
La vida y el pensamiento de Antonio Gramsci, de Beppe Vacca,
se basa en un largo proceso de investigación y, como tal, incorpora trabajos ya
publicados y presenta nuevos desarrollos; en ambos casos, hay el tratamiento
sistemático de lo que consideramos los temas y aspectos cruciales de la
biografía personal, política e intelectual de Antonio Gramsci en la última
década de su vida, es decir, en los años de prisión; todo ello ofrece una gran
contribución a la reconstrucción de su historia y su pensamiento y a la
conservación y transmisión de su patrimonio.
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El título del libro es preciso: la
vida y los pensamientos (en plural) de Antonio Gramsci se entrelazan. La
palabra cárcel no aparece en el título, y de hecho pensamos que la grandeza de
Gramsci va más allá de su encarcelamiento, pero también es cierto que pasó en
la cárcel todos los años que van entre 1926 y 1937: primero confinado, después
recluido y luego preso y forzado a una cama de hospital; pero lo sabemos en la
cárcel.
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La lectura se centra justamente sobre la correspondencia,
porque, más allá de unas cuantas entrevistas, solo a través de aquélla podía
pasar la comunicación, aunque en algunos casos el análisis utiliza otras
fuentes y se extiende a los Quaderni (como en el examen de la disidencia de
Gramsci con respecto al cambio de 1928-29 y el significado de su propuesta de
la Constituyente, que, según Vacca, que le dedica un espacio mucho mayor de lo
que habían hecho los estudiosos anteriores, representa el punto de confluencia
de una serie de elaboraciones cruciales desarrolladas en los Quaderni: la idea
de que la democracia y no la revolución era el lugar para dar la batalla por la
conquista de la hegemonía).
Sin embargo, el estudio y la comprensión de la
historia de Gramsci en los años transcurridos entre su detención y su muerte
requieren considerar un buen número de planos diferentes: el de la relación de
amor y de política compartida con su esposa Julia, sus condiciones de salud,
sus reflexiones sobre el movimiento comunista y la relación entre la política
nacional y el desarrollo económico mundial, la preparación de instancias para
la reducción de la pena tras la concesión de amnistías e indultos, el acceso a
la libertad condicional, los intentos de obtener la libertad través de la
negociación entre el gobierno soviético y el gobierno italiano … hasta el
destino de los Quaderni después de su muerte.
Un mérito del libro está en la capacidad de unirlo todo sin
caer en una exposición plana, haciendo especial hincapié en los elementos
individuales.
Esto se consigue esencialmente singularizando una clave de
lectura principal según la cual la dimensión política está siempre presente en
el pensamiento de Gramsci y, en consecuencia, en la información enviada a sus
interlocutores directos e indirectos. La persistencia y la coherencia con la
que, a lo largo de los años, Gramsci reafirmó su determinación de no hacer
gestos que pudieran aparecer como cesiones al régimen fascista son un elemento
a la vez crucial y revelador de tal centralidad. Evidentemente, tales contenidos políticos
tenían que ocultarlos y canalizarlos a través de códigos, ya que debían llegar
a sus destinos superando la censura carcelaria y las posibles lecturas de
personas distintas de los destinatarios. Lo mismo puede decirse de las cartas
de sus interlocutores, que fueron escritas bajo las mismas restricciones.
Esto multiplica las dificultades de interpretación y de
reconstrucción. Entre estas dificultades también se debe tener en cuenta el hecho
de que cada una de las partes involucradas, Antonio Gramsci y Julia ante todo,
también podrían verse afectados emocionalmente por las circunstancias
restrictivas que condicionaban la comunicación. Por otra parte, esta clave de
lectura no puede ser general, porque la comunicación no aborda sólo cuestiones
políticas, incluso en el caso de Gramsci, aunque él es consciente de casi cada
gesto podía tener un significado político y muchas cuestiones debían ser
comunicadas con la máxima precaución. De ahí la necesidad que Vacca indica de
buscar los códigos tras los cuales podría estar el contenido real de las
comunicaciones ocultas y de interpretar con esta conciencia alusiones,
referencias y oscuridades, así como una evaluación circunstanciada caso a caso.
En este contexto, el autor logra iluminar una variedad de
episodios y frases que de otra manera permanecerían ocultos en la niebla de la
incomprensión y establece los parámetros de lectura que puede sentar las bases
para una ulterior investigación y que,
si bien pueden no compartirse, no se pueden ignorar. Así, por ejemplo,
se interpreta el significado de la primera carta (19 de marzo de 1927) en la
que Gramsci presenta un programa de estudio para el período que se estaba
preparando para vivir en la cárcel. Según Vacca, aquel programa, en aquel
momento, no podía ser un plan de trabajo real, y, aun siéndolo, se podría
utilizar para influir en las actitudes de los jueces y como prueba de la
disponibilidad de Gramsci, en caso de liberarlo a través de la negociación
entre el gobierno soviético y el gobierno italiano que implicara no llevar a
cabo actividades políticas. Además, interpretado como un código, comunicaba a
Togliatti su intención de continuar desarrollando en términos más generales, a
través de un análisis teórico riguroso y radical que solo irónicamente se podría decir desinteresado (así deben
entenderse las palabras con las que Gramsci describe el tipo de estudio que se
propuso realizar y, de hecho, si tenemos
en cuenta el texto del poema de Giovanni Pascoli “Per sempre” al que Gramsci
parece hacer referencia, no podemos pensar que iba a desvincular su análisis de
los procesos históricos concretos), las posiciones políticas que había ido
elaborando durante 1926 y en las que chocó con Togliatti y que lo llevaron a exponer su heterodoxia
ante la dirección soviética. El hecho de que pidiera Tatiana Schucht que
expresara su opinión sobre ese plan de trabajo, Vacca lo entiende como un
indicio más de cómo el mensaje iba dirigido a su partido y a Togliatti en
particular, pidiéndole a la cuñada una difícil y delicada tarea de comunicación
política.
La posibilidad de ser liberado a través de la intervención
del gobierno soviético y de las negociaciones directas entre los Estados es
para Vacca una preocupación constante de Gramsci desde el inicio de su
detención: muchas de sus comunicaciones son leídas en esta clave y la infame
carta enviada por Ruggero Grieco en febrero del 28 [aquella de "Onorevole Gramsci, lei ha degli amici
che certamente desiderano che lei rimanga un pezzo in galera..."] se
interpreta como un serio obstáculo para la materialización de los primeros
intentos en tal sentido. A esta lectura se llega, como en otros casos, a la luz
de los documentos hasta hace pocos años desconocidos y de una aguda relectura de los documentos ya conocidos del
papel desempeñado por el juez instructor Enrico Macis en la investigación que
habría llevado el proceso ante el Tribunal Especial. Por lo general, Macis se
presenta como alguien capaz de ganarse la confianza de Gramsci y engañarlo
sobre sus verdaderas intenciones; para Vacca,
por el contrario, el trabajo de Macis no tiene tales características,
sino que siguió varias etapas marcadas por órdenes de la secretaría de Mussolini
y representó un medio a través del cual Mussolini quería mantener abierta, al
menos hasta cierto momento, un canal especial de comunicación (o más bien de
interrogación) con Gramsci, probablemente porque estaba interesado en evaluar
la posibilidad de intercambiarlo para obtener ventajas tanto en términos de
equilibrio de poder interno como en términos de estatus internacional y
relaciones con la Unión Soviética.
En este juego de relaciones entre Estados, la posición de
Gramsci no podía ser otra que la de un peón, pero esto no le impedía valorar con lucidez su situación y tratar de
aprovechar las oportunidades que podían presentarse en aquel contexto, mientras
mantenía firme, desde su detención hasta su muerte, la decisión de no cometer
ningún acto que pudiera interpretarse o presentarse como una cesión al régimen,
y en ese sentido se pueden leer las afirmaciones explícitas contenidas en las
cartas de Gramsci o en las declaraciones de familiares que estuvieron en
contacto con él: su cuñada Tatiana y sus hermanos Gennaro y Carlo. En este sentido,
cabe añadir que la voluntad de no participar en actividades políticas frente a
la liberación, realmente se expresó, de modo codificado, en una carta de 1927,
en realidad, cuando se abrió la posibilidad de solicitar la libertad
condicional, es decir, en 1934, Gramsci no la confirmado, por lo que parece muy
probable que, de solicitar su firma, se hubiera negado. De hecho, la
declaración que Gramsci realmente firmó
incluía solo el compromiso de hacer un uso político de la medida por la
que se le concedía la libertad condicional.