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La sombra de Jacques Rancière ✆ Maurice Matieu |
Especial para Gramscimanía |
“Proletarios” significa, ante todo, aquel que no tiene
parte, aquellos que viven sin más, y políticamente define aquellos que no son
tal solo seres vivos que producen sino sujetos capaces de discutir y de decidir
acerca de los asuntos de la comunidad. Así, representar la “parte de los sin
parte” quiere decir precisamente vincular la cuestión del estatuto de una u
otra categoría a la cuestión más general del poder de cualquiera. El corazón de
la subjetividad histórica proletaria fue precisamente la capacidad, no de
representar la potencia colectiva, productiva, obrera, sino la de representar
la capacidad de cualquiera, la capacidad justamente, en tanto que excluido.”:
Jacques Rancière
Introducción
Entrevista con Jacques Rancière |
Jacques Rancière es un pensador francés nacido en 1940 y que
actualmente es profesor de la Universidad de París XII y ha publicado libros
muy interesantes dedicados a la estética, al cine y a la política. Forma parte
( con Alain Badiou i Etiénne Balibar ) de la troika de los que fueron
discípulos de Althusser, ajustaron cuentas con su maestro y acabaron
superándolo con un elaborado trabajo crítico en la tradición de la izquierda
radical. Rancière llega a la conclusión, después de mayo del 68, que Althusser,
con su dicotomía ciencia/ideología y su teoría del partido como vanguardia del
movimiento obrero lo que está haciendo es formular una nueva ideología del
orden.
Lo que Jacques Rancière defiende básicamente es la emancipación
intelectual de los trabajadores en base a su capacidad política. En su
libro El maestro ignorante, se inspira en un curioso profesor del S.XVIII
llamado Joseph Jacotot, que después de una experiencia inesperada llega a la
conclusión que cualquier ser humano tiene la capacidad suficiente para entender
y aprender una explicación clara. El Maestro tiene la función de dominar con su
voluntad la inteligencia del alumno y esto no es otra cosa que animarlo a
desarrollar su propia inteligencia para aplicarla a lo que quiere conocer. No
es entonces el dominio de una inteligencia sobre otra, ya que esto sería
manipular, como sucede en el diálogo socrático, donde el Maestro siempre lleva
al interlocutor al lugar que le interesa. Lo que reivindica Rancière es la
igualdad de las inteligencias, que lo único que necesitan es voluntad y
atención. Y no como resultado de unas prácticas pedagógicas sino como punto de
partida. La emancipación de la inteligencia es la única que puede garantizar
que la población trabajadora, ilustrada o no, sea capaz de emanciparse
políticamente.
Sobre la base de un análisis científico de carácter
multidisciplinar sobre lo que es la sociedad capitalista A partir de aquí Marx
opina políticamente sobre lo que debe hacer la población trabajadora para
emanciparse y crear una sociedad más justa y más libre. Y es una verdadera
opinión política que puede entender cualquiera que piense con la razón común. Y
porque el pueblo tienen suficiente capacidad como para entender que está
explotado sin recurrir a las ciencias sociales.
Rancière no cuestiona el valor de la ciencia pero sí que
pretenda concluir en una dictadura de los expertos o un dirigismo de las
supuestas vanguardias que conducen al silencio del pueblo. Porque al lado de la
ciencia está la opinión, que es la que debe considerarse en política.
La teoría política de Rancière, que es lo mismo que su
teoria de la democracia como emancipación se establece en el libro El
desacuerdo. Posteriormente se completa con El odio a la
democracia, las entrevistas de Tiempo de Igualdad y la
recopilación de artículos en Momentos políticos.
Lógica política
contra lógica policial
La democracia, para Rancière, tiene un significado revolucionario claro y preciso que remite a la acción de los excluidos, a la lucha de los “sin parte”. Esta idea, que es muy radical, implica que política y democracia son lo mismo, ya que constituyen el único espacio posible de lo común, de lo público. Es la lógica de la igualdad, la manifestación de la emancipación de todos los humanos. Por esto la democracia es siempre un escándalo para las diversas élites, ya que lo que propone es que puede gobernar cualquiera.
La democracia, para Rancière, tiene un significado revolucionario claro y preciso que remite a la acción de los excluidos, a la lucha de los “sin parte”. Esta idea, que es muy radical, implica que política y democracia son lo mismo, ya que constituyen el único espacio posible de lo común, de lo público. Es la lógica de la igualdad, la manifestación de la emancipación de todos los humanos. Por esto la democracia es siempre un escándalo para las diversas élites, ya que lo que propone es que puede gobernar cualquiera.
Históricamente la democracia nace en Grecia como la ley de
la suerte, la del azar, que es la que funcionaba en Atenas para elegir a los
gobernantes. Fue la lucha de los pobres contra los ricos, la defensa del
principio igualitario contra la desigualdad existente. Es el desacuerdo, que no
es ni ignorancia ni malentendido sino un litigio por la palabra “sociedad “en
la medida que los excluidos no están de acuerdo con aceptar una noción que les
niega su parte. Es el desacuerdo con una parte ( los grupos sociales que tienen
una posición de poder) que hablan como el Todo ( la sociedad).
La comunidad política es el nombre de este movimiento
democrático, antagónico con cualquier orden social, ya éste no es otra cosa que
la ley de la distribución de los espacios y de los cuerpos. Implica la ruptura
de este orden y la aparición de un sujeto político diferente, que no se
identifica ni con una clase ni con una etnia y que llamaremos “el pueblo”. Es
un suplemento porque está fuera siempre de la contabilidad de las
instituciones. La política no es una relación de poder sino una modalidad
específica de acción colectiva que topa necesariamente con el poder establecido
y crea un nuevo espacio, abre otro mundo, otra realidad.( Demos ateniense,
Revolución francesa...)
En la sociedad moderna es la palabra proletario la que
designa a los “sin parte”. Esta es la respuesta que da Rancière a la ambigüedad
del término tal como lo fórmula Marx, que por una parte significa los excluidos
y por otra se identifica con una clase específica que es la clase obrera.
La lógica del Estado y de las instituciones es denominada
por Rancière la lógica policial porque es el de la normalización que garantiza
la permanencia y reproducción de un orden jerárquico. Damos a esta palabra un
sentido muy amplio, en buena parte inspirado en la sociedad disciplinaria de
Foucault
El Estado impone siempre la lógica de la despolitización y
la democracia es la lucha, contra la tendencia a la privatización, por parte de
las instituciones, de lo público.
La lógica policial, reconoce Rancière, aunque nunca puede
dejar de ser lo que es, pero presenta matices importantes. Puede ser mejor o
peor en relación con la manera como distribuye los bienes, con las maneras
amables o violentas.
Las sociedades
autoproclamadas democráticas son en realidad oligarquías con forma
representativa
Las sociedades que hoy se autoproclaman democracias son en
realidad un sistema representativo de carácter oligárquico. Porque un gobierno
representativo democrático supone mandatos electorales cortos, que no sean ni
acumulables, ni renovables, siempre incompatibles con otros cargos públicos o
con intereses privados. La práctica actual lleva a un gobierno elegido,
representativo pero oligárquico, que acapara la cosa pública a través de una
alianza con la oligarquía económica .
Esta oligarquía estatal considera que el axioma básico e
incuestionable es que el movimiento capitalista globalizador responde a la
necesidad histórica de la modernización y que cualquier duda al respecto es una
postura arcaica. Lo que este sistema implica es que la sociedad no es democrática
y por tanto el pueblo queda excluida la política, lo cual produce un malestar
que tiene diferentes síntomas que van desde el apoyo a los grupos populistas de
extrema derecha hasta los integrismos religiosos, pasando por los movimientos
nacionalistas..Ahora bien, Rancière tampoco está de acuerdo en caracterizar
estas supuestas democracias como un estado de excepción, como un campo de
concentración encubierto, en el sentido formulado por Giorgio Agamben. Hay que
reconocer que este gobierno representativo al ser elegido y renovable marca
unos límites a las élites dominantes y a la corrupción administrativo. También
la existencia de libertades individuales y políticas, son una ventaja para la
democracia.
Pero sí podemos llamar a estos gobiernos postdemocráticos en
el sentido que quieren eliminar la política ( y por lo tanto la democracia) del
escenario público. La postdemocracia se basa en el consenso y supone la
desaparición de la política por la vía de identificarlo con lo gubernamental a
través de lo jurídico. La práctica gubernamental y los dispositivos
institucionales, que responden a la lógica policial, se atribuyen lo político,
Todo se ve, todos tienen su lugar y cualquier desacuerdo se convierte en un
problema con solución jurídica. No hay restos ni fisuras, todos es lo Uno, todo
es lo Mismo en una comunidad idéntica a sí misma.
Otro aspecto básico de esta postdemocracia es que surge de
la mezcla entre lo científico y lo mediático. Lo científico se opone a tavés
del dominio de los expertos y de sus evaluaciones y lo mediático a través de
las encuestas. Pueblo y población se identifican y se manifiestan a través de
la llamada opinión pública.
Pero paradójicamente la política en sentido fuerte se
postula por otro lado como imposible. Porque el Estado y lo jurídico están
subordinados a lo económico, son sus agentes y solo pueden gestionar lo que
ésta establece como real.
Paralelamente a esta postdemocracia Rancière constata la
aparición de lo que él llama el odio a la democracia, cuyos portavoces son precisamente
antiguos izquierdas conversos al neoliberalismo. Este odio a la democracia es
muy antiguo en nuestra tradición: nace con la filosofía política de Platón,
pero adquiere hoy nuevas formas. Las formas modernas tradicionales de este odio
venían de la derecha, al considerar que solo una élite puede gobernar, fuera
esta minoría determinada por la propiedad, la filiación o la competencia. Pero
también venían de la izquierda comunista, que cuestionaba la democracia al
considerarla una forma de gobierno burguesa. Ahora le toca el turno a la
derecha liberal, que por una parte denuncia los excesos democráticos y al mismo
tiempo utiliza la democracia como justificación de sus ataques imperialistas (
Irak). Es decir, que la democracia se presenta al mismo tiempo como una defensa
contra los peligros externos para la civilización y al mismo tiempo como un
peligro interno para la misma. ¿ Como resuelven esta contradicción ? Pues
defendiendo las instituciones y criticando las costumbres democráticos. La
democracia, dicen, ha creado un reino de individuos consumidores sin límites
que no tienen sentido del bien común y solo defiende sus intereses
particulares. Lo que olvidan estos ideólogos, formados en el marxismo y
resentidos contra sus expectativas pasadas, es que la causa de lo que critican
es el capitalismo y no la democracia. Y que la democracia ni el reino de los
individuos ni el de las masas, es simplemente el reino de la igualdad donde se
les reconoce a todos su capacidad política.
Rancière no nos plantea una alternativa global, sino un
conjunto de reflexiones teóricas y prácticas para la renovación de la
izquierda.
Una propuesta de Rancière es invertir los términos de lo que
se ha hecho desde Marx, que es criticar los derechos humanos como una ideología
que oculta las profundas desigualdades del sistema. No se trata de denunciar
esta mentira, dice Rancière, sino de defender la apariencia de igualdad como un
arma para aumentar el poder de estos derechos, para hacerlos efectivos. Se
trata de dar cuerpo a esta apariencia de igualdad, de darle una consistencia en
lo real.
La democracia no es una forma de gobierno y aunque la
república sería la forma más favorable, la relación entre ambas es paradójica,
ya que toda institución lucha por suprimir este exceso democrático que es dar
la palabra, el poder a cualquiera. Democracia no es lo mismo que gobierno
representativo aunque éste la pueda favorecer.
El odio a la democracia adquiere hoy nuevas formas. Las
formas tradicionales de este odio venían o bien de la derecha ( que solo un
grupo puede gobernar, esté determinado, la propiedad, la filiación o la
competencia) o bien de la izquierda ( la democracia es una forma de gobierno
burguesa). Ahora es la derecha liberal la que por una parte denuncia los
excesos democráticos y al mismo tiempo utiliza la democracia como justificación
de sus ataques imperialistas (Irak). Es decir, que la democracia es al mismo tiempo
una defensa contra los peligros externos para la civilización y al mismo tiempo
un peligro interno para la misma. ¿ Como resuelve esta contradicción ? Pues
defendiendo las instituciones y criticando las costumbres democráticos. La
democracia, dicen, ha creado un reino de individuos consumidores sin límites
que no tienen sentido del bien común y solo defiende sus intereses
particulares. Lo que olvidan estos ideólogos, formados en el marxismo y
resentidos contra sus expectativas pasadas, es que la causa de lo que critican
es el capitalismo y no la democracia. Todos los movimientos reivindicativos son
tachados de corporativos y egoístas porque defiende intereses particulares
contra el interés general.
Por otra parte, nos dice, hay que apuntalar los movimientos
de resistencia a la lógica policial. Los movimientos reivindicativos son
tachados de corporativos y egoístas tanto por la postdemocracia como por estas
nuevas corrientes de odio a la democracia porque se supone que defienden
intereses particulares contra el interés general. A estos movimientos
defensivos, de resistencia frente al Estado y el Capital hay que darles un
carácter universal, continua Rancière, a partir de sus demandas específicas.
Solo así serán política, es decir, el suplemento que confronta el pueblo con lo
institucional, que no es otra cosa que lo policial.
Lo que también plantea Rancière es la necesidad de una
organización política que de alguna manera sea la memoria de estas luchas y les
de una perspectiva global, aunque él mismo reconoce que no es capaz de dar una
orientación de cómo debe ser y actuar.
Las reflexiones de Rancière son por supuesto bienvenidas
porque el gran problema de la izquierda es su oscilación entre el dogmatismo y
el oportunismo en un marco de desorientación global. Son por lo tanto
necesarias nuevas ideas y propuestas que sean capaces de orientar y renovar la
izquierda real. Volver sobre el sentido de la palabra “democracia” cuando ha
perdido todo su potencial transformador es, por ejemplo, fundamental. Y también
lo es reivindicar una política que no sea la de los políticos y las
instituciones. Pero es importante que seamos capaces de una lectura crítica y
reposada de lo que va apareciendo como interesante y no nos dejemos llevar por
la fascinación de lo nuevo, de la moda. Por esto es también imprescindible que
después de cada lectura seamos capaces de situar cada nueva propuesta en su
justo lugar, sin dejarnos encandilar por retóricas sugerentes. También vale la
pena contrastar y cruzar diferentes propuestas para ser capaces de generar
ideas interesantes
Jacques Rancière plantea una polarización muy radical entre
la lógica igualitaria y la lógica policíaca. Pero esto reduce la política a un
movimiento reivindicativo y no a una posible acción de gobierno.
Posteriormente el mismo Zizek, en A propósito de
Lenin formula una crítica que vale la pena retomar.
Pienso que esta es la cuestión fundamental, que aún siendo
extraordinariamente compleja y difícil no puede obviarse. La izquierda ha de
asumir responsabilidades y desde ella ha de ir transformando las instituciones.
No puede quedarse solo en el ámbito de la crítica y la movilización. Como
articular la movilización y el gobierno es, por supuesto el problema pero no
puede obviarse. Y digo gobierno y no gestión porque lo primero supone hacerlo
en función de ideas políticas y no simplemente en función de lo que se decide
en la esfera económica. No aceptar lo imposible de la política en las
instituciones supone cuestionar el axioma de Rancière de que la democracia
siempre está fuera de ellas.
Creo que lo que sí es importante recoger de Rancière son
otras dos ideas, Una que no se trata solo de denunciar el falso igualitarismo
del discurso políticamente correcta de los derechos humanos y la democracia
sino recoger estos conceptos en lo que tienen de real, para cuestionar lo real
de las desigualdades. La otra es entender la igualdad no como un objetivo sino
como un punto de partida: hay que potenciar las posibilidades de cualquiera, de
todos desarrollando el potencial de acción que hay en las personas y en los
grupos de la sociedad civil.
Si hablamos de una igualdad política como la que defiende
Rancière ¿a que nos conduce a la práctica en cuanto a sistema de gobierno y no
de elección? ¿Implica esto también una igualdad económica? Y si es así ¿En qué
términos?
El debate por supuesto sigue abierto y como decía
anteriormente es fundamental que sigamos opinando y que nadie se atribuya el
estatuto de lo científico en esta discusión. La razón común y crítica es
suficiente para participar.
Acabo con esta sintética y densa definición de Rancière sobre la emancipación:
Acabo con esta sintética y densa definición de Rancière sobre la emancipación:
Digamos, en primer lugar, que para mí el concepto esencial
es el de emancipación. He intentado repensar las nociones de política y de
democracia a partir del mismo, pero es sobre todo este concepto el que ha sido
decisivo para mí, porque implicaba un cuestionamiento de algunas oposiciones
que delimitan habitualmente el lugar de la política (lo político contra lo
social, o lo privado contra lo público). Ha determinado mi distancia en
relación con cierta visión arendtiana
que contrapone la excelencia del ejercicio político y la libertad a las formas
de superposición de la necesidad social. Sabemos cuál es el papel que los
pensadores de derecha le han hecho jugar entre nosotros para estigmatizar a los
movimientos sociales.
La emancipación es la refutación en acto de este
reparto a priori de las formas de vida. Es el movimiento por el cual
los y las que se situaban en el mundo privado se afirman capaces de una mirada,
de una palabra y de un pensamiento públicos. Lo cual puede comenzar con
aquellos nueve honestos trabajadores evocados por E.P. Thompson, que una tarde
de marzo de 1792 se reunieron en una taberna londinense y fundaron allí una
sociedad con un número ilimitado de miembros para afirmar el derecho de todos a
elegir a los miembros del Parlamento. Lo cual comienza también cuando los
obreros que están en conflicto con sus patrones, en el París de los años 1830,
utilizan su huelga no sólo como medio de presión de un grupo de individuos
sobre un individuo particular sino como acción pública de obreros en tanto
tales obreros; o cuando Rosa Parks, en Montgomery en 1955, convirtió un acto
privado -sentarse en una plaza libre [de autobús, N. del T.]- en una manifestación
pública -suprimir por su cuenta el reparto de asientos en función del color de
la piel. El corazón de la emancipación consiste en declararse capaz de aquello
por lo que una determinada distribución de sitios te niega la capacidad, de
declararse capaz como representante cualquiera de todos aquellos cuya capacidad
es negada de manera similar. La emancipación funda una idea del universal
político no ya como aplicación de la ley común a los individuos sino como
proceso de desidentificación, es decir, de salida por fractura de un
determinado estatus sensible, de un lugar concreto en el orden de lo visible y
de lo decible, en la distribución de los lugares y de los tiempos. Es a partir
de esta desidentificación que he repensado la democracia como el poder de los
sin-parte, es decir, de aquellos que no representan a ningún grupo, función o
competencia particulares.»