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Pier Paolo Pasolini @ Quico Rivas |
[..] Hay efemérides
para tiempos difíciles. La del nacimiento de Pier Paolo Pasolini constituye una
valiosa oportunidad para encarar el presente con lucidez y poesía. En el Café
d’Espacio, todo un fermento de sociedad civil, Davide Payser conversa sobre el
legado de este poeta y cineasta visceral. La visión de la tradición como
impulso y referente de esa "revolución antropológica" reivindicada
por Pasolini, permite que el diálogo de cabida al proceso de cambio político y
social experimentado en Bolivia tras la llegada al poder de Evo Morales. La
conversación también da pie a compartir el testimonio de uno de esos isleños
cuya mirada está hecha de idas y venidas, de distancias y cercanías.
¿Aún tiene sentido ser
comunista, tal como Pasolini lo entendía?
Hay que entender que Pasolini vivió y escribió en una época
en la que el partido comunista era una fuerza real, grande. El partido
comunista italiano fue el más grande de Europa occidental. Ahora, la idea de
comunismo que Pasolini defiende se basa en los principios universales de la
ética, en la compasión; en principios perfectamente asumibles hoy en día.
Pero la organización partidaria ha cambiado mucho, ya que el comunismo, tal como él lo concibió y conoció casi ha desaparecido. La idea gramsciana de los bloques, del bloque antagónico, la existencia de la Unión Soviética… de todo ello ahora quedan prácticamente las ruinas. Y es interesante ver cómo él anticipa todo eso, cómo él, al llamarse a sí mismo "poeta de las cenizas" reivindica ese mundo, el de los campesinos, el de la solidaridad. Hay que tener en cuenta que la posición de Pasolini al principio es la del comunista gramsciano. Pero luego, desde los años sesenta y hasta el final de su vida, su visión se vuelve apocalíptica; aunque no dejara de pedir el voto para el Partido y de manifestar explícitamente su esperanza en la juventud de la Unión Soviética. Su visión es entonces la de alguien que ha tomado conciencia de la debacle moral que acompaña al progreso material traído por el boom económico.
Pero la organización partidaria ha cambiado mucho, ya que el comunismo, tal como él lo concibió y conoció casi ha desaparecido. La idea gramsciana de los bloques, del bloque antagónico, la existencia de la Unión Soviética… de todo ello ahora quedan prácticamente las ruinas. Y es interesante ver cómo él anticipa todo eso, cómo él, al llamarse a sí mismo "poeta de las cenizas" reivindica ese mundo, el de los campesinos, el de la solidaridad. Hay que tener en cuenta que la posición de Pasolini al principio es la del comunista gramsciano. Pero luego, desde los años sesenta y hasta el final de su vida, su visión se vuelve apocalíptica; aunque no dejara de pedir el voto para el Partido y de manifestar explícitamente su esperanza en la juventud de la Unión Soviética. Su visión es entonces la de alguien que ha tomado conciencia de la debacle moral que acompaña al progreso material traído por el boom económico.
Qué diferente hubiera
sido el socialismo real si los intelectuales de entonces, en vez de aspirar a
crear un hombre nuevo, hubieran comprendido que el pasado, la tradición, es una
auténtica fuerza de cambio.
Claro, ese ha sido uno de los grandes errores, si se puede
llamar así. El error de pensar en el futuro, en la batalla del futuro, y
olvidar el pasado; concebirlo como algo que debe ser superado, que permanece
lastrado por la superstición. Ese desprecio por la riqueza que provenía del
mundo campesino, del mundo subproletario que Pasolini tanto amaba, ha conducido
a una pérdida de referentes propios. Al echar una carrera con el capitalismo
por la conquista del futuro, el comunismo perdió su propia historia, sus
propias raíces; que son raíces de pobreza.
Pasolini escribió que
"el izquierdismo es una enfermedad verbal de la izquierda". ¿La
crítica que él hacía en solitario a la izquierda de su tiempo, sigue vigente
hoy día?
Con el término izquierdismo Pasolini se refería,
seguramente, a las posiciones defendidas por los estudiantes de la generación
del 68, ya que él fue muy crítico con los movimientos estudiantiles.
Precisamente por alejarse de la tradición comunista y popular. En segundo
lugar, él sobre todo criticaba de la izquierda la entrega acrítica a la idea
del progreso. Esto lo emparenta con otros autores, que en estos momentos, ya
críticos, empieza a reivindicar cierta izquierda. Uno de ellos es Walter
Benjamín, para quien el pasado contiene elementos revolucionarios, y para
quien, por tanto, lo que debemos hacer es dejar de correr hacia el futuro y
detenernos a pensar en todos aquellos sueños que no se cumplieron. La idea es
que el pasado está ahí y puede ser de otra manera. En los análisis de hoy en
día aún se perpetúa el progresismo a toda costa. Y si lo circunscribimos a lo
económico, es perfectamente asumible por la derecha. Pasolini fue un
extemporáneo, un intempestivo. Cuando todos afirmaban que se estaban
produciendo grandes mejoras, él estaba contemplando lo que desaparecía.
En uno de sus
artículos periodísticos, Pasolini constata con dolor que los de arriba y los de
abajo comparten ya los mismos valores, que se encuentra entre "una
multitud ínfimo burguesa que sabe que lo es y quiere serlo". ¿Qué clase de
vida llevó Pasolini para ponerse en la circunstancia de experimentar esto?
Lo que todos los biógrafos resaltan es que él manifestó un
rechazo radical a establecer vínculos con la burguesía. Él conocía esta
realidad, la de las clases populares, sobre todo por su vida amorosa; era
homosexual y siempre se relacionó con jóvenes que provenían de sectores
desfavorecidos. Primero, los del campesinado del norte de Italia y luego los
jóvenes de las barriadas de las periferias romanas. Y permaneció fiel a esta
gente. Él iba a las pizzerías de los barrios, a las playas populares… Estos
eran los lugares donde le gustaba pasar el tiempo cuando no estaba trabajando.
El artículo en el que se encuentran esas palabras lo escribió a partir de una
reflexión madurada en la playa de Ostia, que es una playa masiva, popular. A lo
largo de los años Pasolini vio cómo se transformaban esos chicos, cómo se
perdía lo que él amaba en ellos, esos valores. Pero a pesar de todo, continuó
relacionándose con esta gente.
A propósito de valores
como la solidaridad, me acuerdo de que, durante tu presentación, mencionaste la
huella que había dejado en Pasolini la generosidad de aquellos campesinos que
daban una parte de su ración a los prisioneros del ejército alemán.
Él decía que él había aprendido el marxismo de una manera
natural, viendo el comportamiento aideológico
de los campesinos. Un comportamiento que bebía mucho de la ética cristiana y de
la idea de ayuda mutua. A él le sobrecogía pensar que los campesinos del norte de
Italia, aquellos mismos que habían sufrido los bombardeos del ejército nazi,
renunciaran a parte de su comida para alimentar a los prisioneros alemanes.
A finales del pasado
verano regresaste a la Isla tras haber pasado dos años como profesor de violonchelo
en el conservatorio de La Paz. ¿Qué testimonio puedes dar acerca de las luces y
sombras del proceso de cambio que atraviesa Bolivia?
Es fundamental ver las cosas desde diferentes distancias.
Cuando uno está lejos ve los hechos de una manera y cuando se acerca aparecen
todos los matices. Yo me fui a Bolivia para presenciar un cambio histórico,
interesantísimo. Precisamente podríamos decir, parafraseando a Pasolini, que
una fuerza del pasado venía y se hacía presente. Era la respuesta de una
tradición de sometidos, que reivindicaba el poder tras quinientos años de
colonialismo. Entonces hay que decir varias cosas sobre ese proceso. La llegada
al poder de Evo Morales es un hecho positivo, indiscutiblemente. Evo Morales es
el mejor presidente que ha tenido Bolivia, y esto también hay que decirlo
claramente. El problema es que Bolivia ha padecido un desgobierno total. Por
ello, el gobierno actual es solo un gobierno, uno que trata de devolver la
dignidad a las instituciones y lidiar con un montón de problemas heredados. Al
llegar allí te das cuenta de que las cosas no son como uno esperaba. Uno
esperaba una revolución al estilo cubano, una cosa que se viviera en la calle;
y claro, en La Paz no se percibía de esa manera. Es una revolución, pero sobre
todo es un proceso de empoderamiento de las clases que han estado sometidas
racial y culturalmente. Bolivia es un país que, en ese sentido, puede
compararse a Sudáfrica. No hay blancos pobres. Es un país donde la pobreza está
racializada al cien por cien. Y eso está cambiando, porque hay una clase en
decadencia, la oligarquía tradicional, y unas clases medias en ascenso,
mestizas, indígenas. Y luego están los campesinos y la gente más pobre que,
claramente, viven con más dignidad. Puedo decir que Bolivia es uno de los
países más democráticos que he conocido, un país en el que una iniciativa del
gobierno puede ser revertida si es contestada con suficiente fuerza por parte
de la población. El último caso fue el de la carretera del Tipnis, que
atravesaba un parque natural. Este hecho me parece un claro indicio de
democracia, del que carecemos aquí.
En un verso de Poesías
mundanas, Pasolini describe a los neorrealistas como hombres "obsesos por
la Crónica vulgar de los Sucesos". ¿Qué clase de apuesta distingue a su
cine del de estos?
Sus dos primeras películas, Accattone y Mamma Roma parten
claramente del Neorrealismo. El momento fundacional del cine de esta generación
es Roma, città aperta, de Roberto Rossellini. Entonces, lo que sucede es que
Pasolini decide trabajar con actores que no lo son, con habitantes de los
barrios a los que convierte en actores; y la lengua que se habla es, por tanto,
dialecto romano. Él empezó como guionista, sin tener conocimientos de
dirección; su ayudante entonces fue Bernardo Bertolucci, que era un adolescente
de dieciséis años y sabía tan poco de cine como él. Estaban aprendiendo a hacer
cine. Su particularidad como cineasta se encuentra en la incorporación de su
mirada poética; y en su apreciación del lenguaje y de los rostros de la gente que
vivía en los barrios. Ese cine evoluciona y apunta en direcciones que no tenían
nada que ver con el Neorrealismo.
En la última serie de
versos del largo poema mencionado antes, bajo la fecha 21 de junio de 1962,
podemos leer: "Con el sereno valor de un científico / me observo a mí
mismo masacrado. Parece, a veces, / que odio y, sin embargo, escribo / versos
llenos de amor preciso". El tono y su forma de entender la poesía, ¿no nos
hacen pensar en Rimbaud?
Pasolini es un descendiente de Rimbaud, y abundan los
testimonios de ello a lo largo de toda su vida. Lo que lo decide a lanzarse a
la poesía es el descubrimiento de Rimbaud. Y también una forma de entender la
poesía alejada del clasicismo. Es esa idea de una poesía herética, que va por
otro camino; una poesía salvaje.
Durante tu
presentación hacías referencia a la importancia que tenía para Pasolini esa
parte de magia y misterio que hay en la vida y en las culturas. Pero también
cuentas que habías adquirido el distanciamiento necesario para percibir el misterio
de la ciudad donde te criaste.
La gente generalmente se agobia en Las Palmas… hay como un
deseo fortísimo de irse. La mayoría de mis amigos lo ha experimentado. Pero
irte fuera también te da la posibilidad de volver a ver tu propia ciudad con
esa mirada extrañada, esa mirada que permite creer que las cosas pueden
cambiar; con curiosidad y también con amor hacia los barrios, hacia la
fisonomía. Eso que al principio, cuando eres adolescente, te parece feo: los
edificios, las calles, los trazados. Cuando has estado en Latinoamérica
comprendes de dónde viene todo esto y también aprendes a ver la belleza que hay
en lo gris. Son matices que antes no apreciabas porque solamente confrontabas
la ciudad con unos ideales. Ahora, después de haber recorrido un poco otras
partes, me doy cuenta de que esta también es una ciudad ideal.
¿Todavía te acompaña
la visión de aquella gran montaña que sobrevolaste en avión?
Sí, el Illimani que está allí, en La Paz, siempre vigilando,
mirándolo todo. Era toda una presencia. Para las comunidades, los nevados son
entidades. Los Apus, las Achachilas son deidades tutelares que protegen a la
población o que se enfurecen. Y sí, yo recuerdo. Cuando me marché de La Paz
parecía que el avión, al sobrevolarla, pasaba cerquísima del pico y que la
montaña nos estaba dejando pasar.