
Y si la liquidez de la modernidad consiste en la
desarticulación de patrones de conducta, en la difuminación de algo llamado el
“interés común”, en la ruptura del Estado-nación en favor del mercado, el sitio
de la sociedad radica en un marco de racionalidad muy poco racional que
privilegia la volatilidad, la fugacidad, la inmediatez sin previsiones. La
llamada sociedad moderna se ha autoimpuesto barreras conocidas como mercado,
razón y, por paradójico que parezca, globalización.
En su libro Bauman reclama a esta sociedad el olvido de sus
tradiciones y seguir el juego del mercado en el que para vender debe evitar a
toda costa los hábitos arraigados: su secreto a voces es la creación perpetua
de nuevas necesidades. Si uno está satisfecho con lo que es y tiene, entonces
se equivocó de mundo o simplemente tiene un pensamiento “irracional”, en suma,
está loco.
Como ejemplo sólo un dato aislado para demostrar la
saturación de nuestro mundo: “según algunas estimaciones, un periódico
cualquiera contendría tantos bits de información como los que recibía, en
promedio, un individuo del Renacimiento en el transcurso de toda su vida.” Los
contenidos mediáticos del mundo nos abruman, superan nuestras capacidades de
comprensión y retención, y aún sabiéndolo no somos capaces de poner un alto.
Vivimos en un eterno “talk show” que mezcla egocentrismo, publicidad y soledad
al mismo tiempo.
Pero el problema, sugiere Bauman, no está en los medios, en
el mercado o en la fugacidad de la vida, sino en las sociedades que les han permitido
convertirse en lo que son hoy. Quién sabe si habrá remedio, pues en la sociedad
sitiada todo es desechable, incluso el argumento de este libro.
BAUMAN,
Zygmunt, La sociedad sitiada, FCE, Argentina, 2004.