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English Monthly Review |
Ha llegado el momento de que aquellos preocupados por el
destino de la Tierra enfrenten los hechos: no sólo la grave realidad del cambio
climático sino también la acuciante necesidad de un cambio en el sistema
social. La incapacidad de arribar a un acuerdo sobre el clima global en
Copenhague en diciembre de 2009 no fue únicamente una simple abdicación de
liderazgo mundial, como se ha sugerido frecuentemente, sino que tuvo raíces más
profundas en la inhabilidad del sistema capitalista para lidiar con la
creciente amenaza a la vida en el planeta. El
conocimiento de la naturaleza y los límites del capitalismo, y los
medios para trascenderlo, tienen entonces importancia vital. En palabras de
Fidel Castro en diciembre de 2009: “Hasta hace muy poco se discutía sobre el
tipo de sociedad en que viviríamos. Hoy se discute si la sociedad humana
sobrevivirá”.[1]
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Versión PDF Marxismo Crítico |
I. La crisis
ecológica planetaria
Existe abundante evidencia de que los humanos han causado
daño ambiental durante milenios. Problemas por deforestación, erosión de
suelos, y salinización de suelos irrigados se remontan a la antigüedad. Platón
escribió en Critias:
Nuestra tierra ha venido a ser, en comparación con la que fuera entonces, como el esqueleto de un cuerpo descarnado por la enfermedad. Las partes grasas y blandas de la tierra se han ido en todo el derredor, y no queda más que el espinazo desnudo de la región. Pero, en aquellos tiempos, cuando estaba aún intacta, tenía como montañas, elevadas ondulaciones de tierra; las llanuras que hoy día se llaman campos de Feleo, estaban cubiertas de glebas grasísimas; sobre las montañas había extensos bosques, de los que aún quedan actualmente huellas visibles. Pues, entre estas montañas que no pueden alimentar ya más que las abejas, las hay sobre las que se cortaban, no hace aún mucho tiempo, grandes árboles, aptos para levantar las mayores construcciones, cuyos revestimientos aún existen. Había también multitud de altos árboles cultivados, y la tierra brindaba a los rebaños unos pastos inagotables. El agua fecundante de Zeus que caía cada año sobre ella, no corría en vano, como actualmente para irse a perder en el mar desde la tierra estéril: la tierra tenía agua en sus entrañas, y recibía del cielo una cantidad que ella había hecho impermeables; y ella conducía también y desviaba por sus anfractuosidades el agua que caía de los lugares elevados. De esta manera, por todas partes se veían rielar las generosas corrientes de las fuentes y los ríos. Respecto de todos estos hechos, los santuarios que en nuestros días aún subsisten en honor de las antiguas fuentes, son un testimonio fehaciente de que esto que acabamos de contar es verídico.[2]
Lo que es diferente en nuestra era actual es que existen
muchos más de nosotros habitando la Tierra, que tenemos tecnologías que pueden
ocasionar daños mucho peores y hacerlos más rápido, y que tenemos un sistema
económico que no conoce límites. El daño que se está haciendo se encuentra tan
extendido que éste no sólo degrada ecologías locales y regionales, sino que
también afecta el medio ambiente planetario.
Existen muchas sólidas razones para que, junto a muchas
otras personas, nos preocupemos sobre la vigente y rápida degradación del medio
ambiente de la Tierra. El calentamiento global, ocasionado por el aumento
inducido de gases de efecto invernadero (CO2, metano, N2O, etc.), se encuentra
en proceso de desestabilizar el clima mundial –con horrendos efectos para la
mayoría de las especies en el planeta y la humanidad misma con cada vez más
seguridad. Cada década es más cálida que la anterior, con 2009 alcanzando el
nivel del segundo año más cálido (2005 se encuentra primero) en los 130 años de
registros instrumentales de la temperatura a nivel mundial.[3] El cambio
climático no ocurre de forma gradual, linear, sino que es no-linear, con todo
tipo de retroalimentaciones que lo amplifican y puntos de no retorno. Existen
claros indicios de los problemas que nos deparará el futuro. Éstos incluyen:
- Derretimiento del hielo del Océano Ártico durante el
verano, que reduce el reflejo de la luz solar al reemplazar el hielo blanco por
el océano oscuro, y por lo tanto, aumentando el calentamiento global. Satélites
muestran que el remanente del hielo ártico durante el verano se redujo en un 40
por ciento en 2007 respecto de fines de la década de 1970, cuando comenzaron
las mediciones precisas.[4]
- La eventual desintegración de las capas de hielo de
Groenlandia y la Antártida, ocasionada por el calentamiento global, ocasiona
aumentos en los niveles de los océanos. Inclusive un aumento del nivel del mar
de entre 1-2 metros podría ser desastroso para cientos de millones de personas
habitando países que se encuentran a nivel del mar como Bangladesh y Vietnam, y
varios estados insulares. Un aumento del nivel del mar a una tasa de unos pocos
metros por centuria no es inusual en el registro paleoclimático, y por lo tanto
debe considerarse posible, dadas las actuales tendencias de calentamiento
global. Actualmente, más de 400 millones de personas viven dentro de los cinco
metros sobre el nivel el mar, y más de mil millones dentro de los veinticinco
metros.[5]
- La veloz disminución de los glaciares de montaña a nivel
mundial, muchos de los cuales –de continuar las actuales emisiones de gases de
efecto invernadero- podrían encontrarse prácticamente (o totalmente) desaparecidos
en la presente centuria. Estudios han demostrado que un 90 por ciento de los
glaciares de montaña a nivel mundial ya se encuentran en franco repliegue
debido al calentamiento global. Los glaciares del Himalaya proveen de agua a
países con miles de millones de habitantes en Asia durante la temporada seca.
Su reducción ocasionará inundaciones y agudizará la escasez de agua. El
derretimiento de los glaciares de los Andes está contribuyendo a inundaciones
en esa región. Pero el problema más inmediato, vigente y de largo plazo,
asociado con la desaparición de los glaciares –visible hoy en día en Bolivia y
Perú- es el de la falta de agua.[6]
- Devastadoras sequías, expandiéndose posiblemente a un 70
por ciento de las tierras dentro de las próximas décadas de continuar la
situación actual; ya se ha tornado evidente en el norte de India, noreste de
África y Australia.[7]
- Mayores niveles de CO2 en la atmósfera pueden incrementar
la producción de algunos tipos de cultivos, pero éstos podrían verse dañados en
años futuros por una desestabilización que ocasione condiciones climáticas
secas o muy húmedas. Ya se han constatado pérdidas en campos de arroz en el
Sureste Asiático, atribuidos a mayores temperaturas durante la noche que
ocasionan disminuciones en el incremento de la respiración nocturna de la
planta. Esto implica una mayor pérdida de lo producido por fotosíntesis durante
el día.[8]
- Cambios rápidos en el clima de ciertas regiones ocasionan
la extinción de especies que no pueden migrar o adaptarse, conduciendo a un
colapso de todo el ecosistema que depende de las mismas, y la muerte de más
especies. (Ver debajo para más detalles de la extinción de especies).[9]
- Relacionado al calentamiento global, la acidificación del
océano producto de un aumento en la absorción de carbono amenaza con el colapso
de ecosistemas marinos. Recientes indicios sugieren que una acidificación del
océano puede, eventualmente, reducir la eficiencia del océano en la absorción
de carbono. Esto significa una potencial y más veloz acumulación de dióxido de
carbono en la atmósfera, y una aceleración del calentamiento global.[10]
Si bien el cambio climático y sus consecuencias, junto con
el “hermano malvado” de la acidificación del océano (también ocasionado por las
emisiones de carbono), se presentan por lejos como las mayores amenazas a la
vida en la Tierra, incluyendo la de los humanos, también existen otros severos
problemas medioambientales. Éstos incluyen la contaminación de aire y agua con
desechos industriales. Algunos de los mismos (el metal de mercurio, por
ejemplo) se amontonan y ascienden con el humo para luego caer y contaminar
suelo y agua, mientras que otros provenientes de depósitos de desechos se
filtran en cursos de agua. Muchos peces de océano y agua dulce se encuentran
contaminados con mercurio y con numerosos químicos industriales orgánicos. Los
océanos contienen grandes “islas” de desechos –“bombillos de luz, tapas de
botellas, cepillos de dientes, palitos de chupetines y pequeños pedazos de
plástico, cada uno del tamaño de un grano de arroz, habitan la mancha de basura
del Pacífico, un área muy extendida de basura que duplica su tamaño cada década
y actualmente se estima del doble del tamaño de Texas”.[11]
En Estados Unidos, el agua potable que beben millones de
habitantes se encuentra contaminada con pesticidas como atrazine, así como
también con nitratos y otros contaminantes de la agricultura industrial. Los
bosques tropicales, las áreas con mayor biodiversidad terrestre, se están
destruyendo velozmente. La tierra se está convirtiendo en plantaciones de
aceite de palma en el Sudeste Asiático, con el propósito de exportar el aceite
como insumo para la elaboración de biodiesel. En Sudamérica, las selvas
tropicales son usualmente convertidas en amplias pasturas y luego utilizadas
para cultivos de exportación como el poroto de soja. Esta deforestación está
causando alrededor del 25 por ciento de las emisiones de CO2[12] inducidas por
los seres humanos. La degradación de los suelos por erosión, el sobrepastoreo,
y la falta de retorno de materiales orgánicos amenaza la productividad de
grandes áreas de tierra dedicadas a la agricultura a nivel mundial.
Todos estamos contaminados con una variedad de químicos.
Recientes exámenes sobre veinte médicos y enfermeras testeados por sesenta y
dos químicos en sangre y orina –la mayoría químicos orgánicos como retardantes
de ignición y plastificantes- encontraron que cada participante tenía al menos 24 químicos individuales en
su cuerpo, y dos participantes tenían un máximo de 39 químicos […] todos los
participantes tenían bisphenol A [utilizado para hacer policarbonatos plásticos
rígidos usados en las botellas refrigeradoras de agua, botellas para bebés,
forros de la gran mayoría de los envases metálicos de comida –y presente en los
alimentos contenidos en esos recipientes, electrodomésticos de cocina, etc.], y
algunas formas de ftalato [presentes en muchos productos como fijadores de
cabello, cosméticos, productos plásticos, y barnices] PBDE [éter de difenil
polibrominado utilizado como retardante de ignición en computadoras, muebles,
colchones y equipos médicos] y PFCs [componentes perfluorinados utilizados en
ollas antiadherentes, capas protectoras para alfombras, papel, etc.][13].
Si bien los médicos y las enfermeras se encuentran
rutinariamente expuestos a grandes cantidades de químicos en relación al común
de la gente, todos estamos expuestos a esos y otros químicos que no forman
parte de nuestros organismos, y cuya mayor parte tiene efectos negativos sobre
la salud. De los 84.000 químicos de uso comercial en Estados Unidos, no tenemos
ni idea de la composición y potencial capacidad de daño de un 20 por ciento
(cerca de 20.000) –su composición cae dentro de la categoría “secreto
comercial” y se oculta legalmente.[14]
Especies están desapareciendo a una tasa acelerada al
destruirse sus hábitats, no sólo por causa del calentamiento global sino
también por acción directa de los seres humanos. Un reciente estudio estimó que
más de 17.000 especies de animales y plantas están en riesgo de extinción. “Más
de uno de cada cinco de todos los mamíferos conocidos, más de la cuarta parte
de los reptiles y el 70 por ciento de las plantas están en riesgo, de acuerdo
al estudio que comprendió más de 2.800 especies nuevas comparado con 2008.
‘Esos resultados son simplemente la punta del iceberg’, sostuvo Craig
Hilton-Taylor, quien lleva adelante la lista. Él afirmó que muchas más especies
que todavía deben ser evaluadas podrían estar bajo seria amenaza”[15]. Al
desaparecer las especies, los ecosistemas que dependen de una multitud de
especies para funcionar comienzan a degradarse. Una de las muchas consecuencias
de los ecosistemas degradados con menor cantidad de especies parece ser una
mayor transmisión de enfermedades infecciosas.[16]
Está fuera de debate que la ecología de la tierra –y los
mismísimos sistemas vitales de los que dependen los humanos así como otras
especies- está bajo un sostenido y severo ataque debido a las actividades
humanas. También está claro que de continuar en el mismo camino los efectos
serán devastadores. Como declaró James Hansen, director del Instituto Goddard
para los Estudios Espaciales de la NASA: “el planeta Tierra, creación, el mundo
en el que cada civilización se desarrolló, los patrones climáticos y estables
franjas costeras que conocemos, está en inminente peligro […] la alarmante
conclusión es que la continua explotación de combustibles fósiles en la Tierra
amenaza no sólo a las otras millones de especies en el planeta sino también la
propia supervivencia de la humanidad –y el tiempo es mucho menos del que
pensamos”.[17] Además, el problema no comienza y termina con los combustibles
fósiles sino que se extiende a toda la interacción humano-económica con el
medio ambiente.
Uno de los últimos y más importantes desarrollos de la
ciencia ecológica es el concepto de “límites planetarios”, de los cuales se han
establecido nueve límites/umbrales críticos para el sistema de la tierra
relacionados con: (1) cambio climático; (2) acidificación de los océanos; (3)
agotamiento del ozono de la estratósfera; (4) el límite de la circulación
biogeoquímica (el ciclo del nitrógeno y los ciclos del fósforo); (5) la
utilización de agua dulce global; (6) cambio en la utilización del suelo; (7)
pérdida de biodiversidad; (8) carga atmosférica con aerosoles; y (9)
contaminación química. Cada uno de esos está considerado esencial para mantener
el relativamente benigno clima y las condiciones medioambientales que han
existido en los últimos 20.000 años (la era del Holoceno). Los límites
sustentables en tres de esos sistemas –cambio climático, biodiversidad, y la
interferencia humana en el ciclo del nitrógeno- ya se habrían cruzado.[18]
II. Intereses en
común: trascender el funcionamiento actual
Coincidimos plenamente con muchos ambientalistas que han
concluido que continuar con las cosas “así como van” constituye un camino hacia
el desastre global. Mucha gente ha determinado que, en función de limitar la
huella ecológica de los seres humanos en la Tierra, necesitamos una economía
–particularmente en los países ricos- que no crezca, y con ello sea capaz de
detener y posiblemente reducir el aumento en las emisiones contaminantes, así
como también favorecer la conservación de recursos no renovables, y una
utilización más racional de los que son renovables. Algunos ambientalistas
están preocupados por el hecho de que, si la producción mundial continuase
expandiéndose y todos en los países en desarrollo buscasen alcanzar el nivel de
vida de los estados capitalistas ricos, no sólo la contaminación continuará
aumentando más allá de lo que el sistema de la tierra puede absorber, sino que
también agotaremos los limitados recursos no renovables a nivel mundial. Los
límites del crecimiento, de Donella Meadows, Jorgen Randers, Dennis Meadows y
William Behrens, publicado en 1972 y actualizado en 2004 como Límites al
crecimiento: actualización de 30 años, es un ejemplo de la preocupación por
este tema.[19] Está claro que existen límites biosféricos, y que el planeta no
puede soportar los alrededor de 7 mil millones de habitantes (mucho menos, por
supuesto, que los 9 mil millones proyectados para mediados de siglo) bajo lo
que se conoce como el standard de vida de la “clase media” occidental. El
Instituto Worldwatch ha estimado recientemente que un mundo que utilizase su
biocapacidad per cápita al nivel de los Estados Unidos en la actualidad
únicamente podría soportar 1.400 millones de habitantes.[20] El problema
principal es antiguo y reside no en los que no tienen lo suficiente para un
nivel de vida decente, sino en aquellos para quienes no existe lo suficiente.
Como sostuvo Epicuro: “nada es suficiente para quien lo suficiente es poco”.[21]
Un sistema social global organizado en base a “lo suficiente es poco” está
destinado a destruir eventualmente todo lo que lo rodea, inclusive a sí mismo.
Muchas personas son conscientes de la necesidad de justicia
social a la hora de resolver este problema, especialmente porque una gran
mayoría de los desposeídos que viven en condiciones peligrosamente precarias,
han sido particularmente golpeados por desastres y la degradación ambiental, y
se avizoran como las próximas víctimas si se permite que continúen las
tendencias actuales. Está claro que aproximadamente la mitad de la humanidad
–más de tres mil millones de personas, viviendo en pobreza extrema y
subsistiendo con menos de 2,5 dólares por día- necesitan tener acceso a los
elementos básicos para la vida humana, como una vivienda digna, una fuente
segura de alimento, agua limpia y atención médica. Nosotros no podríamos estar
más de acuerdo con esas preocupaciones.[22]
Algunos ambientalistas sienten que es posible resolver la
mayoría de estos problemas mediante algunos ajustes a nuestro sistema
económico, introduciendo una mayor eficiencia energética y reemplazando los
combustibles fósiles con energías “verdes” –o utilizando tecnologías que
alivien los problemas (como la captura de carbono desde plantas de energía y su
inyección en la profundidad de la tierra). Existe un movimiento hacia prácticas
“verdes” que se utiliza como herramienta de mercadeo, o para mantenerse al paso
de otras compañías que alegan la utilización de dichas prácticas. No obstante,
dentro del movimiento ambientalista, existen quienes tienen claro que meros
ajustes técnicos en el sistema productivo vigente no serán suficientes para
resolver los dramáticos y potencialmente catastróficos problemas que
enfrentamos.
Curtis White comienza su artículo de 2009 en Orion, titulado
“El corazón brutal: capitalismo y crisis de la naturaleza” diciendo: “existe
una cuestión fundamental que los ambientalistas no se preguntan lo suficiente,
y ni hablar de que la contesten: ¿por qué está ocurriendo la destrucción del
mundo natural?”[23]. Es imposible encontrar solucione reales y duraderas hasta
que no respondamos satisfactoriamente esta aparentemente simple pregunta.
Nuestra opinión es que la mayoría de los críticos problemas
ambientales que tenemos están ocasionados, o magnificados, por el
funcionamiento de nuestro sistema económico. Inclusive los temas relacionados
con el crecimiento de la población y la tecnología pueden ser mejor apreciados
en términos de su relación con la organización socioeconómica de la sociedad.
Los problemas ambientales no son resultado de la ignorancia humana o de una
codicia innata. No se presentan porque los empresarios que dirigen grandes corporaciones
son moralmente deficientes. En cambio, debemos observar el patrón fundamental
de funcionamiento del sistema económico (y político/social) para encontrar
respuestas. Es precisamente el hecho de que la destrucción ecológica está
integrada en la naturaleza interna y lógica de nuestro sistema de producción
vigente lo que hace tan difícil la solución del problema.
Además, sostenemos que las “soluciones” propuestas para la
devastación ambiental, que permitirían al actual sistema de producción y distribución
continuar intacto, no son soluciones reales. De hecho, ese tipo de “soluciones”
harán que las cosas empeoren al dar la falsa impresión de que los problemas se
encuentran en vías de superarse cuando la realidad es bastante diferente. Los
acuciantes problemas ambientales que enfrenta el mundo y sus habitantes no
estarán efectivamente resueltos hasta que instituyamos otra forma de
interacción de los seres humanos con la naturaleza –modificando la forma en que
tomamos decisiones sobre cuánto y cómo producimos. Nuestras metas más
necesarias y racionales requieren que tomemos en cuenta las necesidades humanas
fundamentales, y que creemos condiciones justas y sustentables para
generaciones presentes y futuras (lo que también implica preocuparse por la preservación
de otras especies).
III. Características
del capitalismo en conflicto con el ambiente
El sistema económico que domina casi todos los rincones del
planeta es el capitalismo, que, para la mayoría de los humanos, es tan
“invisible” como el aire que respiran. Estamos, de hecho, enormemente ajenos al
sistema mundial, tanto como los peces se encuentran ajenos al agua en que
nadan. Es la ética del capitalismo, sus perspectivas, y forma de pensar que
asimilamos y a la que nos aculturamos cuando crecemos. Inconscientemente,
aprendemos que la codicia, la explotación de los trabajadores, y la competencia
(entre personas, negocios y países) no son sólo aceptables sino de hecho buenas
para la sociedad porque ayudan a que nuestra economía funcione “eficientemente”.
Consideremos algunos aspectos claves del conflicto del
capitalismo con la sustentabilidad ambiental:
A. El capitalismo es un sistema que debe expandirse
continuamente
Un capitalismo sin crecimiento es un oxímoron: cuando cesa
el crecimiento, el sistema ingresa en un estado de crisis particularmente
sufrido por los desempleados. La fuerza rectora básica del capitalismo y toda
su razón de ser es la consecución de ganancias y riqueza a través del proceso
de acumulación (ahorro e inversiones). No reconoce límites para su propia
auto-expansión –ni en la economía como un todo; ni en las ganancias deseadas
por los ricos; ni en el aumento en el consumo que se induce para generar
mayores ganancias o corporaciones. El medio ambiente existe, no como un lugar con
límites inherentes dentro de los cuales los seres humanos deben vivir junto a
otras especies, sino como un reino a ser explotado en un proceso de creciente
expansión económica.
De hecho, los negocios, de acuerdo con la lógica interna del
capital, que es reforzada por la competencia, deben o “crecer o morir” –como el
sistema en sí mismo. Es poco lo que se puede hacer para aumentar las ganancias
cuando el crecimiento es lento o nulo. Bajo tales circunstancias, existen pocas
razones para invertir en nueva capacidad, cerrando por lo tanto la posibilidad
de obtener nuevas ganancias a partir de nuevas inversiones. En una economía
estancada puede exprimirse a los trabajadores para obtener mayores ganancias.
Medidas como la reducción de personal y la exigencia de “hacer más con menos” a
los que quedan, la transferencia de los costos de pensiones y seguros de salud
a los trabajadores, y la automatización que reduce el número de trabajadores
necesarios sólo pueden llegar hasta cierto punto sin que el sistema se desestabilice
más. Si una corporación es lo suficientemente grande puede, como Wal-Mart,
forzar a los proveedores, temerosos de perder su negocio, a reducir sus
precios. Pero esos medios no son suficientes para satisfacer lo que es, de
hecho, una búsqueda insaciable de mayores ganancias, con lo cual las
corporaciones se encuentran continuamente impelidas a luchar contra sus
competidores (incluyendo frecuentemente su compra) para incrementar porciones
de mercado e ingresos por ventas.
Es cierto que el sistema puede continuar moviéndose hacia
adelante, hasta cierto punto, como resultado de la especulación financiera
apalancada por deuda creciente, inclusive en medio de una tendencia de lento
crecimiento de la economía subyacente. Pero esto significa, como hemos visto
una y otra vez, el crecimiento de burbujas financieras que explotan
inevitablemente.[24] Bajo el capitalismo no existe alternativa a una expansión
indefinida de la “economía real” (por ejemplo, la producción),
independientemente de las necesidades humanas reales, consumo, o el medio
ambiente.
Uno podría considerar aún que es teóricamente posible una
economía capitalista con crecimiento cero, y que aún así logre hacer frente a
las necesidades humanas básicas. Supongamos que todas esas ganancias que obtienen
las corporaciones (luego de reponer equipos o instalaciones obsoletas) son
gastadas por los capitalistas en su propio consumo o dadas a los trabajadores
como salarios y beneficios, y consumidas. Capitalistas y trabajadores gastarían
este dinero, comprando los bienes y servicios producidos, y la economía podría
permanecer en un estado constante, un nivel de no-crecimiento (lo que Marx
denominó “reproducción simple” y algunas veces ha sido llamado “estado
estacionario”). Como no habría inversión en nuevas capacidades productivas, no
habría crecimiento económico y acumulación, y tampoco habría ganancias.
Existe, no obstante, un pequeño problema con esta “utopía
capitalista de no-crecimiento”: la misma viola la fuerza básica de movimiento
del capitalismo. Por lo que el capital lucha y constituye el propósito de su
existencia es la propia expansión. ¿Por qué los capitalistas, quienes en cada
fibra de su ser creen poseer un derecho personal a las ganancias de los
negocios, y quienes se encaminan hacia la acumulación de riqueza, simplemente
gastarían el excedente económico a su disposición en su propio consumo o
(muchísimo menos) lo entregarían a los trabajadores para que lo gasten en el
propio –en lugar de buscar expandir su riqueza? ¿Si no se generan ganancias,
como podrían evitarse las crisis económicas bajo el capitalismo? Al contrario,
está claro que los dueños del capital harán, en tanto y en cuanto continúen
vigentes esas relaciones de propiedad, todo lo que su poder les permita para
maximizar las ganancias que acumulan. Una economía en estado estacionario, o
constante, como solución estable sólo puede ser concebida si se la separa de
las relaciones sociales del capital.
El capitalismo es un sistema que constantemente genera un
ejército de reserva de desempleados; significativamente, el pleno empleo es una
rareza que únicamente ocurre con tasas de crecimiento muy altas (que,
correspondientemente, son peligrosas para la sustentabilidad ecológica).
Tomando el ejemplo de los Estados Unidos, observemos qué ocurre con el número
oficial de “desempleados” cuando la economía crece a tasas diferentes en un
período de cerca de sesenta años.
Como trasfondo, notemos que la población de Estados Unidos
está creciendo a poco menos del 1 por ciento cada año, como lo hace el número
neto de nuevos ingresantes en la población económicamente activa. En las
mediciones actuales de desempleo en EE.UU., para que una persona sea
considerada oficialmente desempleada, debe haber buscado trabajo dentro de las
últimas cuatro semanas y no puede estar desempeñando trabajos de medio tiempo.
Personas sin trabajo, que no han buscado trabajo en las últimas cuatro semanas
(pero que han buscado dentro del último año), tanto porque creen que no hay
empleos disponibles, o porque piensan que no están calificados para los
disponibles, son clasificadas como “desanimadas” y no son contadas como
oficialmente desempleadas. Otros “trabajadores marginalmente adjuntos”, que no
han buscado trabajo recientemente, no porque estuvieran “desanimados”, sino por
otras razones, como falta de una guardería asequible, también son excluidos del
conteo oficial de desempleo. Además, aquellos trabajando medio tiempo pero
queriendo trabajar tiempo completo no son considerados oficialmente
desempleados. La tasa de desempleo para la definición más abarcativa del Buró
de Estadísticas Laborales, que también incluye las categorías que desarrollamos
más arriba (por ejemplo, trabajadores desanimados, trabajadores marginalmente
adjuntos, trabajadores de medio tiempo queriendo trabajos de tiempo completo)
prácticamente dobla la tasa oficial de desempleo de los EE.UU. En el siguiente
análisis nos focalizamos únicamente en los datos oficiales de desempleo.
Cambios en el desempleo con diferentes tasas de crecimiento
de la economía (1949-2008)
¿Qué vemos entonces en la relación entre crecimiento
económico y desempleo en las últimas seis décadas?
1. Durante los once años de crecimiento muy lento, menos del
1,1 por ciento por año, el desempleo aumentó en cada uno de esos años.
2. En un 70 por ciento (9 de 13) de los años en que el PBI
creció entre 1,2 y 3 por ciento, el desempleo también creció.
3. Durante los veintitrés años en los que la economía de
EE.UU. creció considerablemente rápido (de 3,1 a 5 por ciento cada año), el desempleo
también creció en tres años y la reducción del desempleo fue muy magra en la
mayoría de los restantes.
4. En sólo trece de los años en los que PBI creció a más del
5 por ciento anual el desempleo no creció.
A pesar de que esta tabla se basa en años calendario y no
sigue los ciclos económicos, que por supuesto, no se corresponden en lo más
mínimo al calendario, está claro que, si la tasa de crecimiento de PBI no es
sustancialmente mayor a la del crecimiento de la población, la población pierde
empleos. Si el crecimiento lento o su ausencia constituyen un problema para los
dueños de negocios que intentan aumentar sus ganancias, es un desastre para la
clase trabajadora.
Lo que esto nos dice es que el sistema capitalista es un
instrumento muy rudimentario en términos de proveer trabajos en relación al
crecimiento –si el crecimiento estuviese justificado por la generación de
empleo. Tomaría una tasa de crecimiento de alrededor del 4 por ciento o más,
bastante lejos de la tasa de crecimiento promedio, para que los problemas de
desempleo se resolvieran en el capitalismo norteamericano actual. Peor es notar
el hecho de que, desde la década de 1940, difícilmente se han alcanzado
semejantes tasas de crecimiento en la economía de EE.UU., excepto en época de guerras.
B. La expansión conduce a inversiones en el extranjero en
búsqueda de fuentes seguras de materias primas, trabajo barato, y nuevos
mercados
Cuando las compañías se expanden, saturan, o casi, el
mercado local y buscan nuevos mercados en el extranjero para vender sus bienes.
Además, aquéllas y sus gobiernos (trabajando en función de los intereses
corporativos) ayudan a asegurar acceso y control sobre recursos naturales
claves como el petróleo y una variedad de minerales. Nos encontramos en medio de
un proceso de “captura de tierras”, en tanto el capital privado y los fondos
soberanos de riqueza del gobierno se esfuerzan por ganar control de vastas
porciones de territorio en todo el mundo para producir comida y cultivos que
sirvan de insumo para biocombustibles en sus propios mercados. Se estima que
alrededor de treinta millones de hectáreas de tierra (prácticamente dos tercios
de la tierras cultivables en Europa), la mayoría en África, han sido
recientemente adquiridas o están en proceso de adquisición por países ricos y
corporaciones internacionales.[25]
La confiscación global de tierras (inclusive por medios
“legales”) puede ser considerada parte de la historia del imperialismo. La
historia de centurias de expansión y saqueo por parte de Europa está bien
documentada. Las guerras comandadas por EE.UU. en Irak y Afganistán siguen el
mismo patrón histórico general, y están claramente relacionadas con los
intentos de EE.UU. por obtener el control de las principales fuentes de
petróleo y gas.[26]
Hoy en día las corporaciones multinacionales (o
trasnacionales) rastrean el mundo en búsqueda de recursos y oportunidades en
cualquier lugar donde puedan hallarlos, explotando el trabajo barato en países
pobres y reforzando, más que reduciendo, las divisiones imperialistas. El
resultado es una explotación global mucho más rapaz de la naturaleza y mayores
diferencias de riqueza y poder. Semejantes corporaciones no tienen lealtad más
que para sus propios balances contables.
C. Un sistema que, por su mismísima naturaleza, debe crecer
y expandirse eventualmente chocará con la finitud de los recursos naturales
El agotamiento irreversible de los recursos naturales dejará
a las generaciones futuras sin posibilidades de tener acceso a los mismos. Los
recursos naturales son utilizados en el proceso de producción –petróleo, gas,
carbón (combustible), agua (en la industria y la agricultura), árboles (madera
y papel), una variedad de depósitos minerales (como el mineral de hierro, cobre
y bauxita), etc. Algunos recursos, como los bosques y bancos de pesca son
finitos, pero pueden ser renovados mediante procesos naturales si se utiliza un
sistema planificado lo suficientemente flexible para cambiar cuando las
condiciones así lo exijan. La utilización futura de otros recursos –petróleo y
gas, minerales, acuíferos en algún desierto o área seca (agua depositada
prehistóricamente)- se encuentran limitados para siempre a las provisiones que
actualmente existen. El agua, aire y suelo de la biósfera puede continuar
funcionando bien para las criaturas vivientes del planeta únicamente si la
polución no excede su limitada capacidad de asimilación y atenuación de los
efectos dañinos.
Los dueños de empresas y los gerentes generalmente
consideran el corto plazo de sus operaciones –la mayoría toma en cuenta los
próximos tres o cinco años, o, en raras ocasiones, hasta diez años. Esta es la
forma en que deben funcionar debido a las impredecibles condiciones de los
negocios (períodos del ciclo económico, competencia de otras corporaciones,
precios de los insumos necesarios, etc.) y las demandas de los especuladores
que buscan retornos en el corto plazo. Actúan entonces de formas que son
totalmente ajenas a los límites naturales de sus actividades –como si existiera
un aprovisionamiento ilimitado de recursos para ser explotados. Inclusive si la
realidad de la limitación penetra en sus conciencias, ésta únicamente aumenta
la velocidad de explotación de un recurso dado, que es extraído lo más rápido
posible, permitiendo la movilidad del capital hacia nuevas áreas de
explotación. Cuando cada capital individual persigue la obtención de ganancias
y la acumulación de capital, el conjunto de las decisiones que se toman dañan a
la sociedad como totalidad.
El tiempo antes de que los depósitos de recursos no
renovables se encuentren agotados depende del tamaño del depósito y de la tasa
de extracción del mismo. Mientras la desaparición de ciertos recursos puede
estar a cientos de años de distancia (asumiendo que la tasa de crecimiento de
la extracción continuase igual), los límites para algunos importantes –petróleo
y ciertos minerales- no se encuentran muy lejos. Por ejemplo, las predicciones
acerca del cenit del petróleo varían entre los analistas energéticos –tomando
las conservadoras estimaciones de las compañías mismas, a la tasa en la que el
petróleo es actualmente utilizado, las reservas conocidas estarán agotadas
dentro de los próximos cincuenta años. La perspectiva del cenit del petróleo es
proyectada en numerosos reportes corporativos, gubernamentales y científicos.
La pregunta hoy en día no es si el cenit del petróleo llegará pronto, sino qué
tan pronto.[27]
Inclusive si la utilización no creciese, los depósitos
conocidos de fósforo –elemento fundamental de los fertilizantes- que pueden ser
explotados en base a la tecnología actual estarán exhaustos en este siglo.[28]
Frente a la limitación de los recursos naturales, no existe
forma racional de establecer un orden de prioridades bajo el sistema capitalista
moderno, en el que la asignación de productos básicos corre por cuenta del
mercado. Cuando la extracción comience a declinar, como está proyectada con el
petróleo en un futuro cercano, los incrementos en los precios pondrán aún más
presión sobre lo que había sido, hasta hace poco, el alarde del capitalismo
mundial: la supuestamente próspera “clase media” de trabajadores en los países
centrales.
La bien documentada declinación de muchas especies de peces
oceánicos, casi al punto de su extinción, es un ejemplo de cómo los recursos
renovables pueden ser agotados. Está en los intereses individuales
cortoplacistas de los dueños de los botes pesqueros –algunos de los cuales
operan a escala integrada, pescando, procesando y congelando el pescado-
maximizar la pesca. Por consiguiente, los peces son depredados. Nadie protege
los intereses comunes. En un sistema generalmente regido por el interés privado
y la acumulación, el estado es frecuentemente incapaz de hacerlo. Esto es
usualmente denominado la tragedia de los bienes comunes. Pero debería llamarse
la tragedia de la explotación privada de los bienes comunes.
La situación sería muy diferente si el recurso fuese
manejado por las comunidades que tienen un interés en la continuidad del mismo
en lugar de las grandes corporaciones. Las corporaciones son sujetos con el
único objetivo de maximizar las ganancias en el corto plazo –luego del cual se
movilizan, dejando devastación tras de sí. Aunque no existen límites naturales
a la ambición humana, existen límites, como estamos aprendiendo diariamente,
para muchos recursos, incluyendo los “renovables”, tal como la productividad de
los mares. (Se cree que la depredación de peces en la costa de Somalia debido a
la sobrepesca de las grandes compañías es una de las causas del aumento de la
piratería que asola el tránsito marítimo internacional en el área. De modo
interesante, la vecina industria pesquera keniata está actualmente repuntando
debido a que los piratas también mantienen a las grandes flotillas fuera de la
zona).
La explotación de recursos renovables antes de que éstos
puedan renovarse es entendida como una “sobreexplotación” del recurso. Esto
está ocurriendo no sólo con las grandes pesqueras, sino también con depósitos
de agua subterránea (por ejemplo, el acuífero de Oglala en los Estados Unidos,
grandes áreas del noroeste de la India, el norte de China y numerosas regiones
en el norte de África y Medio Oriente), bosques tropicales e inclusive los
suelos.
El ecologista de la Universidad de Duke, John Terborgh describió
un reciente viaje que realizó a un pequeño país africano donde la explotación
económica extranjera se combina con una despiadada depredación de recursos.
A todos los lugares donde fui, intereses comerciales
extranjeros estaban explotando recursos luego de firmar contratos con el
gobierno autocrático. Prodigiosos troncos, de entre cuatro y cinco pies de
diámetro, estaban saliendo del bosque tropical, el petróleo y el gas estaban
siendo exportados desde la región costera, los derechos de pesca habían sido
vendidos a intereses extranjeros, y la exploración de petróleo y minerales
estaba en marcha en el interior. La explotación de recursos en Norte América
durante los cinco siglos posteriores al descubrimiento siguieron una secuencia
típica –peces, pieles, caza, madera, cultivo de suelos vírgenes- pero debido a
la enormemente expandida escala de la economía actual y la disponibilidad de
una miríada de tecnologías sofisticadas, la explotación de todos los recursos
en los países pobres ocurre ahora al mismo tiempo. En unos pocos años, los
recursos de este país africano y los de otros como este estarán totalmente
agotados. ¿Y qué sucederá entonces? La gente ahí está actualmente disfrutando
una ilusión de prosperidad, pero se trata únicamente de una ilusión, con lo
cual no se están preparando para nada más. Y nosotros tampoco.[29]
D. Un sistema orientado hacia el crecimiento exponencial en
la búsqueda de ganancias inevitablemente trascenderá los límites del planeta
El sistema de la Tierra puede ser visto como consistiendo de
un número crítico de procesos biogeoquímicos que, por cientos de millones de
años, han servido para la reproducción de la vida. En los últimos 12 mil años
el clima mundial ha tomado una forma relativamente benigna asociada con la era
geológica conocida como Holoceno, durante la cual surgió y se desarrolló la
civilización. Ahora, no obstante, el sistema socioeconómico del capitalismo ha
crecido a una escala tal que traspasa límites planetarios fundamentales –el
ciclo del carbono, del nitrógeno, del suelo, los bosques, los océanos. Más y
más productos fotosintéticos (asociados al suelo), hasta el 40 por ciento, se
explican por la producción humana. Todos los ecosistemas de la Tierra están en
visible declinación. Con la creciente escala de la economía mundial, las
fisuras generadas al metabolismo de la tierra por el comportamiento humano se
vuelven cada vez más severas y multifacéticas. Pero la demanda por un mayor
crecimiento económico y una mayor acumulación, inclusive en los países más ricos,
está inscripta en el sistema capitalista. Como resultado, la economía mundial
está en una burbuja masiva.
No existe nada en la naturaleza del sistema vigente, además,
que nos permita frenarnos antes de que sea demasiado tarde. Para hacer eso, se
requieren otras fuerzas desde el fondo de la sociedad.
E. El capitalismo no es únicamente un sistema económico
–crea un sistema político, judicial y social para sostener el sistema de
riqueza y acumulación
Bajo el capitalismo la gente se encuentra al servicio de la
economía y es concebida como necesitando consumir más y más para mantener la
economía funcionando. La masiva y, en palabras de Joseph Schumpeter, “elaborada
psicotécnica de la publicidad” es absolutamente necesaria para mantener a la
gente comprando.[30] Moralmente, el sistema está basado en la proposición de
que cada uno, siguiendo su propio interés (codicia), promoverá el interés
general y el crecimiento. Adam Smith lo explicó así: “No es por la benevolencia
del carnicero, del cervecero, del panadero que esperamos nuestra cena, sino del
cuidado que prestan a sus propios intereses”[31]. En otras palabras, la codicia
individual (o búsqueda de riquezas) conduce el sistema y las necesidades
humanas son satisfechas como un mero sub-producto. El economista Duncan Foley
ha llamado a esta proposición y a las irracionalidades económicas y sociales
que genera “la falacia de Adam”.[32]
Las actitudes y buenas costumbres necesarias para el
correcto funcionamiento de semejante sistema, así como las necesarias para el
progreso en la sociedad –codicia, individualismo, competitividad, explotación
de terceros, consumismo (la necesidad de comprar cada vez más cosas, no
relacionadas a las necesidades e inclusive a la felicidad)- son inculcadas en
la gente desde la escuela, los medios de comunicación y los lugares de trabajo.
El título del libro de Benjamin Barber –Consumidos: cómo los mercados corrompen
a los niños, infantilizan a los adultos y tragan a toda la ciudadanía- es muy
sugerente.
La noción de responsabilidad hacia otros y hacia la
comunidad, que es la piedra fundacional de la ética, se corroe bajo semejante
sistema. En palabras de Gordon Gekko –personaje de ficción de la película de
Oliver Stone Wall Street- “la codicia es buena”. Hoy en día, frente a la enorme
indignación pública, con el capital financiero haciéndose de grandes dividendos
a partir de la asistencia gubernamental, los capitalistas han vuelto a predicar
desde el púlpito al egoísmo como cimiento de la sociedad. El 4 de noviembre de
2009, el Jefe Ejecutivo de Barclay, John Varley, declaró desde un atril en
Trafalgar Square, Londres, que “la ganancia no es satánica”. Semanas atrás, el
20 de octubre, el asesor internacional de Goldman Sachs, Brian Griffiths,
declaró luego de la congregación en la Catedral de San Pablo en Londres que “el
mandamiento de Jesús de amar a los otros como a nosotros mismos es un
reconocimiento al egoísmo”.[33]
La gente rica llega a creer que merece su riqueza debido al
trabajo duro (propio o el de sus antecesores) y posiblemente a la suerte. El
hecho de que su riqueza y prosperidad se haya erguido a partir del trabajo
social de una cantidad innumerable de otras personas es minimizado. Ven a los
pobres –y los pobres frecuentemente acuerdan- como portadores de algún defecto,
como la pereza o la falta de educación. Los obstáculos estructurales que evitan
que la mayoría de la gente mejore significativamente sus condiciones de vida
también son minimizados. Esta mirada de cada individuo como una entidad
económica separada y preocupada primariamente por el bienestar propio (y
familiar), oculta nuestra humanidad y necesidades comunes. La gente no es
inherentemente egoísta pero es estimulada para actuar de esa manera debido a
las presiones y características del sistema. Después de todo, ¿si cada persona
no se cuida a sí misma en un sistema en el que “el hombre es lobo del hombre”,
quién lo hará?
Los rasgos fomentados por el capitalismo son comúnmente
vistos como propiedades innatas de la “naturaleza humana”, por lo que organizar
a la sociedad en base a metas que vayan más allá de la consecución de ganancias
es algo impensable. Pero los humanos son claramente capaces de un amplio rango
de capacidades, desde una gran crueldad hasta un gran sacrificio por una causa,
desde preocuparse por otros, hasta un verdadero altruismo. El “instinto
asesino” que supuestamente nos es inherente desde nuestros ancestros evolutivos
–con la “evidencia” de chimpancés asesinando a los bebés de otros- está siendo
cuestionado tomando como referencia las pacíficas características de otros
homínidos como los gorilas y los bonobos (tan relacionados a los humanos como
los chimpancés).[34] Estudios de bebés humanos han demostrado también que, si
bien el egoísmo es un rasgo humano, también lo son la cooperación, la empatía,
el altruismo y la amabilidad.[35] Más allá de los rasgos que hayamos heredado
de nuestros ancestros homínidos, las investigaciones acerca de las sociedades
pre-capitalistas indican que éstas incentivaban y expresaban patrones muy
diferentes a los de las sociedades capitalistas. Como lo resumió Karl Polanyi:
“el asombroso descubrimiento de la reciente investigación histórica y
antropológica es que la economía del hombre se encuentra, por regla, inmersa en
sus relaciones sociales. Él no actúa con el propósito de salvaguardar su
interés individual en la posesión de bienes materiales; él actúa para
salvaguardar su prestigio social, sus derechos sociales, sus activos
sociales”[36]. En su artículo de 1937 sobre la “Naturaleza humana” para la
Enciclopedia de Ciencias Sociales, John Dewey concluyó –en términos que han
sido verificados por toda la Ciencia Social subsecuente- que:
Las presentes controversias entre aquellos que afirman la
esencial fijeza de la naturaleza humana y aquellos que creen en un mayor rango
de modificación se centran principalmente en torno al futuro de guerra y al
futuro de un sistema económico competitivo motivado por la ganancia privada. Es
justificable decir sin dogmatismo que tanto la antropología como la historia
dan apoyo a quienes desean modificar estas instituciones. Es demostrable que
muchos de los obstáculos al cambio que se han atribuido a la naturaleza humana
son de hecho debidos a la inercia de las instituciones y el deseo voluntario de
las clases poderosas de mantener el status existente.[37]
El capitalismo es único entre los sistemas sociales por su
activo, extremo fomento del interés individual o el “individualismo
posesivo”.[38] La realidad es que las sociedades humanas no-capitalistas han
prosperado durante un largo período –por más del 99 por ciento del tiempo desde
la emergencia de los humanos anatómicamente modernos- promoviendo otros rasgos
como la capacidad de compartir y la responsabilidad hacia el grupo. No existe
razón para dudar que esto pueda volver a suceder.[39]
La incestuosa conexión que existe hoy en día entre los
intereses de negocios, la política, y la ley es razonablemente aparente para la
mayoría de los observadores.[40] Ésta incluye sobornos descarados, o más
sutiles formas de compra, amistad, y la influencia a través de las
contribuciones de campaña y el lobby. Además, se ha desarrollado una cultura
entre líderes políticos basada en el precepto de que lo que es bueno para el
negocio capitalista es bueno para el país. De ahí que los líderes políticos se
ven a sí mismos cada vez más como emprendedores políticos, o las contrapartes
de emprendedores económicos, y regularmente se convencen a sí mismos de que lo
que hacen por las corporaciones para obtener los fondos que les ayudarán a ser
reelegidos es en realidad de interés del público. Dentro del sistema legal, los
intereses de los capitalistas y sus negocios reciben casi todos los beneficios.
Dado el poder ejercitado por el interés de los negocios
sobre la economía, el estado, y los medios de comunicación, es extremadamente
difícil llevar a cabo los cambios fundamentales a los que ellos se oponen. Y
por lo tanto hace casi imposible tener una política energética, sistema de
salud, sistema de agricultura y alimentación, política industrial, de
intercambio, educación, etc. que suene ecológicamente racional.
IV. Características
del capitalismo en conflicto con la justicia social
Las características del capitalismo discutidas más arriba
–la necesidad de crecimiento; el empujar a la gente a comprar más y más; la
expansión al extranjero; la utilización de recursos sin importar las
generaciones futuras; el exceso más allá de las fronteras planetarias; y el rol
predominante ejercido por el sistema económico sobre las formas morales,
legales, políticas y culturales de la sociedad- son probablemente las
características del capitalismo que resultan más dañinas para el ambiente. Pero
existen otras características del sistema que impactan enormemente sobre la
justicia social. Es importante observar más de cerca esas contradicciones
sociales incrustadas en el sistema.
A. Con el funcionamiento natural del sistema, surge una gran
disparidad entre riqueza e ingreso
Existe una conexión lógica entre los éxitos y fracasos del
capitalismo. La pobreza y miseria de una buena parte de la población mundial no
es un accidente, un subproducto involuntario del sistema, que puede ser
eliminado con pequeños ajustes aquí o allá. La fabulosa acumulación de riqueza
–como consecuencia directa de la forma en que el capitalismo funciona nacional
e internacionalmente- ha producido simultanea y persistentemente hambre,
desnutrición, problemas de salud, falta de agua, servicios sanitarios, y la
miseria generalizada para una gran porción de los habitantes del planeta. Los
pocos ricos recurren a la mitología de que las grandes disparidades son en
realidad necesarias. Por ejemplo, como Brian Griffiths, el asesor de Goldman
Sachs International, citado más arriba, sostuvo: “debemos tolerar la inequidad
como una forma de alcanzar una mayor prosperidad y oportunidad para todos”.[41]
Lo que es bueno para los ricos también –de acuerdo a ellos mismos- es
coincidentemente bueno para la sociedad en su conjunto, a pesar de que muchos
permanecen en un perpetuo estado de pobreza.
La mayoría de la gente necesita trabajar para obtener
salarios que les permitan obtener lo necesario para la vida. Pero, debido a la
forma en que funciona el sistema, existe un gran número de personas conectadas
precariamente al trabajo, ocupando los “últimos peldaños de la escalera”. Son
contratados durante las épocas de crecimiento y despedidos en cuanto el
crecimiento disminuye o debido a que su trabajo ya no es requerido por otras
razones –Marx se refirió a este grupo como “ejército industrial de
reserva”.[42] Dado un sistema con auges y caídas, y en el que las ganancias son
la prioridad máxima, tener un grupo de sujetos en el ejército de reserva no es
meramente conveniente; es absolutamente esencial para la dinámica del sistema.
Sirve, sobre todo, para mantener bajos los salarios. El sistema, sin una
significativa intervención del gobierno (a través de altos impuestos a la
ganancia e impuestos substancialmente progresivos al ingreso), produce una
enorme inequidad del ingreso y la riqueza, que pasa de generación en
generación. La producción de grandes riquezas y, al mismo tiempo enorme
pobreza, dentro y entre países no es coincidencia –riqueza y pobreza son en
realidad las dos caras de una misma moneda.
En 2007, el 1 por ciento de la población de los Estados
Unidos controlaba el 33,8 por ciento de la riqueza del país, mientras que el 50
por ciento de la población era dueña del 2,5 por ciento. De hecho, los 400
individuos más ricos sumaban US$ 1,54 billones en 2007 –aproximándose a los
últimos 150 millones de personas (que sumaban US$ 1,6 billones). A escala
global, la riqueza de los 793 milmillonarios del mundo es, en el presente, más
de US$ 3 billones -equivalentes a alrededor del 5 por ciento del ingreso total
mundial (US$ 60,3 billones en 2008). Apenas 9 millones de personas en el mundo
(alrededor de un décimo del 1 por ciento de la población mundial) designados
como “individuos de alta riqueza neta” actualmente poseen una riqueza de $35
billones –equivalente a más del 50 por ciento del ingreso mundial.[43] Al
concentrarse cada vez más la riqueza, los ricos ganan más poder político, y
harán lo que esté a su alcance para retener todo el dinero que puedan –a
expensas de aquellos en los estratos más bajos. La mayor parte de las fuerzas
productivas de la sociedad, como las fábricas, la maquinaria, las materias
primas, y la tierra, están controladas por un relativamente pequeño porcentaje
de la población. Y, por supuesto, la mayoría de la gente no ve nada de malo en
este supuesto orden natural de las cosas.
B. Bienes y servicios son racionados de acuerdo a la
capacidad de pago
Los pobres no tienen acceso a hogares dignos o raciones
adecuadas de comida debido a que no poseen demanda “efectiva” –a pesar de que
ciertamente poseen demandas biológicas. Todos los bienes son mercancías. La
gente sin suficiente demanda efectiva (dinero) no tiene derecho en el sistema
capitalista a ningún tipo particular de mercancía –ya sea un artículo de lujo
como un brazalete de diamantes o una enorme mansión, o se trate de necesidades
vitales como un medio ambiente saludable, fuentes seguras de alimento, o
atención médica de calidad. El acceso a todas las mercancías está determinado,
no por el deseo o la necesidad, sino por la disponibilidad de dinero o crédito
para adquirirlos. De este modo, un sistema que, por su simple funcionamiento
produce inequidad y mantiene deprimidos los salarios de los trabajadores,
asegura que muchos (en algunas sociedades, la mayoría) no tendrán acceso a la
satisfacción de necesidades básicas o lo que podríamos considerar una vida
digna.
Debe notarse que, en los períodos en los que los sindicatos
y los partidos políticos fueron fuertes, algunos de los países capitalistas de
Europa instituyeron una red de programas de seguridad social, como un sistema
universal de atención sanitaria, más benevolente que los Estados Unidos. Esto
ocurrió como resultado de la lucha de la gente que demandaba que el gobierno
proveyera aquello que el mercado no –satisfacción igualitaria de algunas
necesidades básicas.
C. El capitalismo es un sistema marcado por recurrentes
recesiones económicas
En el ciclo de negocios ordinario, las fábricas y todas las
industrias producen más y más durante una fase de alza –asumiendo que no
terminará nunca y no queriendo desperdiciar la oportunidad- ocasionando
sobreproducción y sobrecapacidad, conduciendo a una recesión. En otras
palabras, el sistema es propenso a la crisis, durante las cuales los pobres y
los cercanos a ser considerados pobres sufren la peor parte. Las recesiones
ocurren con cierta regularidad, mientras que las depresiones son mucho menos
frecuentes. En estos momentos, estamos en una profunda recesión o
mini-depresión (con un 10 por ciento de desempleo oficial), y muchos piensan
que nos hemos librado de una depresión de gran escala de pura suerte. Teniendo
esto en cuenta, desde mediados de 1850 ha habido treinta y dos recesiones o
depresiones en los Estados Unidos (sin incluir la actual) –con una duración de
la contracción promedio desde 1945 de alrededor de diez meses y una expansión
promedio entre contracciones con una duración promedio de seis años.[44]
Irónicamente, desde el punto de vista ecológico, las grandes recesiones –a
pesar de ocasionar severos perjuicios a numerosas personas- son en realidad un
beneficio, en tanto una menor producción genera menos polución de la atmósfera,
el agua y la tierra.
V. Propuestas para la
reforma ecológica del capitalismo
Existen personas que entienden perfectamente los problemas
ecológicos y sociales que el capitalismo ocasiona, pero creen que éste debería
ser reformado. De acuerdo a Benjamin Barber: “La lucha por el alma del
capitalismo es […] una lucha entre el cuerpo económico de la nación y su alma
cívica: una lucha por poner al capitalismo en el lugar que corresponde, en el
que sirva a nuestra naturaleza y necesidades en lugar de manipular y fabricar
caprichos y carencias. Salvar al capitalismo significa armonizarlo con el
espíritu –con prudencia, pluralismo y “la cosa pública” […] que define nuestra
alma cívica. Una revolución del espíritu”.[45] William Greider ha escrito un
libro titulado El alma del capitalismo: abriendo senderos para una economía
moral. Y hay libros de Paul Hawken, Amory Lovins, y L. Hunter Lovins que
intentan vender el potencial del “capitalismo verde” y del “capitalismo
natural”.[46] Aquí, se nos dice que nos podemos hacer ricos, puede continuar
creciendo nuestra economía y aumentar el consumo sin fin –¡y salvar al planeta
al mismo tiempo! ¿Qué tan bueno puede ser? Existe un pequeño problema –un
sistema que tiene una única meta, la maximización de ganancias, no tiene alma,
nunca podrá tener un alma, nunca podrá ser verde, y, por su propia naturaleza,
debe manipular y fabricar caprichos y carencias.
Existe un importante número de activistas y pensadores
ambientalistas “listos para usar”. Son personas genuinamente buenas y bien
intencionadas preocupadas por la salud del planeta, y la mayoría también están
preocupados por los problemas de justicia social. Sin embargo, existe un
problema que no pueden sortear –el sistema económico capitalista. Inclusive el
número creciente de individuos que critica el sistema y sus “fallas de mercado”
frecuentemente termina con “soluciones” que apuntan a un capitalismo “humano” y
no-corporativo fuertemente controlado, en lugar abandonar los límites del
capitalismo. Son incapaces de pensar, ni hablar de promover, un sistema
económico con diferentes objetivos y procesos de toma de decisiones –uno que
ponga el énfasis en las necesidades humanas y ambientales, en oposición a las
ganancias.
Las corporaciones se están desviviendo por presentarse a sí
mismas como “verdes”. Ahora podés comprar y vestir tu ropa Gucci con la
conciencia limpia porque la compañía está ayudando a proteger las selvas
tropicales utilizando menos papel.[47] Newsweek sostiene que gigantes
corporativos como Dell, Hewlett-Packard, Johnson & Johnson, Intel e IBM
están en el top cinco de compañías verdes de 2009 debido a la utilización de
fuentes “renovables” de energía, por reportar las emisiones de gases de efecto
invernadero (o disminuirlas), e implementar políticas ambientales formales.[48]
Podés viajar a donde quieras, sin culpa, con sólo comprar “compensaciones” de
carbono que supuestamente cancelan los efectos ambientales de tu viaje.
Veamos algunos de los dispositivos propuestos para lidiar
con desbarajuste ecológico sin perturbar al capitalismo.
A. Mejores tecnologías que son energéticamente más
eficientes y utilizan menor cantidad de insumos
Algunas propuestas para mejorar la eficiencia energética
–como aquellas que sugieren cómo reciclar casas viejas para que requieran menor
energía para calentarse en invierno- son simplemente de sentido común. La
eficiencia de la maquinaria, incluyendo electrodomésticos y automóviles, ha ido
creciendo continuamente, y es una parte normal del sistema. A pesar de lo mucho
que pueda lograrse en esta área, un aumento de la eficiencia usualmente conduce
a menores costos y una mayor utilización (y frecuentemente un aumento de
tamaño, como ocurre con los automóviles), por lo que la energía que se consume
es en realidad mayor. El equivocado incentivo a los agrocombustibles “verdes”
ha sido enormemente perjudicial para el medio ambiente. No sólo ha puesto a los
alimentos y los combustibles de los automóviles en competencia directa, a
expensas de los primeros, sino que en algunas oportunidades también ha reducido
la eficiencia energética global.[49]
B. Energía nuclear
Algunos científicos preocupados con el cambio climático,
incluyendo a James Lovelock y a James Hansen, ven a la energía nuclear como una
energía alternativa, y como una respuesta tecnológica parcial a la utilización
de combustibles fósiles; una que es preferible al creciente uso de carbón. No
obstante, a pesar de que la tecnología de la energía nuclear ha mejorado un
tanto, con plantas nucleares de tercera generación, y con la posibilidad
(todavía no realidad) de plantas de energía nuclear de cuarta generación, los
peligros son todavía enormes –dada la duración por cientos o miles de años de
los residuos radioactivos, el manejo social de sistemas complejos, y el alto
nivel de riesgo que implican. Además, la construcción de plantas nucleares toma
alrededor de diez años y son extremadamente costosas. Existen todo tipo de
razones, entonces (y una importante son las generaciones futuras), para ser
extremadamente cautelosos con la energía nuclear como algún tipo de solución.
Ir en esa dirección equivaldría prácticamente a tomar una oferta Faustiana.[50]
C. Soluciones de infraestructura de gran escala
Un vasto número de proyectos se han propuesto tanto para
volcar CO2 fuera de la atmósfera o para incrementar el reflejo del sol de
vuelta hacia el espacio, fuera de la Tierra. Éstos incluyen: Proyectos de
secuestro de carbono como la captura de CO2 desde las plantas de energía y su
inyección en la profundidad de la Tierra, y la fertilización de los océanos con
hierro para estimular el crecimiento de algas que absorban el carbono; y
sistemas mejorados de reflexión de la luz solar como el despliegue de grandes
islas blancas en los océanos, la creación de grandes satélites que reflejen la
luz solar, y la contaminación de la estratósfera con partículas que reflejen la
luz.
Nadie sabe, por supuesto, qué efectos perjudiciales podrían
derivarse de semejantes invenciones. Por ejemplo, una mayor absorción de
carbono por parte de los océanos podría incrementar la acidificación, mientras
que arrojar dióxido de sulfuro en la estratósfera para bloquear la luz solar
podría reducir la fotosíntesis.
También se han propuesto numerosas alternativas de baja
tecnología para capturar carbono como un aumento en la reforestación y la
manipulación de suelos ecológicos para incrementar la materia orgánica de los
mismos (que está compuesta principalmente de carbono). La mayoría de éstas
deberían hacerse de todas formas (los materiales orgánicos ayudan a mejorar al
suelo de muchas formas). Algunas podrían ayudar a reducir la concentración de
carbono en la atmósfera. Aunque la reforestación, que captura carbono de la
atmósfera, es a veces entendida como generando emisiones negativas. Pero las
soluciones de baja tecnología no pueden solucionar el problema de un sistema en
expansión –especialmente considerando que los árboles plantados ahora pueden
ser cortados más tarde, y que el carbono almacenado como materia orgánica en
los suelos puede ser convertido posteriormente en CO2 si las prácticas se
modifican.
D. Los sistemas de comercialización
El dispositivo económico favorito del sistema son los
mercados de carbono instrumentados para limitar las emisiones. Éstos implican
establecer un tope en el nivel permitido de emisiones de gases y luego
distribuir permisos (tanto por cuota o por subasta) que permitan a las
industrias emitir dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. Las
corporaciones que tengan más permisos de los que necesitan pueden venderlos a
aquellas otras firmas que requieran cuotas adicionales para contaminar. Estos
esquemas invariablemente incluyen “compensaciones” que actúan como indulgencias
medievales, permitiendo a las corporaciones continuar contaminando mientras
compren gracia divina ayudando a reducir la contaminación en otro lugar
–digamos, en el tercer mundo.
En teoría, se supone que los mercados de carbono estimulan
la innovación tecnológica para incrementar la eficiencia. En la práctica, no
han ocasionado una reducción en las emisiones de dióxido de carbono en aquellas
áreas donde han sido introducidos como Europa. El principal resultado de estos
intercambios han sido enormes ingresos para algunas corporaciones e individuos,
y la creación de un mercado de carbono sub-prime.[51] No existen controles
significativos de la efectividad de los “compensadores”, ni de las
prohibiciones para cambiar las condiciones que eventualmente resultarán en una
liberación de dióxido de carbono a la atmósfera.
VI. ¿Qué puede
hacerse ahora?
En ausencia de un cambio sistémico, desde ya que hay ciertas
cosas que se han hecho y todavía más se pueden hacer en el futuro para
disminuir los efectos negativos del capitalismo sobre el ambiente y las
personas. No hay ninguna razón particular por la que Estados Unidos no pueda
tener, como en otros países capitalistas avanzados, un mejor sistema de
seguridad social, incluyendo acceso universal a la salud. Para controlar los
más graves problemas ambientales los gobiernos pueden dictar leyes y aplicar
regulaciones. Lo mismo ocurre para el ambiente o para la construcción de
vivienda social. Un impuesto al carbono como ha propuesto James Hansen -en
donde el 100 por ciento de los dividendos retornan al público, estimulando la
conservación al mismo tiempo que poniendo la carga sobre aquellos con grandes
huellas de carbono y una riqueza mayor- podría ser implementado. Las nuevas
usinas termoeléctricas de carbono (sin captura) podrían ser prohibidas al
tiempo que las existentes cerradas.[52] A nivel global, se podría promover la
contracción y convergencia de las emisiones de carbono, transitar hacia índices
mundiales per cápita uniformes, con cortes mucho más profundos en países ricos
y con mayores huellas de carbono.[53] El problema es la gran oposición a estas
medidas por fuerzas muy poderosas. Por ende, este tipo de reformas se
implementan, con suerte, limitadas, con una existencia marginal siempre y
cuando no afecten el proceso básico de acumulación del sistema.
Es más, el problema con todas estas aproximaciones es que
permiten a la economía continuar el desastroso camino que actualmente está
llevando. Podemos seguir consumiendo todo lo que queramos (o lo que nuestros
ingresos y riqueza nos permitan), agotando recursos, manejando mayores
distancias en nuestros autos energéticamente más eficientes, consumiendo todo
tipo de productos hechos por las corporaciones “verdes”, y así sucesivamente.
Todo lo que tenemos que hacer es apoyar a las nuevas tecnologías “verdes”
(algunas de las cuales, como las que convierten productos agrícolas en
combustibles ¡no son verdes!) y ser “aplicados” al separar la basura que pueda
ser compostada o reutilizada de alguna forma. De esta manera podemos seguir
viviendo bastante parecido a como lo veníamos haciendo –en una economía de
crecimiento y rentas perpetuas.
La gravedad del cambio climático debido a las emisiones de
dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero generados por el humano
ha desembocado en nociones donde lo necesario es solamente reducir la huella de
carbono (que ya es un problema en sí). Sin embargo, la realidad es que existen
numerosos problemas ecológicos interrelacionados y en aumento debido a un
sistema en función de la infinita expansión de la acumulación de capital. Lo
que es necesario reducir no es solamente la huella de carbono, sino también la
huella ecológica, esto quiere decir reducir, o bien frenar, la expansión
económica a nivel mundial, especialmente en países ricos. Al mismo tiempo, las
economías de muchos países pobres deben expandirse. Los nuevos principios que
podríamos promover son, entonces, los de un desarrollo humano sustentable. Esto
quiere decir lo suficiente para todos y no más. El desarrollo humano no se
vería dificultado, y podría ser considerablemente realzado para el beneficio de
todos, si se hiciera énfasis en éste, y no en un desarrollo económico
insustentable.
VII. Otro sistema
económico no sólo es posible -Es esencial
El análisis precedente, si es correcto, apunta al hecho de
que la resolución de la crisis ecológica no puede darse dentro de las lógicas
del sistema actual. No hay esperanzas de éxito en las diversas sugerencias. El
sistema capitalista mundial es insustentable en: (1) su búsqueda por una
acumulación sin fin de capital tendiente a una producción que debe expandirse
continuamente para obtener ganancias; (2) su sistema agrícola y alimentario que
contamina el ambiente y sin embargo no garantiza el acceso cuantitativo y
cualitativo universal de comida; (3) su desenfrenada destrucción del ambiente;
(4) su continua reproducción y aumento de la estratificación de riqueza dentro
y entre los países; y (5) su búsqueda por la “bala de plata” tecnológica para
evadir los crecientes problemas sociales y ecológicos emergentes de sus propias
operaciones.
La transición a una economía ecológica –que consideramos que
también debe ser socialista- será un proceso arduo que no ocurrirá de un día
para el otro. Esto no es una cuestión de “asaltar el Palacio de Invierno”. Más
bien, es una lucha dinámica, multifacética para un nuevo pacto cultural y un
nuevo sistema productivo. La lucha es en última instancia contra el sistema del
capital. Sin embargo, tiene que comenzar oponiéndose a la lógica del capital, esforzándose
en el aquí y el ahora en la creación, en los intersticios del sistema, de un
nuevo metabolismo social arraigado en el igualitarismo, la comunidad y una
relación sustentable con la tierra. Las bases para la creación de un desarrollo
humano sustentable deben surgir desde el interior del sistema dominado por el
capital, sin ser parte de él, como la misma burguesía lo hizo desde los “poros”
de la sociedad feudal.[54] Eventualmente, estas iniciativas pueden volverse lo
suficientemente poderosas para constituir las bases revolucionarias de un nuevo
movimiento y una nueva sociedad.
Estas luchas en los intersticios de la sociedad capitalista
están teniendo lugar en todo el mundo, y son demasiado numerosas y complejas
para ser desarrolladas en su totalidad aquí. Los pueblos originarios hoy en
día, con nuevos bríos gracias a la continua lucha revolucionaria en Bolivia,
reintroducen una nueva ética y responsabilidad hacia la tierra. La Vía
Campesina, una organización campesina global, promueve nuevas formas de
agricultura ecológica, como el MST (Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem
Terra) en Brasil, como en Cuba y Venezuela. Recientemente, el presidente
venezolano Hugo Chávez enfatizó las razones sociales y ambientales por las
cuales había que liberarse de una economía basada en la renta petrolera, siendo
Venezuela un gran exportador de petróleo.[55] El movimiento de justicia
climática está demandando soluciones igualitarias y anticapitalistas a la
crisis climática. En todos lados estrategias radicales, esencialmente
anticapitalistas están emergiendo, basadas en otras éticas y formas de
organización más que en la motivación de ganancia; ecoaldeas; el nuevo ambiente
urbano promovido en Curitiba, Brasil, y otras partes; experimentos en
permacultura, agricultura comunitaria, cooperativas industriales y agrícolas en
Venezuela, etc. El Foro Social Mundial ha dado voz a muchas de estas
aspiraciones. Como ha dicho el destacado ambientalista norteamericano James
Gustave Speth: “El movimiento internacional por el cambio –que se refiere a sí
mismo como ‘el irresistible ascenso del anticapitalismo global’- es más fuerte
de lo que muchos pueden imaginar y seguirá cobrando fuerza”.[56]
La oposición a la lógica del capitalismo –teniendo como
horizonte desplazar al sistema en su totalidad- crecerá imponentemente debido a
que no existe otra alternativa, si es que la tierra como la conocemos y la
humanidad misma han de sobrevivir. Aquí, los objetivos de la ecología y el
socialismo se encontrarán necesariamente. Será crecientemente más claro que la
distribución de tierra, salud, vivienda, etc. tendrían que ser en base a la
satisfacción de necesidades humanas más que las fuerzas de mercado. Esto, desde
ya, es más fácil decirlo que hacerlo. Pero quiere decir que la toma de decisiones
económicas tiene que ser en niveles locales, regionales y multirregionales por
procesos democráticos. Tenemos que enfrentar cuestiones: (1) ¿Cómo podemos
satisfacer las necesidades básicas de comida, agua, vivienda, vestimenta,
salud, y dar las mismas oportunidades de educación y cultura a todo el mundo?
(2) ¿Cuánto de la producción económica tendría que ser consumida y cuanto
invertida? Y (3) ¿Cómo tendrían que ser dirigidas las inversiones? En el
proceso, las personas tienen que encontrar las mejores maneras para llevar
adelante estas actividades en una interacción positiva con la naturaleza –para
mejorar el ecosistema. Nuevas formas de democracia serán necesarias,
enfatizando nuestra mutua responsabilidad, tanto al interior de las comunidades
como con aquellas repartidas por el mundo. Alcanzar este deseo, desde ya,
requiere planificación social en todos los niveles: local, regional, nacional e
internacional –que solamente puede ser fructífero si es de y por, y no sólo
aparentemente para el pueblo.[57]
Un sistema económico democrático, razonablemente
igualitario, y capaz de poner límites al consumo significará sin lugar a dudas
que las personas vivirán con un nivel de consumo menor del que se denomina,
algunas veces en los países ricos, el estilo de vida de la “clase media” (que
nunca fue universalizado incluso en estas sociedades). Un estilo de vida más
sencillo, a pesar de ser “más pobre” materialmente, puede ser más rico cultural
y socialmente al reconectar a las personas entre sí y con la naturaleza, y al
tener que trabajar menos horas para proveer las cosas esenciales para la vida.
Una gran cantidad de trabajos en los países capitalistas ricos son
improductivos y pueden ser eliminados, lo que indica que la jornada laboral
puede ser acortada en una economía organizada más racionalmente. El eslogan que
algunas veces se ve en los parachoques, “Vive sencillamente para que otros
puedan sencillamente vivir”, tiene poco sentido en una sociedad capitalista.
Vivir una vida sencilla, como hicieron Helen y Scott Nearing, demostrando que
es posible que sea gratificante e interesante, no ayuda a los pobres en las
circunstancias presentes.[58] Sin embargo, el eslogan tendrá importancia real
en una sociedad bajo control social (más que privado) que intenta satisfacer
las necesidades básicas de todas las personas.
Tal vez los Consejos Comunales de Venezuela –donde los
habitantes locales reciben los recursos y deciden las prioridades para la
inversión social en sus comunidades- son un ejemplo de planificación a nivel
local para la satisfacción de necesidades humanas. Este es el camino por el que
necesidades tan importantes como escuelas, clínicas, caminos, electricidad y
redes de agua pueden complacerse. En una sociedad realmente transformada los
concejos comunales pueden interactuar con los esfuerzos que se hagan a nivel
regional y multirregional. Y el uso del excedente de la sociedad, una vez
satisfechas las necesidades básicas de las personas, debe basarse en sus
propias decisiones.[59]
El propósito mismo del nuevo sistema sustentable, que es el
resultado necesario de estas innumerables luchas (necesario en términos de
supervivencia y realización de la potencialidad humana), debe ser la
satisfacción de necesidades básicas materiales y no materiales de todas las
personas, mientras se protege el ambiente global y los ecosistemas locales y
regionales. El ambiente no es algo “externo” a la economía humana como lo dicta
nuestra ideología presente; constituye la base vital esencial para todas las
criaturas vivientes. La cura para la “ruptura metabólica” entre la economía y
el ambiente implica nuevas formas de vivir, de producir, cultivar,
transportarse, etc.[60] Tal sociedad debe ser sustentable; y la sustentabilidad
requiere igualdad sustantiva enraizada en un modo de producción y consumo
igualitario.
Concretamente, las personas deben vivir más cerca de sus
lugares de trabajo, en hogares ecológicos y energéticamente eficientes como
también confortables, y en comunidades diseñadas para el compromiso público,
con suficientes espacios, como parques y centros comunitarios para reunirse y
tener oportunidades de divertimento. Son necesarios mejores medios de
transporte masivo dentro y entre ciudades para reducir el uso de automóviles y
camiones. El tren es significativamente más eficiente energéticamente que el
transporte de carga (413 millas por galón de nafta por tonelada versus 155
millas para los camiones) y causan menor cantidad de accidentes fatales, al
mismo tiempo que emiten menos gases de efecto invernadero. Un tren puede llevar
la carga de 280 a 500 camiones. A su vez, está estimado que una sola vía
ferroviaria puede llevar la misma cantidad de personas que numerosos carriles
de autopistas.[61] La producción industrial debe basarse en los principios
ecológicos “de la cuna a la cuna”, donde los productos y edificios se diseñan
para un consumo de energía bajo, utilizando lo más posible luz y
calefacción/refrigeración natural, una construcción sencilla como también
facilidad para la reutilización y asegurando que el proceso de manufactura
produce pocos o ningún desperdicio.[62]
La agricultura basada en principios ecológicos, llevada
adelante por familias campesinas o cooperativas, reencontrándose con la tierra
en la que cultivan su propia comida, ha demostrado ser no solamente tanto o más
productiva que la producción a gran escala, sino que a su vez tiene un impacto
negativo menor en las ecologías locales. De hecho, los mosaicos creados por
pequeñas granjas intercalados con vegetación nativa son necesarios para
proteger especies en peligro de extinción.[63]
Una mejor existencia tiene que ser alcanzada para los
habitantes de villas miserias, un sexto de la humanidad aproximadamente.
Primero y principal, un sistema que requiere un “un planeta de villas miseria”,
como lo ha dicho Mike Davis, tiene que ser reemplazado por un sistema que tenga
lugar para comida, agua, viviendas y empleo para todos.[64] Para muchos, esto
puede implicar -con una provisión de tierra, vivienda y otros apoyos adecuados-
un regreso a la vida campesina.
Se necesitarán ciudades más pequeñas, con habitantes que
vivan cerca de los lugares de producción de sus alimentos y donde la industria
se encuentre dispersa, y en menores escalas.
Evo Morales, presidente de Bolivia, ha capturado la esencia
de la situación en sus comentarios sobre el cambio hacia un sistema que
promueva el “vivir bien” en vez del “vivir mejor” del capitalismo. Como ha
dicho en la Conferencia Climática de Copenhague de diciembre de 2009: “El vivir
mejor es explotar seres humanos. Es agotar recursos naturales. Es egoísmo e
individualismo. Entonces, en esas promesas del capitalismo no existe
solidaridad ni complementariedad. No hay reciprocidad. Por eso es que estamos
tratando de pensar otras formas de vivir y de vivir bien, no vivir mejor. Vivir
mejor es siempre a costa de otro. Vivir mejor es a costa de la destrucción del
ambiente”.[65]
Las anteriores experiencias de transición hacia sistemas no
capitalistas, especialmente en sociedades de tipo soviético, indican que esto
no será fácil y que lo que se necesita son nuevas concepciones de lo que
constituye el socialismo, distinguiéndolas claramente de esos tempranos, y
frustrados intentos. Las revoluciones del siglo XX se erigieron típicamente en
países relativamente pobres y subdesarrollados, que fueron rápidamente aislados
y continuamente amenazados desde el exterior. Tales sociedades
posrevolucionarias se terminaron burocratizando fuertemente, con una minoría al
mando del estado y gobernando sobre el resto de la sociedad. Se terminaron
reproduciendo muchas de las relaciones de producción jerárquicas que
caracterizan al capitalismo. Los trabajadores continuaron proletarizados,
mientras que la producción fue expandida por el bien de la producción misma.
Las mejoras sociales reales existieron demasiado frecuentemente con formas
extremas de represión social.[66]
Hoy en día debemos esforzarnos por construir un sistema
socialista genuino; uno donde la burocracia sea puesta bajo control, y el poder
sobre la producción y la política resida verdaderamente en el pueblo. Así como
los nuevos desafíos que enfrentamos están cambiando en nuestra época, también
lo están haciendo las posibilidades para el desarrollo de la libertad y la
sustentabilidad.
Cuando el reverendo Jeremiah Wright habló en la reunión del
sexagésimo aniversario de Monthly Review en septiembre de 2009 repitió
continuamente la pregunta “¿Y qué pasa con las personas?”. Si todavía queda
esperanza de mejorar significativamente las condiciones de vida de la vasta
mayoría de los habitantes del mundo –muchos de los cuales viven
desesperanzadamente en las peores condiciones de existencia- y al mismo tiempo
preservar a la Tierra como un planeta habitable, necesitamos un sistema que
constantemente pregunte: “¿Y qué pasa con las personas?” en vez de “¿Cuánta
plata puedo ganar?”. Esto es necesario, no sólo para los humanos, sino para
todas las otras especies que comparten el planeta con nosotros y cuyos destinos
se encuentran íntimamente ligados al nuestro.
Notas
[1] Fidel Castro Ruz: La verdad de lo ocurrido en la Cumbre,
20 de diciembre de 2009.
[2] Nota del traductor: a los efectos de mantener la
fidelidad de pasaje, hemos tomado la traducción de Platón: Critias o la
Atlántida. 1975. Buenos Aires: Aguilar. Traducción del griego, prólogo y notas
por Francisco De P. Samaranch.
[3] James
Hansen, Reto Ruedy, Makiko Sato, and Ken Lo, “If It’s That Warm, How Come It’s
So Damned Cold?” http://columbia.edu/~jeh1/.
[4] Hansen,
Storms of My Grandchildren, (New York: Bloomsbury, 2009), 164.
[5] Hansen,
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[6] World
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[7] Agence
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[8]
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[9] James
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[10]
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[12] United
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[13] Bobbi
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[15] Frank
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[16]
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[17] James
Hansen, Storms of My Grandchildren, ix.
[18] Johan
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[19]
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[20] Erik
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[21]
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[22]
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[23] Curtis
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2009), http://orionmagazine.org/index.php/articles/article/4680
[24] For
treatments of the role of speculation and debt in the U.S. economy, see John
Bellamy Foster and Fred Magdoff, “The Great Financial Crisis (New York: Monthly
Review Press, 2009) and Fred Magdoff and Michael Yates, The ABCs of the
Economic Crisis (New York: Monthly Review Press, 2009).
[25] “Fears
for the World’s Poor Countries as the Rich Grab Land to Grow Food,” Guardian,
July 3, 2009; “The Food Rush: Rising Demand in China and West Sparks African
Land Grab,” Guardian, July 3, 2009.
[26] For a
brief discussion of European expansion, see Harry Magdoff and Fred Magdoff,
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[27]
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[28] David
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[29] John
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[30] Joseph
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[31] Adam
Smith, The Wealth of Nations, (New York: Modern Library, 1937), 14.
[32] Duncan
K. Foley, Adam’s Fallacy (Cambridge, MA: Harvard University Press, 2006).
[33]
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[34] Frans
de Waal. “Our Kinder, Gentler Ancestors,” Wall Street Journal, October 3, 2009.
[35] J.
Kiley Hamlin, Karen Wynn, and Paul Bloom, “Social Evaluation by Preverbal
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be Born with an Urge to Help,” New York Times, December 1, 2009. Some recent
research in this regard is usefully summarized in Jeremy Rifkin, The Empathic
Civilization (New York: Penguin, 2009), 128-34.
[36] Karl
Polanyi, The Great Transformation (Boston: Beacon, 1944), 46.
[37] John
Dewey, Selections from the Encyclopedia of the Social Sciences (New York:
Macmillan, 197), 536.
[38] See C.
B. Macpherson, The Political Theory of Possessive Individualism (Oxford: Oxford
University Press, 1962).
[39] For a
fuller discussion of these issues see Magdoff and Magdoff, “Approaching
Socialism,” 19-23.
[40] For a
discussion of the power of finance in the U.S. political system, see Simon
Johnson, “The Quiet Coup,” Atlantic Monthly, May 2009.
[41] Julia
Werdigier, “British Bankers Defend Their Pay and Bonuses,” New York Times,
November 7, 2009.
[42] For a
contemporary view of the reserve army, see Fred Magdoff and Harry Magdoff,
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[43]
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January 16, 2010; “World’s Billionaires,“ Forbes.com, March 8, 2007; Capgemini
and Merrill Lynch Wealth Management, World Wealth Report, 2009, http://us.capgemini.com, introduction
[44] “How
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San Francisco, January 2008, http://frbsf.org;
National Bureau of Economic Research, Business Cycle Expansions and
“Contractions, January 17, 2010,” http://nber.org
[45]
Benjamin Barber, “A Revolution in Spirit,” The Nation, February 9, 2009, http://thenation.com/doc/20090209/barber
[46] Paul
Hawken, Amory Lovins, and L. Hunter Lovins, Natural Capitalism (Boston: Little,
Brown and Co., 1999). For a detailed critique of the ideology of “natural
capitalism,” see F.E. Trainer, “Natural Capitalism Cannot Overcome Resource
Limits,” http://mnforsustain.org
[47] “Gucci
Joins Other Fashion Players in Committing to Protect Rainforests,” Financial
Times, November 5, 2009.
[48] Daniel
McGinn, “The Greenest Big Companies in America,” Newsweek, September 21, 2009. http://newsweek.com
[49] Fred
Magdoff, “The Political Economy and Ecology of Biofuels,” Monthly Review 60, no.
3 (July-August 2008), 34-50.
[50] James
Lovelock, The Revenge of Gaia (New York: Perseus, 2006), 87-105, Hansen, Storms
of My Grandchildren, 198-204. On the continuing dangers of nuclear power, even
in its latest incarnations, see Robert D. Furber, James C. Warf, and Sheldon C.
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[51]
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James Hansen, “Worshipping the Temple of Doom” (May 5, 2009), http://columbia.edu; Larry Lohman, “Climate
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[52] Ver
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[53] Ver
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Athansiou y Paul Baer, Dead Heat (New York: Seven Stories Press, 2002.
[54] Ver
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1981), 447-48.
[55] Ver
“Chávez Stresses the Importance of Getting Rid of the Oil Rentier Model in
Venezuela,” MRzine, http://mrzine.org (11 de
enero, 2010 ).
[56] Ver
James Gustave Speth, The Bridge at the Edge of the World (New Haven: Yale
University Press, 2008), 195.
[57] Ver On
planning, ver Magdoff and Magdoff, “Approaching Socialism,” 36-61.
[58] Ver
Helen y Scott Nearing, Living the Good Life (New York: Schocken, 1970). Scott
Nearing fue por muchos años columnista “World Events [Eventos del mundo]” de
Monthly Review.
[59] Ver
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[60] On the
metabolic rift, see Foster, The Ecological Revolution, 161-200.
[61] C.
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Transportation Institute, 2007; http://americanwaterways.com;
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[62]
William McDonough y Michael Braungart, Cradle to Cradle (New York: North Point
Press. 2002).
[63] Ver
Miguel A. Altieri, “Agroecology, Small Farms, and Food Sovereignty,” Monthly Review
61, no. 3 (Julio-agosto 2009), 102-13.
[64] Mike
Davis, Planet of the Slums (London; Verso, 2007).
[65]
Entrevista a Evo Morales por Amy Goodman, Democracy Now, December 17, 2009, http://democracynow.org/2009/12/17/bolivian_president_evo_morales_on_climate.
[66] Ver
Paul M. Sweezy, Post-Revolutionary Society (New York: Monthly Review Press,
1980).
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Traducción al español Observatorio Petrolero Sur |