
Alain Badiou y Elisabeth Roudinesco, han considerado
oportuno hacer un llamamiento en favor del psicoanálisis, que ha sido blanco de
durísimos ataques
Hubo unos años, los que siguieron a la caída del muro de
Berlín y el desplome, como fichas de dominó, de los regímenes comunistas, en
que el marxismo y el propio Karl Marx parecían haber quedado arrumbados para
siempre. Se habló entonces del "basurero
de la historia" y en ciertas tertulias radiofónicas, individuos que no
habían leído en su día una sola línea de El Capital, se dedicaron al fácil
deporte de descalificar a su autor, no con argumentos serios, lo que habría
sido totalmente aceptable, sino vertiendo sobre el autor y su legado las más
gratuitas descalificaciones. Pero Marx podría decir hoy lo que dijo en su día Mark Twain
en carta al New York Journal después de que ese diario publicara su
necrológica: "Las noticias sobre mi
muerte han sido bastante exageradas". Resulta que en la última Feria
del Libro de Madrid, uno de los éxitos de venta fue precisamente una reedición
de El Manifiesto Comunista, publicado en 1848, año revolucionario por
excelencia, en el que Karl Marx y Friedrich Engels explicaban la historia de la
sociedad como "la historia de la
lucha de clases".
Es indiscutible que Marx fue un pensador como la copa de un
pino, y muchos de sus análisis e incluso ciertos pronósticos -sobre la
inestabilidad del sistema capitalista o su tendencia a destruir su propia base
social, las clases medias- siguen teniendo plena vigencia. Y si hoy hablamos tanto
de sociedad líquida (Zygmunt Bauman),
¿no hay algo de eso en una de las frases más citadas del Manifiesto, la que
dice que "todo lo sólido se
desvanece en el aire, todo lo sagrado es profanado (...)"?
Marx parecía que había corrido en cierto modo la suerte de
otro gigante del pensamiento, el fundador del psicoanálisis, Sigmund Freud,
cuyas teorías sobre la represión y el inconsciente han estado también en claro
retroceso al menos como método terapéutico. En este segundo caso, dos figuras
del pensamiento francés contemporáneo, la historiadora de la psiquiatría
Elisabeth Roudinesco y el filósofo marxista Alain Badiou, han considerado
oportuno hacer últimamente un llamamiento en favor de una disciplina que ha
sido blanco de durísimos ataques que van desde El libro negro del
psicoanálisis, a semejanza de El libro negro del comunismo, al ensayo sobre
Freud que publicó el filósofo Michel Onfray y en la que critica la pretensión
de universalidad de su método y le denuncia como charlatán.
Roudinesco ha concedido una larga entrevista al semanario
alemán Der Spiegel, donde hace una
apasionada defensa del autor de El
malestar en la cultura, a quien califica de "representante del humanismo y de la Ilustración, incluso de su
lado oscuro" frente al peligro de burocratización e
institucionalización de muchos practicantes actuales de esa disciplina.
El psicoanálisis es para Roudinesco un "proceso de aprendizaje para conseguir el autocontrol (...). Se
trata, dice, de domeñar la barbarie inherente a la civilización y transformar,
sublimándolos, los impulsos agresivos, la pulsión de muerte". La
eventual desaparición del legado freudiano constituiría un "grave detrimento para la humanidad ya que se perdería una parte
de la Ilustración con toda su dimensión emancipadora y rebelde, del mismo modo
en que se ha intentado arrojar al marxismo al basurero de la historia",
dice Roudinesco, que vincula así dos pensamientos que, con sus luces y sus
sombras, han sido, junto al de Nietzsche, absolutamente claves en la historia
del siglo XX.