Especial para Gramscimanía |
El libro presenta tres hipótesis referidas a lo que el autor
llama la psicología ordinaria, la libertad ordinaria y el ejercicio ordinario
del poder, donde las dos primeras se constituyen en creencias sociales que
legitiman la tercera. El autor analiza la utilización del
término personalidad como supuesta causa psicológica interna de la
conducta, ilusión que para él responde a la ideología liberal hegemónica.
para Beauvois la mayoría de las veces la causa de nuestro comportamiento
es externa y es debida, para ser más precisos, a la presión de los
condicionamientos sociales. Hay que diferenciar, nos dice certeramente, entre
determinación y significación del comportamiento. Es decir, entre lo que separa
los procesos reales causantes de lo que hacemos de los elementos
socio-cognitivos que lo justifican.
Esto enlaza con el segundo estudio, que cuestiona la
libertad efectiva de muchas acciones que se presentamos y creemos libres. pero
que en realidad no son sino formas de sumisión voluntaria. Hay aquí toda un
reflexión sobre la acción de la familia y de la escuela sobre lo que el autor
llama los acontecimientos disciplinarios en el niño. Estos son el conjunto de
acciones de los adultos (el Otro) para modificar y moldear la conducta
del niño.
Desde el primero ( 1984) hasta el último de los textos (2008) contenidos hay un recorrido muy interesante de Beauvois. Hay en
este itinerario una transformación teórica que le lleva a superar su
althusserianismo inicial que planteaba un concepto de la ciencia
contrapuesto a la opinión común, a la que considerada como ideología
enmascaradora de lo real. Esto conducía, como ya han denunciado antiguos de
Althusser como Jacques Rancière, a un elitismo intelectual en el que unos pocos
son los portadores de la verdad. Bauvois corrige este punto de vista
estableciendo una diferencia muy operativo entre el conocimiento descriptivo (que tampoco detenta la ciencia de manera exclusiva) y el conocimiento
evaluativo, que es el de la opinión común y que como tal merece ser
considerada.
Pero lo mejor del libro es sin duda el análisis del poder,
ya que seguramente desde Michael Foucault no hemos contado propuestas tan
interesantes sobre el tema. Pero esta reflexión está dividida en tres puntos
que vale la pena diferenciar por la enorme importancia que tiene cada uno de
ellos.
El primero tiene que ver con la propuesta conceptual, que se
basa en el planteamiento del poder social como relación de dominación inscrita
en el funcionamiento jerárquico de las organizaciones, lo cual le lleva a
diferenciarlo con precisión de la autoridad, que no se da en un marco
organizativo, y la influencia o manipulación, que tiene un carácter más diluido.
Porque el poder como relación asimétrica se da siempre en una estructura en la
que el que lo ejerce tiene la capacidad de ejercer una sanción para modificar
la conducta del sometido. Y hay un papel complementario que tiene la
prescripción (el ordenar) y la evaluación posterior de si se ha seguido o no
lo prescrito y que decide, por tanto, si corresponde o no una sanción. Por otra
parte también establece una diferencia entre la dimensión relacional y la
ideológica de esta relación de poder, es decir entre los mecanismos de su
ejercicio y la justificación cognitiva que hacemos de ellos. Tenemos aquí un
ejemplo operativo de lo que debería ser una ciencia social que sabe combinar la
contrastación empírica con el riesgo teórico, es decir, con la elaboración de
conceptos que tengan poder descriptivo ( por utilizar la palabra del propio
Beauvois, que lo prefiere al de explicativo) y no sean simples tópicos al uso (
con lo que bajo aparente cientificidad entran sutilmente elementos
ideológicos).
El segundo punto es un análisis del ejercicio liberal del
poder, que se enmarca en la consideración de tres modelos diferentes, que son
el dictatorial, el totalitario y el liberal, que se legitiman respectivamente
por la propia fuerza, por “una causa a defender” o por un determinado ideal
psicológico. Y de cómo cada uno de estos modelos podría aplicarse de forma
democrática o autoritaria, en función del máximo o mínimo reparto de la
capacidad de decisión y control; y digo podría porque las posibilidades reales
se reducen al presentarse siempre el modelo liberal de forma democrática y el
modelo dictatorial de manera autoritaria. Aunque el aspecto más sugerente es el
de la ambivalencia del modelo totalitario, que tanto puede ejercerse de una
forma como de otra. Como ya he comentado antes Jean-León Beauvois dedica
especial atención al modelo liberal y a toda la ideología psicologista que lo
sustenta, que es la ilusión de un determinado ideal de personalidad y la
consideración que es ésta la que internamente decide libremente lo que hacemos.
Vale la pena citar el rigor con que el autor nos explica diferentes
experimentos que nos muestran como es la presión social, nunca admitida, la que
determina la mayoría de veces nuestra conducta.
Y este denso estudio acaba finalmente con un epílogo del
autor en el que elabora una reflexión política muy potente sobre la naturaleza
del poder social. No hay que pensar que el poder sea malo por naturaleza, ya
que es una invención humana que nos ha dado la capacidad de transformar el
mundo, ni tampoco hay que creer que el poder sea necesariamente una relación de
dominación. El poder puede asimétrico y basarse en la desigualdad pero puede
ser también entre iguales cuando es la totalidad del grupo del que se forma
parte quién lo ejerce. Pero para que esta alternativa sea posible no sólo es
necesario que el grupo tenga capacidad de decisión sino también capacidad de
evaluación. Porque todos los modelos de dominación (dictatorial, totalitario o
liberal) presentan siempre la evaluación como algo que realiza una jerarquía
superior, o siguiendo la moda actual, un agente externo que trabaja para ella.
Pero parece que seamos incapaces de plantearnos la posibilidad de que sea el
propio grupo el que pueda ejercerla a nivel social de manera autogestionaria. Para
defender esta propuesta política hemos de luchar contra dos enemigos
ideológicos: el liberalismo que quiere encerrarnos en una defensa compulsivo de
lo privado (mientras dejamos lo público en manos de los que ejercen el poder)
; y lo que Jacques Rancière llama el odio a la democracia, es decir la
consideración que solo una élite (el “listillo” que llama irónicamente
Beauvois) es el que tiene capacidad de evaluar.
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Jean-Leon Beauvois |
Tratado de la servidumbre liberal. Análisis de la sumisión.Jean-León Beauvois / Ed. La Oveja Roja, Madrid, 2008, 270 páginas