Río+20, la oportunidad perdida
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Allí la derecha mundial dio un espectáculo macabro de arrogancia y cinismo ante los desafíos ineludibles que plantea la sostenibilidad de la vida en el planeta. Ningún compromiso vinculante para reducir los gases del efecto invernadero, ninguna responsabilidad diferenciada para los países que más contaminan, ningún fondo para el desarrollo sostenible, ningún derecho de acceso universal a la salud, ninguna suspensión de patentes farmacéuticas en situaciones de emergencia y pandemias. En lugar de ello, la “economía verde”, el caballo de Troya del capital financiero para gestionar los bienes globales y los servicios que la naturaleza nos presta gratuitamente. Cualquier ciudadano con conciencia ecológica entiende que la manera de defender la naturaleza no es venderla y no cree que los problemas del capitalismo puedan resolverse con más capitalismo. Pero eso fue lo que los medios de comunicación llevaron al mundo.
Por el contrario, la Cumbre de los Pueblos fue la expresión
de la riqueza del pensamiento y las prácticas impulsadas por movimientos
sociales de todo el mundo para lograr que las generaciones futuras disfruten
del planeta en, al menos, las mismas condiciones de las que disponemos.
Hubo millares de personas, centenas de eventos, un conjunto
inagotable de prácticas y de propuestas de sostenibilidad. Algunos ejemplos:
defensa de los espacios públicos en las ciudades que prioricen lo peatonal, la
convivencia social, la vida asociativa, con gestión democrática y participación
popular, transportes colectivos, huertos comunitarios y plazas sensoriales;
economía cooperativa y solidaria; soberanía alimentaria, agricultura familiar y
educación para la alimentación sin el uso de agrotóxicos; nuevo paradigma de
producción-consumo que fortalezca las economías locales articuladas
translocalmente; sustitución del PIB (Producto Interno Bruto) por indicadores
que incluyan la economía del cuidado, la salud colectiva, la sociedad decente y
la prosperidad no asentada en el consumo compulsivo; cambio en la matriz
energética basada en las energías renovables descentralizadas; sustitución del
concepto de capital natural por la naturaleza como sujeto de derechos; defensa
de los bienes comunes, como el agua y la biodiversidad, que sólo permiten derechos
de uso temporal; garantía del derecho a la tierra y al territorio de las
poblaciones campesinas e indígenas; democratización de los medios de
comunicación; tributación que penalice las actividades extractivas y a las
industrias contaminantes; derecho a la salud sexual y reproductiva de las
mujeres; reforma democrática del Estado que elimine la pandemia de la
corrupción e impida la transformación en curso del Estado protector en Estado
depredador; transferencias de tecnología que atenúen la deuda ecológica.
Si quieren tener futuro, las izquierdas deben adoptar el
futuro contenido en estas propuestas y transformarlas en políticas públicas.
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Traducido por Antoni Jesús Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez para Rebelión |