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Baruch Spinoza ✆ Sarah Yu Zeebroek |
“Los hombres
son enemigos por naturaleza. Pues, para mí, el máximo enemigo es aquel que
tengo más que temer y del que debo guardarme más”: Baruch Spinoza,
‘Tractatus politicus’, 1677
“No hay nada
más terrible que un Estamento bárbaro de esclavos que haya
aprendido a considerar su existencia como una injusticia”: Friedrich
Nietzsche, XVIII, ‘Die Geburt die Trägedie’, 1872
“Los pueblos
modernos de Europa no han hecho más que encubrir la Esclavitud en sus propios
países y la han impuesto en el Nuevo Mundo”: Karl Marx,
‘Misère de la philosophie’, 1846
“El Sueño es
absolutamente egocéntrico”: Sigmund Freud, ‘Die Traumdeutung’, 1900
Especial para Gramscimanía |
“Sirva de ejemplo la ciudad de Amsterdam, la
cual experimenta los frutos de esta libertas en su gran progreso y en la
admiración de todas las naciones. Pues en este Estado tan floreciente
(florentissima Republica) y en esta ciudad tan distinguida (urbe
praestantissima) viven en la máxima concordia todos los hombres de cualquier
nación y secta: y para que confíen a otro sus bienes, sólo procuran averiguar
si es rico o pobre, y si acostumbra a actuar de buena fe o con engaño…”[1]
La utopía concretada, la única libera Republica es para Spinoza exclusivamente Amsterdam, amada y venerada metrópoli, la
nueva Atenas de Occidente. El alma burguesa de la Republiek der Zeven Verenigde
Nederlanden,[2]
era en la mitad del siglo XVII la sede estratégica mundial del negocio de trata
de esclavos, los viles contratos mercantiles de venta y entrega de esclavos
africanos se elaboraban en ella y en ella tenían sus oficinas la mayor parte de
las nuevas multinacionales esclavistas europeas.[3]
Además de ser el gran centro del Capital, del transporte marítimo moderno y de la primera banca pública capitalista,[4] Amsterdam fue la gran factoría de Europa occidental; a ella llegaban todos los productos necesarios gracias al intercambio combinado y desigual generado por el comercio de esclavos: telas y paños de muchas naciones, oro, armas, perlas, cobre, hierro, brandy, tabaco y muchas otras materias primas. Amsterdam, era la principal ciudad de las Provincias Unidas, una “Federación muy descentralizada de siete miniestados-provincias, que a su vez eran federaciones descentralizadas de ciudades y pueblos.”[5] Los barcos de esclavos procedentes de países extranjeros, sobre todo de Inglaterra, ponían como fin de travesía Amsterdam con el fin de adquirir mercancías para el comercio africano. Era una Mecca del nuevo Republicanismo comercial. Unos años antes, su maestro Descartes se había sorprendido del extendido materialismo y el fervor por la ganancia, el nuevo Esprit capitalista que imperaba en la ciudad: “En esta gran ciudad (Amsterdam) en que me encuentro, como todo el mundo está ocupado en el comercio excepto yo, cada cual se halla tan atento a su provecho que bien podría permanecer aquí toda mi vida sin ser jamás visto por nadie.”[6] Spinoza le recordaba a sus lectores la enorme suerte de hallarse en una ciudad-estado como Amsterdam en plena libertas integra; tanto él como sus contemporáneos poseían “la rara dicha de vivir en una República, donde se concede a todo el mundo plena libertad para opinar y rendir culto a Dios según su propio juicio, y donde la libertas es lo más apreciado y lo más dulce (dulcius)…”.[7] Nos resulta extraño que la libertad que se goza en la mercantilista Amsterdam le resulte a Spinoza dulcius, dulce, pero veremos que es una exacta concordancia ideológica con la visión del primer Liberalismo, el llamado Doux Commerce. Viviendo en ella, Spinoza ha tenido una pesadilla, que le ha conmovido de tal manera que se la confiesa a uno de sus corresponsales y compañero de militancia liberal, el comerciante Peter Balling. Una imagen queda retenida, por la fuerza de la imaginación, en su retina: cujusdam nigri et scabiosi Brasiliani quem nunquam antea videram, la de un negro y leproso brasileño que jamás había visto antes. Lexicográficamente en el lenguaje culto spinoziano (utiliza sintomáticamente no el holandés vulgar sino el latín de las elites burguesas) primero es un miembro de una raza: “Negro” (nigri); en segundo lugar la aparición tiene una nacionalidad definida o al menos una territorialidad concreta, es “brasileño” (Brasiliani); en tercer lugar es un esclavo decadente, ¿qué otra cosa podría imaginarse de un negro, sea esclavo, sea liberto, en territorio de un Brasil colonial?, identificable con un enfermedad repugnante: la Lepra (scabiosi). ¿A quién remite este fantasma spinoziano? Se podría identificar al nigri et scabiosi Brasiliani con el enemigo público número uno de Holanda (y del futuro comercial de la WIC en la América portuguesa conquistada) en aquella coyuntura: el esclavo negro rebelde liberto Henrique Dias, Herói da Restauração de Pernambuco, líder de una revuelta contra los holandeses en la ciudad de Pernambuco, Brasil, entre 1645 y 1648, una guerra defensiva llamada paradójicamente Guerra da Luz Divina, liderada por los dueños de las plantaciones, católicos, a los que inmediatamente apoyó Portugal.[8] Dias es, con más de ciento cincuenta años de anticipación, un líder negro popular con la capacidad política y militar de un Toussaint L’Ouverture, el liberador de Haití. Dias fue comentado en la prensa holandesa de la época, ya que era la primera vez que aparecía en el campo de batalla una ejército formado por ¡negros! (esclavos y libertos) y que un general ¡de color!, iletrado y sin formación militar, derrotaba a dos exitosos comandantes holandeses, entre ellos el mítico Count Maurice of Nassau y luego el Count Sigismond, entrenados en las mejores escuelas militares europeas y que habían doblegado a expediciones militares de España y Francia en Flandes. Dias tenía el título popular de “Governador dos crioulos, pretos e mulatos do Brasil”, es decir de la base popular trabajadora y esclavista de la colonia, os pretos e pardos. Hasta qué punto era una guerra intercolonial, racial y social, que los regimientos militares de Dias eran llamados por la administración portuguesa Terço da Gente Preta, tercios de la gente negra.
Además de ser el gran centro del Capital, del transporte marítimo moderno y de la primera banca pública capitalista,[4] Amsterdam fue la gran factoría de Europa occidental; a ella llegaban todos los productos necesarios gracias al intercambio combinado y desigual generado por el comercio de esclavos: telas y paños de muchas naciones, oro, armas, perlas, cobre, hierro, brandy, tabaco y muchas otras materias primas. Amsterdam, era la principal ciudad de las Provincias Unidas, una “Federación muy descentralizada de siete miniestados-provincias, que a su vez eran federaciones descentralizadas de ciudades y pueblos.”[5] Los barcos de esclavos procedentes de países extranjeros, sobre todo de Inglaterra, ponían como fin de travesía Amsterdam con el fin de adquirir mercancías para el comercio africano. Era una Mecca del nuevo Republicanismo comercial. Unos años antes, su maestro Descartes se había sorprendido del extendido materialismo y el fervor por la ganancia, el nuevo Esprit capitalista que imperaba en la ciudad: “En esta gran ciudad (Amsterdam) en que me encuentro, como todo el mundo está ocupado en el comercio excepto yo, cada cual se halla tan atento a su provecho que bien podría permanecer aquí toda mi vida sin ser jamás visto por nadie.”[6] Spinoza le recordaba a sus lectores la enorme suerte de hallarse en una ciudad-estado como Amsterdam en plena libertas integra; tanto él como sus contemporáneos poseían “la rara dicha de vivir en una República, donde se concede a todo el mundo plena libertad para opinar y rendir culto a Dios según su propio juicio, y donde la libertas es lo más apreciado y lo más dulce (dulcius)…”.[7] Nos resulta extraño que la libertad que se goza en la mercantilista Amsterdam le resulte a Spinoza dulcius, dulce, pero veremos que es una exacta concordancia ideológica con la visión del primer Liberalismo, el llamado Doux Commerce. Viviendo en ella, Spinoza ha tenido una pesadilla, que le ha conmovido de tal manera que se la confiesa a uno de sus corresponsales y compañero de militancia liberal, el comerciante Peter Balling. Una imagen queda retenida, por la fuerza de la imaginación, en su retina: cujusdam nigri et scabiosi Brasiliani quem nunquam antea videram, la de un negro y leproso brasileño que jamás había visto antes. Lexicográficamente en el lenguaje culto spinoziano (utiliza sintomáticamente no el holandés vulgar sino el latín de las elites burguesas) primero es un miembro de una raza: “Negro” (nigri); en segundo lugar la aparición tiene una nacionalidad definida o al menos una territorialidad concreta, es “brasileño” (Brasiliani); en tercer lugar es un esclavo decadente, ¿qué otra cosa podría imaginarse de un negro, sea esclavo, sea liberto, en territorio de un Brasil colonial?, identificable con un enfermedad repugnante: la Lepra (scabiosi). ¿A quién remite este fantasma spinoziano? Se podría identificar al nigri et scabiosi Brasiliani con el enemigo público número uno de Holanda (y del futuro comercial de la WIC en la América portuguesa conquistada) en aquella coyuntura: el esclavo negro rebelde liberto Henrique Dias, Herói da Restauração de Pernambuco, líder de una revuelta contra los holandeses en la ciudad de Pernambuco, Brasil, entre 1645 y 1648, una guerra defensiva llamada paradójicamente Guerra da Luz Divina, liderada por los dueños de las plantaciones, católicos, a los que inmediatamente apoyó Portugal.[8] Dias es, con más de ciento cincuenta años de anticipación, un líder negro popular con la capacidad política y militar de un Toussaint L’Ouverture, el liberador de Haití. Dias fue comentado en la prensa holandesa de la época, ya que era la primera vez que aparecía en el campo de batalla una ejército formado por ¡negros! (esclavos y libertos) y que un general ¡de color!, iletrado y sin formación militar, derrotaba a dos exitosos comandantes holandeses, entre ellos el mítico Count Maurice of Nassau y luego el Count Sigismond, entrenados en las mejores escuelas militares europeas y que habían doblegado a expediciones militares de España y Francia en Flandes. Dias tenía el título popular de “Governador dos crioulos, pretos e mulatos do Brasil”, es decir de la base popular trabajadora y esclavista de la colonia, os pretos e pardos. Hasta qué punto era una guerra intercolonial, racial y social, que los regimientos militares de Dias eran llamados por la administración portuguesa Terço da Gente Preta, tercios de la gente negra.
Finalmente
gracias a tropas como las de Dias, los portugueses reocuparon la región en
1654, expulsando a todos los holandeses incluidos los hebreos dedicados al
comercio colonial (controlaban el 50% del comercio de azúcar y el ignominioso
tráfico de esclavos como accionistas en la WIC). La zona industrial de
Pernambuco podía considerarse, en el comercio mundial de azúcar de la época, su
principal polo productor, que contaba con más de 160 enormes plantaciones-ingenios.[9]
Los holandeses además habían acelerado a través de reformas logísticas,
inversión e innovación tecnológica, el tejido productivo de los antiguos amos
portugueses.[10]
Todas las Provincias Unidas, en especial Holanda, quedaron conmovidas por esta
guerra colonial perdida, pero en especial Amsterdam (cuyo papel fue central en
la explotación del norte de Brasil). Spinoza quedó doblemente afectado y
confundido: por los negocios de su padre y tío en la sucursal que tenían en
Pernambuco y por la expulsión de Brasil de su antiguo maestro de doctrina
judía, el rabino cabalista Isaac Aboab de Fonseca. Paradójicamente Fonseca
luego se transformaría en el enemigo número uno de Spinoza y será el que leerá
en público el Cherem que lo expulsaba de la congregación judía de Amsterdam.
Dias era de alguna manera, un enemigo de su enemigo, enemigo de los hebreos (un
símbolo odioso de una Portugal católica y papista), enemigo de los intereses de
la propia familia de Spinoza y enemigo de su elogiada Amsterdam (su Oceana
utópica); era la condensación perfecta del fantasmagórico cujusdam nigri &
scabiosi Brasiliani. Después de la catástrofe de 1654 los judíos holandeses que
fueron expulsados por los portugueses se instalaron o bien en el Caribe inglés,
como Gabriel, el hermano de Spinoza en Jamaica, o su hermana Rebecca en
Curaçao, o bien en una nueva ciudad llamada New Amsterdam (la futura New York).
Extrañamente, la involución no era una dinámica puramente europea: Brasil
sería, luego de su independencia, la última nación en América en abolir la
Esclavitud en 1888. Para cerrar la larga y amarga derrota económica, algunos
destacados comerciantes y empresarios judíos, muy conocidos en el milieu
comercial de Amsterdam, capturados en la reconquista de Brasil, fueron quemados
públicamente en la misma Lisboa en un auto da fe en 1647.[11]
Es
interesante la afirmación de Spinoza que “jamás había visto con anterioridad”
al negro brasileño de su delirium tremens. Eso significa que Spinoza ya había
visto en Holanda esclavos negros africanos llegados de Brasil, pero no a ese
individuo de color en particular. Cosa nada sorprendente. Los esclavos negros,
llamados despectivamente Zwarten, Negers o incluso Moren (moros), no eran para
nada ajenos o extraños al ambiente doméstico holandés de la época. Además de
los datos comerciales, económicos y financieros relacionados con la Esclavitud,
el Arte holandés de la época, la cultura visual flamenca, la imaginería
popular, nos provee claras evidencias de los esclavos en la vida cotidiana en
la época de Spinoza. Por otro lado fue en Holanda, en especial en Amberes,
donde nació el primer mercado capitalista de arte: los muebles de diseño y los
cuadros eran un modelo prometedor para la inversión y su posterior reventa; en
otras palabras, la especulación con obras de arte y más específicamente con la
pintura salió a la luz por primera vez en la época dorada de la república
comercial holandesa.[12]
La pintura para decorar los hogares burgueses se hizo por primera vez popular,
así como sus temas y tópoi. Son evidentes en la estética del doux commerce los
puntos de vista calvinistas que se expresan en pocas palabras: sobriedad,
austeridad y moderación. El lujo exagerado, ya sea en forma de joyas, telas
exóticas o algún objeto de costosa fabricación, conducía a la impureza del
Alma. Daremos algunos ejemplos del período. La pintura nacional también, como
la Filosofía de Spinoza, tendía hacía el Naturalismo realista; si aquel atacaba
a los filósofos “que no conciben a los hombres tal como son, sino como le gustarían
que fuesen”,[13]
el Arte en un asombroso paralelismo, en fraternal emulación de metas y medios
de expresión, repitió la fórmula. Como en su Etica, los pintores plasman las
acciones y los apetitos humanos “como si estuviesen considerando líneas, planos
o cuerpos.”[14]
El realismo práctico y la Natura son los temas del Arte y las formas imaginadas
por el artista no salen de su propia mente, sino permanecen unidas a la Naturaleza.
Podemos
empezar por el pintor Peter Paul Rubens y su estudio al óleo de un esclavo
negro titulado Estudio sobre la cabeza de un hombre negro (1640), donde en unos
maravillosos sketchs se retrata en cuatro posiciones diversas la figura de un
esclavo negro vestido a la europea. Otro ejemplo es el cuadro Cabeza de un
hombre negro (¿1620?) del pintor Anthony van Dyck, en el cual aparece un
esclavo negro, ataviado para el trabajo, con su lengua afuera, un aro en la
oreja, pareciendo extenuado o agitado; incluso en el cuadro Silenio borracho
ayudado por los sátiros (1620), uno de los sátiros, a la derecha de la tela, es
claramente el torso de un negro con rasgos africanos, muy similar al del
estudio anterior. Van Dyck hizo el retrato de una dama de clase alta muy
significativo, Henrietta de Lorraine (1634), en el cual la distinguida mujer
descansa su mano derecha sobre un niño-esclavo negro, vestido de sirviente, que
le ofrece una fuente de frutas exóticas. El pintor Peter Lely tiene un retrato
muy similar, seguramente estaba de moda el formato entre las clases pudientes
holandesas, titulado Elizabeth Murray, condesa de Dysart (1651), en la cual
esta vez el joven esclavo negro, vestido de siervo y con pendiente, le ofrece
una fuente con ofrendas frutales, en papel cortesano y sumiso. Hay una pintura
al óleo de Frans Hals “El Viejo”, Retrato de una familia holandesa (1648),[15]
quien además pintó el mejor retrato que existe de Descartes,[16]
donde se plasma a un joven esclavo negro, como parte del bucólico universo de
una familia feliz y opulenta, con un paisaje flamenco naturalista típico de fondo.
Otro destacado pintor de la época, hablamos nada menos que de Harmenszoon van
Rijn Rembrandt, pintó el óleo titulado Dos negros (1659), considerada por los
expertos uno de sus mejores trabajos, en el cual aparecen dos esclavos usados
de sirvientes, por sus ropas, en actitud de sumisión. Para finalizar un cuadro,
que aunque más tardío, nos acerca a nuestro tema: se trata de un retrato homónimo
del comerciante Jan Pranger retratado por Frans van der Mijn en 1742. Pranger
está vestido con una chaqueta llamativa, de color rojo brillante, con mangas muy
anchas con puños bordados y un chaleco largo que lleva el mismo motivo; en su
cabeza un sombrero de tres picos; su peluca empolvada –rastros de polvo pueden
ser vistos en su chaqueta– tiene una larga trenza, y una espada de empuñadura
de oro a su izquierda; se encuentra de pie con seguridad junto a una mesa que
está cubierta con una tela verde que lleva unas raras iniciales: GWC (Geoctrooieerde
Westindische Compagnie). Detrás, un joven esclavo negro, vestido como
sirviente, en actitud de sumisión permanece expectante. Pranger es el director
general de la multinacional holandesa en Ghana, África, la ignominiosa “Compañía
de las Indias Occidentales”, que comerciaba y cotizaba principalmente en
azúcar, oro y esclavos. El período en el que el comercio de esclavos
representaba la mayor parte de la riqueza y el poder holandés en el Atlántico dio
lugar a la producción de la mayor categoría de pinturas con negros como complementos
a pintorescos retratos de grupos e individuos de las familias burguesas
holandesas. Según Blakely, este tipo de arte, en el que se enmarca el retrato luminoso
de un aristócrata o un comerciante con el trasfondo sombrío de un negro, se
produjo en los Países Bajos, más que en cualquier otra parte de Europa. Estos
retratos fueron pensados principalmente “para proyectar el Poder y el prestigio
provocado por el nuevo Comercio”, el
doux commerce de Montesquieu, Steuart y Adam Smith, para celebrar los logros y
dejar un registro duradero para la posteridad. Elegantes damas de las altas
clases holandesas, acompañadas de sus títulos nobiliarios, posaban
espléndidas con su corderito, su perro,
o su exótico esclavo negro como mascota de moda.[17] Y lo mismo puede
decirse de la presencia del esclavo negro en la cultura popular holandesa:
desde el folklore pasando por la heráldica hasta las fiestas religiosas.
Es
interesante la específica mención de Spinoza, un poco más adelante en la misma
carta, ya que utiliza el sinónimo de “Etíope” (Æthiopis) para describir el
negro brasileño de su ensoñación. Spinoza le ha sumado al color racial, a la
territorialidad y a la enfermedad (Sarna) un lugar natal es decir: una
genealogía que queda negada ad eternum en el Contrato esclavista. ¿Por qué
etíope?[18]
En su diario de viajero colonialista Itinerario (1596) el rico comerciante
holandés Jan Huyghen Van Linschoten, llamado el “Marco Polo holandés”,
contemporáneo de Spinoza, comenta que los esclavos del África oriental,
vagamente la zona de la Etiopía actual, tenían una gran demanda entre los
europeos “porque son los más fuertes, y hacen el trabajo más sucio y duro,
[parece que este tipo de africanos] existen sólo para que se los utilice.”[19]
Esta percepción podría haberse intensificado por el uso de esclavos africanos
por los colonos portugueses en el siglo XVI, que valoraban los autóctonos de
esa región por sobre el resto. Los esclavos procedentes de Etiopía eran los más
buscados y valorados, tanto por su fuerza como por su estatura, y ellos fueron
los más demandados tanto por los portugueses (que fueron aliados de los reinos etíopes
cristianos que pelaban contra los musulmanes) como por los holandeses en sus
explotaciones de azúcar en Brasil. La esclavitud era normal en Etiopía, tanto
para el trabajo forzoso en las minas de oro, en el ámbito doméstico como en el
trueque con mercaderes islámicos u occidentales. Los esclavos pasaban de
Etiopía a la costa oeste de África, un “Asiento de Negros”[20] en Angola, Guinea
o Kaffraria (Sud-África) les embarcaba rumbo al norte de Brasil o al Caribe, es
decir: el tipo de esclavo negro, ideal, fuerte pero peligroso era el denominado
genéricamente como “etíope”, desde la época de los romanos. ¿Spinoza conocía
las subjerarquías raciales que conformaban la racionalidad esclavista holandesa?
Hay otra referencia inquietante en el delirio spinoziano: al esclavo negro
(clasificación racial por color), brasileño (nacionalidad enemiga), etíope
(subjerarquía intra-racial) se le suma el que está poseído por una enfermedad
terrible: scabiosi, o sea la Lepra. Las costras en la piel negra hacen hincapié
en la fealdad absoluta y la enfermedad mortal de la persona, que aparece para
recordarle un fracaso individual y nacional. Conocida por sus lesiones cutáneas
desfigurantes desde la Antigüedad (la forma más severa produce grandes nódulos
desfigurantes, o bultos) y un debilitante daño a los centros nervios, la Lepra,
denominada en sus inicios “Elefanciasis” y en la medicina moderna “Enfermedad
de Hansen”. Es una enfermedad infecciosa de nula transmisibilidad cuando está
debidamente tratada. No tiene nada de extraordinario que se extendiera, desde
su origen epidémico en el Este de África, como una plaga por el mundo conocido
gracias al intenso comercio de esclavos, al Colonialismo. Documentos históricos
y médicos escritos entre el siglo XVI y XVII demuestran que la Lepra, llamada
por los esclavistas con los simpáticos términos de Coca-Bay, Lazarino, Joint
Evil o King’s Evil, era altamente prevalente en los esclavos africanos en las Indias
Occidentales holandesas, y también en el breve período de ocupación del norte
de Brasil. El concepto social-racista de la Lepra se reconstruyó alejándolo de
la Teología, pero considerándosela por los europeos como una “Aflicción”
exclusiva de gente considerada inferior, Untermenschen, específicamente de la
población negra que vivía en las colonias europeas. El Racismo médico llegó a
sostener “científicamente” que los blancos eran inmunes a la Lepra, o sea que
las “Sub-personas” tenían enfermedades infecciosas exclusivas de su raza inferior,
de su insuperable Ontología.[21]
La Lepra fue históricamente incurable, mutilante y vergonzosa. Se establecieron
leyes represivas, se prohibió la presencia en público de esclavos leprosos, se
les perseguía y secuestraba para internarlos en establecimientos terroríficos
(o naves aisladas), y además se le cobraba una fuerte multa a sus amos si se
les descubría ante un público europeo.[22] Es decir que la
Lepra era considerada desde el siglo XV como “la” enfermedad de los esclavos
negros.[23]
Además, en el contexto de un pensador como Spinoza, gran hermeneuta de las
escrituras teológicas tanto judías como cristianas, la Lepra tiene evidentes
connotaciones religiosas y resonancias bíblicas, ya que se consideraba un justo
castigo divino.[24]
Aquí
finaliza lo que podemos exhaustivamente deducir del sueño de Spinoza y las
condiciones existenciales, “egocéntricas”, de las que puede interpretarse tanto
su significado como el material pasivo que lo generó. El sueño, la figura de la
mediación del negro brasileño leproso, como veremos, es perfectamente
coherente, y tiene una connexio lógica con la propia filosofía política
spinoziana, incluso con la madura, con su Tractatus politicus. Lo cierto es que
llama la atención esta curiosa paradoja materialista: que los liberales
holandeses del siglo XVI-XVII tuvieran como un gran orgullo nacional el
conseguir la máxima libertas para su pueblo y llegar un clima de tolerancia en
la Patria sin igual en Europa, mientras que al mismo tiempo forzaban al trabajo
a cientos de miles de esclavos negros y asiáticos en sus dominios de ultramar,
a miles de nigri et scabiosi sclavus. La “Maxon-Dixon Line”[25] en Holanda estaba
trazada en algún punto del Océano Atlántico, no en su propio territorio, pero
también profundamente perfilada en la entraña de la teoría política del
naciente Republicanismo comercial. ¿Las contradicciones irresueltas al nivel de
la Teoría finalmente reaparecerán como restos diurnos a un nivel más profundo
del delirio, la fantasía, la imaginación y en la escritura de Spinoza?
La
Filosofía política liberal clásica (Hobbes, Grocio, Pufendorf, Spinoza, Locke,
Rousseau, Kant) nace, como una Minerva, armada con la idea de Pacto y de
Contrato (o sea: suma de voluntades, obligación, consentimiento y
representación). La idea es muy intuitiva y sencilla. Todos somos conscientes
de la idea de un “contrato”, un acuerdo entre dos o más personas para hacer
algo. El “Contrato social” simplemente extiende esta idea del Derecho privado. Spinoza
define así la ficción constitucional: “si consideramos que los humanos sin
mutua ayuda viven en la mayor de las miserias y sin posibilidad de cultivar su
razón... veremos con toda claridad que, para vivir en seguridad y de la mejor
manera posible, tuvieron que ponerse de acuerdo de mancomún, y, en
consecuencia, llevar a efecto, el que el derecho que cada uno por naturaleza
tenía a todo, lo tuviesen ahora colectivamente, y que en adelante ya no se
determinase (ese derecho) por la fuerza y la codicia de cada cual, sino
conjuntamente por el Poder y la Voluntad de todos. Éste, sin embargo, hubiera
sido un intento inútil si no hubieran querido seguir más que lo que el apetito
les dictase, y de esa manera tuvieron que estatuir un Pacto (pactum) entre sí
con toda firmeza el dirigirse en todos los asuntos por el dictamen exclusivo de
la Razón...”[26]
La gran virtud (ideológica) de la teoría tradicional del Communi Consenso[27]
fue la de proporcionar respuestas aparentemente sencillas, tanto a cuestiones
de hecho sobre los orígenes y el funcionamiento del Estado, como sobre
cuestiones normativas acerca de la justificación de las estructuras
socioeconómicas y la obligación con respecto a las instituciones políticas. Por
otra parte, el Contrat era muy versátil, dependiendo de cómo los teóricos de
diferentes puntos de vista sobre el estado de naturaleza, la motivación humana,
las personas, los derechos y las libertades (original y devenida), los detalles
particulares del contrato y el carácter del gobierno (obligaciones y derechos)
que resulta de todo ello. Si pensamos en los seres humanos, partiendo de un
hipotético (no-histórico) “Estado de Naturaleza”, sugiere que, a continuación,
podemos decidir la creación de la sociedad civil y de la sociedad política (Res
publica, Estado).
Para Grocio, Pufendorf y Spinoza, el
“Estado de Naturaleza” (Status naturae), ya sea histórico o hipotético, es una
condición social regulada por la Ley moral de Dios. El holandés Grocio es
enfático en que el Contrat, que establece la sociedad civil, constituye una
comunidad jurídica en consonancia con la sociabilidad natural del hombre, en la
que coincide Spinoza, en consonancia con el reconocimiento mutuo y la
protección de sus derechos morales. La obligación de mantener los acuerdos
(como subraya Spinoza) no es una consecuencia automática de vivir en la
sociedad civil, sino más bien el corolario necesario en virtud de la Ley
natural de nuestra racionalidad y
sociabilidad: “El Hombre es una animal social” dirá Spinoza siguiendo a
Aristóteles, Santo Tomás de Aquino y Francisco Suárez.[28] Tanto en Grocio,
Pufendorf y Spinoza se identifican dos obligaciones naturales que nos
predisponen a instituir una sociedad política y la soberanía unitaria. Tenemos
en primer término un deber-servicio para con Dios en virtud de la Ley natural
de auto-preservación (conatus) y (en la medida en que sea compatible con esto),
la preservación de los demás, los otros. Son importantes, en el contexto
spinoziano, las controversias religiosas del siglo XVI que dieron lugar a
numerosos tratados por los hugonotes, como Hotman, Beza y Mornay, y el radical
calvinista Buchanan, en los cuales básicamente el consentimiento y el contrato
en relación con la comunidad y su gobernante se invocan en diversos grados para
reclamar la libertad de opinión y de culto religioso (libertas academica,
libertas philosophandi, libertas docendi),[29] slogans comerciales-liberales
que se hicieron famosos en Europa gracias a Descartes (quién los acuñó
conceptualmente). Spinoza, cartesiano crítico, coincide en todos estos puntos
en común señalando que “la Libertad de filosofar y de decir lo que pensamos,
que quiero defenderla por todos los medios, pues por aquí, en razón de la
excesiva autoridad e insolencia de los predicadores, se elimina sin más y se
establecen teorías de la resistencia y la desobediencia civil basadas en gran
medida a partir de un Derecho contractual implícito con Dios.”[30]
No es que estos teóricos eruditos hayan ignorado por completo la historia de
opresión social y racial (servidumbre oriental, expropiación nativos
americanos, la esclavitud africana, trabajo infantil, etc), sino que la han
conceptualizado de una manera engañosa, que deja intacta la Weltanschauung de
la corriente dominante de la ideología política. El trabajo forzado, el Racismo
y el Esclavismo no son considerados problemáticamente al nivel teórico y
político de la nueva ideología del republicanismo comercial, sino como
“prejuicios precapitalistas”, la resaca pre-moderna, sub-productos
accidentales. Es posible y de manera racional, representar como una democracia
más o menos liberal, más o menos igualitaria a una nación en el que la mayor
parte de su población (no solo los de color sino los trabajadores manuales, los
pobres y los extranjeros) estaba excluida y subordinada, ya sea esclavizada, expropiada,
segregada, marginada o privada de la igualdad de oportunidades socio-económicas.
Es decir: se trata de silenciar que la mayoría de la sociedad civil sufría una
“Muerte Social”. Y lo que hace que esta hazaña de evasión ideológica sea
posible es, pero en una mínima parte, el desconocimiento de los hechos, pero la
clave es el mapa del terreno conceptual dominante, compartido y venerado, en el
cual los hechos están privados de su propio significado. Esta historia de la
dominación no se enmarca, como debiera ser, en el cuadro general de un sistema
de supremacía del europeo propietario, en el que muchos ciudadanos son
superiores a otros. Y a su vez, las creencias que justifican y sostienen estas
reglas de dominación, que se filtran en la propia Filosofía, no se ven como una
ideología de la dominación burguesa, sino son subestimadas y degradas a la condición de “accidente”,
“prejuicio”, “irracionalidad” o “desviaciones”. La exclusión basada en Raza,
Sexo y Clase no representa una lacunae, una “laguna teórica” en una Filosofía
política liberal correcta, ni las inclusiones privilegiadas de ciertos
ciudadanos por su propiedad y riqueza simplemente “contradicciones externas”
del credo democrático. Esta lógica de inclusión y exclusión del Capitalismo
forma una figura inseparable, interdependiente y el trasfondo mismo de la
institución del Esclavismo. El Racismo en sus múltiples variantes es la
tradición dominante en el Capitalismo, ayer y hoy, y el Classical
republicanism, Republicanismo comercial, el igualitarismo liberal, como vemos,
ha tenido una inflexión teórica racial-clasista desde su nacimiento histórico.
El contexto material para el Racismo es el expansionismo europeo moderno, o
sea: la aparición del fenómeno del Imperialismo. El Liberalismo es
“contemporáneo” con el Colonialism, a pesar que esta relación intrínseca y
necesaria apenas ha sido considerada por los teóricos políticos modernos o la
industria académica. En realidad estos aspectos han sido denegados o
silenciados, y mientras que el Liberalismo se autointerpreta como una teoría de
la auto-conciencia universalista y cosmopolita
“transhistórica-transcultural-transracial”, en realidad ha estado sellada de
manera indeleble, de manera exotérica o esotérica, explícita o implícita, por
la exclusión política sistemática y sostenida de diversos grupos y tipos de
personas, por la “Muerte Social”. La auténtica historia política de Europa en
el siglo XVII no se encuentra tanto en Europa, como en América, África y Asia. [31]
Lo
que tenemos, entonces, es una teoría que fundamenta el gobierno aparentemente
en el consentimiento popular de las personas tomadas como iguales. Pero el
contrato material y real, efectivo, aunque basado en la tradición del contrato
social que ha sido central en la teoría política occidental, no es un contrato
entre todo el mundo (“Nosotros el Pueblo”, como rezan los proemios
constitucionales), sino sólo entre las personas que cuentan, las personas que
realmente son personas, las personas que pueden considerarse libres (“Nosotros
los europeos propietarios”, por ejemplo). Por lo tanto, es un contrato excluyente,
excepcionalista, discriminatorio y eminentemente clasista-racial. La igualdad
formal final asegura y enmascara una desigualdad real y material. La Filosofía
práctica del Liberalismo se asienta sobre un no-Contrato, o un pseudo-Contrato,
que funge como relación entre realidades segregadas. El Iluminismo nace con esa
fuerte dicotomización, lleva la marca estratégica de este doble vínculo
normativo, que lentamente reemplaza a la inservible dicotomía religiosa
(cristianos-infieles) de la Edad Media cuyas desventajas eran evidentes a nivel ideológico. Raza y
propiedad (Clase) empiezan a ser los marcadores formales que indican categorías
de Untermenschen, Sub-personas, Nicht-Genien[32] o Humanoides,
entidades o mónadas ya no totalmente humanas, muchas identificadas con la
definición racial, pero no exclusivamente. En la idea de Untermenschen se
fusionaba de manera generalizada clase, raza, religión, nacionalidad: un
“Nosotros" (equivalente a blanco-europeo-libre qua propietario) y “Ellos”
(negro, no-europeo-pagano-esclavo no libre qua propietario). Esto se logra de
una manera única en la relación esclavista-excluyente: la definición como una
persona socialmente muerta. Alejados de todos los “Derechos del Hombre” dejan
de pertenecer por motu propio a cualquier orden social legítimo. Todos los
esclavos (directos e indirectos) experimentan una auténtica excomunión laica,
un Cherem burgués. El objetivo de esta distinción ontológica “Nosotros-Ellos”
era en un principio clasista y religioso, más adelante racial. La Esclavitud
fue el cautiverio para muchos de los perdedores en una suerte de concurso de
Poder. Los esclavos eran ya infieles, ya paganos. La marca distintiva del
estado de Esclavitud no es la pérdida de la libertad formal (política o civil),
como en el caso de los no-propietarios, mujeres y extranjeros en la Europa del
siglo XVII, como veremos, sino la perpetuidad y el carácter casi absoluto de
esa pérdida, ya sea voluntaria o involuntaria. Una exclusión durante vita. El
salvajismo y la aparente extrañeza de los negros africanos, auténticos alienus,
reforzadas por las actitudes tradicionales y el contexto de los primeros
contactos, fueron los componentes más importantes en el sentido de la différance
(en cuanto a posponer el reconocimiento y al mismo tiempo diferenciar), que
proporcionó el margen mental, absolutamente necesario para la colocación de los
europeos en la cubierta del barco de esclavos y al negro con grilletes en la
bodega. La misma différance que se incorporó como presupuesto no explícito en
la alta teoría política como referencia a la alteridad. Si la mano de obra
nacional era de alguna manera una casta de Outsiders, foránea, extranjera e
invisible, el esclavo lo era pero dos veces. El Liberalismo clásico
desarrollará, aparte del Contrat clásico y paradigmático para su espacio vital interior, un Contrato
expropiador para su espacio imperial, un
Contrato colonial y finalmente un Contrato esclavista. Todos ellos presuponen
como norma fundamental la absoluta legitimación de la subordinación y la
“muerte social” de amplias mayorías, todos ellos se afirman sobre la injusticia
“natural” de enteras categorías de personas.
El
contrato social clásico es, ante todo, una hipótesis ético-política en su
naturaleza, pero también es eminentemente materialista, plena de un pragmatismo
cínico, económica en el sentido de sus fundamentos últimos, al punto que el
“Estado de Naturaleza” es el molde para asegurar un entorno estable para la
apropiación industriosa y racional del mundo, para generar cadenas de propiedad,
con seguridad y estabilidad. Europa, sin embargo, no fue el único espacio
político-económico en asociar Cultura, Civilización y Esclavitud. El surgimiento del Islam fue
posible gracias a la institución de la Esclavitud, pues sin ella las primeras
elites árabes simplemente no habrían sido capaces de explotar la mano de obra
calificada y no calificada, que es esencial para su supervivencia y expansión
militar. Aún más que los estados occidentales, el mundo islámico dependía de
esclavos para la realización de importantes funciones administrativas,
militares y culturales. Las sociedades orientales son inusuales desde este
punto de vista histórico, ya que en comparación con Europa tiene una ratio
relativamente baja entre períodos históricos de alta civilización y el
surgimiento del trabajo esclavo forzado. En el mundo europeo (el de Spinoza, el
del Iluminismo) la paradoja de los Untermenschen se complica por otro enigma
histórico. La Esclavitud no sólo se asocia con el desarrollo de las economías
avanzadas, en nuestro caso las Provincias Unidas, sino también con la aparición
de altos ideales y creencias más profundamente apreciados y unánimes en la
tradición occidental. La idea de la Libertad y el concepto de Propiedad surgen íntimamente
ligados con el auge de la Esclavitud, su némesis, su antítesis. Los grandes
pensadores, nuestras vacas sagradas (con notables y sintomáticas excepciones)
no sólo daban por natural y asentada la institución de la Esclavitud sans phrase,
sino que subrayaban su necesidad como forma de vida. Al hacerlo, ellos no eran
culpables de algún desliz insondable de la Lógica filosófica, sino mostraban un
candor admirable desde nuestro cinismo
posmoderno. Marx decía como cuestión del método materialista, practicando la
Ideologiekritik a los economistas vulgares, que el pensamiento en torno a las
forma de la vida humana (ergo: el análisis científico de las mismas), “toma un
camino opuesto al seguido por el desarrollo real”, histórico y material. Comienza
siempre post festum, después del acontecimiento y, por ende, disponiendo ya de
los resultados últimos del proceso de desarrollo. Las formas poseen ya “la
fijeza propia de las formas naturales de la vida social (Festigkeit von
Naturformen), antes de que los hombres procuren dilucidar, no el carácter
histórico de esas formas (que ya cuentan para ellos como algo inmutable) sino
su contenido.” Marx las llama “formas dementes” (verrückten Form) que se
presentan tanto en la Economía Política como en la Filosofía política como
categorías (Kategorien).
La
Esclavitud puede considerarse desde el perspectivismo burgués, aunque suene
escandaloso, una categoría socioeconómica como otra cualquiera; lo mismo que
los medios de producción, las máquinas, el crédito, etc. La Esclavitud directa
(en especial de los negros africanos) fue históricamente el pivot de la gran
industria burguesa.[33]
Marx decía que la Esclavitud de los negros africanos, la ignominiosa
Negersklaverei, era un tipo de esclavitud “puramente industrial”, que
paradójicamente “desaparece” sin más y que aparentemente es incompatible con el
desarrollo normal de la sociedad burguesa, pero que, al mismo tiempo,
“presupone la existencia de la sociedad burguesa: si junto a esa esclavitud no
existieran otros estados ‘libres’ con trabajo asalariado, todas las condiciones
sociales en los estados esclavistas asumirían formas precivilizadas.”[34]
Mutatis mutandis, este principio puede aplicarse a la superestructura
ideológica de la época, tanto al Absolutismo ilustrado como al Liberalismo
comercial. La exclusión y el colonialismo se encuentran en el corazón mismo del
Liberalismo occidental y del surgimiento del capitalismo moderno. Básicamente,
y de manera brutal, esta norma no escrita declaraba que los únicos libres y
humanos sobre la Tierra eran los europeos (no todos, sino determinados propietarios).
El Liberalismo nacía como una ideología política de las democracias Übermensch
und Herrenvolks.[35]
No hay anomalía ideológica en el Liberalismo, sino simbiosis entre Liberalismo,
Clasismo y Racismo. Clasismo, Etnocentrismo y Sexismo no son una suerte de
caprichos académicos que surgen en la población filosófica como tomar mucho
café, utilizar términos griegos o usar pajarita: en realidad son sub-teorías
sofisticadas, articuladas y muy elaboradas, que sostienen y empujan creencias
en la Cultura y en la experiencia personal que nos rodea, con una forma y
estructura lógica que les permite desarrollarse y transmitirse, garantizando
que siempre, en todo tiempo y lugar, sea así. En lugar de ver estos componentes
ideológicos como contradicciones superables o “anécdotas políticas”
separadas/externas de un determinado corpus filosófico, en realidad debemos
reconocerlas como formando una Totalidad complementaria.[36]
El
Background clásico del Liberalismo exige ciudadanos propietarios con valores
burgueses, el cemento de la “democracia basada en el comercio” (Montesquieu),
de la república del doux commerce. Se habla mucho en los ideólogos y
propagandistas antiaristocráticos a partir del siglo XVII de la doucer
(dulzura, suavidad, sensatez, cultura) del Comercio, como antónimo de la
violencia y la conquista: donde hay comercio hay paz y amabilidad; donde hay
paz y amabilidad hay comercio. “Comercio” tendrá un sentido “no-comercial”, de
intercambio justo y racional, interrelación sin trabas ni privilegios, de redes
basadas en la honestidad, la previsión y la libertas.[37] Encarnando esta
ideología del naciente capitalismo, existía un proverbio holandés de la época
de Spinoza muy popular que rezaba: “Jesucristo es bueno, pero comerciar es
mejor”.[38]
El
doux commerce, desde Maquiavelo, se basaba en un mix ideológico de pasiones
compensadoras (ciudadano, sociedad política, ragione di stato) y la doctrina
del interés (burgués, economía, interesse), donde el comercio y el intercambio
mercantil tienen un aspecto curativo, equilibrante, positivo: el universo moral
estaría gobernado por las leyes del (auto) interés. Es casi una regla general,
dirá Montesquieu, que “donde hay costumbres apacibles existe Comercio, y que
allí donde hay Comercio hay costumbres apacibles.”, o en otra fórmula
magistral: “el Comercio… pule y suaviza (adoucit) los modos bárbaros…”. El
efecto natural del doux commerce es la
paz y la tolerancia, y genera en los hombres “una justicia estricta”, además
guarda una relación estrecha con la Constitución y sólo es posible su
despliegue histórico en una república o un “gobierno de varios”. Ya está aquí,
con todas sus consecuencias, la escisión entre bourgeois y citoyen, entre política
y economía que caracterizará como signo distintivo al Capitalismo histórico. Spinoza
coincide totalmente con esta idea de la naturaleza humana innata: el interés,
en el sentido del “amor a sí mismo”, el interesse de Maquiavelo, el Interest
van Holland de sus admirados De la Court,[39] el inalterable sum
utile spinoziano, razonable, calculable, previsible, puede igualar y sofocar
las pasiones, la irracional Libido: “Todos los hombres buscan sin duda su
propia ventaja (suum utile), pero raras veces lo hacen de acuerdo con los
dictados de la Razón sensata (sanae rationis dictamine); en la mayoría de los
casos el Apetito (libidine) es su única guía, y en sus deseos y juicios sobre
lo benéfico se ven arrastrados por el placer y sus Pasiones (animi affectibus),
y no toman en cuenta el futuro ni ninguna otra cosa. Ninguna sociedad puede
subsistir sin autoridad, y por tanto, sin leyes (absque imperio, et vi, et
consequenter legibus) que moderen y controlen el ansia de placer y los impulsos
desenfrenados.”[40]
La creencia en que el interés, la
“Afección interesada” (Hume), podría constituir una motivación motivante y
realista en el comportamiento humano para modelar estados eficaces y modernos,
significaba que se había descubierto una base materialista (científica) para un
orden social superador del teológico-absolutista: el burgués. Una forma estado
donde el sum utile pudiera verse con claridad, ser transparente y alejado de la
superstitio heroico o religiosa, alejado de las utopías socialistas o
comunistas, que Spinoza ridiculiza, a través de una potencia extrapolítica
(comercio y libertad de opinión); una forma estado que estableciera el perfecto
equilibrio entre el imperio del interés (constante, universal, obstinado) y el
teatro de las pasiones (como le llamaba Bossuet) sería muy deseable y estratégico
para cualquier nación. Los hombres, para Spinoza, no buscan otra cosa, por
Natura, que la utilidad mutua (verum hominum utile intendunt). El paradigma de
la sum utile es la acumulación, como lo reconocía Montesquieu, el imperio de la
Ley de la utilidad marginal decreciente.[41] Los políticos
podrían planificar la obligación política cooperativamente con moderación, constancia
y posibilidad de previsión (el futurible spinoziano). Al ciudadano propietario
el interés no le mentirá, ni le engañará. Y al perseguir racionalmente (es
decir, anulando el animi affectibus) nuestro interés, se genera virtud pública,
es decir, ganancia mutua en el intercambio político (equilibrio de poderes). Ejes
cardinales del doux commerce que se apoyaban en una naturaleza humana uniforme
e innata: la sociedad comercial cura los prejuicios destructores (directa e
indirectamente). Un tercer elemento que surge como subproducto no intencional
de esta forma estado del doux commerce es la duración y la estabilidad, una
vieja obsesión de Maquiavelo, subrayada sin cesar por Spinoza baj la categoría
de societas securior: “Los (estados) moderados son estables (moderata durant).”,
y la sociedad más segura y estable, y la menos expuesta a los embates de la
Fortuna, será “aquella que esté fundada y dirigida, en mayor proporción, por
hombres sabios y vigilantes (hominibus
prudentibus, et vigilantibus).”[42]
(Continuará...)
[1] En: Spinoza, Baruch; Tractatus theologicus politicus, CAPUT XX, “Ostenditur, in libera Republica unicuique et sentire, quae velit, et quae sentiat, dicere licere”, edición Gerbhardt; en español: Tratado teológico político, Madrid, Alianza, 2003, Cap. XX, “Se demuestra que en un Estado libre está permitido que cada uno piense lo que quiera y diga lo que piense.”, p. 422.
[2] En el siglo XVII no se utilizaba
el término “República Holandesa” ni el de “Holanda”, sino indistintamente los
términos Vereenighde Nederlantsche
Provintien (Provincias Unidas de los Países Bajos), Vereenighde Nederlanden (Países Bajos Unidos) o Geunieerde Provincien (Provincias Unidas)
para la unión de las siete provincias independizadas de España por el Tratado
de Utrecht (1579); véase: Kossmann, E.H.; “Freedom in seventeenth-century Dutch
though and practice”, en: Israel, Jonathan I. (ed.); The Anglo-Dutch Moment: Essays on the Glorious Revolution and its World
Impact, Cambridge University Press, Cambridge, 2003, p. 288.
[3] Entre otras funcionaban con
centro en Amsterdam hacia 1620: la Danish West India Company, la Swedish
African Company, y la Brandenburg African Company (prusiana); una famosa casa
comercial, Coymans, de Amsterdam casi monopolizaba la titularidad de “Asientos”
para la exclusiva trata de esclavos con España y sus colonias; véase el trabajo
de la historiadora Violet Barbour: Capitalism
in Amsterdam in the 17th Century, Ann Arbor, Michigan 1963.
[4] El Banco de Amsterdam se fundó
en 1609 en respuesta a una petición de comerciantes importadores de telas y
paños como herramienta agresiva comercial, pero además se buscaba la
unificación de la acuñación de moneda y la sustitución del metálico por papel
moneda; su rol fue tan innovador y creativo que lo citaba como ejemplo Adam
Smith y su modelo institucional fue imitado en toda Europa; véase:
Kindleberger, Charles, P.; Historia
financiera de Europa, Crítica, Barcelona, 1988, p. 66 y ss.
[5] Entre 1585 y 1622 la población
de la ciudad aumentó de 30.000 a 105.000; sus pueblos políglotas contaba con
una amplia gama de experiencia, habilidades y tecnología, con una población
estimada en 130.000 habitantes, era una de las ciudades más grandes de Europa
en la época; Nadler, Steven: Rembrandt's
Jews; University of Chicago Press, Chicago, 2003, pp. 17-18.
[6] Carta escrita a su amigo el poeta Jean-Louis
Guez de Balzac, 5 de mayo de 1631; en: Descartes, René; Oeuvres
et lettres, Bibliothèque
de la Pléiade, Paris, 1953, Carta XXXIII, p. 203.
[7] En: Tractatus theologicus politicus; PRAEFATIO; en español: Tratado teológico político, Madrid,
Alianza, 2003, “Prefacio”, p.65.
[8] De Varnhagen, Francisco Adolfo; Historia das lutas com os Hollandezes no
Brazil desde 1624 a 1654, Finsterbeck, Viena, 1871, p. 64 y ss.; véase la
voz: “Henrique Dias. Ex-slave who broke the power of Holland (1605-1662)”;
en: Rogers, Joel Augustus: World's Great
Men of Color, Volumen 2, Simon and Schuster, New York, 1996, p. 171-177.
[9] “Breve discurso sobre o estado
das quatro capitanias conquistadas de Pernambuco, Itamaracá, Paraíba e Rio
Grande, situadas na parte setentrional do Brasil, escrito por João Maurício de
Nassau, Adriaen van der Dussen e M. van Ceullen. (1638)”, en: FHBH, vol. I, pp. 77-129; y “Relatório
sobre o estado das quatro capitanias conquistadas no Brasil, apresentado pelo
Senhor Adriaen van der Dussen ao Conselho dos XIX na Câmara de Amsterdam, em 4
de abril de 1640. (1639)”, en: FHBH,
vol. l, pp. 137-232.
[10] Véase el trabajo general de Schwartz, Stuart;
Segredos Internos: engenhos e escravos na
sociedade colonial 1550-1835, São Paulo, Cia das Letras, 1999.
[11] Arbell,
Mordehay; The Jewish Nation of the Caribbean:
The Spanish-Portuguese Jewish Settlements in the Caribbean and the Guianas,
Gefen Publishing House, Jerusalem, 2002, p. 17.
[12] Por ejemplo, la ciudad de Scheldt se
dedicaba a la producción en serie para la exportación de pinturas y grabados;
véase: Larsen, Erik (with the collaboration of Jane P. Davidson); Calvinistic Economy and 17th Century Dutch
Art, University of Kansas Publications, Lawrence, 1979 p. 38 y ss.
[13] Spinoza, Baruch; Tractatus politicus; “CAPUT I. Introductio”; en español: Tratado político, Alianza, Madrid, 1986,
p. 78.
[14] Spinoza, Baruch; Etica, Pars III, “DE ORIGINE ET NATURA AFFECTUUM. PRAEFATIO”.
[15] Puede verse en el Museo
Thyssen-Bornemisza de Madrid. Nos ofrece una evidencia visual de la presencia
de esclavos negros y mulatos en la Holanda del 1600, el libro de Allison
Blakely: Blacks in the Dutch World: The
Evolution of Racial Imagery in a Modern Society, Indiana University Press, Bloomington,
2001.
[16] Titulado: “Portrait of René Descartes”,
un óleo que se encuentra en el Louvre; representa al filósofo probablemente
menos de un año antes de su muerte, o a los cincuenta y tres de su edad.
[17] Existe escasa evidencia que sugiere la
presencia de los esclavos africanos y asiáticos como fuerza de trabajo forzada en
los Países Bajos desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII, su presencia era más
notoria en los monstruos comerciales de Amberes y Amsterdam, puertos mundiales
con fuertes conexiones con las colonias de ultramar. Nuestra comprensión de
esta “esclavitud metropolitana” sigue siendo pobre, en parte debido a la
escasez de materiales documentales, los números no pueden haber sido
importantes, en parte porque la línea divisoria entre esclavo-siervo aparece
bastante difusa, aquí, si no de jure
entonces, ciertamente, de facto. Los
esclavos se trajeron en los viajes de retorno de las colonias, generalmente se considera
una práctica ilegal. Se los colocaba bajo “Manumisión” a menudo a su inmediato
desembarco en los Países Bajos y se convertían en sirvientes personales ad hoc, aunque sus tareas diarias sin
duda difieren muy poco de aquellos que sirven como esclavos domésticos en las
colonias. Como un tema cultural, los esclavos-niños, ocuparon un lugar
destacado en las primeras obras modernas de los burgueses ricos como puede
verse en la historia de la pintura nacional holandesa.
[18] Sobre el rol de Etiopía en el tráfico de
esclavos entre 1400 y 1600, véase: Lovejoy, Paul, E.: Transformations in Slavery: A History of Slavery in Africa,
Cambridge, Cambridge University Press, 2011, p. 90 y ss. En Etiopía católica la
única prohibición era la de esclavizar… a cristianos.
[19] El título completo era: Itinerario, voyage ofte schipvaert, van Ian
Huygen van Linschoten naer de Oost ofte Portugaels Indien, inhoudende een corte
beschrijvinghe der selver landen ende zeecusten...,; ahora en: Terpstra, H. (ed,), Itinerario: Voyage ofte schipvaert van Jan
Huygen van Linschoten naer Oost ofte Portugaels Indien, 1579-1592, Martinus
Nijhoff, The Hague, 1955, p. 25 y ss.
[20] Monopolio sobre la caza de esclavos de
África y la América hispana que otorgaba el reino de España. La separación de
Portugal de la Corona de Castilla interrumpió el comercio de esclavizados
africanos hacia América. La guerra entre España y Portugal fue aprovechada por
los holandeses quienes dominaron el comercio que anteriormente controlaban los
portugueses, asumiendo en parte sus preferencias y conctactos. A pesar de que
la Corona española firmó “Asientos” con los holandeses, este período se
caracterizó por el incremento de la introducción de esclavos de contrabando a
Cartagena de Indias usando la isla de Curaçao como base de operaciones.
[21] Véase:
Gussow, Zachary: Leprosy, Racism and
Public Health, social policy in chronic disease control, Westview Press,
San Francisco and London, 1989.
[22] Rod Edmond, Leprosy And Empire: A Medical And Cultural
History, Cambridge University Press, Cambridge-New York, 2006, p. 28 y ss.
[23] Kiple, Kenneth
F.; The Caribbean Slave: A Biological
History, Cambridge University Press, Cambridge-New York, 2002, p. 136 y ss.
[24] Por ejemplo, en Deuteronomio, libro bíblico del Antiguo Testamento y del Tanaj
hebreo, en el cual el discurso con el cual Moisés se despide de su pueblo en
los llanos de Moab: en 32.39 o en 24.8: “Cuídate de una infección de Lepra,
para que observes diligentemente y hagas conforme a todo lo que los sacerdotes
Levitas les enseñen. Como les he ordenado, así cuidarán de hacer.”
[25] En lenguaje popular, y especialmente
desde el llamado “Compromiso de Missouri” de 1820, se usaba la línea
Mason-Dixon simbólicamente como una frontera sociocultural que dividía el norte
de Estados Unidos con el sur esclavista. Sobre la creación de un doble borde
espacio-temporal entre Europa y el resto del Mundo, y un dúplice mercado de
trabajo, véase: Davis, Kathleen; “Sovereign Subjects, Feudal Law, and the
Writing of History,” Journal of Medieval
and Early Modern Studies 36:2 (2006), pp. 223–261.
[26] En: Tractatus
theologicus politicus, Caput XVI, “De reipublicae fundamentis; de jure uniuscujusque
naturali et civili, deque summarum potestatum jure”; en español: Tratado teológico-político; Alianza,
Madrid, 2003, p. 337-338.
[27] Es el término que utiliza Spinoza para
explicar la idea de Contrato en su obra más madura; Tractatus politicus, II, #17.
[28] En Tractatus
politicus, II, #15.
[29] Por otro lado, motto de la principal obra de Spinoza, el Tractatus theologicus-politicus; véase el artículo de Robert B.
Sutton: “The Phrase ‘Libertas Philosophandi’”; en: Journal of the History of Ideas, Vol. 14, No. 2, Apr., 1953, pp.
310-316.
[30] Carta a H. Oldenburg, septiembre de 1665,
Ep. LXXIX.
[31] Mehta, Uday
Singh; Liberalism and Empire: A Study in
Nineteenth-Century British Liberal Thought, University of Chicago Press, Chicago,
1999, pp. 4-5.
[32] O como les llama el gran reaccionario
Nietzsche en su exquisita retórica: Überflussen,
los superfluos, o Nicht-Genien, los No-Genios;
véase nuestro trabajo sobre el Racismo sofisticado de la filosofía práctica
nietzscheana: González Varela, Nicolás; Nietzsche
contra la Democracia. El pensamiento político de Friedrich Nietzsche 1862-1872;
Montesinos, Mataró, 2010, p.
[33] Textualmente:
“Die direkte Sklaverei ist der Angelpunkt der bürgerlichen Industrie”; en:
Marx, Karl; Das Elend der Philosophie.
Antwort auf Proudhons ‘Philosophie des Elends’; en: Marx, Karl/ Engels,
Friedrich; Werke, Band 4, Dietz
Verlag, Berlin/DDR, 1972, p. 132; en español:
[34] Marx, Karl, “Grundrisse der Kritik der
politischen Ökonomie (rohentwurf) 1857-1858”; en: Marx, Karl/ Engels, Friedrich; Werke, Band 42; Dietz Verlag,
Berlin/DDR, 1953, p. 167; en español: Elementos
fundamentales para la crítica de la Economía Política 1857-1858 (Grundrisse);
Siglo XXI, México, 1986, T-I, p. 159.
[35] O sea: de los Superhombres y Pueblos
superiores, base dicotómica esencial; sobre la idea véase a Pierre L. Van der
Berghe en su obra ya clásica: Race and
racism: a comparative perspective, Wiley, New York, 1967, p. 18 y ss.
[36] Sobre el tema, véase el trabajo de
Catherine Wilson: “Introduction. Social Inequality: Rousseau in
Retrospect”, en: Wilson Catherine (ed.); Civilization
and Oppression, Canadian Journal of Philosophy Supplementary Volume 25, University
of Calgary Press, Calgary, 1999, p. 18 y ss.
[37] Sobre el tema de la argumentación
político-filosófica del Capitalismo ex
ante de su hegemonía completa, véase la extraordinaria visión de
economista-filósofo de Albert Hirschman en su clásica obra: Las pasiones y los intereses. Argumentos
políticos en favor del capitalismo antes
de su triunfo; FCE, México, 1978, y su respuesta a los críticos: “Opiniones
contrapuestas sobre la Sociedad de Mercado”, en: Enfoques alternativos sobre la Sociedad de Mercado y otros ensayos
recientes, FCE, México, 1989, p. 107-141.
[38] Emmer, P.C.;
“Jesus Christ Was Good but Trade was Better: An Overview of the Transit Trade
in the Dutch Antilles, 1634–1795,”; en: Engermann, Stanley, L./ Paquette,
Robert L. (Ed.) The Lesser Antilles in
the Age of European Expansion, University Press of Florida, Gainesville, 1996,
pp. 206–222.
[39] La obra de se titulaba: Interest van Holland ofte gronden van
Hollands welvaren (Los intereses de Holanda o los fundamentos de la Riqueza
holandesa), fue publicada en 1662. Véase el trabajo de Arthur
Weststeijn: Commercial Republicanism in
the Dutch Golden Age. The Political Thought of Johan
& Pieter de la Court,
Brill, Leiden-Boston, 2012; sobre la relación entre Spinoza y los hermanos De
la Court: Blom, Hans W.; Spinoza en De la
Court. Politieke
wetenschap in de zeventiende eeuw, Mededelingen
vanwege het Spinozahuis, Nr. 42, Brill, Leiden, 1981. Spinoza poseía en su biblioteca las dos
obras principales de los hermanos De la Court, de Johan su
Consideratien van Staat, ofte Politike Weeg-schaal, de 1661, y de Pieter su Politike Discoursen, handelende in Ses
onderscheide Boeken van Steeden, Landen, Oorlogen, Kerken, Regeeringen en
Zeeden, de 1662.
[40] Spinoza, Baruch; Tractatus theologicus politicus, CAPUT V, “De ratione, cur
caeremoniae institutae fuerint, et de fide historiarum, nempe, qua ratione, et
quibus ea necessaria sit”; en español: Tratado
teológico-político; Alianza, Madrid, 2003, pp. 158-159.
[41] Esprit
des lois; Vol. XX, p. 4; en español: Montesquieu, Barón de; Del espíritu de las leyes, T. I, Libro
XX, Cap. III, Ediciones Orbis, Buenos Aires, 1984, p. 275-276.
[42] Spinoza, Baruch; ibidem; p. 159.; una obsesión que comparte no solo con Maquiavelo,
sino con el Nietzsche más político y su concepto de Stabilität, condición que no cumple el estado del doux commerce ni el bismarckiano; véase
el aforismo “Veredelung durch Entartung. 224”, en: Friedrich Nietzsche; Menschliches, Allzumenschliches I. Ein Buch
für freie Geister de 1878.