
Si bien es tema para investigar más a fondo y posiblemente
escribir un ensayo, para continuar algunas cuestiones analizadas acá,
el enfoque teórico e histórico de Korsch en el trabajo que da nombre el libro Marxismo
y Filosofía (más allá de sus posiciones políticas del momento y
posteriores) tiene el mérito de señalar que el marxismo sufre un cambio
histórico a partir de la guerra mundial y la revolución rusa e intentar una
dilucidación de en qué consiste ese cambio.
Para Korsch, después de un período fundacional que termina
con la derrota del proletariado en 1848, signado por la unidad estrecha entre
teoría y práctica, se abre un segundo período que va hasta el final del siglo
XIX y la guerra mundial, en el que el desarrollo del cuerpo teórico del
marxismo, principalmente con El Capital y el posterior desarrollo de la
socialdemocracia, lleva a los epígonos de Marx y Engels a una separación entre
ciencia y política (acá Aricó tomó prestadas varias cosas que plantea en sus 9
Lecciones), con el trasfondo de un clima de época cientificista y positivista
que da por muerta a la filosofía, en un sentido muy diferente a la posición
"antifilosófica" del joven Marx, centrada en privilegiar la praxis
sobre la filosofía idealista, pero no en la separación de teoría y lucha
revolucionaria. El tercer momento del desarrollo histórico del marxismo,
encarnado en el bolchevismo y la revolución rusa, abre la posibilidad de volver
a pensar el marxismo como una teoría integral de la revolución y desde ese
punto de vista plantea la vuelta a una relación más directa entre teoría y
práctica revolucionaria y a la vez la necesidad de volver a discutir la
relación de marxismo y filosofía como fundamento de una concepción revolucionaria.
Hasta acá un resumen esquemático de lo principal que dice
Korsch. Su punto débil reside quizás en la ausencia de una dimensión más
centrada en lo estratégico, de forma que se pudiera pensar un sistema de
"proporciones definidas" de los tres aspectos del marxismo en la
nueva época: filosofía (o concepción del mundo), teoría científica y
estrategia. Sin embargo, su hincapié simultáneo en la cuestión de la filosofía
y la teoría de la revolución, permite pensar algunos aspectos relacionados con
las reflexiones de Trotsky en el período que va desde 1923 (año de publicación
del libro de Korsch) y 1928 (año del VI Congreso de la IC para el cual Trotsky
escribe Stalin, el Gran Organizador de derrotas).
En primer lugar, destaquemos la cuestión de la necesidad de
volver a pensar el marxismo como teoría de la revolución. Esta cuestión no se
terminó de dirimir hasta que Trotsky asumió abiertamente la defensa de la
Teoría de la Revolución Permanente después de la revolución china. Hubiera sido
muy difícil que Lenin después de la Revolución de Octubre hubiese dicho
"Sí, Trotsky tenía razón en su teoría, entonces ahora todos la
suscribimos". Trotsky mismo no insistió tanto en el aspecto
"teórico" de la cuestión como en el "estratégico": contra
la dirección de la III Internacional después de Lenin, Trotsky resaltó la gran
deficiencia de ésta en captar el carácter convulsivo de la época y la
centralidad de la estrategia como un arte concreto, ausente tanto en las
intervenciones de la IC entre 1923 y 1928, como en los posteriores balances
dibujados por el equipo dirigente para no asumir las derrotas.
La incapacidad de llevar hasta el final la comprensión del
nuevo marco estratégico por parte de los epígonos de Lenin, se vio acompañada
de una dogmatización de ciertas fórmulas leninistas como "dictadura
democrática de obreros y campesinos" que terminaron siendo una cobertura
para una concepción de base menchevique sobre la imposibilidad de la revolución
proletaria en los países "atrasados".
Sin inventar falsas confluencias, las tentativas de
distintos marxistas, tan distintos como Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo,
Gramsci, Lukács, Mariátegui respecto de la cuestión de readecuar la teoría a la
nueva época (con los énfasis distintos de cada enfoque), coincidente con la de
Korsch en cuanto a la necesidad de retomar la concepción del marxismo como
teoría de la revolución y en este marco su relación con la filosofía, permite
afirmar con seguridad que existía un problema a descifrar también en el terreno
de la teoría.
Desde este punto de vista, el planteo de Korsch sobre la
necesidad de rediscutir el carácter del marxismo a nivel integral como teoría
de la revolución, tiene su contrapartida en un aspecto débil de la Tercera
Internacional: los limites teóricos del "viejo bolchevismo"
(repetición vacía de las consignas de Lenin antes de las Tesis de Abril) frente
a un mundo que mejor se explicaba a través de la Teoría de la Revolución
Permanente. Si bien un marco teórico más adecuado a la realidad no resolvía en
sí mismo la cuestión del buen éxito estratégico, sí hubiera permitido una
comprensión mayor del marco estratégico nuevo que se había configurado a partir
de la guerra y la revolución rusa. La relación de interdependencia entre ambos
marcos, teórico y estratégico, no deja de ser necesaria y sutil, aunque se
ordenara a través de una primacía de la estrategia.
En cuanto al debate sobre marxismo y filosofía, la de Korsch
coincide parcialmente con otras iniciativas en el terreno ideológico, teórico y
cultural, tendientes a profundizar y asimilar desde el punto de vista teórico
más general las consecuencias del cambio de época histórica y por ende de las
características y preocupaciones centrales del marxismo. En particular coincide
con Lenin, Trotsky y Gramsci el enfoque de Korsch que da un peso central a la
praxis (situada históricamente como lucha de clases del proletariado) como
categoría teórica, histórica y metodológica para definir al marxismo y sus
diferencias con las otras corrientes de pensamiento. Más que una convergencia
desde el punto de vista teórico, lo central que los une es la identificación
(por distintas vías y con distintos análisis) de problemas planteados por el
desarrollo histórico del marxismo, que repercutían en el terreno de la teoría.
Una parte de la crítica realizada por Adolfo Sánchez Vázquez
en el prólogo de Ediciones Era, no parece del todo convicente en cuanto al
señalamiento de Sánchez Vázquez de que para Korsch la relación entre teoría y
práctica es "expresiva" (al estilo de la relación entre sustancia y
atributos en la tradición inmanentista) y liquidaría las mediaciones que
constituyen la especificidad de la teoría, ya que Korsch sostiene la primacía
de la praxis al mismo tiempo que la necesidad de repensar la teoría
revolucionaria; tarea esta última que sin embargo sobrepasaba con creces su
apuesta teórica y la "solución" propuesta por Korsch, relativamente
abstracta para ser llevada adelante por un movimiento comunista en vías de
burocratización y sin una alternativa práctica como la que presentó la
Oposición de Izquierda.