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Omar Montilla / Especial para Gramscimanía |
La sensibilidad historiográfica ha servido a Gotor, bien
para reconstruir la influencia de las cartas por parte de las Brigadas Rojas
(su decisión de hacer públicas algunas y otras no), bien para demostrar la dependencia
de los destinatarios (fueren familiares o políticos) de la estrategia
comunicativa de quien poseía los originales. Ahora, un gran experto en estudios
gramscianos –Franco Lo Piparo- ha llevado a cabo un ejercicio de análisis
filológico e interpretación historiográfica de las cartas escritas en la cárcel
del fundador del Partido Comunista de Italia. Y a pesar de toda la distancia
que separa claramente las dos situaciones, la prisión de Gramsci y la de Aldo
Moro, se dio cuenta que tenía que afrontar los mismos problemas que con
maestría tuvo que vencer Gotor.
Los resultados del trabajo de Lo Piparo son resumidos en el
título y en el subtítulo de un libro ligero en sus dimensiones, pero muy pesado
las implicaciones: Las dos cárceles de Gramsci. La prisión fascista y ekl
laberinto comunista. En sustancia, Lo Piparo decodifica en las cartas de la
cárcel de Antonio Gramsci –particularmente las dirigidas a la cuñada, Tatiana
Schucht, entre los últimos meses de 1932 y los primeros meses de 1933- nada
menos que una abjuración del comunismo. Y Lo Piparo sostiene frente a esta
abjuración, los dirigentes en el exilio del Partido Comunista de Italia, con
Palmiro Togliatti a la cabeza, ejercieron sobre los escritos carcelarios de
Gramsci, una forma de censura mucho más severa que la practicada por el régimen
mussoliniano.
¿El
comunismo fue “otra cárcel” para Gramsci? Formulada en estos términos, la tesis
de Lo Piparo es demasiado fuerte para ser persuasiva. Del resto, el autor
reconoce como grave, que las lagunas en el patrimonio documentario no permitan
determinar con exactitud las modalidades de apropiación de las cartas de
Gramsci por parte de sus destinatarios directos o indirectos. No sabemos que pudo Tatiana volver a copiar o
que omitiera en las transcripciones de las cartas que ella envió a Piero
Sraffa, el economista italiano emigrado a Inglaterra (Cambridge), que
garantizaba las conexiones con Moscú. En cuanto a la hipótesis de Lo Piparo,
según la cual Palmiro Togliatti en persona habría aprovechado para hacer
desaparecer uno de los treinta cuadernos escritos por Gramsci en la cárcel, es
una teoría que el más reputado especialista en los Cuadernos, Gianni Francioni,
declara hoy que “carece de todo fundamento”. Excluyendo cualquier hipótesis
formulada al azar, y de algún resbalón lindante en la paradoja, el libro de Lo
Piparo contiene ideas muy interesantes. Particularmente, ofrece una lectura
fulgurante de la carta escrita por Gramsci a Tatiana el 27 de febrero de 1933:
carta que Tatiana calificó - refiriéndose ahora a Sraffa - como "una obra
maestra de la lengua esópica" (1), por lo que no es casual que Togliatti
tuvo cuidado de excluir, en 1947, de la primera edición de las Cartas de la
Cárcel. Al colocar la carta del 27 de febrero en el contexto específico del
espacio-tiempo (Gramsci, la dirigió a la cuñada que se había reunido el día
anterior en la sala de la cárcel de Turi, y que se preparaba para volver a ver
en los días sucesivos: en pocas palabras, la escribió a la cuñada para que la
suegra de Togliatti entendiera…) y descifrando el texto de la carta, línea por
línea, palabra por palabra, Lo Piparo alumbra con una nueva luz el esfuerzo de
Gramsci por salir, si no de la cárcel fascista, por lo menos del laberinto
comunista.
Después de haber seguido la demostración semántica de Lo
Piparo, será difícil para cualquiera volver a leer con (¿falso?) candor las
líneas de la carta en la cual Gramsci evocaba “la jugada decisiva” de su vida,
la “decisión”, ya “tomada” de remediar la equivocación que había orientado su
entera existencia, y que Lo Piparo interpreta como la opción por el comunismo: “Algunas veces he pensado que toda mi vida
haya sido (para mí) un gran error, una acción descabellada”. Por otra
parte, el descifrado de Lo Piparo sugiere como, cuando Gramsci hablaba de la
esposa Julca, el se refería sobretodo –en cifrado- al universo comunista. De modo que su
separación de Julca sería entendida como una separación del Partido: como un remedio
traumático, igualmente privado y público, íntimo y político, al “error” que le
había cambiado la vida.
Una vez aplicada la lectura codificada de Lo Piparo a la
carta “esópica” del 27 de febrero de 1933, así como a otras del mismo período,
se puede conferir una nueva importancia, incluso la coincidencia cronológica
con la cual Gramsci comenzó, en aquellos tiempos, a volver a ocuparse de lo
escritos que pasarían a la historia –después de su muerte– como los Cuadernos
de la Cárcel: así que empezó una verdadera reescritura, lo que correspondía a
la voluntad del prisionero de Mussolini de tomar definitivamente distancia de
la ideología de Lenin. Queriendo, se podría encontrar aquí un posterior
elemento de parangón entre la escritura carcelaria de Antonio Gramsci y la
escritura carcelaria de Aldo Moro. Durante los 55 días en los cuales fue
encerrado en la “cárcel del pueblo” Aldo Moro imprimió a sus cartas el
sentimiento lacerante de ser condenado
por sus compañeros de la Democracia Cristiana, puestos del lado de la “línea de
la firmeza”, y además el dramático anuncio de que él abandonaba para siempre al
Partido; mientras confió a un texto, igualmente largo y articulado –el llamado
“Memorial- una reelaboración de la propia experiencia de líder político respeto
a la dinámica general de la historia republicana. Por su parte, entre 1932 y
1933 Gramsci consigno a un legajo de cartas el sentimiento lacerante de ser
condenado por sus camaradas del Partido que estaban en el exilio, en Moscú, y
además la dramática criptografía de una abjuración; mientras Gramsci se dedicó
a reescribir extensamente en los “Cuadernos” la transmisión de un testamento
político que no se agota en la ideología comunista, que hiciese de su
pensamiento un patrimonio para toda la democracia italiana..
Nota del traductor
1 Se refiere a Esopo, fabulista griego del siglo VI ac.