
Especial para Gramscimanía |
José Manuel Sánchez Ron [JMSR] es miembro de la Real
Academia Española y catedrático de Historia de la Ciencia en la Universidad
Autónoma de Madrid. Muchos hemos aprendido de él. En sus libros, en sus
artículos y en sus excelentes conferencias, numerosos ciudadanos hemos admirado
su sensatez, su información y sus excelentes reflexiones históricas,
historiográficas y filosóficas. Es un estudioso de alcance internacional.
Políticamente, JMSR solía moverse en los alrededores de la socialdemocracia
prudente-muy prudente. “Claves de la razón práctica” era –no sé si lo sigue
siendo- una de las revistas que lo tenía como asiduo colaborador.
El pasado martes, 8 de mayo, en el diario imperial, global y
monárquico, publicó un artículo con el título “Ganar el futuro a través de la
ciencia” [1].
Señalaba en él que, además de la historia [2], al menos dos cosas nos unían a los países hispanoamericanos: el idioma [3] y “unas contribuciones a la ciencia que no se corresponden con una comunidad formada por algo más de 400 millones de personas con una larga historia a sus espaldas. Y la ciencia es importante, muy importante”. JMSR recuerda las palabras –de octubre de 1954- de uno de los grandes científicos hispanoamericanos, el médico y fisiólogo argentino, Premio Nobel de Medicina en 1947, Bernardo Houssay: “El desarrollo científico es condición de libertad, sin él se cae en el colonialismo político, económico y cultural; además se vive en la pobreza, ignorancia, enfermedad y atraso. Estamos en una era científica y la ciencia es cada vez más importante en la sociedad y rinde más y mejores frutos. Es indispensable su cultivo para que un país tenga bienestar, riqueza, poder y aun independencia”. ¡Y son palabras dichas o escritas hace unos 65 años! Aunque la ciencia-tecnología tiene desde luego caras oscuras-muy oscuras (hacía dos años entonces del lanzamiento de la bomba en Hiroshima y Nagasaki), la reflexión de Houssay es más que razonable.
Señalaba en él que, además de la historia [2], al menos dos cosas nos unían a los países hispanoamericanos: el idioma [3] y “unas contribuciones a la ciencia que no se corresponden con una comunidad formada por algo más de 400 millones de personas con una larga historia a sus espaldas. Y la ciencia es importante, muy importante”. JMSR recuerda las palabras –de octubre de 1954- de uno de los grandes científicos hispanoamericanos, el médico y fisiólogo argentino, Premio Nobel de Medicina en 1947, Bernardo Houssay: “El desarrollo científico es condición de libertad, sin él se cae en el colonialismo político, económico y cultural; además se vive en la pobreza, ignorancia, enfermedad y atraso. Estamos en una era científica y la ciencia es cada vez más importante en la sociedad y rinde más y mejores frutos. Es indispensable su cultivo para que un país tenga bienestar, riqueza, poder y aun independencia”. ¡Y son palabras dichas o escritas hace unos 65 años! Aunque la ciencia-tecnología tiene desde luego caras oscuras-muy oscuras (hacía dos años entonces del lanzamiento de la bomba en Hiroshima y Nagasaki), la reflexión de Houssay es más que razonable.
Un repaso a la lista de los Premios Nobel de Ciencias (de
Física, Química, Medicina o Fisiología), prosigue JMSR, muestra, no es ninguna
novedad, que los nobeles que tuvieron como lengua materna el castellano han
sido hasta el momento pocos, muy pocos: Santiago Ramón y Cajal (Medicina,
1906), Bernardo Houssay (ya citado), Severo Ochoa (Medicina, 1959), Luis
Federico Leloir (Química, 1970), Baruj Benecerraf (Medicina, 1980), César
Milstein (Medicina, 1984) y Mario Molina (Química 1995). Siete en total: 5 de
Medicina, dos de Química, ni uno solo de Física. La cifra, además, es engañosa
y exagerada, apunta JMSR con razón: “Ochoa, Leloir, Benecerraf y Molina
obtuvieron el galardón por trabajos realizados en Estados Unidos, país cuya
nacionalidad adoptaron, salvo Leloir; y las investigaciones de Milstein se
llevaron a cabo en Inglaterra, nación de la que terminó siendo súbdito”.
JMSR extrae de ello algunas conclusiones compartibles: los
ciudadanos de España e Hispanoamérica son capaces de logros originales y
notables en ciencia, “pero suelen conseguirlos como exiliados científicos de
sus patrias de origen”. Frente a esos siete nobeles de Ciencias, con varios
apartados en su interior, 11 ciudadanos “hispanoamericanos” han obtenido el
Nobel de Literatura y 5 el de la Paz. Como es obvio, no son las “inferioridades
“raciales” las que pueden explicarlo sino medios, tradiciones y culturas, “como
revelan los porcentajes del PIB para I+D” apunta el profesor de la UAM. Según
los Índices de la UNESCO de julio de 2011, esos índices “se distribuyen de la
siguiente manera […]: 2,6% en Norteamérica, 0,6% en Latinoamérica y el Caribe,
1,6 en Europa, 0,4% en África, 1,6% en Asia y 1,9% en Oceanía”.
Ningún problema o casi ningún problema hasta el momento.
Estamos, por consiguiente, destaca JMSR, en que España y las naciones de
Hispanoamérica, no sólo están hermanadas culturalmente “sino también por la
ciencia, o mejor por no haber logrado demasiados logros de alta distinción en
ella”. A continuación, el catedrático de la UAM lanza algunas ideas de política
científica que como no puede ser de otra forma, pueden ser base de discusiones,
acuerdos y disensos. Esta, por ejemplo, “lo que quiero sugerir aquí es que
España proponga y lidere un proyecto de cooperación en investigación científica
con las naciones hispanoamericanas (incluyendo también, si se cree conveniente,
Brasil y Portugal). Un proyecto de colaboración en pie de igualdad, sin
pretender ocupar una posición preferente, pretensión, por otra parte, que no se
correspondería con la situación actual en todos los casos”. Argentina, recuerda
JMSR, aventaja a España en esfuerzos en I+D y México es “una nación con un gran
potencial”. No se trata, desde luego, aclara el autor, que España descuide “los
caminos científicos que mantiene en la actualidad en Europa o en otros centros
de élite, sino que haga de la colaboración científica hispanoamericana un
proyecto preferente”.
JMSR da razones para fundamentar su propuesta. Me centro en
la primera de ellas. Reforzar las relaciones, en cualquier el ámbito, con
Hispanoamérica, señala, “no hará sino mejorar la posición internacional de
España”. Historia y lengua, sostiene, no son suficientes ya para mantener
relaciones preferentes con naciones con regímenes –la palabra no la hubiera
usado nunca nuestro académico para hablar del sistema político de EEUU o de
Alemania, por ejemplo- como los que hoy existen en “la Venezuela de Chávez, la
Cuba de los Castro, la Bolivia de Evo Morales, el Ecuador de Correa o la
Argentina de Fernández de Kirchner”. (“La” tampoco es un artículo nada inocente
en este caso y el “los” de “los Castro” mucho menos). Son sólo ejemplos de
“regímenes”, apunta JMSR, pero son sólo esos cinco los únicos seleccionados.
¿”Régimen”, con las connotaciones que para cualquier
ciudadano español tiene la palabra, es término y concepto adecuados para un
miembro destacado de la Real Academia Española para hablar de los sistemas
políticos de Cuba, Bolivia, Argentina, Ecuador y Venezuela? ¿No suena y huele a
criterio de derecha extrema, sesgadamente posicionada e incluso poco cultivada,
el criterio que parece generar la agrupación? ¿No sería mejor usar la palabra
“régimen” para hablar del estado y gobierno de Honduras, Colombia, Guatemala o
incluso de Chile, si me apuran, por poner algunos ejemplos destacados?
¿Pretende acaso nuestro académico de la lengua abonar algún eje del Mal
hispanoamericano?
Por la misma senda nada gloriosa, JMSR señala a continuación
que “seguramente [lengua e historia?] no sirven en ningún caso” y que nos quejamos
estos días, con razón y legitimidad sostiene, “del atropello que el gobierno
argentino ha llevado a cabo con REPSOL, y nos preocupa lo que puede suceder en
el futuro, en ese país o en otros, con empresas españolas en Hispanoamérica”.
¿Es razonable, sea cual sea nuestra noción de racionalidad -y de esto último
nuestro historiador sabe un montón de granos zenonianos de mijo-, que un
científico de la talla de Sánchez Ron hable de queja? ¿De quién? ¿De los
españoles, de todos los españoles, de algunos tan sólo, o del consejo de
Administración de Repsol, de colegas de hegemonía y dominio, o de gobiernos que
representan fielmente –y con más de un ridículo en su haber- sus intereses?
¿Con razón y legitimidad, afirma nuestro académico? ¿Con qué
razones? ¿Desde que posiciones legales? ¿”Atropello” es el término que la
Academia aconseja para designar un acto decidido por un gobierno democrático
amparándose en las leyes democráticas de su país? ¿A quién preocupa el destino
de “otras empresas españolas” en ese país o en otros países? ¿Tiene alguna idea
el catedrático, historiador y académico Sánchez Ron de las tropelías
inconmensurables de las multinacionales y bancos españoles en numerosos países
del cono Sur y en América Central? ¿Necesita bibliografía, documentales y
testimonios para informarse del tema?
Con buenas intenciones pero sin hacer gala de ningún
principio de realismo político que tome suelo en la realidad existente, JMSR
comenta que “no estaría mal, sin embargo, ayudar a que no se nos vea en las
naciones hermanas del otro lado del Atlántico como tanto tiempo se nos vio: una
nación que ve a Hispanoamérica como un extenso y rentable mercado”. ¿Se nos
vio? ¿Ya no se nos ve así? ¿Es la “nación española” la que ve “Hispanoamérica
como un extenso y rentable mercado”? ¿La nación española? ¿No es curioso, pero
altamente significativo, cultural y políticamente el uso del lenguaje de
nuestro admirado académico?
JMSR prosigue con otros argumentos de política científica
sobre ciencia básica y aplicada en los que no es momento de entrar
–“seleccionar como campos de investigación comunes no cualquiera que forme
parte del casi inabarcable dominio de la ciencia, sino sólo o preferentemente
aquellos de los que quepa esperar con cierta rapidez retornos socioeconómicos”-
e incluso indica un marco para aunar esfuerzos de investigación: “el próximo
mes de noviembre se celebrará en Cádiz una nueva Cumbre Iberoamericana… también
sería, simbólicamente, un justo homenaje a las ideas que animaron a los
diputados españoles e hispanoamericanos que elaboraron en aquella noble ciudad
la Constitución de 1812, una constitución que miraba al futuro de una manera
más igualitaria de como habían sido en el pasado las relaciones entre España e
Hispanoamérica”.
Curiosamente, acaso en consistencia con el comentario
anterior, JMSR señala que “ahora que tanto hablamos del papel de la monarquía
española, tal vez convendría involucrar en semejante proyecto al príncipe
Felipe”. ¡Al Príncipe Felipe, al cuñado del yernísimo, al hermano de doña
Cristina de Borbón, al hijo de la
Primera-autoridad-del-Estado-cazadora-de-elefantes? ¿Era necesario una
aproximación tan poco crítica, incluso si me apuran, un poco servil, a una
institución que arroja agua contaminada por los cuatro costados y la mayoría de
sus vértices principales? ¿Así se alimenta y nos alimenta la mirada crítica de
un científico, de un gran historiador de la ciencia y de un reconocido
académico español?
¡Qué malos tiempos para la lírica y la crítica, pardiez!
Parece obvio que los aires del 15M, y de Francia y Grecia, no han llegado a los
salones de Real Academia Española. ¿Será por qué es Real?
Notas
[1] http://elpais.com/elpais/2012/04/26/opinion/1335435793_896878.html
[2] Nada afable como es sabido. Más que de unión habría que hablar de sujeción en muchos momentos.
[3] Tal vez porque es no es el punto, no se muestra muy sensible JMSR a la existencia de otros idiomas “no comunes” en los países hispanoamericanos.
[2] Nada afable como es sabido. Más que de unión habría que hablar de sujeción en muchos momentos.
[3] Tal vez porque es no es el punto, no se muestra muy sensible JMSR a la existencia de otros idiomas “no comunes” en los países hispanoamericanos.