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Carl Gustav Jung ✆ Fred Rubim |
“El inconsciente ario
tiene un potencial mayor que el judío [...]. A mi juicio, la actual psicología
médica ha cometido un grave error al aplicar indiscriminadamente categorías,
que ni siquiera son válidas para todos los judíos, a los germanos cristianos o
eslavos [...]. La psicología médica ha sostenido que el secreto más precioso de
los germanos, el fondo de su alma creadora y llena de fantasía, es un pantano
infantil y banal, mientras que por décadas, mi voz que advertía de ello, ha
estado bajo la sospecha de ser antisemita. La sospecha provino de Freud. Éste
no conocía el alma germana, como tampoco la conocen sus seguidores.”
Estas palabras fueron escritas por C. G. Jung en enero de
1934. Ellas dejan ver el rumbo que tomaría la psicología en Alemania durante
los once años en que el país estaría dominado por los nacionalsocialistas.
Mientras Sigmund Freud y Alfred Adler, quienes pertenecían a la comunidad judía
de Viena, eran blanco de numerosas difamaciones que aparecían en periódicos
nacionales y en revistas especializadas, Jung sintió que había llegado la hora
en que el régimen alemán lo habría de reconocer como uno de sus grandes
intelectuales.
Jung pensaba que sólo su teoría, conocida como psicología
analítica, lograba explicar realmente el surgimiento del nazismo, la grandeza
de Adolfo Hitler y la supremacía psicológica del alma alemana sobre el
inconsciente de los otros pueblos. Jung estaba seguro de que tan pronto como los líderes nazis se dieran cuenta de
las coincidencias entre su pensamiento y la ideología del nacionalsocialismo,
él pasaría a formar parte de las luminarias académicas a quienes los nazis
acostumbraban tributar un enorme reconocimiento.
A principios de 1933, Jung empezó a ser considerado en
Alemania como el renovador de la psicología y de la psiquiatría. Él había
venido a rescatarlas del estado de descomposición en que habían sido sumergidas
por los judíos psicoanalistas. En ese mismo año, empezaron a ser quemados
públicamente los libros de Freud. Los nacionalsocialistas recomendaban recitar
en el momento en que éstos eran lanzados al fuego lo siguiente: “En contra de la sobrevaloración de la vida
sexual que destruye el alma, y por la nobleza del alma humana, entrego a las
llamas los escritos de un tal Sigmund Freud”.
En junio de 1933, C. G. Jung fue nombrado presidente de la
Sociedad Médica de Psicoterapia, que agrupaba asociaciones de diversos países.
Los miembros de la Asociación Psicoanalítica Alemana, que tenía más de veinte
años de existencia, la fueron abandonando, voluntariamente o por presiones
políticas, e ingresaban a la Sociedad Alemana Médica de Psicoterapia, que se
formó en 1934.
Como presidente de esta sociedad fue designado el psiquiatra
M. H. Göering, primo del ministro de Aviación, Hermann Goering, el hombre más
importante del régimen, después de Hitler. Gracias a los esfuerzos del
psicoanalista Ernest Jones, quien gozaba en ese entonces de un gran prestigio
internacional, fue posible que el doctor Göering permitiera que la Sociedad
Psicoanalítica Alemana continuara existiendo como una división dentro de la
Sociedad Alemana Médica de Psicoterapia.
En diciembre de 1933 fue publicada la declaración de
principios que regía a esta sociedad. El escrito fue redactado por el mismo
doctor Goering. En él se afirma lo siguiente:
Esta sociedad tiene la tarea [...] de unir a todos los médicos alemanes [...] que pretenden formarse y practicar la terapia psiquiátrica conforme a las concepciones nacionalsocialistas. La Sociedad presupone que todos sus miembros activos, los que hacen uso tanto de la palabra verbal como escrita, han trabajado el libro fundamental de Adolfo Hitler, Mi lucha, con toda la seriedad científica y lo reconocen como fundamento. La Sociedad pretende colaborar en la obra del Kanzler, educando al pueblo alemán hacia una convicción heroica orientada al sacrificio.
Aunque años más tarde Jung negó haber tenido conocimiento de
esta declaración de principios antes de su publicación, él era en ese entonces
editor y responsable de la Revista de Psicoterapia, en la cual fue dada a
conocer la declaración. Las páginas editoriales del número en que apareció la
declaración fueron escritas por el mismo Jung, y su contenido se apega al
sentido de las palabras del doctor Göering: “Las
diferencias que realmente existen desde hace mucho tiempo entre la psicología
germana y la judía no deben continuar siendo ignoradas; para la ciencia, esto
sólo puede ser provechoso”. Con ello, Jung mostraba que no sólo estaba
interesado en señalar las diferencias entre ambas psicologías, sino en
proclamar la superioridad de la psicología alemana frente a la judía. Jung, por
cierto, nunca se distanció públicamente del manifiesto psiquiátrico del doctor Göering.
Diversas publicaciones muestran que Jung participó
voluntaria y conscientemente en las difamaciones que se divulgaban sobre los
judíos y el psicoanálisis. A principios de 1934, en su artículo “Sobre la
situación actual de la psicoterapia”, afirma que el judío, como “nómada”, no
puede crear jamás una cultura propia; para desarrollar sus instintos y talentos
tiene que apoyarse en un “pueblo anfitrión más o menos civilizado”.
En este mismo artículo, Jung se empeñó en hacer notar la
imposibilidad del psicoanálisis judío de explicar el surgimiento del
nacionalsocialismo, y lo acertado y útil que resultaba su propia psicología en
este sentido. “¿Ha podido (el
psicoanálisis de Freud) esclarecer la grandiosa aparición del
nacionalsocialismo al que todo el mundo observa con los ojos llenos de
sorpresa? ¿Dónde se encontraba el ímpetu silencioso y la fuerza cuando todavía
no había nacionalsocialismo? Ella se encontraba escondida en el alma germana,
en aquel profundo fondo, el cual es todo lo contrario a la cloaca de los deseos
infantiles insatisfechos y de los resentimientos familiares latentes”. Jung
va tan lejos en su deseo de desprestigiar las enseñanzas de Freud, que llega a
señalar la concepción de éste sobre la neurosis como “la sucia fantasía de adolescente tenida por su autor”.
En Suiza, algunos psicoanalistas reaccionaron con toda
firmeza en contra de la posición de Jung. Entre ellos destaca Gustavo Bally,
quien publicó en uno de los principales diarios del país, el Neue Zuercher
Zeitung, fuertes críticas a las coincidencias de Jung con el nacionalsocialismo
en lo que respecta al racismo, la ideología aria y el desprecio a los judíos.
Aunque muchos de los discípulos de Jung trataron, y aún lo
hacen, de minimizar y restar importancia a su convencimiento y entusiasmo por
el nacionalsocialismo, los testimonios son contundentes. Artículos, cartas y
entrevistas constatan que Jung no sólo simpatizaba con las ideas de los nazis,
sino que trató de devaluar la persona de Freud, de excluir su obra de los
países de habla alemana y de beneficiarse a sí mismo de todo esto.
En una carta enviada a Wolfgang Kranefeld, un discípulo de
Jung en Alemania y ferviente partidario del nacionalsocialismo, Jung aboga por
una prohibición del “psicoanálisis judío”:
“Como es conocido, contra la necedad no se puede hacer nada, pero en este caso los arios pueden señalar que con Freud y Adler se están predicando públicamente puntos de vista específicamente judíos. Puntos de vista que, por cierto, tienen un carácter esencialmente destructor. Si la promulgación de este evangelio judío le resulta agradable al gobierno, pues es así y basta. Pero, por otra parte, existe la posibilidad de que esto no le fuera tan cómodo al gobierno…”
El 26 de junio de 1933, Jung concedió una entrevista a la
Radio de Berlín en la que dio a conocer sus opiniones e intereses. Jung fue
presentado por su entrevistador, el doctor Weizsaecker, uno de sus discípulos,
como el “conocido psicólogo de Zurich,
quien frente al destructivo psicoanálisis de Sigmund Freud logró oponer su
psicología constructiva”. El director del programa mencionó que el padre de
Jung era un pastor protestante, mientras que Freud y Adler eran judíos. Por
ello, según el doctor Weizsaecker, Jung contaba con un terreno totalmente
diferente en su perspectiva general frente al ser humano.
En esta entrevista, Jung criticó la psicología de Freud y
Adler como “una psicología enemiga de la vida”. A la pregunta expresa sobre las
diferencias entre su pensamiento y la psicología de Freud y Adler, manifestó: “Mire usted, uno de los privilegios más
bellos del espíritu germano es dejarse influir sin condiciones por la totalidad
de la creación en su inagotable diversidad. Freud y Adler sostienen sólo un
punto de vista individual (sexualidad, anhelo de poder) frente al todo. La
teoría de estos autores distorsiona el poderoso sentido de la totalidad hasta
la necedad y la belleza propia de la totalidad hasta el ridículo”. Para
subrayar su distanciamiento con respecto a estos dos autores, Jung afirma que
él “nunca pudo conformarse con estas
posiciones enemigas de la vida”. El doctor Weizsaecker le agradeció en
especial esta aclaración, y afirmó que “precisamente
esta respuesta sería para muchos una liberación”.
Jung acentuó, de nuevo, la ventaja de su psicología sobre
cualquier otra teoría. Ella no sólo está en situación de explicar los
acontecimientos políticos en Alemania, sino también los cambios paralelos que
en el arte y en la filosofía ocurrían en ese tiempo.
Tres años más tarde, en 1936, Jung publicó su famoso Himno a
Wotan, el antiguo dios germano de las tormentas y del rayo. Esta divinidad es
quien, desde el inicio de los tiempos, escondido en el alma alemana,
desencadena las pasiones y el ansia de lucha. Para Jung, “el dios de los
alemanes” explica más el nacionalsocialismo que los factores económicos,
políticos y psicológicos.
En 1939, Jung concedió una entrevista al periodista norteamericano
H. R. Knickerbocher en Zurich. En ese año, la política agresiva de los nazis
estaba a la vista de todos: Austria, la ciudad de Dánzig, en Polonia, y la
región de los sudetes, en Checoslovaquia, habían sido “anexadas” al Tercer Reich.
La persecución de los judíos era entonces brutal y evidente. La Noche de los
Cristales Rotos, en que las casas y negocios de los judíos habían sido
apedreados o saqueados, había sucedido en noviembre de 1938. Nadie podía
ignorar lo que estaba ocurriendo.
Jung, que entonces tenía sesenta y tres años, afirmó que “la
mirada soñadora” de Hitler, “el rasgo más prominente de su fisonomía”, lo había
impresionado. “En sus ojos -decía- se encuentra la mirada de un vidente. Hitler
es el altavoz que amplifica el murmullo inaudible del alma alemana”. Él “se
deja tocar por su inconsciente”. Para Jung, el Führer es “como un hombre que
atento escucha una corriente de inspiraciones, de cuya fuente escondida sale
una vocecita y que conforme a ella actúa”. “Hitler escucha y obedece” pues,
según Jung, “el verdadero Führer siempre es dirigido”.
En esta entrevista, Jung no sólo expresó su admiración por
Hitler, sino que refirió también su simpatía por Mussolini. En comparación con
Hitler, quien es “chamán, mitad dios, mito”, Mussolini “es un hombre”. Jung
afirmaba haber descubierto en el dictador italiano “determinado corte de un
hombre auténtico que dispone para ciertas cosas de muy buen gusto”. Eran
muestras de este “buen gusto” el hecho de que Mussolini haya tolerado al rey de
Italia en su puesto y que él mismo se hiciera llamar “Duce” y no “Doge”, como
en la antigua Venecia.
Jung confesó al periodista norteamericano que después de
haber experimentado “la gran felicidad de encontrarse a sólo unos pasos del Duce
y del Führer” en un desfile militar en Berlín, se sintió un poco decepcionado
por la seria actitud mostrada por Hitler. La emocionalidad del fascista
Mussolini, por el contrario, le encantó. Jung admitió haber compartido con él
su entusiasmo por el paso de punta en la marcha militar. “Frente a este paso -relata-
Mussolini aplaudió con alegría; estaba tan contento como un niño pequeño en el
circo”.
Mientras Jung trataba de hacerse notar en los círculos nazis
revistiendo la ideología nacionalsocialista de psicología profunda y
justificando psicológicamente el racismo, Freud, su maestro y amigo paternal
durante más de ocho años, tuvo que abandonar Viena y exiliarse, junto con su
familia, en Londres. A los ochenta y dos años, no le fue fácil abandonar la
ciudad en la que había vivido casi toda su vida. Pese a los esfuerzos de Freud
por salvar la vida de sus cuatro hermanas, éstas fueron asesinadas en los
campos de concentración de Auschwitz y de Thereseinstadt. Según un testigo que
sobrevivió al holocausto, una de ellas, antes de entrar a la cámara de gas,
gritaba: “Aquí hay un error, yo soy la
hermana de Sigmund Freud”.
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Universidad de Guadalajara |
A diferencia de sus seguidores, que aún hoy se empeñan en
reprimir o ignorar las simpatías de su maestro por el nacionalsocialismo, Jung
admitió haber cometido un error. Después de finalizar la guerra, en 1946, Leo
Baeck, profesor de historia de la religión y representante de la comunidad
judía, aceptó, aunque no de muy buena gana, conversar con Jung. Este rabino,
así como Ernst Bloch, Thomas Mann, Erich Fromm y Herbert Marcuse, entre otros,
había criticado con dureza el apoyo que Jung brindó públicamente al nacionalsocialismo
y su pretensión de legitimar mediante la psicología el dominio nazi. En esta
entrevista, Jung intentó defenderse y, aunque trató de transferir la culpa a
los alemanes y su patología, reconoció “haber resbalado”.
Sin embargo, hasta su muerte, ocurrida en 1961, Jung no
logró distanciarse de su producción ideológica de los años treinta ni analizar
las coincidencias entre sus ideas y la propaganda nazi. Esta tarea está aún por
hacerse.