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Omar Montilla |
Con “Vita e pensieri
di Antonio Gramsci, 1926-1937”, Giuseppe Vacca, después de veinte años de
investigación por parte suya y de otros estudiosos, concluye en una biografía signada
por los acontecimientos del Partido Comunista de Italia (Pcd’I), del partido
comunista ruso (Vkp), y de la Internacional Comunista de la mitad de los años
’20 hasta la segunda guerra mundial. Esta es una biografía que ha surgido
lentamente y cuyas zonas de oscuridad corresponden a silencios y sufrimientos
de un detenido atormentado por la duda de haber sido condenado/abandonado, bien
por su propio partido, bien por sus seres más queridos. Algunas de estas zonas
oscuras perduran en archivos rusos, aun inaccesibles, pero Vacca esboza
perímetro y espesor con un cuidado que, cuando llegarán los documentos
faltantes, saldrá confirmado, pienso, el recorrido que él propone.
Insoportable soledad
Es un volumen denso, pleno de referencias a los muchos que
han trabajado sobre los fragmentos de una historia a los cuales Vacca rinde
tributo, a costa de una lectura menos difícil para quien no es siempre capaz de
rastrear las fuentes. Ha sido construido, precisamente, en torno a las zonas
oscuras, además de dos interpretaciones de los Cuadernos, en torno a la
“revisión” gramsciana sobre los límites de la teoría y práctica de la
revolución del ’17, trabajo que Gramsci se había propuesto für ewig, y había hecho menos insoportable la soledad en la cual se
encontraba. No es casual que la biografía no se inicia con la juventud, ni de
Turín, sino de noviembre de 1926 cuando viene detenido y después arrestado, no
obstante su inmunidad parlamentaria, mientras se estaba dirigiendo a un lugar
llamado Valpolcevera (cerca de Génova), donde habría debido discutir con
los otros miembros del Comité Central del Pcd’I y con Jules Humbert Droz, en
representación de la Internacional, sobre la carta que había enviado, dos
semanas antes, a Palmiro Togliatti, precisamente para el Comité Ejecutivo de la
Internacional. En esa carta Gramsci exponía un juicio severo sobre la exclusión
de Trotsky; no porque Gramsci compartiera sus posiciones, sino por el daño al
movimiento comunista internacional que representaría la ruptura brutal del
grupo leninista. Para entonces, ya se había enfrentado en una breve
correspondencia, con Togliatti. La reunión de Valpolcevera se realizó sin su
presencia y concluyó con el regreso a las filas de la Internacional. No hubo
amonestaciones para Gramsci; y lo que el Ejecutivo de la Internacional había
discutido en Moscú, todavía está oculto en los archivos. Que Gramsci quedara
como sospechoso, si no de trotskismo, sino de tener una tibia posición contra
el mismo, es cierto.
Inicialmente confinado a Ustica por cinco años,
el 20 de enero de 1927 fue trasladado a Milán, porque para entonces Mussolini
había suspendido todas las garantías e instituye un Tribunal especial, con
acusaciones graves y que se agravarían, después de la etapa inicial del proceso
que ya se había cerrado, por un atentado que se había producido en la Feria de
Milán. Toda una sucesión de ilegalidades en el procedimiento. En virtud del
acta de acusación, será encerrado en la cárcel de San Vittore de Milán en marzo
de 1928, y en junio del mismo año será condenado junto a Umberto Terracini, Mauro
Scoccimaro, Giovanni Roveda y otros, a veinte años, cuatro meses y cinco días
de prisión. Se le asigna la cárcel de Turi. Pero estando todavía a la
espera del proceso, cuando recibe una carta firmada por Ruggero Grieco,
redactada en Basilea (Suiza), pero enviada vía Moscú, que da y pide noticias,
le asegura que el partido ha estado siempre cerca de él “aun cuando tenía menos razones para esperarlo”, lo informa sobre
la exclusión de Trotsky y termina con un improbable “arrivederci”. La carta le es entregada por el juez instructor
Macis con una observación maliciosa: evidentemente a su partido no le disgusta
que usted se quede largo tiempo en la cárcel.
El original de la "extraña" carta no forma parte de las actas del proceso. A la muerte de Gramsci la toma Tatiana Schucht de entre las cartas de Nino –como siempre lo llama– y la lleva a Moscú en 1938. Paolo Spriano cree haber encontrado la copia fotográfica en los archivos de Ovra, y es esta la que ha sido objeto de grandes discusiones. A primera vista no está claro que pueda agravar la posición del acusado, pero Gramsci lo cree. ¿Por la insinuación del juez Macis? Así lo cree Peppino Fiori, y lo pensará Piero Sraffa. Pero Gramsci, que con Macis tiene largas conversaciones, lo considera una persona correcta y amigable. Vacca, que ha hecho una investigación, confirma este juicio.
Una carta para
descifrar
¿Por qué entonces siendo la carta grave, Gramsci incluso la
definirá perversa (malvada)? La carta no revela nada a la Corte sobre la
importancia del acusado. ¿Por qué termina con un “arrivederci”? Por qué contiene, escribe más tarde Gramsci, un
triunfal “gliela abbiamo fatta”? ¿Quién
había logrado qué y quién? Giuseppe Vacca piensa que las primeras palabras de Grieco se refieran a una tentativa de
liberación a través un intercambio de detenidos, que de acuerdo con Gramsci
habría irritado a Mussolini, por no haber sido negociado exclusivamente entre
estados, y por tanto desechada tal posibilidad. Para un inexperto da que pensar
que aquel sobreentendido “gliela abbiamo
fatta” que hace enfurecer a Gramsci, se refiera a Trotsky, y también a
Gramsci que estaba en contra de su expulsión, pero es sólo una elucubración.
El hecho es que Gramsci no cesará de esforzarse. Tanto más
que no cree en la iniciática de Grieco solo, sino que le fue sugerida desde lo
más alto. ¿De Togliatti? No se puede verificar, porque en los nueve años que
siguieron, no podrá escribir, sino recibir cartas sin que hayan sido
censuradas, ni recibir a nadie que no sea “familiar” –es decir, la cuñada
Tatiana Schucht, y muy escasamente a sus hermanos Carlo e Nannaro; y un solo
amigo, Piero Sraffa, el economista catedrático en la Universidad de Cambridge,
sobrino de un senador fascista que es también Primer presidente de la Corte de
Casación, Mariano d’Amelio. Puede escribir una carta cada quince días, más
tarde cada semana, una vez a sus familiares en Ghilarza y otra a Tatiana, que
era la encargada de proveer a sus (escasas) necesidades y a suministrar las
noticias a la esposa Giulia en Moscú y a Piero Sraffa, quien desde París
informa a la dirección del Partido Comunista d'Italia en el exterior. Se
encuentra en una red muy estrecha. Si a esta incomunicación obligada se agregan
las esperanzas depositadas en las tentativas de ser liberado a través de un
intercambio de prisioneros entre la URSS y el Vaticano, entre las URSS y el
gobierno italiano, que a Gramsci le parecen vislumbrarse pero que no llegan a
buen término por cualquier imprudencia u omisión que atribuye a sus camaradas
italianos, la frustración y la rabia son tan grandes que se transpiran en las
cartas, con frecuencia ingeniosas, a Tatiana.
Es más, en 1929 la Internacional Comunista se vuelca hacia
una línea política que Palmiro Togliatti hace suya “con celo”: el fascismo
estaría próximo al colapso, la socialdemocracia es solo un instrumento, la
revolución se torna inminente, clase contra clase. Antonio Gramsci explica a
los “políticos”, presos como él en Turi, que al contrario, el fascismo se
estabiliza y que se debe trabajar para construir un frente antifascista con la palabra
de orden de la “asamblea constituyente”. Lo que viene es una agria división, a
la cual se refriere Athos Lisa (Rinascita, 1964). Aislamiento y amargura. (Ver:
Gramscimanía)
Mensajes codificados
Estamos en los comienzos de los años 30. Antonio Gramsci,
que al principio de su encarcelación se sentía en buena forma física, ha tenido
en 1927 el ataque de una antigua enfermedad y está cada vez peor, las cartas se
tornan escasas, se le oculta la muerte de su madre y no entiende por qué su
amada Giulia le escriba tan poco desde Moscú, que no sabe cuánto y de qué está
enferma. Buscando proteger al encarcelado, Tatiana se equivoca. Ella misma
tiene una salud frágil y a veces no lo puede visitar. Gramsci se siente en las
manos de otros que deciden por él, sin que entiendan lo que esto significa para
un detenido y teme ser víctima, él mismo, de la indiferencia de los demás.
Alude, por primera vez, escribiendo a Giulia, a la “doble cárcel” al cual se siente condenado, del fascismo y de
una parte de los suyos, incluyéndola a ella, ¿el espíritu “ginebrino” de los
Schucht? ¿Quizá su partido mismo? No se puede explicar, es más explícito
escribiendo poco después a Tatiana. La lucidez, el dolor junto a la pulcritud
de la escritura estremecen la opinión desde la primera edición de las “Cartas”,
también censurada, de 1947. Se esfuerza por leer, de aprender otras lenguas,
traducir y escribir. Serán de aquellos años, treinta grandes cuadernos en una
caligrafía diminuta, en un lenguaje en parte críptico para eludir la censura,
en parte innovador respecto de la vulgata marxista. Del primer ensayo sobre
Benedetto Croce, al cual propone ajustarle las cuentas tal como Marx lo hizo
con Hegel, ofrece algunos elementos codificados para Togliatti.
El traslado, cada vez más enfermo, a una clínica de Formia (debe pagar las barras que debe colocar en su habitación) donde Tatiana puede visitarlo con más facilidad, interrumpe la correspondencia entre ellos. Ni Tatiana ni Piero Sraffa lo abandonarán, pero qué habría pensado en los años que transcurren desde entonces hasta su muerte. En 1933 Hitler tomó el poder en Alemania, en 1934 Stalin tomó como pretexto la muerte de Serguei Kírov para aplastar las oposiciones; en 1935 el VII Congreso desbanca la línea de 1929, pero lejos de las implicaciones de la crítica que en 1929 movía a Gramsci, en 1936 Franco agrede a la República española, el Japón ha multiplicado los ataques a China, la segunda guerra mundial llama a la puerta. Con Tatiana, aunque sin testigos, Gramsci no puede haber hablado, pero, ¿con Piero Sraffa?
Preguntas en espera de respuesta
Quedan algunas cartas para Giulia, desgarradoras. Le pide
que se reencuentren, Giulia no puede, la familia se lo impide o el Nkvd
(Ministerio de Relaciones Interiores de la URSS). Gramsci piensa dejar la
clínica e irse solo a Santu
Lussurgiu (Cerdeña), en espera de que llegue el permiso para ser expatriado
a la URSS, si puede llegar. Pero le sobreviene una hemorragia cerebral el mismo
día en que la pena a la que había sido condenado se extingue y muere pocas
horas después. Es el 27 de abril de 1937.
¿Qué habría pasado si Gramsci hubiera sobrevivido? Con la
precipitación de los acontecimientos en la escena internacional, ¿una
expatriación con aquella soledad afectiva? ¿Está tan enfermo? Giuseppe Vacca
excluye que, de algunas líneas a Giulia, se pueda deducir que haya considerado
cerrada para sí la actividad política. Pero, ¿en qué condiciones y dónde? Sobre
esto no podemos más que reflexionar, no disponemos de elementos, y posiblemente
no es ni siquiera útil. Vacca trabaja sobre destino de su legado escrito,
especialmente sobre los “Cuadernos”.
Tania ha llevado los “Cuadernos” a la embajada soviética que
los debe reenviar a Giulia. Apenas se encuentra con Piero Sraffa, poco después
de la muerte de Gramsci, le muestra la “extraña” carta y le dice que Nino
habría deseado una investigación. Sraffa la lee, no está impresionado, le
aconseja de ir a París y hablar allí con Grieco. ¿Con el signatario sospechoso?
Tania se indigna; por poco no cesan las relaciones entre ellos. Por nada irá a
París, y torna a Moscú en 1938 y se ocupará ella misma junto con sus hermanas.
Ni siquiera los “Cuadernos” deben terminar en las manos de Togliatti, che en
aquel momento se encuentra en España: los transcribirán entre las tres
hermanas, las Schucht. Pero Togliatti, que está al tanto de algunos fragmentos
fotocopiados que le han sido enviados a Barcelona, sabe por boca de Piero
Sraffa cómo Gramsci los quería publicar, los reclama para el Partido Comunista
de Italia (Pcd'I).
Empieza entonces una lucha no subterránea con las hermanas
Schucht, ningún acuerdo con ellas ha sido alcanzado, y las tres acuden a Ezov,
jefe de la Nkvd, el cual sea Genia o Giulia, tienen relación de
dependientes/vigiladas. Pero Ezov es destituido y se dirigen a Stalin, quien
las remite a Dimitrov, el cual se desinteresa. Togliatti está ya bajo investigación,
por otros motivos, por denuncia del partido comunista español. La Internacional
Comunista, en vías de disolución, confía las cartas de Gramsci a una comisión
de la cual forma parte Togliatti. La guerra llegará a las puertas de Moscú, hay
otros problemas, no pienso que haya que descerebrarse tanto sobre el porqué del
propósito de las hermanas Schucht no tenga éxito. De parte de la familia
Schucht, un trabajo acerca de las cartas familiares, será emprendido solo de un
Antonio, nieto de Antonio, y de la familia de Mimma Paulesu.
Giuseppe Vacca da algunas escuetas noticias sobre el
ambiente de los Schucht, pequeña nobleza decadente, un patriarca bolchevique,
una madre intelectual hebrea. Y de las relaciones de las tres hermanas con
Gramsci: Genia, la más militante, fue quien lo conoció, y a lo mejor lo amó,
antes de conocer a Julca, que es su verdadero gran amor. Genia no se lo
perdonaría nunca, lo definirá “topo malvado”. Tania le ha dedicado diez años de
su vida, pero no se descubre en los sentimientos. Ningún Schucht está
acostumbrado a hablar con la verdad de sí mismo o con la familia. La más
liberal, Tania, se había fugado. Los Schucht son un ejemplo viviente de la
trama que Gramsci vislumbra entre grande y pequeña historia, política y
cultura, individuo.
No creo que sobre el particular haya mucho que discutir. Pero del trabajo de Giuseppe Vacca nos quedan muchas interrogantes. No sólo sobre la “extraña” carta, sino sobre la relación entre Gramsci y Togliatti y viceversa. Si Antonio desconfiaba tanto de sospechar un acto “ruin”, ¿por qué es a él a quien se le presiona de hacer llegar el código de las páginas sobre Benedetto Croce? ¿Es a través de Sraffa que sabe que está en contacto con Togliatti, de las indicaciones de trabajo en los “Cuadernos”? Togliatti, en lugar de perseguirlo, no lo habrá protegido? ¿En el modo en que se ha protegido a sí mismo, como se ha protegido Dimitrov, cuyo curioso diario no tiene ni una sola palabra sobre Gramsci? No oponiéndose nunca a Stalin para salvarse o para salvar un mañana a su partido. ¿Gramsci el intransigente, Togliatti el político dispuesto a todo?
Una áspera concreta
realidad
También sobre Stalin hay que hacerse más de una pregunta, y
no solo lo que ahora nos atañe. En 1940, un agente suyo, Ramón Mercader asesina
a Trotsky, que se encuentra lejos, en México, pero de la herejía italiana no le
interesa. Togliatti ha sido encargado hace poco: ¿por qué Stalin lo llama al
Cominform –un fantasma– y porqué la dirección del PCI se lo enviaría
gustosamente? Y por qué Gramsci, tiene razón Vacca, sigue siendo fiel al Vkp,
es decir a Stalin, siendo como ha sido el más severo crítico de su
“marxismo-leninismo” ¿Seguramente porque pensaba que la Unión Soviética era la
sola “concreta realidad” del movimiento comunista?
En fin, ¿dónde se ha ido el “revisionismo” gramsciano cuando
ha dejado de escribir? Giuseppe Vacca piensa más allá, lee los “Cuadernos”
también él für ewig. Sin embargo
Togliatti los publica –censura sobre todo a las Cartas– sabiendo que la URSS y
los otros partidos comunistas no se engañarían, ninguno de ellos, según mi
entender. Y en los últimos años no
escondía che necesitaba abrir alguna brecha en el no nombrado, proceso
incluido, si se quería salvar lo salvable.
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Rossana Rossanda |
I gruppi dirigenti che gli sono succeduti non lo hanno più
fatto. Né dopo il 1964 né dopo il 1989. Per questi ultimi, Gramsci sembra «mai
visto né conosciuto». È rimasto agli storici, molti, ma solo a loro. E non
diversamente ha fatto, con l'eccezione di Alberto Burgio, la nuova sinistra.
C'è da riflettere.
Los grupos dirigentes que se han sucedido no lo han hecho.
Ni después de 1964, ni después de 1989. Para éstos últimos Gramsci “si te he visto no te conozco”. Queda a los historiadores, muchos, pero sólo
a ellos. Y así ha sido, con la excepción de Alberto Burgio, la nueva izquierda.
Es para reflexionar.