernos
"laboristas" de Mac-Donald eran hasta cierto punto soluciones de este
tipo; el grado de cesarismo se intensificó cuando se formó el gobierno con
Mac-Donald como presidente y la mayoría conservadora. Así en Italia, en octubre
de 1922, hasta la separación de los "populares" **2 y luego
gradualmente hasta el 3 de junio de 1925, y aún hasta el 8 de noviembre de
1926, se dio un movimiento político-histórico en el cual se sucedieron diversas
formas de cesarismo hasta una forma más pura y permanente, aunque no inmóvil y
estática. Todo gobierno de coalición es un grado inicial de cesarismo, que
puede o no desarrollarse hasta los grados más significativos (como es natural
la opinión generalizada es, en cambio, la de que los gobiernos de coalición
constituyen el más "sólido baluarte" contra el cesarismo). En el
mundo moderno, con sus grandes coaliciones de carácter económico-sindical y
político de partido, el mecanismo del fenómeno cesarista es muy diferente del
que existió en la época de Napoleón III. En el período hasta Napoleón III las
fuerzas militares regulares o de línea constituirían un elemento decisivo para
el advenimiento del cesarismo, que se verificaba a través de golpes de estado
bien precisos, con acciones militares, etcétera.
En el mundo moderno, las fuerzas sindicales y políticas, con
medios financieros incalculables puestos a disposición de pequeños grupos de ciudadanos,
complican el problema. Los funcionarios de los partidos y de los sindicatos
económicos pueden ser corrompidos o aterrorizados, sin necesidad de acciones
militares en vasta escala, tipo César o 18 Brumario. Se reproduce en este campo
la misma situación examinada a propósito de la fórmula jacobino-cuarentiochesca
de la llamada "revolución permanente". La técnica política moderna ha
cambiado por completo luego de 1848, luego de la expansión del parlamentarismo,
del régimen de asociación sindical o de partido, de la formación de vastas
burocracias estatales y "privadas" (político-privadas, de partido y
sindicales) y las transformaciones producidas en la organización de la policía
en sentido amplio, o sea no sólo del servicio estatal destinado a la represión
de la delincuencia, sino también del conjunto de las fuerzas organizadas del
estado y de los particulares para tutelar el dominio político y económico de
las clases dirigentes. En este sentido, partidos "políticos" enteros
y otras organizaciones económicas o de otro tipo deben ser considerados
organismos de policía política, de carácter preventivo y de investigación. El
esquema genérico de las fuerzas A y B en lucha con una perspectiva
catastrófica, es decir con la perspectiva de que no venzan ninguna de las dos
en la lucha por constituir (o reconstituir) un equilibrio orgánico del cual
nace (puede nacer) el cesarismo, es precisamente una hipótesis genérica, un
esquema sociológico (cómodo para el arte político). Esta hipótesis puede
tornarse cada vez más concreta, elevarse a un grado mayor de aproximación a la
realidad histórica concreta si se precisan algunos elementos fundamentales.
Así, hablando de A y de B se dijo solamente que se trataba
de dos fuerzas, progresista una y regresiva la otra, pero en un sentido
general. Se puede precisar de qué tipo de fuerzas progresistas o regresivas se
trata y obtener así una mayor aproximación. En el caso de César o de Napoleón
I, puede decirse que aun siendo A y B distintas y contradictorias, no eran sin
embargo tales como para que no pudiesen en "absoluto" llegar a una
fusión y una asimilación recíproca luego de un proceso molecular; lo que
efectivamente ocurrió, al menos en cierta medida (suficiente no obstante para
los fines histórico-políticos de la cesación de la lucha orgánica fundamental y
por ende de la superación de la fase catastrófica). Este es un elemento de
mayor aproximación. Otro elemento es el siguiente: la fase catastrófica puede
emerger por una deficiencia política "momentánea" de la fuerza dominante
tradicional, y no ya por una deficiencia orgánica necesariamente insuperable.
Hecho que se verificó en el caso de Napoleón III. La tuerza dominante en
Francia desde 1815 a 1848 se había escindido políticamente (facciosamente) en
cuatro fracciones: legitimista, orleanista, bonapartista y
jacobino-republicana. Las luchas internas de facción eran tales como para
tornar posible el avance de la fuerza antagónica B (progresista) en forma
"precoz"; sin embargo, la forma social existente no había agotado aún
sus posibilidades de desarrollo, cómo lo demostraron abundantemente los
acontecimientos posteriores. Napoleón III representó (a su modo, según su
estatura, que no era grande) estas posibilidades latentes e inmanentes; su
cesarismo tuvo por consiguiente una tonalidad particular.
El cesarismo de César y Napoleón I ha sido, por así decirlo,
de carácter cuantitativo-cualitativo, o sea representó la fase histórica del
paso de un tipo de estado a otro tipo, un pasaje en el cual las innovaciones
fueron tantas y de características tales como para representar una verdadera
revolución. El cesarismo de Napoleón III fue única y limitadamente
cuantitativo, no hubo un pasaje de un tipo de estado a otro tipo de estado,
sino apenas una "evolución" del mismo tipo, según una línea
ininterrumpida.
En el mundo moderno los fenómenos de cesarismo son
totalmente diferentes, tanto de los de tipo progresista César-Napoleón I. cómo
también de aquellos del tipo Napoleón III, si bien se aproximan a estos
últimos. En el mundo moderno el equilibrio de perspectivas catastróficas no se
verifica entre fuerzas que en última instancia pudiesen fundirse y unificarse,
aunque fuera luego de un proceso fatigoso y sangriento, sino entre fuerzas cuyo
contraste es sanable desde un punto de vista histórico, y que se profundiza
especialmente con el advenimiento de formas cesaristas. Sin embargo el
cesarismo tiene también en el mundo moderno un cierto margen, más o menos
grande, según los países y la fuerza que ellos tengan en la estructura mundial,
ya que una forma social "siempre" tiene posibilidades marginales de
desarrollo ulterior y de sistematización organizativa y especialmente puede
basarse en la relativa debilidad de la fuerza progresista antagónica, por la
naturaleza y el modo peculiar de vida de la misma, debilidad que es necesario
mantener: por ello se ha dicho que el cesarismo moderno más que militar, es
policial.
Sería un error de método (un aspecto del mecanicismo
sociológico) considerar que en los fenómenos de cesarismo, tanto progresista
como regresivo o de carácter intermedio episódico, todo el nuevo fenómeno
histórico sea debido al equilibrio de las fuerzas "fundamentales": es
necesario ver también las relaciones existentes entre los grupos principales
(de distintos géneros; social-económico y técnico-económico) de las clases
fundamentales y las fuerzas auxiliares guiadas o sometidas a la influencia
hegemónica. Así, no se comprendería el golpe de estado del 2 de diciembre sin
estudiar la función de los grupos militares y de los campesinos franceses.
Un episodio histórico muy importante desde este punto de
vista, es en Francia, el affaire Dreyfus; él también entra en esta serie de
observaciones, no porque haya conducido al "cesarismo’’ sino justamente
por lo contrario: porque impidió el advenimiento de un cesarismo que se estaba
preparando y que tenía un carácter completamente reaccionario. Sin embargo, el
movimiento Dreyfus es característico porque son los elementos del bloque social
dominante quienes desbaratan el cesarismo de la parte más reaccionaria del
mismo bloque, apoyándose no en los campesinos, en el campo, sino en los
elementos subordinados de la ciudad guiados por el reformismo socialista (pero
apoyándose también en la parte más avanzada del campesinado).
Del tipo Dreyfus encontramos otros movimientos
histórico-políticos modernos, que no son por cierto revolucionarios, pero que
tampoco son por completo reaccionarios, al menos en el sentido de que destruyen
en el campo dominante las cristalizaciones estatales sofocantes e imponen en la
vida del estado y en las actividades sociales un personal diferente y más
numeroso que el precedente. Estos movimientos pueden tener también un contenido
relativamente "progresista" en cuanto indican que en la vieja
sociedad existían en forma latente fuerzas activas que no habían sido
explotadas por los viejos dirigentes; "fuerzas marginales", quizás,
pero no absolutamente progresivas en cuanto no pueden "hacer época".
Lo que las torna históricamente eficientes es la debilidad constructiva de la
fuerza antagónica y no una fuerza íntima propia, de allí entonces que estén
ligadas a una determinaría situación de equilibrio de fuerzas en lucha, ambas
incapaces de expresar en su propio campo una voluntad propia de reconstrucción.
Notas
*1 A la muerte de Lorenzo El Magnífico (1492) sucede en
Italia la ruptura del equilibrio existente entre los diversos estados y se abre
un período de decadencia total y de desmembramiento de la Península. [E.]
**2 Después de la marcha sobre Roma y del triunfo de
Mussolini, los "populares" (antecesores directos del actual partido
italiano Demócrata-cristiano) sumaron sus votos a los fascistas en las
elecciones del 17 de noviembre de 1922, participando luego en el gobierno.
Después de algunas discrepancias entre el dirigente Don Sturzo y las altas
jerarquías de la iglesia, el partido decide presentarse en forma separada en
las elecciones del 26 de enero de 1924, rechazando posteriormente su
incorporación a un frente único de oposición al fascismo. El 3 de enero de
1925, el gobierno de Mussolini suprime la libertad de prensa y el 9 de
noviembre de 1926, la cámara de diputados declara disueltos a los partidos de
la oposición y expulsa de dicha cámara a sus representantes. [E.]