
Hace unas pocas semanas, se publicaba [que muchas] personas
de todas las edades acudían a comprar El manifiesto Comunista de Karl Marx.
¿Cómo explicarlo? Cierto es que la crisis económica puede influir en las ventas
de un panfleto mitificado pero, a punto de cumplirse 130 años de la muerte del
pensador alemán, es imposible entenderlo a partir de una moda coyuntural,
porque no sucede lo mismo con otros libros y otros panfletos que, además,
carecen de rigor. Hobsbawm ponía de manifiesto en su último libro Cómo cambiar
el mundo, el modo en que el pensador alemán ha sido conocido y reflexionado a
lo largo del tiempo. Y, cómo su pensamiento se ha ido solidificando en
numerosos estudios científicos. Sin
embargo, hay poca gente que haya leído a
Marx fuera del ámbito intelectual y esto
es un problema porque entonces solo se opina por los resultados políticos de
las percepciones teóricas que Marx elaboró, y, es entonces, cuando nos
adentramos en el terreno del fracaso irremediable y todo lo que tenemos
que hacer es combatir ese fracaso invocando supuestos marxistas. Pero no solo
esto, lo peor es que, Marx y marxismo,
no en todos los países pero sí en España, se ha
venido asociando ya desde la II
República y de manera intensa, durante el franquismo, casi de manera mimética,
y siempre interesada, a comunismo, dictadura y revolución, lo cual es un error
importante porque Marx jamás pudo
conocer lo que supuso la ulterior acción de los partidos comunistas, especialmente
tras la Revolución rusa (Marx murió en 1883).
Por este motivo, es necesario insistir en Marx como un
pensador de rigor y perspicacia. Tuvo la base sólida del acervo filosófico
alemán a partir del conocimiento profundo del Idealismo de Hegel (que criticó decisivamente), frente
al cual opuso el materialismo que, como se puede entender fácilmente, no es más
que una ampliación notable de las variables de la interpretación de la
realidad, o por decirlo más explícitamente, reconocer que en la conformación de
la realidad no solo interviene el pensamiento, sino que éste, en cualquier
caso, viene mediatizado por las condiciones materiales de las sociedades: pero también Marx, tuvo la inmensa suerte de
formarse en Reino Unido, y estudiar el
capitalismo a fondo (a través de la escuela escocesa del capitalismo
inglés), con la ayuda de Engels, un burgués con raíces empresariales en
Manchester. El resultado de todo ello,
fueron una serie de interpretaciones sobre el funcionamiento de la economía que
no han sido superadas. No hay, actualmente, ningún economista serio, no hay
ningún sociólogo serio, no hay ningún historiador serio - se sea o no marxista – que no parta de los
análisis de Karl Marx para conocer la realidad que pretende estudiar. Las
teorías de la acumulación del capital, los mecanismos de explotación, de generación de la plusvalía, la
transformación del dinero en capital, la
mercancía y su valor, el valor en uso y en cambio, la apropiación del valor del trabajo (a
través de la compra y la venta de la fuerza del trabajo; que no es otra cosa
que los convenios colectivos), los
movimientos cíclicos del capitalismo, la concepción de cualquier economía como
economía política, la división del
trabajo, la economía de mercado como
sistema creador de riqueza, son análisis provechosos a día de hoy. Y no hay
ninguna formulación teórica al respecto que haya planteado una alternativa que
explique el funcionamiento de la economía de modo distinto.
Marx por supuesto, no fue perfecto, fue un hombre de su
tiempo y como tal, analizó la economía que le tocó conocer. Así, la sociedad
victoriana inglesa de finales del s.XIX,
donde mal vivió Karl Marx, aunque fue
polarizada, el auge del proletariado
como clase forjadora de una riqueza constructora de una sociedad sin clases
resultó equivocada. Pero no la idea de
las clases sociales, puesto que la concepción
de clase como elemento que conforma rangos (en las relaciones laborales)
y estatus (en las relaciones de experiencia) entre los individuos ha sido latente a lo largo de la
historia y seguirá vigente; lo no es correcto es su funcionamiento dicotómico,
dual, bipolar y binario. Marx no pudo concebir las alianzas de clase, su
permeabilidad y la movilidad, como sí hizo, de manera brillante, Antonio
Gramsci, tal vez, el mejor teórico político del marxismo tras Marx. Pero sus
estudios son el resultado del análisis de un capitalismo más desarrollado que
Marx no conoció: Marx no pudo ver la fase imperial del desarrollo del capital –
por decirlo en términos de Hobsbawm-, no le dio tiempo a saber que la
industrialización llevaba aparejada un modelo de desarrollo fundamentado en la
tercerización de la economía y cuya característica principal es la movilidad
social teórica, pero también la creación del valor añadido a través de la
productividad porque de lo contrario, es imposible evitar crisis de
subsistencia como sucedió durante el Antiguo Régimen. No pudo escapar de la
idea estanca de burgués-proletario, y ni siquiera pudo imaginar que un
trabajador pueda por sí mismo, acceder a una acumulación de dinero que, de
manera autónoma cree un puesto de trabajo. Incluso, a día de hoy, existe la
íntima convicción de que son solo los tenedores de los medios de producción
(sea el empresario o el Estado) los únicos que pueden crear puestos de trabajo.
Resulta también imprecisa su teoría de
los modos de producción estantes asociados a momentos históricos. A este
respecto, es inexacto pensar que, en la Antigüedad, como de manera un tanto
imprecisa apunta Perry Anderson, podamos estrictamente hablar de un solo modo de producción esclavista; es
imposible no tener en cuenta, por ejemplo, los cambios asociados a la
ruralización de la economía del Imperio romano,
o que, incluso, en sociedades donde ya existía algún tipo de
organización Estatal, por ejemplo, durante los períodos protodinásticos de
Mesopotamia (finales del III Milenio a.C.), se estableciera estrictamente una
sociedad basada en una economía esclavista, más bien al contrario, eran
sociedades palaciegas y todos estaban adscritos al Estado, como pudieron
estarlo los Ilotas en Esparta.
En cualquier caso, Marx, no fue solo estrictamente un
teórico que formuló el germen hipotético de la destrucción del capitalismo;
desde La Ideología alemana, Contribución a la crítica de la economía capitalista,
El manifiesto Comunista, Manuscritos de economía y filosofía, La miseria de la
filosofía, El 18 brumario de Luis Bonaparte,
e incluso, El Capital, el filósofo alemán no paró de hablar de que el
capitalismo era un sistema tan dinámico que podría sobrevivir pese a los
conflictos de clase. Marx hablaba de la enorme capacidad del capitalismo para
crear riqueza no solo por medio de la acumulación del capital, sino del ahorro
y la diversificación de la producción (aunque para ello, era imprescindible
detraer riqueza).
En cualquier caso, el
mundo que conoció Marx fue limitado. EE.UU. y Europa estaban en un grado de
desarrollo que hacía previsible el funcionamiento de la economía. Ahora la
situación es distinta puesto que el capitalismo está de lleno instalado en el
Pacífico y se trata de un capitalismo basado en la generación de recursos
financieros a través del ahorro de costes (de todo tipo). Nada habló Marx de
los recursos energéticos del planeta o de la sostenibilidad de las energías,
aunque su pensamiento fue tan lúcido que, en El Capital, hace alguna referencia
al crecimiento a costa de los recursos naturales, que llamaba “el arte de
agotar el suelo y la fertilidad”. Nada dijo Marx de las condiciones
demográficas para la generación de capital.
Y la ideología socialdemócrata que obedece al análisis de
esa realidad, contendrá, con el tiempo, un punto de vista más amplio,
especialmente en un punto fundamental: la mejora de la sociedad. A este respecto, la productividad, el valor
añadido, la movilidad (ascendente y descendente), la generación de puestos de trabajo de responsabilidad
individual, etc, son fundamentos que han
de ser pensados.
Cualquier persona que
quiera tener una interpretación crítica
de la realidad (es evidente que no me refiero
a la clase política), tiene
necesariamente que tener en cuenta a Karl Marx. Porque nuestro mundo se
estructura en torno a él: los derechos del trabajo, los derechos sindicales,
las concepciones de la vida política y pública, la organización partidista de
las ideologías, etc. Sin Marx, la vida entre nosotros hubiera sido notoriamente
distinta. Es importante tener en cuenta todo esto, porque, más allá de sus
aciertos o errores, hay que considerar su actividad como polemista y como estudioso.
Y en eso se funda su prestigio: sin el conocimiento crítico de la realidad, al
final es imposible siquiera pensar en un mundo mejor.