
El Fondo de Cultura Económica pondrá a circular en breve el
libro Marxismo crítico en México: Adolfo Sánchez Vázquez y Bolívar Echeverría,
en el que el autor, el filósofo alemán Stefan Gandler, reivindica las
aportaciones que esos dos pensadores mexicanos han hecho a la filosofía
mundial, con un punto de vista contrario al eurocentrismo imperante en los
estudios filosóficos. Como una primicia para los lectores de La Jornada,
ofrecemos las primeras páginas de este libro a manera de adelanto. Se trata del
prólogo que escribió Michael Lowy y que a su vez, también a contracorriente de
los usos y costumbres del ámbito académico, no sólo ubica, reseña, alumbra
hacia el contenido del libro, sino que infunde un saludable espíritu crítico al
mismo
Este hermoso libro nos habla de la contribución
latinoamericana -en este caso, mexicana- a la renovación del marxismo crítico.
Stefan Gandler logró no sólo exponer, de manera profunda y
coherente -¡pero no acrítica!-, el pensamiento de Adolfo Sánchez Vázquez y
Bolívar Echeverría, su biografía, la evolución de sus ideas, la bibliografía
completa de sus obras, sus convergencias y divergencias, sino también aportó la
demostración de que la ruptura con el eurocentrismo es una condición
indispensable para una verdadera universalización de la teoría crítica.
En la obra de Mariátegui, conoció América Latina una primera
versión del marxismo crítico, que buscaba romper con el método del “calco y
copia” de las experiencias europeas. (En este punto, no puedo compartir para
nada el juicio de Gandler, según el cual Mariátegui simplemente representaría
una manera “latinoamericanizada” de leer el marxismo soviético.) Después de su
muerte (1930), predominará durante largos años en América Latina la vulgata
soviética del marxismo estalinizado -con pocas y honrosas excepciones. Sólo
después de la Revolución Cubana volverá a desarrollarse en el continente, bajo
múltiples formas, el marxismo crítico, del cual nuestros dos pensadores
mexicanos son una de las más originales e innovadoras manifestaciones. A pesar
de pertenecer a dos generaciones distintas, los dos exilados políticos en
México de quienes se habla en este libro, tuvieron como punto de partida de su
reflexión renovadora la experiencia revolucionaria cubana, así como, años más
tarde, la del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Adolfo Sánchez Vázquez tuvo no sólo el mérito de ser uno de
los primeros marxistas -no únicamente en América Latina, sino a escala
internacional- en criticar el positivismo althusseriano desde el punto de vista
de la filosofía de la praxis, sino también, como lo subraya Stefan Gandler,
logró desarrollar, sin conocer la obra de Walter Benjamin, un concepto crítico
de historia, inserto en su visión de la praxis; sin olvidar su aporte a la
discusión política de los marxistas, insistiendo en la centralidad de la
cuestión democrática para la implementación de una transformación socialista.
Comparto la admiración de Gandler por la integridad filosófica y política del
autor de la Filosofía de la praxis, independientemente de la crítica que se
pueda hacer a tal o cual aspecto de su obra.
Creo que tiene también razón Gandler cuando subraya la
novedad y la importancia de los trabajos de Bolívar Echeverría, y de su
proyecto de crítica radical a la “modernidad realmente existente”, pero
cuestiona su utopía de una “sociedad no capitalista de productores de
mercancías”. El aporte decisivo de Echeverría a la superación del eurocentrismo
y a la reformulación de una teoría materialista de la cultura es, sin duda, su
concepto de los cuatro ethe. El más interesante y “productivo” me parece ser el
concepto de ‘ethos barroco’, que nos da una clave sumamente valiosa para
entender múltiples aspectos de la cultura latinoamericana; una clave que nos
permite dar cuenta no sólo de las Reducciones Jesuitas en Paraguay, sino
también, en el siglo XX, del fenómeno del “cristianismo de la liberación” y de
las comunidades de base. (Entre paréntesis: me parece que se equivoca Stefan
Gandler al considerar a don Samuel Ruiz y los teólogos de la liberación como
“comprometidos” con el “poder fuerte y brutal” de Karol Wojtila.)
Mi principal divergencia con la sutil tipología de los hete
propuesta por Echeverría tiene que ver con su definición del “ethos romántico”
como confusión entre el valor mercantil y el valor de uso, concibiendo el
capital como una gran aventura y, por tanto, naturalizando al capitalismo.
Siguiendo algunas intuiciones de Lukács, creo al revés que el romanticismo,
entendido no como simple escuela literaria o estilo artístico, sino, de forma
similar al barroco, como “ethops”, principio de construcción del mundo que se
extiende durante siglos y se caracteriza por una actitud hostil al capitalismo.
El ‘ethos romántico’, en sus manifestaciones desde Jean-Jacques Rousseau hasta
los surrealistas, pasando por Novalis, Hölderlin, William Morris, José Carlos
Mariátegui y Ernst Bloch -además de varios movimientos sociales, culturales o
religiosos-, es una protesta en contra de la civilización capitalista en nombre
de valores cultuales premodernos, y una tentativa, casi desesperada, de
reencantamiento del mundo.
El libro de Stefan Gandler es no sólo una excelente
introducción sino también una aguda reflexión sobre un importante capitulo
“fuera de Occidente” -en la periferia latinoamericana del sistema- de lo que se
ha llamado ‘marxismo occidental’, pero que se debería más bien designar, como
lo hace él en su título, marxismo crítico, es decir, un pensamiento “universal/
concreto” que tiene por objetivo radicalizar la crítica marxista a lo falso
existente.