
Especial para Gramscimanía |
Gramsci finaliza las críticas al Ensayo Popular de
Bujárin tratando tres temas para nada menores: el del paso de la cantidad y a
la cualidad, el de la teleología y el tratamiento sobre el arte en el manual. A
continuación, veremos una reseña del tratamiento que el marxista italiano da a
dichas cuestiones.
En relación al problema del paso de la cantidad a la
cualidad, la distancia que existe entre el conjunto de individuos y el todo
social, Gramsci va a decir que en el manual la cuestión se insinúa mediante la
apelación a proposiciones o fórmulas tales como “que toda sociedad es algo más
que la simple suma de sus componentes individuales” cosa que es cierta pero que
merece ser explicada. (p. 58) Cuando se dan ejemplos empíricos se cae en una
suerte de confusión barroca. Se dice, por ejemplo, que diez individuos
constituyen una decena o que cien vacas juntas, un rebaño. Gramsci sostiene que
de este modo un complejo problema se convierte en una simple cuestión de
palabras. Por cierto, cabe agregar que no se está actuando dialécticamente sino
mediante el uso de una lógica formal, definiendo conjuntos por extensión o
comprensión.
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En el texto de Bujarin, la ley hegeliana del paso de la
cantidad a la cualidad es uno de los temas que no se desarrollan en profundidad
contentándose el autor con el empleo de ejemplos mecánicos propios de las
ciencias naturales. En la filosofía de la praxis, a diferencia de lo que ocurre
en las ciencias naturales donde las leyes que explican los fenómenos se
abstraen de la naturaleza metafóricamente (en el sentido que se plasman como
modelos explicativos introducidos por el científico sin la pretensión de que
dichas leyes estén en la realidad), la cualidad siempre está vinculada con la
cantidad. Es de notar que el idealismo hegeliano lo que hace es reconocer este
algo más, la cualidad, hipostasiándola en un ente en sí mismo, el espíritu
absoluto del mismo modo que la religión lo había hecho con la divinidad. El
materialismo vulgar, aún pretendiendo diferenciarse de sus oponentes idealistas
incurre en el mismo tipo de errores, hipostasiando o divinizando las leyes que
los mismos científicos producen.
En los idealistas contemporáneos a Gramsci, la idea de
Estado parece seguir un derrotero similar al convertirse éste en algo superior
a los individuos. Para mostrar lo descabellado del asunto, Gramsci apela a una
analogía tomada de una historia del “Novellino”:
“El sabio Saladino dirime la disputa entre el vendedor de asados que quiere que le paguen el uso de las emanaciones aromáticas de sus manjares y el mendigo que no quiere pagar: Saladino ordena que se pague con el retintín de las monedas y dice al vendedor que se embolse el sonido, dado que el mendigo ha comido efluvios aromáticos.” (p. 59)
En el Ensayo Popular se hace una historia de la
filosofía muy trivial en la que se trata a las doctrinas del pasado de un modo
que el lector llega a pensar que “toda la cultura pasada ha sido una
fantasmagoría de bacantes en delirio”. (p. 59) Gramsci considera que es muy
fácil dar la impresión de que se ha superado una posición filosófica
rebajándola o convirtiéndola en algo que dicha posición no es. Cuando se
presenta la cuestión de la teleología se incurre en un tratamiento vulgar y
trivial olvidando cómo autores de la talla de Kant trataron el tema y no viendo
que el mismo manual está impregnado de cierta teleología inconsciente.
En el manual, Bujárin sostiene que en los trabajos sobre
estética recientes (principios del siglo XX) se afirma la identidad entre la
forma y el contenido, una cuestión que estaba siendo debatida por entonces.
Gramsci va a decir que “esto se puede considerar como uno de los ejemplos más
visibles de incapacidad crítica en el establecimiento de la historia de los
conceptos y en la identificación del significado real de los conceptos mismos
según las diversas teorías”. (p. 60) En realidad contenido y forma no tienen el
significado que el manual de Bujárin supone.
“Que la forma y el contenido se identifiquen significa que en el arte el contenido no es el sujeto abstracto, es decir, la intriga novelesca y la masa particular de los sentimientos genérico, sino el arte mismo, una categoría filosófica, un momento distinto del espíritu, etc. Por consiguiente, la forma tampoco significa técnica, como supone el Ensayo.” (p. 60)