
Al entregarnos estas lúcidos Disparos vermelhos Carlos
Morais, intelectual orgánico y entrañable compañero, camarada y amigo, debe
haber tenido presente aquel pensamiento con que Lenin cierra su obra El Estado
y la Revolución: “es más agradable y más provechoso vivir la «experiencia de la
revolución» que escribir acerca de ella”.
Prologar este libro constituye para nosotros un honor, una
alegría y un placer. Conocimos a su autor, el compañero Carlos Morais, hace
menos de un lustro, cuando nos invitó a unas «Jornadas Independentistas
Galegas» impulsadas por la organización comunista Primeira Linha. Hoy puedo
confesar que dudé mucho en aceptar la invitación.
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A diferencia de lo que sucede con gran parte de la
intelectualidad de nuestro país, el eurocentrismo nos tiene hartos y saturados.
Muchos compañeros con los que estudié y quizás la mayor parte del mundillo
universitario argentino sueña con ir a Europa, con la mandíbula caída, las
manos en la espalda y las pupilas dilatadas, como buenos alumnos sumisos
dispuestos a humillarse ante las metrópolis ensoñadas que les quitan el aliento
y el pensamiento propio. En esas fantasías que idealizan lo que no se conoce, la
izquierda europea —por más moderada, derrotada o institucionalizada que se
encuentre— siempre ha jugado el papel de “guía” y de “faro”. París sigue siendo
la meca cultural para gran parte de nuestros intelectuales, incluyendo los
“rojillos”.
En cualquier grupúsculo juvenil argentino mínimamente
“progresista” o con poses izquierdistas se conoce mucho más del mayo francés de
1968 que de la Reforma Universitaria que lo antecedió medio siglo, tomando por
asalto las universidades argentinas y latinoamericanas desde 1918 en adelante.
Una tímida y mesurada huelga del correo francés, realizada con los mejores
modales, el reformismo más tibio y sin molestar a nadie, genera en segmentos
importantes de la izquierda de mi país orgasmos intelectuales mientras que al mismo
tiempo se le da con toda petulancia la espalda a una guerrilla comunista
latinoamericana que cuenta con 10.000 combatientes. Una mentalidad típicamente
colonial y cipaya, atravesada de cabo a rabo por complejos de inferioridad
política y cultural.
Es por eso que dudé mucho cuando Carlos Morais me contactó
para ir a Galiza. Para ser justo, debo reconocer que me equivoqué totalmente.
Al conocerlo cara a cara y al tomar contacto con su organización comunista
—de notoria mayoría juvenil— me encontré
algo bien distinto y completamente diferente a esa izquierda europea, altanera
y soberbia, ya cansada de pelear, institucionalizada, hegemonizada y cooptada
por el poder, siempre rápida para condenar a los que luchan mientras se somete
mansamente a la disciplina del gran capital cuyas guerras de conquista
considera, curiosamente, “civilizadas” y “humanitarias”.
¿Con qué me encontré en Galiza, a contramano de mis
prevenciones? Con un compañero, rodeado de muchos otros y otras jóvenes,
dispuesto a la lucha y la confrontación y abierto —en serio, sin simulación
alguna— hacia las experiencias insurgentes del tercer mundo. Incluso Carlos me
sorprendió al conocer perfectamente quien era Mario Roberto Santucho, mientras
también me hablaba con admiración y entusiasmo del galego Antonio Soto (líder
comunista libertario de la rebelión obrera del sur argentino a comienzos de la
década del ’20) y del galego Fernández Palmeiro, combatiente del Ejército
Revolucionario del Pueblo (ERP-22 de agosto). Sin quererlo ni esperarlo,
conversando con Carlos y sus compañeros y compañeras de Galiza, me sentía en mi
propia casa1.
Por eso la alegría y el orgullo de prologar este libro,
volumen que ve la luz en el momento justo, en medio de una crisis formidable
del capitalismo mundial que atraviesa como nunca al Estado español y a todas
las zonas, regiones y naciones sometidas por éste.
Leer este libro permite pensar la crisis capitalista
—todavía más aguda y feroz que la de 1929, como han reconocido Paul Volcker,
George Soros y hasta Angela Merkel— desde abajo, desde el ángulo de las clases
explotadas y los pueblos que luchan y resisten. No desde la perspectiva de “los
mercados”, los banqueros y el empresariado sino desde la fábrica, la escuela,
la universidad, el barrio y los diversos territorios de resistencia popular. No
desde la “gobernabilidad” sino desde la rebeldía callejera y la indisciplina
juvenil.
En medio de esa crisis capitalista y frente a los restos
decadentes de la vieja izquierda que se desmorona sin pena ni gloria, el pensamiento
político de Carlos Morais y la organización Primeira Linha que este libro condensa expresan la
emergencia de una nueva izquierda
revolucionaria e independentista. Nueva izquierda que aspira a ser no
sólo cultural sino también política, constituyéndose en abierta disputa de
hegemonía con el nacionalismo burgués galego y otras expresiones análogas de la burguesía. No debemos olvidar
que la extrema derecha española, heredera del franquismo (corriente en la que
militan desde Manuel Fraga a Mariano Rajoy, recientemente elegido presidente de
España), no pocas veces ha encontrado en las corrientes burguesas de Galiza uno
de sus más fuertes bastiones. De allí que la lucha que encabezan Carlos Morais
y su corriente sea doblemente dificultosa y compleja.
Hace ya largos años que hemos aprendido con Antonio Gramsci
que el pensamiento y la filosofía marxista, si pretenden ser revolucionarios en
serio, deben devenir política concreta y proyecto orgánico a largo plazo, no
sólo teoría crítica cultural o literatura de circulación exclusivamente
universitaria. Ese espíritu centralmente político anida en este libro y hacia
allí apunta claramente su autor, si no hemos entendido mal su prosa y su
pensamiento.
El pensamiento político de Carlos no pertenece sólo a un individuo
—donde la biografía y la propia experiencia de militancia dejan su huella
indeleble—. En tanto intelectual orgánico, su punto de vista también expresa y
condensa el horizonte de toda una corriente. Sus entonaciones principales son antiimperialistas,
anticapitalistas, descolonizadoras, feministas y radicales.
Carlos Morais pertenece a una generación joven de militantes
políticos revolucionarios que se formó después de la transición española, remando a contracorriente del pragmatismo, el
posibilismo y la realpolitik que las viejas formaciones del PSOE y el PC, así
como también los sectores reformistas del nacionalismo galego, imprimieron a la
mayor parte de la izquierda ibérica.
La principal meta que se ha trazado, junto con sus
compañeros y compañeras de militancia, ha sido y sigue siendo la de recuperar y
recrear la herencia de la izquierda extraparlamentaria de los años ’60 y ‘70 en
las nuevas condiciones de globalización capitalista. Sin nostalgia alguna sino
con un proyecto de futuro. Su corriente incorpora y recluta viejos cuadros
sindicales —los hemos conocido— que han luchado durante décadas contra las
empresas españolas y galegas (a pesar de lo cual han sido abandonados por la
izquierda tradicional y la burocracia sindical) pero la mayor parte de su
corriente está formada por militancia joven, forjada en las luchas actuales y
en el horno de los últimos años.
La tarea más difícil y al mismo tiempo la más urgente que se
han propuesto Carlos Morais y estos nuevos revolucionarios de la izquierda
independentista galega consiste en sintetizar la lucha de clases y la lucha de
emancipación nacional en una nueva fusión donde la cultura juegue un lugar
central (por ejemplo la defensa del idioma galego-portugués frente al
español-castellano) sin subestimar tampoco las luchas feministas de género y el
ecologismo radical. Ese intento de fusión se esfuerza por superar y dejar atrás
el pesado e inútil lastre de los viejos esquemas economicistas, donde
únicamente importaba “el factor económico” en la historia (economicismo
ácidamente criticado desde Antonio Labriola, Lenin y Antonio Gramsci hasta
Raymond Williams, EP Thompson y muchos otros marxistas actuales).
El marxismo de Carlos, de su corriente política y de todo
este libro (pues lo atraviesa como un hilo rojo a lo largo de todas sus
páginas) constituye un marxismo revolucionario e independentista, crítico del
reformismo y otras variantes aggiornadas de la dominación al interior de las
filas populares. Un marxismo crítico pero al mismo tiempo organizado que
promueve la lucha de liberación nacional y social del pueblo galego en un mismo
movimiento, sin separarlas artificialmente en “etapas” mecánicas, mutuamente
excluyentes.
Ese marxismo renovado se nutre explícitamente del
internacionalismo del Che Guevara (marxista revolucionario analizado en detalle
en varios de los capítulos de Disparos vermelhos), entendido como la piedra de
toque de toda perspectiva auténticamente radical.
Carlos promueve con orgullo y sin rubor, sin hacer caso de
los llamados a “madurar” y a “entrar en razón”, la solidaridad activa con las
luchas antiimperialistas del tercer mundo (desde la insurgencia colombiana de
las FARC-EP a la resistencia en Irak, Afganistán, Libia o cualquier otro país
agredido por el imperialismo en nombre de “la democracia”, los “derechos
humanos” y otros mitos legitimadores del genocidio imperial de nuestro tiempo
que pretende convertir al planeta tierra en una inmensa despensa para alimentar
la voracidad ilimitada del gran capital financiero). No casualmente en muchos
países en lucha nos hemos encontrado las camisetas comunistas de Primeira Linha
(que llevan como consigna “Por una Galiza Rebelde y combativa”), portadas por
militantes de las organizaciones revolucionarias más diversas.
Desde ese internacionalismo militante y concreto, eludiendo
cualquier visión “provinciana” o cerradamente localista, Carlos Morais pone en
discusión la existencia misma de la Unión Europea y su proyecto imperial
(incluyendo dentro suyo toda la arquitectura jurídico-institucional que
pretende legitimarla) y, como parte central de ella, el lugar que juega en esa
estrategia de la dominación la defensa de la “unidad española”, bandera
reaccionaria desde los antiguos tiempos de Franco hasta los más «modernos» del
PSOE y el PP.
Ese internacionalismo consecuente y radical, fiel heredero
de Lenin y lo mejor que produjo la Internacional Comunista impulsada por los
bolcheviques, así como también por la Revolución Cubana y Vietnam, no sólo está
expresado en el terreno teórico de Disparos vermelhos. Carlos Morais, su
organización política y la corriente ideológica que ellos expresan y defienden,
forman parte orgánica del Movimiento Continental Bolivariano (MCB), uno de los
destacamentos políticos fundamentales del reagrupamiento internacional
contemporáneo de los revolucionarios y las revolucionarias a escala mundial.
Como parte fundamental de ese internacionalismo que combina
la dimensión de clase y el proyecto de emancipación nacional, el
anticapitalismo y lucha cultural, el antimperialismo y las diversas rebeldías
contemporáneas, Carlos Morais no es ajeno ni desconoce los combates de otros
pueblos por la libertad. Aprovecha eses referentes para la lucha insumisa de la
Galiza rebelde.
Indagación y pensamiento político donde Carlos aferra el
toro por las astas y no teme reflexionar con todas las letras sobre el lugar de
la violencia (la de arriba y la de abajo, la estatal y la revolucionaria) en la
sociedad contemporánea. Esa violencia que las clases dominantes viven
condenando desde sus monopolios de (in)comunicación y sus airadas declaraciones
periodísticas mientras la ejercen sin piedad y día a día como herramienta de
sometimiento de los sectores populares.
Pero el autor de Disparos vermelhos no copia mecánicamente
esos ejemplos sino que los recupera a partir de una mirada propia, ubicando en
el centro de gravedad lo específico de la historia y la tradición rebelde
galega, en la cual se inscriben nombres-símbolos emblemáticos como Benigno
Álvarez, José Gomes Gaioso y Moncho Reboiras.
Cada página del libro, cada trabajo aquí reunido, vibra,
late y palpita al calor de la lucha, tanto la que se desarrolla en el
territorio de Galiza, como la que transcurre en el Estado español, en Europa
occidental, en América latina y en otras partes del mundo. Ninguno de los
textos y trabajos está redactado de manera formal, según el estilo insulso y
falsamente neutral de los papers y tesis académicas, inodoras, incoloras,
insípidas. Por el contrario, Disparos vermelhos está guiado por la evidente y
no ocultada intención de intervenir en la coyuntura y tomar partido a partir
del «análisis concreto de la situación concreta», como le gustaba repetir a ese
jovencito que algo sabía de revoluciones y que no casualmente constituye la
principal fuente de inspiración ideológica y política de los análisis de
Carlos.
Ordenado de manera cronológica, Disparos vermelhos reúne
trabajos redactados entre 2002 y 2011, a lo largo de la primera década del
siglo XXI. Aunque inspirado en el marxismo clásico, su marxismo pertenece al
nuevo siglo. No destila una gota de nostalgia ni posee un gramo de revival
melancólico. Recorriendo sus páginas se puede ir entonces recomponiendo las
diversas tomas de posición que el autor y su corriente política han ido
adoptando durante la última década.
De la mano de Morais, vamos descubriendo diversas aristas de
la formación económico social galega, no asentada en reflexiones especulativas
o intuiciones caprichosas sino repleta de datos empíricos. El libro sintetiza
un análisis en serio de la sociedad que se pretende transformar.
También incorpora un balance crítico y el intento de
realizar un beneficio de inventario con la propia izquierda, europea y española
en general y galega en particular. Desde la guerra civil española (y lo que el
el autor denomina en uno de sus trabajos “el holocausto galego” refiriéndose a
los asesinatos en masa del franquismo que en Galiza alcanzan entre 7.000 y
10.000 personas) hasta el día de hoy, pasando por un impiadoso y exhaustivo
análisis crítico de la llamada “transición”. Punto de vista crítico que alcanza
a algunas figuras emblemáticas como el mediático y famoso juez Baltazar Garzón.
El espíritu general que recorre como un hilo rojo todos los
ensayos y artículos de Disparos vermelhos, más allá de su diversidad
temática,apunta a recuperar y recrear el legado comunista en las nuevas
generaciones galegas, dejando atrás el complejo de inferioridad que dejó en
varias generaciones de viejos militantes la caída del muro de Berlín y las
reiteradas desventuras políticas del stalinismo (en general y en particular
español).
Ese esfuerzo de recuperación y recreación crítica aparece
formulado de manera abierta, digna y con orgullo, sin pretender esconder en
ningún momento la fuente de inspiración, las enseñanzas y la admiración por
Lenin que tanto odio y rechazo genera en muchos ex revolucionarios conversos,
hoy transformados en posmodernos, timoratos, pusilánimes y políticamente
correctos, siempre atentos a la pesca de becas de la socialdemocracia o de un
empleo “progresista” en alguna que otra ONG o ministerio estatal.
No debemos olvidar que el historiador inglés Perry Anderson
nos enseñó que el principal déficit del marxismo occidental ha consistido
durante ya demasiadas décadas en proponernos diferentes y atractivas
elaboraciones teóricas y discursos críticos sobre el capitalismo pero sin
acompañarlas de un proyecto político estratégico revolucionario, concreto,
viable y realizable para Occidente. Haciéndose cargo de aquel déficit (no
siempre confesado y ni siquiera admitido por la izquierda europea), el libro de
Carlos Morais nos invita a pensar las condiciones de posibilidad de la
revolución hoy en la periferia del corazón de Europa, adentrados en el siglo
XXI. Una tarea pendiente que apunta, no sólo a solidarizarse con las luchas de
“allá lejos”, en los márgenes del sistema mundial capitalista, sino también a
prepararse para confrontar en el propio territorio imperialista. Un desafío
apasionante dirigido de manera inequívoca a la militancia juvenil, donde sin
duda se encuentran los sepultureros y sepultureras del capitalismo en Galiza y
en toda Europa.
Al reunir estos textos y entregarnos estas lúcidas Disparos
vermelhos Carlos Morais, intelectual orgánico y entrañable compañero, camarada
y amigo, debe haber tenido presente aquel pensamiento con que Lenin cierra su
obra El Estado y la Revolución: “es más agradable y más provechoso vivir la
«experiencia de la revolución» que escribir acerca de ella”.
Estamos seguros que las elaboraciones aquí presentes
—valiosas por sí mismas— no quedarán limitadas al papel y la tinta, sino que se
prolongarán más allá del libro, de la imprenta y la biblioteca, en la lucha
cotidiana, organizada y práctica, por un mundo mejor. Eso y no otra cosa es el
marxismo revolucionario.
Años después de aquella primera visita, un profesor de
economía argentino que posa de “gurú” de marxología en las pequeñas sectas
universitarias donde la teoría de Karl Marx se ha convertido en una mercancía
inofensiva de consumo exclusivamente estudiantil, me enrostró en un artículo la
acusación de ser “un apologista de la violencia” invocando como “prueba
irrefutable”… las fotografías que circulan por internet donde aparezco rodeado
por los símbolos comunistas e independentistas de la organización Primeira
Linha de Galiza y al lado de Carlos Morais… Para mí no es ninguna vergüenza
sino un honor.