Bajo el Capital @ Jon Juanma [España] |
Luis Roca Jusmet
Especial
para Gramscimanía
|
La verdad es que la socialdemocracia no ha tenido
buena prensa en el campo de la izquierda del Sur de Europa en los últimos
tiempos. Ni siquiera los partidos socialistas ( español, francés, italiano y
portugués) se llamaban a sí mismos socialdemócratas, aunque prácticamente lo
fueran. Ya señala el autor del libro que aunque el PSOE fuera en su
política un partido muy consecuente con las premisas reformistas de
Bernstein nunca se manifestó como un seguidor suyo. No hablemos ya de la
izquierda del PSOE : todavía recuerdo cuando dirigentes eurocomunistas del PCE
se indignaban si se les comparaba con la socialdemocracia. La deriva de los
partidos socialdemócratas más importantes, se llamen o no de esta
manera, por la tercera vía (básicamente el Partido Laborista
británico y el SPD alemán) todavía ha desprestigiado más el término. Antes se
consideraba a algunos de los dirigentes, como Olof Palme, reformistas
consecuentes y honestos.
Pero últimamente un historiador tan admirado como científico
social, como persona y como hombre de izquierdas como Tony Judt
se presentó como un socialdemócrata coherente y crítico con la
deriva neoliberal de los dirigentes, fascinados por esta Tercera Vía tan falsa
como devastadora con su tradición política originaria. No sólo esto sino que
economistas críticos de izquierda, como Vicenç Navarro, se presenta a sí mismos
como socialdemócratas.
En realidad las premisas del socialismo
reformista de Bernstein son hoy radicales y hasta podríamos decir
anticapitalistas. Quizás por esto deberíamos recuperar la socialdemocracia como
una de las múltiples corrientes de la izquierda, considerando que el problema
de los dirigentes del socialismo institucional no es ser socialdemócrata sino
haber dejado de serlo. Análisis que podríamos aplicar quizás también al
estalinismo en relación con el comunismo. Pero, y el pero es aquí importante,
no podemos caer en un planteamiento idealista. Este consistiría en decir : los
dirigentes socialistas y estalinistas han traicionado sus ideales. Este planteamiento
es poco realista, poco materialista en el mejor sentido de la palabra. El
análisis correcto es decir : el estalinismo es la peor derivación del
comunismo, el liberalismo es la peor derivación de la socialdemocracia.
Planteado así, nos encontramos con que tanto el planteamiento socialdemócrata
como el comunista lleva en su origen peligros que se acaban concretando en un
mal escenario.
El libro de Monereo es riguroso y claro y nos ayuda a ver
cual es el peligro. Pero lo hace en un análisis lleno de matices, que es lo que
nos interesa. Hay que decir que el libro es más de lo que parece sugerir el
título, ya que plantea reflexiones teóricas muy interesantes sobre la relación
entre democracia, socialismo y Estado. El autor dispone y cita una bibliografía
amplia, exhaustiva y crítica muy interesante. Básicamente pienso que Monereo
plantea una reflexión crítica que recoge los aciertos y errores que podemos
encontrar en el socialismo reformista de Bernstein. Esto al margen de algún
tópico que el libro muestra como erróneo: Bernstein se opuso al nacionalismo
belicista de la socialdemocracia alemana, uno de sus graves y trágicos errores
políticos. Como elementos positivos de la aportación de
Bernstein podríamos citar: el huir del marxismo
dogmático de su época y querer entender la complejidad del Estado, que no era
únicamente un instrumento de las clases dominantes; también de la situación
histórica que vivió, que no era la misma que la de Marx. Finalmente el entender
el socialismo como algo que había que construir en el presenta y no proyectar
para un futuro sobre la base de la destrucción de lo que hay. Pero
los elementos negativos eran muy claros : el más importante confundir
democracia y liberalismo. Es decir, apoyar certeramente la democracia pero
confundiéndola con el liberalismo, que era claramente una opción política de la
burguesía. Relacionado con ello caer en otra ilusión ideológica que era la del
positivismo. Una cosa es defender la ciencia y otra caer en la ideología del
cientificismo, que separaba radicalmente los hechos de los procesos y las
estructuras y relegaba la reflexiones sobre los fines de la sociedad al campo
de la opinión. Esto sobre la base de la creencia en el mito del Progreso.
Podemos considerar que el socialismo reformista planteaba un
camino hacia el socialismo, no una gestión del capitalismo. Pero evidentemente
este itinerario era posible y, aunque por el camino consiguió algunos avances
como el Estado del Bienestar, al final no tuvo la fuerza para oponerse a la
lógica del capitalismo. La socialdemocracia fue ingenua por varias cuestiones.
Una por no entender que las fuerzas del capital se opondrían al avance hacia el
socialismo, aunque fuera por medios violentos. Otra por no prever que el
capitalismo dispondría de medios para transformar su ideología en hegemónica,
incluso en las clases trabajadoras. De todas maneras yo firmaría ( con Tony
Judt) la definición que plantea Monereo de socialdemocracia : “La idea de un
conjunto de instituciones y orientaciones en torno al objetivo común del
“socialismo democrático”; la defensa de una vía democrática al socialismo que
tiene como parte estructural - y no meramente contingente o coyuntural- la
forma política del Estado Social de Derecho y la garantía de los derechos
fundamentales.” Porque para mí la democracia es el socialismo : es la garantía
universal de los derechos ( individuales, jurídicos y sociales) y el poder
ciudadano sobre el Estado. Hay una discusión sobre el Estado muy interesante en
este ensayo que señala con firmeza que su disolución (incluida la formulada por
Marx) es una utopía.
![]() |
José Luis Monereo |
Mi crítica al libro es muy concreta. Monereo no analiza el
que me parece la que fue la peor perversión de la socialdemocracia:
convertirse en un poder burocrático que finalmente se alía ( aunque de manera
conflictiva) con el poder económico para mantener un Estado
oligárquico con elementos democráticos. Aunque el autor del libro hace una
referencia al tema citando al imprescindible Robert Michels en su análisis de
los partidos falta el legado de Cornelius Castoriadis, que lo hizo desde un
planteamiento no liberal conservador sino auténticamente democrático.
En todo caso un libro que merece la pena leer.